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Madre de Rembrant leyendo

La madre de Rembrant leyendo


Primavera 2009


Federico González, "Acerca de brujas, hechiceras y herejes en el Renacimiento español y la criminalidad en la Inquisición", en Las Utopías Renacentistas, Ed. Kier, Buenos Aires, 2004, Apéndice 2.


Pasemos a examinar someramente algunos documentos de la Inquisición sobre estas hembras, específicamente sobre las brujas vascas, publicados por Julio Caro Baroja. (1) En 1466 en Guipúzcoa se llamó la atención al rey sobre brujas y se pedía (lo que se concedió) la facultad de los alcaldes para juzgarlas sin apelación. Posteriormente se menciona a las hechiceras de Amboto (un monte sagrado en Durango). En 1507 la Inquisición hizo quemar a treinta y tantas brujas (que amén de cabalgar por el aire comían niños), en 1527 el famoso proceso a las brujas de Navarra donde se ajusticiaron 50 perdidas que se untaban el cuerpo con un ungüento mágico cuyo componente principal era la cabeza de sapo; de allí se pasa a otros procesos desde esta fecha a 1558 en Guipúzcoa y Navarra sin número de víctimas; en ese mismo año en Vizcaya se detecta a una bruja terrible: Catalina de Guesala, una niña de ocho años. Ella, sus padres y parientes se untaban también y participaban del aquelarre. Fueron condenados a suplicio de agua y cuerda. Tuvieron mucha suerte. Las brujas de Zugarramurdi, juzgadas en Logroño en 1610, han dado lugar a uno de los procesos más famosos de este tipo; en él aparece el demonio como cabrón y, cojonudo, y las brujas se untan con una poción y juntos bailan y gritan en el aquelarre. Se descubrió la secta gracias a la confesión de María Iureteguia denunciada por su marido, que era bruja desde niña, ya que los infantes eran catequizados desde pequeños; al sapo se le atribuye un papel fundamental en estos autos inquisitoriales, al igual que en otras relaciones donde también aparecen niños embrujados, abusos sexuales, maleficios, misas negras, vampirismo, sacrilegios y necrofagia. El modelo sobre el que se realizan estos ritos es para los acusadores el de las bacantes griegas y bacanales romanas de las que da cuenta la literatura clásica.


Todas las circunstancias que dan lugar a las acusaciones que hemos estado viendo también se manifiestan en el país vasco-francés —según los documentos que publica Caro Baroja— y en el resto de Francia, agregamos nosotros, ya que sin ir más lejos nos basta sólo recordar el nombre de Juana de Arco, niña sacrificada por hechicera en el fuego como muchísimas de sus hermanas. (2)


Y así se continúa con las brujas vascas sin mencionar las gallegas, las castellanas, las andaluzas, catalanas, etc. de las que hay algunos estudios y ciertas menciones en oscuros textos, aunque la temática en España no parece haberse tratado a fondo, y pensamos que hay mucho material para investigar, parte de él inédito, que duerme en grandes y pequeñas bibliotecas.


¿Quiénes son estas mujeres? ¿Qué hacen? ¿Por qué se las mata y se les tiene tanto miedo?


Desde hace ya cierto tiempo se ha especulado que aquellos ungüentos con que se frotaban eran una combinación de varios productos enteógenos, herencia de antiguas costumbres autóctonas precristianas, máxime cuando los ingredientes de los ungüentos estaban relacionados con la belladona y especialmente con los sapos que llevan en su cabeza unas glándulas estrechamente vinculadas con efectos alucinógenos, según han estudiado actualmente varios investigadores.


De allí seguramente la idea de "vuelo" o "viaje" que se les atribuyó en toda Europa a sus experiencias, salvo que se ha interpretado en forma literal estas circunstancias y se asignó al diablo la responsabilidad de lo que no eran sino ritos ancestrales vinculados con la comunicación entre la simple cotidianidad y otras formas de la conciencia, el más allá, y que nunca ha sido el patrimonio exclusivo de cualquier institución. Por otra parte hay informes médicos de la época que ya apuntan a lo mencionado, como el del doctor Laguna, médico del Papa Julio III y otros testigos.


En el ambiente estrictamente religioso y siguiendo a Marcelino Menéndez Pelayo, en su Historia de los Heterodoxos Españoles donde nos habla de "abominables herejes" (gnósticos) del siglo XVI, entre los que nombra de modo despreciativo a gran cantidad de mujeres, citaremos unas pocas religiosas de las muchas condenadas, las primeras son las beatas de Toledo y Llerena mencionadas entre toda clase de insultos que incluyen al Maestro Eckhart, Tauler, Suso, Ruysbroeck, "estos alemanes" dedicados "a la embriaguez contemplativa" y al repudiado quietismo que desemboca en los iluminados entre los que hay muchas mujeres, son ellas la Beata de Piedrahita, la beata toledana Isabel de la Cruz; Magdalena de la Cruz (clarisa enclaustrada en Córdoba) y famosa por sus milagros y profecías y la priora de esa orden en Lisboa, sor María de la Visitación. También las afiliadas a la secta de los alumbrados que "andaban siempre absortas en la supuesta contemplación" en Extremadura. Igualmente en Sevilla a la beata Catalina de Jesús y sus seguidoras que profesaban la doctrina del puro amor y decían tener contacto directo con la deidad. En el siglo XVII el Tribunal de la Inquisición condena en Madrid a María de la Concepción; en Valladolid, pasaba por santa, Luisa igualmente de la Concepción, asimismo, la toledana Lucrecia, y la madrileña Manuela de Jesús María. También en esa ciudad en un convento conocido por su perfección se descubrió que 25 de las 30 religiosas estaban endemoniadas y su fundadora Teresa de Silva, de noble linaje, y las otras monjas acabaron encarceladas en Toledo.

En general todas ellas practicaban el "aniquilamiento interior" y por ello fueron condenadas. Esto sin contar las muchísimas damas quemadas vivas por ser "luteranas" entre la que destacan María de Virnés, María Coronel y María Bohorques que entre las llamas de la hoguera llamó ignorante, idiota y palabrero a su acusador, lo mismo hizo Francisca de Chaves que llamó generación de víboras a los inquisidores. Creemos que esto es suficiente para rendir homenaje a estas damas prácticamente desconocidas y damos una idea del panorama religioso de la península en el Renacimiento.


Notas

(1) Julio Baroja, Las Brujas y su Mundo. Alianza Editorial, Madrid, 1973 y Brujería Vasca, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1992. Además de estos libros, recomendamos también leer Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles, t. I, B.A.C., Madrid, 1998, aunque esta última obra de talante inquisitorial debe tomarse sólo como información. En términos generales, Victoria Sendón de León, La España Herética, Icaria, Barcelona, 1986. (Retorno a texto)


(2) En este periodo se inventó un cliché europeo donde las brujas surcaban el aire en sus escobas, se exponían desnudas, sacrificaban niños, olían fétidamente y se les atribuía determinadas características presentes en todos los procesos de la Inquisición, que de ese modo se generalizaron, entre ellas que si eran inspiradas por el demonio, si oían voces, etc. Algunos de estos datos eran reales, pero tomados de modo literal y la mayoría inventados y utilizados repetidamente, como puede comprobarse leyendo los documentos de dichos procesos. (R)




Francisco Ariza, "Estudio preliminar" sobre el libreto teatral Noche de Brujas, de Federico González. Ed. SYMBOLOS, Barcelona, 2007.


Si bien Noche de Brujas está situada históricamente en el siglo XVI o XVII, el mensaje que subyace en ella es plenamente actual. Su tema es el Sabath o Aquelarre, palabra de origen vasco que significa "prado del macho cabrío". Tal y como se celebraba durante la Edad Media y el Renacimiento el Sabath se introdujo a través de la magia judía, mezclándose con prácticas de similar tipo que pervivían en Europa desde muy antiguo. De ahí que determinados términos y expresiones, e incluso las letras inscritas en los amuletos utilizados en los aquelarres, fueran de origen judío, y más concretamente cabalístico, empezando por los nombres de las energías, númenes o ángeles invocados, algunos de los cuales también lo son en la obra. Y esta transmisión nos parece importante de ser reseñada ya que la magia semítica recibió a su vez la influencia de las culturas de claro signo matriarcal que se desarrollaron a lo largo de toda la cuenca mediterránea, influencia que debe extenderse a determinadas formas de la magia egipcia y de Oriente Próximo (Mesopotamia y Persia fundamentalmente), en todas las cuales se veneraban a las deidades femeninas, lunares y telúricas. Pensamos que es bajo este marco de influencias que el Sabath ha de ser considerado, esto es, como un rito mágico-teúrgico cuya estructura cosmogónica es en gran parte heredada de cultos muy arcaicos ofrecidos en honor de las diosas terrestres, expresiones de la Diosa primordial.


Aunque el dogmatismo religioso consideraba, y sigue considerando, a las fuerzas elementales de la naturaleza como las raíces mismas del pecado, negando "a priori" cualquier participación o injerencia de lo sagrado en tales fuerzas, por el contrario el esoterismo y la gnosis de todas las épocas siempre las han considerado de manera muy distinta. Esto explicaría que bajo los cimientos de la catedral de Nôtre Dame de París (templo dedicado a la Diosa Madre cristiana) exista un altar consagrado a una divinidad cornuda llamada Cernunnos, a la que se destinaba un cierto culto ligado a los misterios telúricos, donde la práctica sexual, como ceremonia iniciática, no estaba excluida. Tengamos en cuenta que para la gnosis y el verdadero esoterismo (incluido el cristiano) las divinidades subterráneas y ctónicas participan de lo sacro tanto como las divinidades celestes, aunque en un grado o proporción más restringido al ser su reflejo.


El punto de vista metafísico no excluye a las cosas sino que las integra situando a cada una en el lugar que le corresponde dentro del orden universal. De esta manera, en la estructura jerárquica del universo, el "mundo inferior" tiene su función y su importancia, que consiste precisamente en la de estar invertido en relación al que le es superior: el mundo celeste. Es en calidad de símbolo, es decir como expresión refleja de la realidad arquetípica, que el mundo inferior, nuestro mundo, adquiere todo su sentido y valor. Desde esta perspectiva el inmenso despliegue del cosmos material, incluidas las energías invisibles que lo generan y animan, deviene el soporte que sirve de manifestación a lo genuinamente espiritual y trascendente. O dicho de otra manera, desde lo sagrado, la Naturaleza en todas sus formas es también, y fundamentalmente, un recipiente que deja traslucir lo sobrenatural que la fecunda. ¿Acaso no alude esta complementariedad a la conocida fórmula hermética de que "...lo de arriba es igual a lo de abajo, y lo de abajo igual a lo de arriba, para hacer el milagro de una cosa única"? Sin embargo, el Universo, siendo evidentemente un organismo vivo y una unidad indisoluble, está dividido en tres grandes niveles, planos o mundos que las diversas cosmogonías hacen corresponder al Cielo, a la Tierra y al Infierno, o Inframundo (o también a Cielo, Atmósfera y Tierra) análogos respectivamente al "Spiritus Mundi", al "Anima Mundi" y al "Corpus Mundi". Cada uno de estos tres planos tiene su propio principio rector, su ángel, su dios o su potencia creadora. A esto se alude precisamente en Noche de Brujas por boca del mismo Diablo cuando dice: "Y así como en el cielo mandan los amos del cielo, aquí en la tierra mandamos los espíritus de la tierra..." En el mundo del hombre, considerado en su humanidad terrestre e individual únicamente, ese principio recae precisamente en el Diablo. El es el Mago a las órdenes del Demiurgo del Mundo, que reuniendo en sí mismo la potencia de todos los planetas (ideas-fuerza creadoras) organiza el mundo material (hílico) y anímico (psíquico) a partir de las formas que nacen de su copulación con la substancia primordial, la hembra misteriosa y profunda, la "Terra Mater Genitrix".


En efecto, la copulación entre la energía activa y la pasiva es el acto de donde surge la Creación, entendida simbólicamente como el plano de reflexión donde toman forma todas las posibilidades de manifestación contenidas en el Ser universal, que no es otro que el "Spiritus Mundi". En este sentido, señalemos que la energía sexual (que está presente tanto en el hombre como en la Naturaleza) constituye uno de los principales atributos de Bafomet, o del Dionisos griego o el Baco romano, entidades que podríamos identificar perfectamente con el Diablo de Noche de Brujas, y también con el arcano XV del Tarot; energía sexual que no deberíamos confundir exclusivamente con lo genital, que es tan sólo uno de sus aspectos. En las antiguas sociedades y culturas la iniciación a la sexualidad propia de los ritos de fertilidad era el punto de partida para el conocimiento de los misterios de la vida, y su empleo un poderoso medio para el despertar de la conciencia. De esta manera, y no de otra, es como se considera a la sexualidad en Noche de Brujas.


Recordemos asimismo que Noche de Brujas se celebra en el solsticio de verano, en la noche mágica de San Juan, cuando la tierra ofrece generosamente sus frutos ya maduros gracias a la acción fecundadora recibida de la luz y el fuego solar. En ese día el sol se encuentra en su cenit, en la sumidad del eje cósmico, momento en que el tiempo es abolido y se hace presente para el ser humano el recuerdo de sus orígenes míticos.
 

A este contexto de ideas emanadas de una Tradición Unánime o Filosofía Perenne presente en todas las culturas y civilizaciones pertenece el hilo argumental que estructura Noche de Brujas, que es ante todo una obra alquímica, pues en ella se destaca la idea de la transmutación de la conciencia, es decir de la muerte del "hombre viejo" y el nacimiento del "hombre nuevo". De esta manera los dos actos en que se divide se corresponden con las dos fases de ese proceso de transmutación que se van encadenando a lo largo del mismo: "disolver y coagular". A una disolución de los nudos psicológicos que nos mantienen sujetos en un estado inferior, le sucede una coagulación o nacimiento en otro estado que nos permite conocer otras posibilidades superiores de nuestro ser, y que no se actualizan debido a los múltiples condicionamientos heredados del medio profano en que hemos nacido. Se entiende entonces aquello que se dice en la obra de que "la muerte es lo mejor", pues sin ella -en realidad una purificación- la auténtica Vida y Libertad nos estarán vedadas para siempre. Por eso mismo el verdadero secreto de la operación alquímica e iniciática consiste en "saber morir", o sea de asumir conscientemente que la muerte nos da la "clave" para la transmutación cualitativa de la naturaleza inferior en la superior.


Se comprende así que en el primer acto el Diablo y las brujas utilicen un lenguaje particularmente corrosivo y mordaz, aunque no exento de cierto sentido del humor, que empleado con arte puede ser considerado también como un revulsivo. El Diablo, como gran hierofante iniciador, asume la función de disolver todo aquello que nos condiciona, empezando por esa superestructura mental que creemos es nuestra identidad y que sin embargo se nos revela como una total ilusión. Si destruimos aquello que representa nuestra mayor seguridad ¿qué nos queda? Esa inmersión en el caos alquímico, ese "regreso al útero" de la Diosa, o como se dice en la obra "a las regiones siempre vírgenes e inexploradas", es el comienzo del nuevo nacimiento; de la coagulación, después de la disolución, en un modo de ser superior y trascendente. Curiosamente esta operación se realiza a través del propio deseo que antes del nacimiento físico nos provocó la tentación de existir. Y ese deseo, esa pasión, es el Diablo, que de esta forma se convierte en el principio o yo que se sitúa inmediatamente por encima del ego personal e individual.


Así pues, el Diablo, devuelto a su función sagrada, es el "genio" o "doble" (el yo vigilante) de la conciencia. Pero, como se señala nuevamente en la obra, "...cuando la pasión ya no puede con la pasión y nos sume en el caos completo (...) sumergiéndonos una vez más en la ignorancia... ¡Es cuando surge Amor! (...) encarnándose en nosotras, y volviendo a unir de otra manera lo que pasión desató". El Amor de que se trata no es otro que Venus Urania, la Diosa de la concordia y protectora asimismo de las artes y ciencias sagradas; se trata de la transposición celeste de las potencias telúricas encerradas en el interior del alma humana, las que encarnan a su vez al reflejo invertido de aquélla, la Venus Pandemos (recordemos que los genios o demonios terrestres son ambivalentes: tanto pueden constituir una ayuda como un obstáculo en el camino del Conocimiento. Ellos representan fuerzas elementales presentes por igual en la naturaleza y el hombre, y a las que hay que ordenar mediante un intenso trabajo con nosotros mismos).


A esta unión o coagulación en un plano superior se refiere el segundo acto de la obra. Posteriormente a la muerte o disolución -o simultáneamente a ella- se produce el nacimiento "...del arco iris y la estrella". La substancia del pensamiento, purificada al fin tras muchas disoluciones y coagulaciones, va conociendo su verdadera identidad en armonía con el orden cósmico (con sus ritmos y ciclos que enmarcan y promueven su perpetua regeneración), y que se le revela como el soporte necesario para hacer que esa identidad sea plenamente efectiva, lo que metafísicamente se concibe como un retorno a nuestro origen suprahumano y celeste. ¡"Vivimos de arriba"!


Y ya para terminar, convendría no olvidar que una de las causas principales que han llevado a la pérdida de la dimensión sagrada y mágico-teúrgica de los aquelarres se encuentra en la fuerte represión ejercida a lo largo de varios siglos por el dogmatismo y la inquisición religiosa, sin olvidarnos del virus del racionalismo, que poco a poco ha ido dando ese tono gris y mediocre a la existencia del hombre contemporáneo. Dicha pérdida ha llevado aparejada un olvido que ha desembocado finalmente en esa burda mezcla de supersticiones y "folklorismos" aderezados de "sentido lúdico" que son tan característicos entre los "aquelarres" que se practican hoy en día, varios ejemplos de los cuales los tenemos aquí mismo, en Cataluña y en distintos lugares de la península. Sería un error pensar que no hay diferencia alguna entre estos últimos, tan pueriles como intrascendentes, y los de antaño. Las diferencias son muchas y notables, como las que existen entre un modelo original y su parodia. Sin embargo, y gracias a Noche de Brujas, podemos recuperar en sus aspectos esenciales el auténtico significado del Aquelarre o Sabath, recuperación que necesariamente pasa por la comprensión de su simbolismo, el cual forma parte constitutiva de nuestra herencia y patrimonio cultural.



Otoño 2009


Porfirio, La Gruta de las Ninfas. Ediciones Clásicas, Madrid, 1991. (Fragmentos)


1. En Homero, se presenta de un modo misterioso la gruta de Itaca que describe con estos versos, en los siguientes términos:


"En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo/y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva/consagrada a las Ninfas que se denominan Náyades./En su interior hállanse también crateras y ánforas/de piedra en las que las abejas fabrican sus panales/y también pétreos telares de grandes dimensiones, donde las Ninfas/tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual./Igualmente, manantiales de agua perenne, y dos accesos:/uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales;/el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses,/y nunca por él penetran los hombres porque es el camino de los inmortales." (...)


3. Cronio, que había expuesto tales consideraciones, aseguraba que saltaba a la vista no sólo para las personas instruidas, sino también para las gentes sencillas, que el poeta, a través de esos versos, presentaba una especie de alegoría y exposición misteriosa, obligándonos a considerar cuál era la puerta de los hombres y cuál era la de los dioses y qué sentido tenía una gruta de doble acceso, denominada templo de las ninfas, a la vez, por otra parte, agradable y sombría, siendo así que la obscuridad en modo alguno es grata sino más bien temible; ¿por qué razón no dice, simplemente, consagrada a las ninfas, sino que añade, a modo de precisión lo de "las que se llaman Náyades"? ¿a qué viene la mención de las crateras y de las ánforas, dado que no se refiere ninguno de los líquidos que en ellas se vierten? Al contrario, las abejas elaboran sus panales en ellas como en las colmenas. Y en cuanto a los enormes telares que se alzan como ofrendas a las ninfas, ¿por qué no son de madera o de otra materia, sino de piedra tal como las ánforas y las crateras? Realmente, esto es menos obscuro, pero el que en estos telares las ninfas confeccionaran sus mantos de púrpura, constituye una maravilla no ya para la vista sino para el oído. Porque ¿quién puede creer que unas deidades tejan sus mantos de púrpura en grutas sombrías, sobre telares de piedra y, además, que esos tejidos teñidos de los dioses de los que oye hablar sean visibles? Aparte de esto, también es admirable que la gruta tenga dos accesos, uno que se concibió como bajada para los hombres y otro para los dioses. También se dice que el acceso destinado a los hombres estaba orientado al viento norte y el reservado a los dioses al viento sur, lo que plantea la importante duda de por qué razón asignó a los humanos la zona norte y a los dioses el mediodía y no utiliza más bien para ello el levante y el poniente, siendo así que casi todos los templos tienen orientadas sus estatuas y pórticos a levante, y en cambio, los que entran miran al poniente, cuando de pié y cara a las estatuas dirigen a los dioses sus súplicas y atenciones de culto. (...)


7. Y no sólo consideraban, como dijimos, la gruta como un símbolo del universo (engendrador, por supuesto) sensible, sino que también la concebían como símbolo de todas las potencias invisibles, a causa de la tenebrosidad de las grutas y la arcana substancialidad de esas potencias. De este modo Crono se prepara una cueva en el océano y en ella oculta a sus hijos; por la misma razón, Deméter cría en una gruta a Core en compañía de las ninfas, y otras muchas cosas por el estilo se encontrarán recurriendo a los tratados sobre los dioses. (...)


10. Teniendo la gruta un doble sentido, no la tomaron en su esencia inteligible, sino sensible, así como también la que se acaba de concebir, por el hecho de tener agua perenne, no puede ser símbolo de la substancia inteligible, sino de la esencia material. Y es por esto por lo que es un santuario, no de las ninfas de los montes, ni de las cumbres o algún otro tipo, sino de las Náyades que reciben así su nombre de las corrientes de agua. También llamamos ninfas Náyades especialmente a las potencias que presiden las aguas; igualmente, daban este nombre, en general a todas las almas que bajan a encarnarse. Porque estimaban que las almas se asentaban en el agua, que es un hálito divino, como dice Numenio, aduciendo también que el profeta había dicho que "el soplo de Dios se movía sobre las aguas", por eso, también los egipcios no sitúan a todas sus divinidades en tierra firme, sino a todas en un barco: al sol y a todas las almas, en general, que se sabe, necesariamente, planean sobre el agua cuando bajan a encarnarse. En base a ello, Heráclito afirmaba igualmente que "para las almas era un placer y no una muerte humedecerse"; es un placer su caída en la generación. En otro lugar, aseguraba que "nosotros vivimos de la muerte de aquéllas y ellas viven de la nuestra". Por ello, el poeta llama húmedos a los que están en generación porque tienen sus almas húmedas. En efecto, para éstas es grata la sangre y la simiente húmeda; para las de las plantas el alimento es el agua. (...)


14. Las crateras y las ánforas de piedra son muy apropiadas para las ninfas que presiden el agua que sale de las rocas. En cuanto a las almas que bajan a encarnarse y a corporeizarse ¿qué símbolo pueden tener más propio que éstos? Por ello, el poeta se atrevió a decir que en éstos "tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual", porque la elaboración de la carne tiene lugar en los huesos y en su entorno, y éstos son como piedra en los seres vivos, semejantes a ella. Por esto también los telares se describieron, en su composición, de piedra y no de otra materia. A su vez, los mantos teñidos de púrpura marina serían la carne que se teje a partir de la sangre; de ésta, en efecto, se derivan las lanas de púrpura, y con productos orgánicos se tiñe también la lana, y por medio de la sangre y valiéndose de ella tiene lugar la elaboración de la carne. Y el cuerpo, por supuesto, es la vestimente que se pone al alma, prodigio visual, realmente, ya se mire a la contextura, ya a la cohesión del alma de aquél. Así también, en Orfeo, Core, responsable de todo lo que germina, se representa tejiendo, siendo así que los antiguos se han referido al cielo como manto, como si se tratara de una vestimenta de los dioses inmortales. (...)


32. Queda, pues, exponer el simbolismo del olivo allí plantado, por su posible significación. Ciertamente el olivo presenta una característica un tanto extraordinaria, al referirse no que está plantado simplemente allí, al lado, sino en lo alto. "En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo y a su lado se encuentra una gruta"... Pero no se debe ello, como podría pensarse, al hecho de haber crecido de ese modo por una especie de azar, sino por encerrar en sí el enigma de la gruta. En fecto, ya que el universo no debe su existencia al azar ni a la casualidad, sino a una decisión de la sabiduría de la divinidad y de una naturaleza inteligente, el olivo se encuentra plantado junto a la imagen del universo, la gruta, como símbolo de la sabiduría de la divinidad. Porque es la planta de Atenea, y Atenea es la Sabiduría, y puesto que nació de la cabeza de un dios, el teólogo encontró un lugar apropiado, consagrándolo a la cabeza del puerto, dando a entender con el árbol que este universo no es el resultado de su propio impulso o la acción de un azar irracional, sino la acción de una naturaleza inteligente y de una sabiduría, separada sin duda de él, pero situada cerca, sobre la cabeza del puerto en su conjunto. (...)



Joscelyn Godwin (ed.), Armonía de las Esferas. Ediciones Atalanta, Girona, 2009. (Capítulo 9, primera parte)
[Texto de Arístides Quintiliano, autor del siglo IV d.C. que lleva por título Cómo desciende el alma a la tierra. Incluimos por su interés la introducción y las notas de J. Godwin.]


Arístides, el autor de uno de los tres principales tratados griegos sobre música -los otros son el de Ptolomeo y el de Aristóxeno- sigue siendo una figura borrosa, de quien desconocemos la época y el lugar en que vivió. Lo que está, no obstante, muy claro es que era un platónico ferviente que veía la música en su contexto más amplio de la educación del alma. Esto no le impidió dedicar gran parte de su trabajo a la valiosa documentación del sistema musical griego y su notación, pero, como observa su traductor al inglés, Thomas Mathiesen, De Musica "es una obra de filosofía enormemente sistemática en la que incluso los materiales técnicos se introducen en aras de la demostración filosófica". (ed. cit., p. 11)


Nuestro interés, por tanto, se centra en el pasaje del libro III que comenta el Timeo de Platón, y en la sección del libro II que ofrece una explicación cósmica de la sensibilidad musical del alma y el cuerpo. (1) Arístides comenzó su segundo libro con un análisis del papel de la música en la educación, no sólo en la infancia, sino durante toda la vida. Extrae sus argumentos en gran parte de Platón, con el añadido de una sección sobre Cicerón y Roma. Un breve estudio de los instrumentos musicales le lleva a plantear la pregunta: ¿por qué tienen éstos tan gran poder sobre el alma? Nuestro pasaje es el inminentemente posterior.


Existen aquí resonancias de los neoplatónicos Plotino y Porfirio, a los que A. J. Festugière dedicó un importante artículo (véase Bibliografía). Especialmente evocadora es la descripción de Arístides de la formación del cuerpo sutil cuando el alma desciende a través de las esferas planetarias en su camino a la encarnación. Las formas de celosía o red que asume recuerdan el comentario de Porfirio sobre la cueva de las ninfas de Homero, donde los cuerpos son tejidos a partir de hilos rojos sobre rayos de luz de piedra. Arístides se permite asimismo un trabajo de exégesis homérica, ofreciendo una deliciosa interpretación neoplatónica del famoso mito de Afrodita y Ares atrapados en la red de Hefesto. Luego, en un arranque magistral que sólo es posible -y pensable- en aquellos versados en la doctrina hermética de las correspondencias, el autor aplica la imagen a los instrumentos musicales, viendo en su estructura una semejanza con las retículas sutiles del vehículo etéreo. Con esto, queda contestada la pregunta.


El capítulo del libro III no es aparentemente musical, pero es tan importante como comentario al primer texto de este libro que se incluye aquí, con la sugerencia de que los significados atribuidos a los números del Timeo se apliquen también a sus equivalentes musicales. Tendríamos, entonces, la idea de cómo el "cuerpo" de espacios de octava pasan a "almificarse" por medio de la entrada del círculo de quintas y la creación de escalas. J. G.


Cómo desciende el alma a la tierra


Libro II, 17. ¿No nace más intensamente en quienes oyen estas cosas un anhelo de buscar la razón y de saber qué es lo que compele al alma a ser tan rápidamente conquistada por la melodía tocada con instrumentos? Me referiré a un argumento que es antiguo, sin duda, pero que, por proceder de hombres sabios, sí es fidedigno. A pesar de que resultara ser poco convincente en otros aspectos, al menos en lo que respecta a su apariencia, demuestra ser indudablemente verdadero. Pues todo el mundo sabe que el alma es conmovida naturalmente por la música mediante los instrumentos. Así, con respecto al argumento expuesto más abajo, si es posible encontrar otra razón, y si es mejor, entonces deberíamos rechazar lo que va a decirse. Pero si no podemos hacerlo, ¿cómo íbamos a dejar de confiar a partir de las cosas palpables incluso lo que se sigue necesariamente?


Está el argumento de que el alma es una cierta armonía y que la armonía existe a través de los números. Por supuesto, dado que la armonía en la música está compuesta por medio de esas mismas proporciones, cuando las proporciones similares se mueven, las pasiones similares se mueven también al mismo tiempo. Esto se examinará exhaustivamente más adelante. (2) Otro argumento dice lo siguiente: debido a la primera constitución del alma, a través de la cual formó conjunción aquí con el cuerpo, (3) el material y la naturaleza de los instrumentos son análogos entre sí. Pues el alma, mientras está asentada en la región más pura del universo, sin mezclarse con los cuerpos, permanece sin adulterar e inmaculada y gira junto con el soberano de este universo presente. (4) Cada vez que por un descenso hacia las cosas de aquí asume ciertas apariencias de las cosas que están alrededor de la región terrenal, entonces, poco a poco, el alma se olvida de las cosas hermosas de ese lugar y se hunde. Y por grande que sea su divorcio de las cosas de arriba, por otro tanto el alma, acercándose a las cosas de este mundo, se llena por completo de una mayor locura y se decanta hacia la oscuridad corporal, debido, por una parte, a una disminución de su anterior valía, pues ya ha dejado de poder ser mentalmente idéntica en alcance al universo, y, por otra parte, a causa del olvido de las cosas hermosas de aquel lugar y a la confusión con las cosas terrenales, según va descendiendo a las cosas más sólidas y las familiarizadas con la materia.


Por eso, al desear un cuerpo, el alma, dicen, toma y extrae de cada una de las regiones más altas algunas proporciones del ensamblaje corporal. Al atravesar las órbitas etéreas, (5) el alma participa de todo en la medida en que es luminoso y adaptado para calentar y rodear naturalmente al cuerpo, trenzando para sí ciertos lazos de esas órbitas para sí misma como en una especie de celosía por medio del movimiento irregular de las líneas recíprocas entre esos mismos movimientos. Y al ser llevada a través de las regiones que están alrededor de la Luna, que compartían un aliento aneroide y, por tanto resistente, produciendo un fuerte y vehemente silbido debido a su movimiento natural, el alma empieza a llenarse con el aliento subyacente, y ampliando las superfícies y las líneas de sus órbitas -en parte arrastrada hacia abajo por las masas del aliento, en parte manteniéndose unida de forma natural al otro extremo-, pierde su forma esferoidal y se transforma en una forma humana. Intercambia sus superficies, acordes con la materia luminosa y etérea, por una figura membranosa; y transforma sus líneas, que se reducen alrededor del empíreo (6) y se tiñen con el amarillo del fuego, adoptando la apariencia de tendones; y luego añade aliento húmedo de las cosa de la Tierra, de manera que esto, por vez primera, es un cierto cuerpo natural para el alma, soldados por medio de algunas superficies membranosas, líneas sinuosas y aliento. (7) Esta es la raíz del cuerpo, y a esto llaman "armonía". Dicen, así, que este instrumento semejante a una ostra se mantiene tanto solidificado como encerrado aquí en la Tierra.


El Poeta muestra también la siguiente constitución del alma; dice: "los tendones ya no mantienen unidos la carne y los huesos". (Odisea II, 219)


En otro pasaje llama al alma Afrodita, y a la naturaleza corporal Ares, porque tiene substancia en la sangre, y dice el Poeta que por medio de determinados lazos de este tipo quedó aferrada el alma por el Demiurgo, a quien llama Hefesto. Habla de este modo:


"y dio vueltas a sus ataduras alrededor de los postes desde todas direcciones, mientras que muchas más estaban suspendidas en lo alto, de las vigas del tejado, finas, como telas de araña". (Od. 8, 278-280)


Defendemos no absurdamente que los postes de la cama, que resultan recibir su nombre del elocuente Hermes, son ratios y proporciones por medio de las cuales resultó que el alma se enredó con el cuerpo; (8) y que las telas de araña son las superficies y figuras por las que se define la forma humana; y que la viga del tejado es, supongo, la morada fabricada por el alma. Que para Homero este es un discurso sobre el alma lo muestran las siguientes cosas. Al recitar la separación de Ares y Afrodita que retornan a sus regiones similares, envía a Ares a la región que le es afín, la de la irracionalidad, con los bárbaros y los habitantes de Peonia, sin añadir nada a modo de explicación; y envía a Afrodita a la región ancestral de su creación y del paso bienaventurado del tiempo, a Chipre:


"donde está su recinto sagrado y su altar humeante"; (Od. 8, 363)


y la purifica y consagra cuando se aleja de las cosa más bajas; dice:


"y allí las Gracias la bañaron y la ungieron con ambrosía". (9) (Od. 8, 364)


También el sabio Heráclito habla en algún lugar de algo que no está en desacuerdo con lo anterior. Muestra al alma disfrutando en el éter, y dice: "un alma seca y desecada es la más sabia" (fragmento 118). Y muestra al alma enturbiándose por la tormenta del aire y el vapor ascendente, cuando dice: "Para las almas, volverse agua es la muerte" (10) (fragmento 36).


También los médicos corroboran esto. Pues afirman que los elementos, esas cosas análogas a las masas naturales, y las partes más esenciales del cuerpo (y cuando éstas han sufrido, aunque sea poco, dicen que el ser vivo está en peligro) son los tejidos y las arterias, que no son otra cosa sino membranas semejantes a tendones, a telarañas, a tuberías que contienen en el centro el aliento, por medio del cual el alma se mueve, pero sin duda no se extiende con el cuerpo cuando las partes crecen ni desaparece cuando aquellas se descomponen. (11) Muestran también esto por los latidos del pulso, cuyo movimiento regular afirman explícitamente que es la condición saludable del animal, mientras que predicen el irregular y agitado como una amenaza de muerte, y mantienen firmemente que la ausencia más estricta de movimiento equivale al completo abandono del alma.


18. ¿Qué hay de asombroso en que el alma, después de tomar por naturaleza un cuerpo similar a las cosas que mueven los instrumentos -los tendones (de las cuerdas) y el aliento-, se mueva al mismo tiempo que éstos se mueven; y en que cuando el aliento suena armoniosa y rítmicamente, el alma se vea afectada al mismo tiempo que el aliento a su lado; y en que cuando una cuerda es pulsada armoniosamente, el alma suene y se intensifique al mismo tiempo que las cuerdas específicas, puesto que, en efecto, tal correspondencia se observa en la cítara? (12) Pues si alguien colocara una de dos cuerdas al unísono dentro de una caña pequeña y ligera, y golpeara la otra, tensada a una cierta distancia de la primera, vería de la forma más palpable que la cuerda de la caña se mueve simultáneamente. (13) Es extraño cómo el arte divino parece actuar y producir efectos incluso a través de las cosas inanimadas. En verdad, en el caso de las cosas movidas por el alma, ¿por cuanto más es necesario que espere la causa de la semejanza?


De los instrumentos, los equipados con cuerdas se asemejan mucho a la región etérea, seca y sencilla del cosmos y parte de la naturaleza espiritual, al ser menos pasionales, más inmutables y hostiles a la humedad, y se ven desplazados de su ser genuino por el aire húmedo; los instrumentos de viento se parecen mucho a la región ventosa, más húmeda y cambiante, hacen el oído demasiado femenino, estando adaptados al cambio de lo sencillo, y obtienen su constitución y su capacidad por medio de la humedad. Los mejores instrumentos son semejantes a las cosas mejores, y los demás son instrumentos inferiores. Estas cosas demuestran también la leyenda, dicen, que tenía en mayor estima los instrumentos y los mele (cantos) de Apolo que los de Marsias. El frigio, habiendo estado colgado sobre el río en Celenas a la manera de un odre, resulta estar en la región aérea, muy ventosa y de color oscuro, puesto que está, por una parte, por encima del agua y, por otra, suspendido del éter; pero Apolo y sus instrumentos resultan estar en la esencia más pura y etérea, y es él quien preside esta esencia. (14)


19. En su discurso sobre el uso de los instrumentos, los antiguos nos revelaron gradualmente las siguientes cosas. La melodía dañina y que debe evitarse, porque conduce gradualmente al mal y la destrucción, la atribuyeron a unas mujeres brutales y espantosas, representadas en la figura de las sirenas, a las que las Musas vencen y el sabio Odiseo evita con osada velocidad. (15) Puesto que la creación musical útil es doble (un tipo es útil para beneficio de los hombres serios, el otro para el placer inofensivo del vulgo, aún siendo algunos de éstos muy humildes), el tipo educativo con la cítara, que resulta ser varonil, lo dedicaron a Apolo; y el tipo que necesariamente persigue el deleite por estar dirigido a la multitud, lo atribuyeron a una deidad femenina: Polimnia, una de las Musas. (16) Y de la creación musical con la lira, el tipo útil para la paideia, tan adecuada para los hombres, lo asignaron a Hermes; (17) el otro tipo adecuado para relajar, que tan a menudo dulcifica la parte femenina y epitimética del alma, lo asignaron a Erato.


Por otra parte, en el caso de los auloi, la melodía que agrada a la multitud de los hombres y a la parte del alma que desea el placer, la asiganron a la que, como indica su nombre, informa que lo dulce rivaliza con lo hermoso: Euterpe; el otro tipo, capaz de beneficiar ocasionalmente a través de abundante ciencia y discreción, pero sin dejar sin embargo absolutamente de lado su feminidad natural, no lo atribuyeron ya a los dioses masculinos, sino a una deidad de género femenino, de un ethos particular y belicoso: Atenea. (18) Así pues, al mostrar que el beneficio obtenido de la melodía aulética es escaso y advirtiendo al sabio que evite en general su facilidad, dicen que la diosa rechazó a los auloi porque no añadían un placer adecuado a los que deseaban la sabiduría; pero este tipo de melodía es utilizado para aquellos seres humanos agotados y exhautos a causa del trabajo y el esfuerzo continuados.


También mencionaron cómo un castigo persiguió a Marsias, que dignificó su música más allá de su valor, y cuyos instrumentos estaban tan por detrás de los de Apolo como tantos artesanos y hombres ignorantes están por detrás de los sabios, y el mismo Marsias por detrás de Apolo. Esta es la razón de que también Pitágoras aconsejara a sus discípulos que cuando escucharan el aulos limpiaran sus oídos tan corrompidos por el aliento, y purificaran por completo los impulsos irracionales del alma con el mele adecuado al acompañamiento de la lira pequeña. (19) Pues el aulos cultiva lo que preside las peores partes, pero la lira -al cuidar de la naturaleza racional- es amable y grata.


Los individuos cultos de cada grupo humano confirman mi idea de que no sólo nuestras almas, sino también la del universo utilizó esa constitución: aquellas personas que cultivan aquella región que está bajo la Luna, que es intensamente ventosa y de constitución húmeda, pero que obtiene su realidad de la vida etérea, son calmados por ambas clases de instrumentos, los de viento y los de tendones (cuerdas); y aquellas personas que cultivan la región pura y etérea censuran, por otra parte, todo instrumento de viento por corromper el alma y por introducirla en las cosas de este mundo, y cantan himnos y honran solamente a la cítara y la lira como instrumentos más puros. De esta última región etérea, sin duda los hombres sabios son imitadores y émulos, pues separados del desorden y variedad de las cosas de este mundo -al menos en inclinación, aunque presentes en el cuerpo- se mantienen unidos a la sencillez intacta y la concordia recíproca de las cosas hermosas de aquel lugar a través de la semejanza a la virtud.


Notas


(1) Véase también nuestro extracto de Gafori (nº 27, cap. 14), para un resumen de otro capítulo de Arístides (Retorno a texto).

(2) Es decir, en el libro III. La armonía del alma se analiza en el libro III, capítulo 24 (basado en el Timeo de Platón). Puesto que esta armonía se compone de los números 1, 2, 3, 4, 8, 9, 27 (que se asociarán en el libro III con pasiones y virtudes específicas), y puesto que la armonía musical implica estos mismos números para sus rátios interválicas, la música tiene un especial poder mimético. Cf. Plutarco, De Mus. 44, y Sexto Empírico, Adv. musicos 3637. (R)


(3) Al explicar los presupuestos de esta división entre el hogar original del alma y el tiempo pasado en el cuerpo, Thomas Mathiesen escribe: "Ese lugar (ekeithi) es la morada original y perfecta del alma, y Arístides Quintiliano utilizará el término congruentemente en este sentido. El término está en contraste con 'las cosas de este mundo' (ta enthadi) y 'las cosas de la tierra' (ta tede). Arístides Quintiliano no asigna ningún otro nombre a esta región, pero parece ser el Reino Inteligible de Plotino (véase Enéadas II. 4 [12], cap. 5)" (ed. cit. p. 116 n.) (R)


(4) Es decir, realiza un perfecto movimiento circular, junto con el Motor Inmóvil de la Octava Esfera, y se amplía a las dimensiones del universo (véase infra, "mentalmente coextensiva con el universo"). Esto tiene que ser visualizado para apreciar las aventuras ulteriores del alma. (R)


(5) El alma se contrae ahora, disminuyendo sucesivamente a los tamaños de las diferentes esferas planetarias. (R)


(6) La más alta esfera sublunar, que consiste en fuego y luz. (R)


(7) Estas partes se asociarán después con instrumentos musicales: líneas y tendones con los instrumentos de cuerda, el aliento con los instrumentos de viento. Festugière, pp. 66-67 y 69-73, analiza estas partes corporales y las fuentes de la doctrina. (R)


(8) Esta interpretación alegórica se basa en las semejanzas de hermis (pata de la cama) y Hermes (Hermes); y logios (elocuente) -epíteto de Hermes-, logos (razón) y analogía (proporción). Como dios, a Hermes se le asociaba normalmente con Afrodita. (R)


(9) Esta separación refleja la estructura del alma -como propone Arístides Quintiliano- porque Ares está asociado con la parte irracional, mientras que Afrodita está consagrada y separada de las cosas inferiores, reflejando la parte racional, más elevada. (R)


(10) Estos dos pasajes anticipan la asociación posterior de los instrumentos de cuerda (con cuerdas de tripa seca) con la región etérea, superior, y los instrumentos de viento (que utilizan aire y condensan vapor) con las regiones inferiores. (R)


(11) Los tejidos son equiparables a las "superficies membranosas", y las arterias a las "líneas sinuosas". La respiración es la tercera parte de la constitución corporal descrita anteriormente en esta sección. En el pensamiento médico griego, se sostenía que las arterias contenían aliento y no sangre, y que el alma se movía a través de las arterias. Sin embargo, el alma no se extendía y desaparecía con el desarrollo físico del cuerpo. (R)


(12) La noción de movimiento simpático en los instrumentos musicales y el alma se explora en un importante artículo de Evanghélos Moutsopoulos, Mousike kinesis... [véase Bibliografía] (la p. 201 trata de este pasaje en concreto). Véase también ídem, Sur la "participation" musicale chez Plotin, especialmente pp. 383-386. (R)


(13) Cf. Porfirio, Ad Gaurum II.4. Para una visión general de la resonancia simpática, véase Helmholtz, pp. 36-49; o Willi Apel, "Resonance", en The Harvard Dictionary of Music, 2ª ed., p. 726. (R)


(14) Apolo es también el dios que inspiró este tratado (véase libro I, proemio, y libro III, capítulo 27). La leyenda de Apolo y Marsias se conserva en Diodoro de Sículo 3.59. Marsias estuvo suspendido sobre el río después de perder su contienda con Apolo. La contienda fue juzgada por las Musas. La inferioridad de Marsias con respecto a Apolo (y, concomitantemente, del aulos y su música con respecto a la cítara y su música) se desarrolla en el apartado siguiente. Cf. Platón, Rep. 3.10 (399c e) y Banquete 215-216; Aristóteles, Pol. 8.6. (R)


(15) Cf. la interpretación de Odiseo y las Sirenas en Proclo. (R)


(16) Esta caracterización de Polimnia sigue a Platón, Banquete 187. La cítara se asocia con Apolo en Plutarco, De mus. (113 5F). Véase también Dalberg (nº 39). (R)


(17) Hermes fue el inventor de la lira (h Merc 24 y ss.); puesto que es también el guía de las almas y el patrón de los jóvenes, es natural incluir también la asociación con la paideia. (R)


(18) Euterpe, cuyo nombre significa "la que complace", está asociada al aulos (Anth. Pal. 9.504-505). Atenea es de género femenino, por supuesto, pero dado que también muestra discreción y está asociada a la guerra, es masculina en cuanto al ethos. Atenea inventó el aulos, pero lo desechó porque tocarlo le deformaba el rostro. (Plutarco, De cohibenda ira 6 [456b]; Ateneo, Deip. 616e, 617b). (R)


(19) Cf. Plutarco, De mus. 37, y Sexto Empírico, Adv. musicos 7-9 y 23. Puesto que el aliento está asociado con las regiones inferiores (libro II, capítulo 17-18), corrompería el oído de los pitagóricos, que buscaban la tracendencia. Por supuesto, el aulos despertaría impulsos irracionales debido a su carácter, pero la lira, que es seca y está asociada con la región etérea (libro II, capítulos 17-18), elevaría y purificaría el alma. (R)




René Guénon,"El simbolismo del tejido" en El simbolismo de la cruz. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987.


Existe un simbolismo que se relaciona directamente con lo que acabamos de exponer, aunque a veces se ha aplicado de tal forma que parece, a primera vista, apartarse un poco: en las doctrinas orientales, los libros tradicionales a menudo se designan por medio de términos que, en su sentido literal, se refieren al tejido, Así, en sánscrito, sutra significa propiamente "hilo" (1): un libro puede estar formado por un conjunto de sutras, como una tela está formada por un conjunto de hilos; tantra también tiene el sentido de "hilo" y de "tela", y designa, más especialmente, la "urdimbre" de una tela. (2) También, en chino, king es la "urdimbre" de una tela y wei es su "trama"; la primera de estas dos palabras también designa un libro fundamental y la segunda sus comentarios. (3) Esta distinción entre "urdimbre" y "trama" en el conjunto de las doctrinas tradicionales, corresponde, siguiendo la terminología hindú, a la que hay entre Shruti, el fruto la inspiración directa, y Smriti, el producto de la reflexión que se ejerce sobre los datos de la Shruti. (4)


Para comprender correctamente el significado de este simbolismo, primero hay que observar que la urdimbre, formada por hilos tendidos en el telar, representa el elemento inmutable y principal, mientras que los hilos de la trama, que pasan entre los de la urdimbre por el vaivén de la lanzadera, representan el elemento variable y contingente, es decir, las aplicaciones del principio a tales o cuales condiciones particulares. Por otro lado, si se considera un hilo de la urdimbre y un hilo de la trama, nos damos cuenta inmediatamente que su reunión forma una cruz, de la que son, respectivamente, la línea vertical y la línea horizontal; cualquier punto de la tela, al ser el lugar de encuentro de dos hilos perpendiculares entre sí, es por la misma razón el centro de una cruz. Por lo tanto, de acuerdo con lo que hemos visto a propósito del simbolismo general de la cruz, la línea vertical representa lo que une entre sí todos los estados de un ser a todos los grados de la Existencia, uniendo sus puntos correspondientes, mientras que la línea horizontal representa el desarrollo de uno de estos estados o de estos grados. Si se relaciona esto con lo que acabamos de indicar, podemos decir, tal como lo hemos hecho precedentemente, que el sentido horizontal significará, por ejemplo, el estado humano, y el sentido vertical, lo que es transcendente con respecto a este estado; este estado transcendente corresponde a Shruti, que es, esencialmente, "no humana", mientras que Smriti implica sus aplicaciones en el orden humano y es el producto del ejercicio de las facultades especificamente humanas.


Podemos añadir otra observación que resaltará la concordancia entre diversos símbolos, que están más estrechamente ligados entre sí de lo que pudiera parecer en un principio: queremos hablar del aspecto bajo el cual la cruz simboliza la unión de los complementarios. Bajo este aspecto, hemos visto que la línea vertical representa el principio activo o masculino (Purusha), y la línea horizontal el principio pasivo o femenino (Prakriti), siendo producida toda manifestación por la influencia "no actuante" del primero sobre el segundo. Ahora bien, por otro lado, la Shruti se equipara a la luz directa, representada por el sol, y la Smriti, a la luz reflejada, (5) representada por la luna; pero, al mismo tiempo, el sol y la luna, en casi todas las tradiciones, también simbolizan, respectivamente, el principio masculino y el principio femenino de la manifestación universal.


El simbolismo del tejido no se aplica tan sólo a las escrituras tradicionales, también se emplea para representar el mundo, o, más exactamente, el conjunto de todos
los mundos, es decir, de los estados o de los grados, cuyo número es indefinido, que constituyen la Existencia universal. Así, en los Upanishads, el Supremo Brahma se
designa como "Aquel sobre quien se tejen los mundos, como urdimbre y trama", o por otras fórmulas similares; (6) aquí, naturalmente, la urdimbre y la trama conservan los mismos significados que acabamos de definir. Por otro lado, según la doctrina taoísta, todos los seres están sometidos a la alternancia continua de los estados de vida y de muerte (condensación y disipación, vicisitudes del yang y del yin); (7 ) y los comentadores denominan a esta alternancia "el vaivén de la lanzadera sobre el telar cósmico". (8)


En realidad, hay tanta relación entre dichas aplicaciones de este simbolismo que el mismo Universo, en algunas tradiciones, a veces se simboliza con un libro: recordemos, por ejemplo, el Liber Mundi de los Rosacruces, así como el conocido símbolo del Liber Vitae apocalíptico. (9) Bajo este punto de vista, los hilos de la urdimbre, por los que se unen los puntos que se corresponden en cada uno de los diferentes estados, constituyen el Libro sagrado por excelencia, que es el prototipo (o, más bien, el arquetipo) de todas las escrituras tradicionales, las cuales sólo son sus expresiones en lenguaje humano; (10) los hilos de la trama, cada uno de los cuales representa el desarrollo de los acontecimientos en un cierto estado, constituyen su comentario, en el sentido de que establecen sus aplicaciones relativas a los diferentes estados; todos los acontecimientos, considerados bajo la simultaneidad de lo "intemporal", están inscritos en este Libro, del cual cada uno de ellos es, para decirlo así, un carácter, que, por otra parte, se identifica con un punto de la tela. A propósito del simbolismo del libro, podemos citar un resumen de la enseñanza de Mohyiddin ibn Arabi: "El Universo es un libro inmenso; todos los caracteres de este libro están escritos, en principio, con la misma tinta y transcritos en la Tabla eterna por la pluma divina; todos han sido transcritos simultánea e indivisiblemente; por esto los fenómenos esenciales divinos ocultos en el 'secreto de los secretos' tomaron el nombre de 'letras transcendentales'. Estas mismas letras transcendentales, es decir, todas las criaturas, después de haber sido virtualmente condensadas en la omnisciencia divina, descienden a las líneas inferiores gracias al soplo divino, y componen y forman el Universo manifestado". (11)


Otra forma adoptada por el simbolismo del tejido, que también se encuentra en la tradición hindú, es la imagen de la araña tejiendo su tela, imagen que es mucho más exacta en cuanto que la araña teje la tela a partir de su propia substancia. (12) Debido a la forma circular de la tela, que por otra parte es el esquema plano del esferoide cosmogónico, es decir, de la esfera no cerrada a la que ya hemos aludido, la urdimbre estará representada por los hilos que emanan del centro, y la trama por los hilos que están dispuestos en circunferencias concéntricas. (13) Para volver a la figura ordinaria del tejido, sólo hemos de considerar el centro como indefinidamente alejado, de tal forma que los radios se vuelvan paralelos, en dirección vertical, mientras que las circunferencias concéntricas se convierten en rectas perpendiculares a estos radios, es decir, horizontales.


En resumen, se puede decir que la urdimbre representa los principios que unen entre sí todos los mundos o todos los estados, y cada uno de sus hilos une los puntos que se corresponden en cada uno de estos diferentes estados; en cuanto a la trama, representa el conjunto de acontecimientos que se producen en cada uno de los mundos, de modo que cada hilo de la trama sería, tal como dijimos anteriormente, el desarrollo de los acontecimientos en un mundo determinado. Desde otro punto de vista, podemos añadir que la manifestación de un ser en un determinado estado de existencia está determinada, como cualquier acontecimiento, por el encuentro de un hilo de la urdimbre con un hilo de la trama. Cada hilo de la urdimbre representará a un ser considerado en su naturaleza esencial, el cual, en tanto que proyección directa del "Sí mismo" principalmente, hace de vínculo entre todos sus estados, manteniendo su unidad propia a través de su indefinida multiplicidad. En este caso, el hilo de la trama con el que se cruza este hilo de la urdimbre en un determinado punto, corresponde a un estado definido de existencia, y su intersección determina las relaciones de este ser, en cuanto a su manifestación en este estado, con el medio cósmico en el que se sitúa. Por ejemplo, la naturaleza individual de un ser humano es la resultante del encuentro de estos dos hilos; en otras palabras, siempre se podrán distinguir dos clases de elementos que deberán referirse, respectivamente, al sentido vertical y al sentido horizontal: los primeros expresan lo que propiamente pertenece al ser considerado, mientras que los segundos provienen de las condiciones del medio.


Podemos agregar que los hilos de los que está formada la "tela del mundo" también se designan, en otro simbolismo equivalente, por los "cabellos de Shiva"; (14) se podría decir que en cierta forma son las "líneas de fuerza" del Universo manifestado, y que las direcciones del espacio son su representación en el orden corporal. Es fácil apreciar de cuántas combinaciones diversas son susceptibles todas estas consideraciones; pero aquí sólo hemos querido indicar el significado esencial del simbolismo del tejido que, según parece, es muy poco conocido en Occidente. (15)


Notas


(1) Esta palabra es idéntica a la latina sutura; la misma raíz, con el sentido de "coser", se encuentra por igual en las dos lenguas. Es al menos curioso constatar que la palabra árabe surat, que designa los capítulos del Corán, está compuesta exactamente de los mismos elementos que la sánscrita sutra; por otro lado, esta palabra tiene también el sentido parecido de "fila" o "hilera", pero no se conoce su derivación. (Retorno a texto)


(2) La raíz tan de esta palabra expresa en primer lugar la idea de extensión. (R)


(3) El uso de cuerdecillas anudadas, que reemplazaba a la escritura en China en una época muy lejana, también se relaciona con el simbolismo del tejido; estas cuerdecilIas eran del mismo tipo que las empleadas por los antiguos Peruanos, los cuales les daban el nombre de quipos. Aunque alguna vez se ha pretendido que éstos sólo las usaban para contar, también parece que expresaban conceptos mucho más complejos, tanto más en cuanto que se dice que constituían los "anales del imperio", y que, por otra parte, no han usado nunca otro sistema de escritura, poseyendo una lengua muy perfecta y muy sutil; esta especie de ideografía se hizo posible gracias a múltiples combinaciones, entre las que jugaba un papel muy importante el empleo de hilos de diferentes colores. (R)


(4) Ver El Hombre y su devenir según el Vedanta, cap. 1º, y también Autoridad espiritual y poder temporal, cap. VIII. (R)


(5) Es interesante destacar el doble sentido de la palabra "reflexión". (R)


(6) Mundaka Upanishad, 2º Mundaka, Khanda, shruti 5°; Brihad-Aranya-ka Upanishad, 3er Adhyaya, 8° Brahmana, shrutis 7 y 8. El monje budista Kumarajiva tradujo al chino una obra sánscrita titulada La Red de Brahma (Fan-wang-king), según la cual los mundos están dispuestos como la malla de una red. (R)


(7) Tao-te-king, XVI. (R)


(8) Chan-hung-yang compara esta alternancia con la respiración, la inspiración activa corresponde a la vida, y la expiración pasiva a la muerte, siendo el fin de uno el principio del otro. El mismo autor también se sirve de la revolución lunar como comparación, la luna llena sería la vida y la luna nueva la muerte, con dos periodos intermedios de crecimiento y de decrecimiento. Lo que aquí se ha dicho respecto a la respiración ha de referirse a las fases de existencia de un ser, que se compara con el que respira; por otro lado, en el orden universal, la expiración corresponde al desarrollo de la manifestación y la inspiración al retorno a lo no manifestado, tal como se ha dicho más arriba; dependerá de si se consideran las cosas con relación a la manifestación o con relación al Principio, en analogía, no se debe olvidar la aplicación del "sentido inverso". (R)


(9) Indicábamos más arriba que, en algunas representaciones, el libro sellado con siete sellos, sobre el que se encuentra tendido el cordero, está situado, al igual que el " Arbol de la Vida", en el manantial común de los cuatro ríos de paraíso; y aludimos a la relación entre el simbolismo del árbol y el del libro: tanto las hojas del árbol como los caracteres del libro representan todos los seres del Universo (los "diez mil seres" de la tradición extremo oriental). (R)


(10) Esto se encuentra expresamente afirmado en el Veda y en el Corán; la idea de "Evangelio eterno" demuestra que este mismo concepto no es del todo ajeno al Cristianismo. (R)


(11) El-Futuhatul-Mekkiyah. Se podría hacer una comparación con la función de las letras en la doctrina cosmogónica del Sefer Yetsirá. (R)


(12) Comentario de Shankaracharya sobre los Brahma-Sutras, 2° Adhyaya, 1er Pada, sutra 25. (R)


(13) La araña situada en el centro de la tela, da la imagen del sol rodeado por sus rayos; también se puede tomar como una imagen del "Corazón del Mundo". (R)


(14) Nos hemos referido a ellos más arriba, al hablar de las direcciones del espacio. (R)


(15) Sin embargo, se encuentran indicios de un simbolismo del mismo tipo en la antigüedad greco-latina, especialmente en el mito de las Parcas; pero parece que sólo se refiere a los hilos de la trama, y su carácter "fatal" puede explicarse por la ausencia de la noción de urdimbre, es decir, por el hecho de que sólo se considera al ser en su estado individual, sin ninguna intervención consciente (para este individuo) de su principio personal transcendente. Por otra parte, esta interpretación está justificada por la forma en que Platón considerael eje vertical en el mito de Er el Armenio (República, libro X); en efecto, según él, el eje luminoso del mundo es el "huso de la Necesidad"; éste es un eje de diamante, rodeado de varias envolturas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, correspondientes a las diferentes esferas planetarias; la parca Cloto lo hacía girar con la mano derecha, o sea, de derecha a izquierda, que también es el sentido más habitual y normal de la svástica. A propósito de este "eje de diamante", notemos que el símbolo tibetano de vajra, que tanto significa "rayo" como "diamante", también está relacionado con el "Eje del Mundo". (R)



Primavera 2010


Federico González Frías, Lunas Indefinidas. Libreto teatral en dos actos. (Primera parte del segundo acto)

Chuleta – ¿Por qué viene a verme?

Poof – Hace cinco años que espero mi oportunidad. Me siento exiliado. Soy un exiliado.

Chuleta(Mientras anota) Todos somos exiliados.

Poof – ¿No le parece extraño, profesor?

Chuleta – No, de ninguna manera. Una señora que traté murió hace dos años de ausencia.

Poof – ¿De ausencia, profesor?

Chuleta – Sí, de ausencia.

Poof – ¿Pero esa es otra enfermedad?

Chuleta – Sin duda. Los tratamientos son distintos pero considere, señor, que nuestro mundo es una inmensa red de analogías.

Poof – Interesante, interesante. Pero saber eso no alivia mi exilio.

Chuleta – No señor, usted justamente, está exiliado de esas analogías.

Poof – Sorprendente. Eso sí me ha conmovido, y me parece que usted tiene razón. Soy un exiliado de todas las analogías.

Chuleta – Para ello está aquí, para nacer de nuevo.

Poof – Le confieso que no me lo esperaba.

Chuleta – Pero esa es mí profesión, la de resucitar los muertos, o la de parir nuevas vidas, que es lo mismo.

Poof – ¿Volver a nacer?

Chuleta – Exacto.

Poof –  ¿Y cómo hará usted eso?

Chuleta – Vea señor, mis amigos me llaman la comadrona.

Poof – ¿Está usted hablando en serio?

Chuleta – Claro que sí. Sócrates, según el filósofo Platón decía de sí mismo que él era una partera, pues daba a luz nuevos seres. Y atienda al simbolismo: dar a luz, iluminar, hacer que se nazca de nuevo.

Poof – ¿Cómo se logra esto?

Chuleta – Desde luego, muriendo primero. (Poof lo ve como sin entender)  Morir, sí.

Poof – ¿Cómo morir?

Chuleta – En este camino se muere y se renace a cada rato y hay que tomar decisiones todo el tiempo. Esto se hace aboliendo todas las imágenes mentales. Llegando al vacío absoluto, a la Nada, a no ser ni esto ni aquello, ni lo uno, ni lo otro. A no identificarse con ninguna cosa. A no poder hablar, a ahogarse, a no respirar, a no sentir miedo, ni lo contrario.

Poof(Haciéndose el listo, no entendiendo bien) ¿Cómo es no sentir miedo a lo contrario?

Chuleta – Como usted lo oye.

Poof – ¿Así nomás? (Pausa)

Chuleta(Meditabundo, cogiéndose el mentón reflexivamente) Hay momentos felices, pero nunca nada de eso tuvo que ver con aprender alquimia.

Poof –  ¿Qué es eso?

Chuleta – Vaya usted a saber. También la llaman magia.

Poof – ¿Cómo aprender tales temas? Me siento acosado...

Chuleta – No se preocupe.

Poof(Tocándose la cabeza) Me parece que estoy afiebrado.

Chuleta –  Es propio del exilio.

(Aparece una enfermera)

Enfermera – ¿Interrumpo?

Chuleta – Sí, pero, ¿qué quiere?

Enfermera – Avisarle que ya tenemos fecha para la intervención y que ya está listo el Centro de Conocimiento.

Chuleta – ¿La cámara está funcionando?

Enfermera – Sí, pero ya no quiso volver el último interesado.

Chuleta – Es lo habitual. (A Poof) No tenemos ningún inconveniente en comunicarle que casi todo el mundo se rehuye a aceptar nuestro sistema.

Poof – ¿Cómo?

Chuleta – Sí, nuestro sistema de Conocimiento, aunque los métodos son tan sencillos y buenos como el pan. Algunos antes y otros unos años después.

Poof – ¿Qué métodos son?

Chuleta(Enérgico) La inducción en la Sabiduría, sin más. (Y dirigiéndose a la enfermera) Puede retirarse.

Poof – Me parece que hay una gran confusión.

Chuleta – ¿Cuál, m'hijo?

Poof – Siento como que hay una atmósfera evanescente.

Chuleta – No sé que quiere decir.

Poof – ¿No será propio del exilio?

Chuleta – Tal vez.

Poof – ¿Pero, no me acaba de decir hijo?

Chuleta – Hijo es una palabra. A mí no sólo me dicen comadrona, sino comadrona hijo de puta.

Poof – Estoy muy nervioso, no puedo controlar mi exilio. (Pausa y cambiando el tono) ¿Me está usted insultando?

Chuleta – Sí.

Poof – ¿Cómo se atreve?

Chuleta – ¡Debe morir a todo, a cualquier sentimiento! ¿Creía que esto era el colegio de Harry Potter? ¡Iluso! (Cambiando de tono) Está pensando en un recorrido lineal, en ir adquiriendo conocimientos por su esfuerzo, su comportamiento o su antigüedad, pero nuestro proceso es fundamentalmente revulsivo y de ascenso vertical. Impecable, (con furia) ¡furioso! (cambiando, apacible) y sin embargo de una gran serenidad.

Poof – ¡Cállese!

Chuleta – Le pido que controle su exilio; con sus pasiones no llegamos a ninguna parte.

Poof – ¡Mis pasiones y las suyas! ¿anda insultando a los que vienen a buscar su ayuda?

Chuleta – Es el método.

Poof – ¿El método de qué?

Chuleta – De curar el exilio.

Poof – ¿Y así lo va a curar?

Chuleta – Sí, y al final le entregaré un diploma que diga: "Curado del exilio".

Poof – ¿Un ex-exiliado?

Chuleta – No me suena nada ridículo, si quiere burlarse de mí. Y además puedo agregar que todas las analogías estarán a su disposición.

Poof – ¿Acaso es libre el uso de las analogías?

(Enfermera interrumpiendo nuevamente y desde la puerta dice:)

Enfermera – Ya está desocupado el Centro de Conocimiento, profesor.

Chuleta(Dirigiéndose a Poof y haciéndole con un gesto de invitación señalando la puerta) Ahora debemos pasar a la cámara oscura del Conocimiento, al Centro neurálgico de la enseñanza y del Ser.

(La enfermera pone un vaso que ha traído en una bandeja sobre el escritorio)

Chuleta – Debe beber primero el elixir del fin de los tiempos.

Poof – ¿Por qué?

Chuleta – Porque lo estamos curando del exilio.

Poof – ¡Mierda! (Dice mirando de lado, e intempestivamente toma de un  sorbo el contenido del vaso)

(El profesor Chuleta se levanta, lo agarra de la mano)

Chuleta(Lo lleva hacia una camilla. Poof se acuesta y el profesor Chuleta comienza a contar hasta 10. Cuando Chuleta dice los primeros 10 números, los dice como en un canto. Al llegar al cinco y al diez lo marca con las manos.) Siéntase en la alfombra mágica. Repita por favor los primeros 10 números naturales con los que se pueden numerar todas las cosas.

Poof(Empieza con entusiasmo repitiendo y canturreando los números, al llegar al cuatro, como que se va quedando dormido y desesperado como aferrándose dice:) Me voy,  me voy...

Chuleta – Vaya con Dios, señor.

(Y a continuación el profesor Chuleta vuelve al archivo, arregla unos papeles. Con el sueño de Poof se han ido apagando las luces y las tareas mudas de Chuleta. De pronto se ilumina la camilla y Poof  incorporándose lentamente dice:)

Poof – Estoy soñando que usted es un sueño, comadrona hijo de puta. "Solo sé que no sé nada", he oído decir, como he oído decir que si me dan una palanca podré mover el mundo. También "eureka, eureka", dijo Arquímedes y no pasó nada. ¡Nunca pasa nada!

(Se ha levantado y se acerca a la copa; sigue diciendo lentamente)

Pero ahora veo el mundo entero, la historia transcurriendo en el reflejo de esta copa que es como una bola de cristal. Aunque ésta está fuera de mí. Soy yo el que contemplo la película de la historia y no estoy en la historia misma. ¿Cómo puede ser? (Pausa) ¿Por qué soy un exiliado? ¿Dónde ha ido a parar mi esposa?, mis puntos de referencia, ¿acaso soy casado? ¿qué es ser un exiliado? ¿de qué estoy exiliado? ¿Existe por ventura la Tierra Prometida? ¿A qué nación pertenezco? ¿Cuál es mi profesión? ¿Moriré acaso de ausencia? ¿Cuándo? He engendrado un hijo que es este monstruo. Tengo dos cabezas. Todo en mí es dual. Aparta señor de mis labios este cáliz.

(Pausa. Angustiado hace como que hay otra puerta)

Esta puerta da al vacío, al precipicio. Todo es oscuro. Siento que se me cierra la garganta (ahogado, agarrándosela). ¡Qué horrible es esto! Mucho peor que si fuese de verdad. Es temor. Estoy hecho de miedo. Nada me ha hecho sufrir así. (Pausa) ¿Temor a qué? Temor a ser uno mismo. Miedo a no ser querido, a hacer el ridículo, temor a ir a contrapelo, a no tener más publico para mis gracias. Me ahogo. Ni siquiera estoy en el infierno. De hecho es mucho peor. No es nada. La tortura mental, el paroxismo de la negación de la vida, del hombre. Ni siquiera aquí existe el exilio. Ni aún la autocompasión. ¿A dónde he llegado? Si doy un paso, me sumerjo en el abismo. No hay creatura, no hay creación. No es ni siquiera la noche oscura del alma, es como el miedo en estado puro. Un horror.

(Vuelve a la camilla y se sienta. Se queda unos instantes en silencio. Cruza el escenario un mendigo joven que pide limosna)

Mendigo(Con voz horrible y ademán correspondiente arrastrándose por el suelo). Una moneda para las ánimas santas, por favor.

(Repite 3 veces, voz airada. Luego una mujer viejísima con bastón atraviesa con dificultad el escenario y Poof la encara airado)

Poof – ¡Vieja! ¡Sorda de mierda! Sos más ciega que un topo y más sorda que una tapia. No sé para qué estás viva todavía y nadie se apiada de tí y te mata.

Chuleta(Que ha estado atrás observándolo todo se levanta y dándole unas palmaditas en la espalda) Cálmese mi amigo, todo va a salir muy bien. Ahora la enfermera le va a traer un té bien caliente y panecillos de piña con rúcula. Le pondré también un poco de música para calmarlo. Usted ha llegado a la extenuación por el sufrimiento y la raíz del sufrimiento es la ignorancia.

(Se golpea tres veces la puerta y aparece la enfermera con el té. Chuleta le pide que ponga música, y luego se queda en el escenario ayudándolo, mientras Poof va tomado sorbos del té y toma un panecillo que lleva a la boca y escupe)

Poof – ¡Esto es una porquería, profesor!

Chuleta – Mire quien habla, si un exiliado no ha hecho otra cosa sino comer mierda toda su vida.

Poof – Si le parece le digo que está muy bueno, profesor.

Chuleta – Déme un abrazo. Usted no está solo, es hora de que confraternicemos.

(Se dan un afectuoso abrazo. Poof se separa del profesor Chuleta y exclama:)

Poof – ¡Me está viniendo el mambo otra vez!

Chuleta – Exacto, por prescripción médica.

Poof – Me siento mal. Vivo en la estepa de mi mediocridad, la escasez de mis recuerdos sobresalientes, me paseo ufano por la plaza del hombre común. (Pausa, feliz, ufano) Estoy satisfecho conmigo mismo. Habito en una tierra confortable, y creo en todo lo que me dicen. Hoy he almorzado muy bien. Tomaré vacaciones en el verano. Ya llegarán épocas mejores. (Pausa) ¡mi dulce madre querida!  (se apaga la música). (Cambiando de tono) Es legal todo lo que la ley no prohíbe. (Banal) A quien madruga, Dios ayuda, pero... no por mucho madrugar se amanece más temprano. El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, y he aquí que negando la negación me he encontrado huérfano de mí mismo. Y en este momento me doy cuenta de que he ayunado toda mi vida.

Chuleta – Tranquilícese, repose un poco, tenga bien alta su cabeza y repita junto conmigo: (Pausa, como enseñando a un niño) Diga: He aprendido los primeros diez números de corrido. (Y lo repiten juntos)

Poof(Cambiando de tono) Veo un coro que me dice:

Coro(Da un paso y sale a escena y le dice a Poof en tono enérgico y furioso) ¡Miserable, miserable...!

Poof – ¡Ayúdenme a salir de esta pesadilla grotesca!

Chuleta – Está exiliado.

Poof – ¿Exiliado yo? No, estoy vivito y coleando. Y tiendo hacia la grandeza.

Chuleta – Tome su té, por favor.

Poof(Bebiendo un sorbo). Sólo me da porquerías.

Chuleta – Es un té caliente.

Poof – ¡Desgraciado! Me está envenenando.

Chuleta – El que se autoenvenena es usted, querido amigo.

Poof – ¿Amigo? (Pausa. Burlón) Puede ser, no le voy a decir que no.

Chuleta – Así me gusta.

Poof – ¿Obediente?

Chuleta – No. Liberado.

Poof – ¿Por qué cree tener más derechos que yo?

Chuleta – Mi profesión me obliga a no tener si no deberes.

Poof – ¡Payaso!

Chuleta – ¡Mamarracho!

Poof (Pausa. Sacando un cigarrillo lentamente saliendo de la ira a la calma) ¿Me puede dar fuego, por favor?

Chuleta – El fuego de mi celo, de mi pasión asumida, del autocontrol de mi amor.

Poof – Nadie creerá lo que estoy oyendo.

Chuleta – Serénese ¿otro traguito de su té de menta?

Poof – Parece pasta de dientes.

Chuleta – Eso sí, insultos no.

Poof(Pausa) Otra vez estoy en pleno vals, la habitación gira conmigo. Soy y no soy, bailo y soy bailado. (Sobrador) ¿Quién me quita lo bailado?

Chuleta(Calmándolo) Escuche un poco la música. (Le da instrucciones a la enfermera para poner música. Se escucha la música de un vals)

Poof(Oyendo) Atención, atención. Voy en el tren de la solidaridad. (Hace ruido de tren, "uuu, uuu", mientras baja y sube la mano haciendo sonar la señal) Soñar es morir un poco. ¡Vaya que sueño!

Chuleta – Y los sueños, sueños son.

Poof – Usted es un freudiano. Un paciente de Freud.

Chuleta – Perdón por la esquizofrenia.

Poof – ¿Volvemos a bailar? ¿Me haría el honor de compartir esta pieza?

Chuleta – Encantado.

(Ambos comienzan a bailar un vals por el escenario; el profesor Chuleta toma con los dedos en forma de pinzas su pantalón como si fuera una dama antigua que saluda; bailan un rato y luego Chuleta apaga la música. Se vuelven a sentar)

Poof – ¿Se acabó la ceremonia?

Chuleta (Subrayándolo) Estamos en el ritual del horror.

Poof – ¿Dónde?

Chuleta – Aquí, en el mundo moderno.

Poof – Moderno o antiguo, a mí me da lo mismo.

Chuleta – Si usted lo dice.

Poof – En verdad yo podría decir otra cosa.

Chuleta – Claro, yo también. Para eso hemos sido dotados con el libre albedrío. (Pausa) Relájese, relájese. Debe pasar por la cámara del Conocimiento.

Poof(Señalando hacia la 1ª puerta) ¿Debo pasar por eso?

Chuleta – Es imprescindible.

Poof – ¿No quiere que entremos juntos?

Chuleta – Desnudo…

Poof (Interrumpiendo) ¡Desnudo no!

Chuleta – Desnudo nace el hombre y así es como muere.

(Sale la Enfermera con Poof. Se dirigen hacia la cámara, o Centro del Conocimiento. Pasa Poof, imitando como si abriera una puerta y éste desaparece de la escena. La habitación está unos instantes silenciosa y el profesor Chuleta se concentra en su escritorio. Luego comienza a sentirse un ruido espantoso, como de crujidos acompañados de matracas)

(Entra la enfermera y retira lo que anteriormente ha servido)

Enfermera(A Chuleta) Ya pasó al Centro de Conocimiento.

Chuleta – Bien, ya lo estamos moliendo para poder parirlo nuevamente.

Enfermera – El Profesor Hobbie está esperando.

Chuleta – Hágalo pasar.

(Enfermera retira la camita y se va. Entra Hobbie)

Y sigue la obra...


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Mircea Eliade, Capítulo IV. "Apuntes sobre el simbolismo de las conchas" en el volumen Imágenes y símbolos. Ed. Taurus, Madrid, 1987. (Fragmentos)


La luna y las aguas


Ostras, conchas marinas, caracolas, perlas, también son solidarias de las cosmologías acuáticas y del simbolismo sexual. Participan todas, en efecto, de los poderes sagrados concentrados en las Aguas, en la Luna, en la Mujer; además, y por diversas razones, son emblemas de estas fuerzas: semejanza entre la concha marina y los órganos genitales de la mujer, relaciones que unen a las ostras, las aguas y la luna; en fin, simbolismo ginecológico y embriológico de la perla, formada en la ostra. La creencia en las virtudes mágicas de las ostras y de las conchas se encuentra en el mundo entero desde la prehistoria hasta nuestra edad. El simbolismo que se halla en el origen de semejantes concepciones, es muy probable pertenezca a una capa profunda del pensar "primitivo". Pero ha conocido actualizaciones e interpretaciones varias: la presencia de las ostras y de las conchas se da en los ritos agrarios, nupciales o funerarios, en la ornamentación indumentaria o en determinados motivos decorativos, incluso si más de una vez parece haberse perdido o haber degenerado su significación mágicoreligiosa. En algunos pueblos, las conchas siguen siendo un motivo decorativo, cuando su valor mágico ni siquiera se recuerda ya. La perla, en otro tiempo emblema de la fuerza generatriz o símbolo de una realidad trascendental, en Occidente no ha conservado más que un valor de "piedra preciosa". La degradación ininterrumpida del simbolismo aparecerá más claramente al final de nuestra exposición.


En la América precolombina queda abundantemente atestiguado el conjunto iconográfico Agua-ostras. La Tula relief de la Malinche Hill representa una divinidad rodeada por las Aguas, en la que nadan ostras, espirales, círculos dobles. En el Codex Nuttall predomina el complejo iconográfico Agua-Pez-Serpiente-Cangrejo-Ostra. El Codex Dresdensis representa al Agua tan pronto manando de conchas de ostras, como llenando recipientes formados por serpientes enroscadas. El dios mejicano de la tormenta llevaba una cadena de Oro de la que pendían tres conchitas marinas; el dios de la luna tenía por símbolo un gran caracol marino.
En la China antigua, el simbolismo de la ostra se conserva todavía mejor: las conchas participan de la sacralidad de la Luna al mismo tiempo que prolongan los poderes acuáticos. En el tratado Lu shí  ch’un ts’iu (siglo III antes de J. C.) se lee: "la luna es la raíz de cuanto es yin. En el plenilunio, las ostras pang y ko están llenas y todas las cosas yin abundan; cuando la luna se ensombrece (última noche del ciclo lunar), las ostras están vacías y empiezan a faltar todas las cosas yin". Motsï (siglo V antes de J. C.), después de haber señalado que las ostras perlíferas pang nacen sin obra del macho, añade: "por consiguiente, si pang puede tener por fruto una perla, es porque concentra toda su fuerza yin". "La luna, escribe Liou Ngan (siglo II antes de J. C.), es la cepa de yin. Por esto, los cerebros de los pescados disminuyen cuando la luna está vacía, y las conchas de los espiroides univalvos no están llenas de partes carnosas cuando la luna ha muerto". El mismo autor añade en otro capítulo: "Las conchas de dos valvas, los cangrejos y las tortugas, crecen con la luna". El yin representa, entre otras cosas, la energía cósmica femenina, lunar, "húmeda". Por eso, el exceso de yin activo en determinada región exaspera el instinto sexual femenino, y hace que "las mujeres lascivas perviertan a los hombres" (I Chou shu, cap. 54, citado por Karlgren, op. cit., pág. 38). En efecto, existe una correspondencia mística entre los dos principios yin y yang y la sociedad humana. El carro del rey estaba adornado de jade (rico en yang),el de la reina, de plumas de pavo real y de conchas, emblemas del yin. Los ritmos de la vida cósmica siguen su curso normal mientras continúa sin trabas la circulación de los dos principios opuestos y complementarios. Escribe Sün-tsi: "Si el jade está en la montaña, los árboles de la montaña llevarán fruto; si las aguas profundas producen perlas, la vegetación de la orilla no se secará" (Karlgren, ibid., pág. 40). Veremos más tarde la misma polaridad simbólica, jade perla, manifiesta en las costumbres funerarias chinas.


En cuanto a la influencia de las fases lunares sobre las ostras, la antigüedad conoció ideas semejantes. Luna alit ostrea et implet echinos, muribus fibras et jecur addit, decía Lucilio. "La luna alimenta a las ostras, llena a los erizos, da fuerza y vigor a los mejillones". Plinio (Hist. Nat., 11, 41, 3), Aulo-Gelio (Noctes Atticae, XX, 8) y otros varios escritores pretendían haber observado fenómenos semejantes. Esta tradición paracientífica, heredada de un antiguo simbolismo cuya función ya no se comprendía, se perpetuará en Europa hasta el siglo XVIII.


Simbolismo de la fecundidad


Todavía más que el origen acuático y el simbolismo lunar de las ostras y de las conchas marinas, su semejanza con la vulva contribuyó, muy probablemente, a extender la creencia en sus virtudes mágicas. Por lo demás, la analogía se inscribe a veces en los mismos términos que designan a ciertos moluscos bivalvos: testigo el viejo vocablo danés para designar la ostra, Kudefisk (kude = valva; cfr. Karlgren, pag. 34, nota). La homologación de la concha con el órgano genital femenino se atestigua análogamente en el Japón. La concha marina y las ostras participan por esto en los poderes mágicos de la matriz. Están presentes en ella y ejercen las fuerzas creadoras que brotan de todo emblema del principio femenino, como de una fuente perpetua. Así, llevadas sobre la piel como amuletos o como adornos, ostras, conchas marinas y perlas, impregnan a la mujer de una energía favorable a la fecundidad, mientras la preservan de las fuerzas nocivas y de la mala suerte. Las mujeres Akamba se ponen cinturones adornados de conchas de ostras, a los cuales renuncian después del nacimiento de su primer hijo. En otras partes, las ostras son el regalo de boda más adecuado. En India meridional, las muchachas llevan collares de conchas marinas, y la terapéutica hindú moderna utiliza el polvo de perlas por sus cualidades vigorizantes y afrodisíacas: una aplicación "científica" más, sobre el plano concreto, inmediato, de un simbolismo arcaico, que ya no se aprehende sino a medias.


Desde los tiempos védicos se conocía la función cosmológica y el valor mágico de la perla. Un himno del Atharva Veda (IV, 10) la exalta así: "Nacida del viento, del aire, del rayo, de la luz, ¡que la concha nacida del oro, la perla, nos quite el miedo! Con la concha nacida del Océano, primera de todas las cosas luminosas, matamos a los demonios (raksas) y triunfamos de los (demonios) devoradores. Con la concha (triunfamos) de la enfermedad, de la pobreza... Es la concha nuestro remedio universal; la perla nos defiende del miedo. Nacida del cielo, nacida de la mar, traída por el Sindhu, esta concha, nacida del oro, es para nosotros la joya (mani) que prolonga la vida. Joya nacida de la mar, sol nacido de la nube, que nos proteja por todas partes de las flechas de los Dioses y de los Asuras. Eres uno de los oros (la 'perla' es uno de los nombres del oro), has nacido de la luna (Sôma), adornas la carne, resplandeces sobre el carcaj. ¡Prolonga nuestras vidas! El hueso de los dioses se ha hecho perla; toma vida y se mueve en el seno de las aguas. Te ato para la vida, y el vigor y la fuerza, para la larga vida, la vida de cien otoños. ¡Que la perla te proteja!"


Por su parte, la medicina china considera la perla como una droga excelente por sus virtudes fertilizantes y ginecológicas. Según una creencia japonesa, algunos mejillones ayudan a la parturición; de donde su nombre de "mejillones parto fácil" (Andersson, Children of the yellow Earth, pág. 304). En China se recomienda que las mujeres encintas no tomen cierta ostra, que tiene la propiedad de acelerar el parto (Karlgren, pág. 36). Las ostras, que contienen exclusivamente el principio yin, son favorables al parto, y, a veces, lo precipitan. La semejanza entre la perla que se ha desarrollado en la ostra y el feto queda manifiesta, por lo demás, en los autores chinos. En Pei ya (siglo XI) se dice de la ostra pang que "grávida de la perla" es como (la mujer) que lleva el feto en su vientre, por esto pang se llama "el vientre de la perla" (Karlgren, pág. 36).


Entre los griegos, la perla era el emblema del amor y del matrimonio. Por lo demás, las conchas, desde los tiempos prehelénicos, estuvieron en estrecha relación con las grandes diosas. En Chipre se consagraban conchas a Afrodita; la diosa había sido conducida allí después de su nacimiento de la espuma del mar (Plinio, Hist. Nat., IX, 30; XXXII, 5). El mito de Afrodita, nacida de una concha marina, probablemente se hallaba extendido en el mundo mediterráneo. Plauto -que traduce un verso de Difilo- conoce la tradición: Te ex concha natam esse autumnant. En Siria, la diosa se llamaba "Señora de las Perlas"; en Antioquía, Margaritô. Además, el complejo Afrodita-conchas se confirma con numerosos grabados sobre conchas (Déonna, op. cit., pág. 402). La asimilación de la concha marina con el órgano genital femenino, sin duda, se conocía también en Grecia. El nacimiento de Afrodita en una concha ilustraba este lazo místico entre la diosa y su principio. Este simbolismo del nacimiento y de la regeneración era lo que inspiraba la función ritual de las conchas. Gracias a su poder creador -en tanto que emblemas de la matriz universal-, las conchas tienen su lugar en los ritos funerarios. Semejante simbolismo de la regeneración no puede abolirse fácilmente: las conchas que simbolizan la resurrección en muchísimos monumentos funerarios romanos pasarán al arte cristiano (Déonna, pág. 408). Por lo demás, la muerte se identifica muchas veces con Venus: Venus se halla representada con el torso desnudo sobre el sarcófago, y a sus pies una paloma (ibid., pág. 409); mediante esta identificación con el arquetipo de la vida en renovación perpetua, asegura la muerte su resurrección. Por todas partes figuran entre los emblemas del amor y del matrimonio las conchas marinas, las perlas, el caracol. La estatua de Kâmadeva está adornada de conchas. En India se anuncia la ceremonia nupcial soplando en una gran concha marina. Por lo demás, esta misma concha (Turbinella pyrum) es uno de los símbolos principales de Visnu. Una oración ilustra sus valencias religiosas: "El dios de la Luna está en la boca de esta concha, en sus lados vive Varuna, en su espalda Prajapati, en su cima el Ganges, el Sarasvati y todos los demás ríos sagrados de los tres mundos, donde, según el mandamiento de Vásudeva, se hacen las abluciones. En esta concha está el jefe de los brahmanes. Por eso, adoremos a esta concha santa. Gloria a ti, santa concha, bendita seas de todos los dioses, oh tú, la nacida de la mar y a la que Visnu tiene en su mano. Adoremos la concha sagrada, meditemos sobre ella. ¡Exaltémonos en la alegría!".


Entre los Aztecas, el caracol simboliza corrientemente la concepción, el embarazo, el parto. A propósito de la plancha XXVI del Codex Vaticanus, Kingsborough transcribe la explicación dada por los indígenas de la asociación entre el molusco (sea-snail) y el parto: " …como este animal marino sale de su concha, así nace el hombre del vientre de su madre". La misma interpretación autóctona de la plancha XI del Codex Telleriano-Remensis (ibid., VI, pág. 122).


Funciones rituales de las conchas


La presencia de la concha marina, de las ostras y de las perlas en muchísimos ritos religiosos, en las ceremonias agrarias y de iniciación se explica, ahora, fácilmente por el mismo simbolismo. Las ostras y las perlas, que favorecen la fecundación y la parturición, tienen también una influencia feliz sobre la cosecha. La fuerza significada por un símbolo de la fertilidad se manifiesta en todos los niveles cósmicos.


En India se tocaba la concha durante las ceremonias que se celebran en los templos, pero también con ocasión de las ceremonias agrícolas, nupciales y funerarias (véanse las numerosas referencias reunidas por Jackson, Shell Trumpets, pág. 3). En Siám, los sacerdotes tocan la concha al comienzo de las siembras (Jackson, The Aztec Moon Cult, pág. 3). En la costa de Malabar, con ocasión de la recolección de los primeros frutos, el sacerdote sale del templo precedido por un hombre que toca la concha (ibid., pág. 3). La misma función ritual de la concha entre los Aztecas: algunos manuscritos representan al dios de las Flores y de los Alimentos llevado en procesión, precedido por un sacerdote que toca la concha (ibid., pág. 4).


Ya se ha visto con qué precisión concha marina y ostras expresan el simbolismo del nacimiento y del renacimiento. Las ceremonias de iniciación implican una muerte y una resurrección simbólicas; la concha puede significar el acto de renacimiento espiritual (resurrección), tan eficazmente como asegura y facilita el nacimiento carnal. De aquí el rito que, en algunas tribus algonquinas, consiste en golpear al neófito con una concha durante la ceremonia de iniciación, y en enseñarle una concha mientras se le cuentan los mitos cosmológicos y las tradiciones de la tribu. Por lo demás, las conchas ocupan un importante lugar en la vida religiosa y en las prácticas mágicas de numerosas tribus de América (cfr. Jackson, Shell Trumpets, págs. 17 y siguientes). En las ceremonias de iniciación de la "Sociedad Grande-Medicina" de los Ojibwa y de "Medicina Rito" de los Winnebago, las conchas intervienen como elemento indispensable: la muerte y la resurrección rituales del candidato se producen por el contacto de conchas mágicas, conservadas en sacos de piel de castor.


Los mismos lazos místicos que ligan las conchas a las ceremonias de iniciación y, de modo más general, a los diversos ritos religiosos se encuentran en Melanesia, en Indonesia, en Oceanía. La entrada de los pueblos se halla decorada en Togo por dioses que tienen los ojos hechos de conchas, y ante los cuales se amontonan ofrendas de conchas (Andersson, Children of the yellow earth, pág. 306). En otros lugares se ofrecen conchas a los ríos, a las fuentes, a los árboles (ibid, pág. 312). Las virtudes mágico-religiosas de las conchas explican igualmente su presencia en la administración de la justicia (ibid., pág. 307). Como en la sociedad china, en las sociedades "primitivas" el emblema, que encarna uno de los principios cósmicos, asegura la aplicación justa de la ley: en tanto que símbolo de la Vida cósmica, la concha tiene el poder de descubrir toda infracción de la norma, todo crimen contrario a los ritmos e, implícitamente, al orden de la sociedad.


Por su semejanza con la vulva, la concha marina y otras muchas especies de conchas pasan por preservar de toda magia, de la jettatura, o del mal de ojo. Los collares de conchas, las pulseras, los amuletos adornados de conchas marinas, o incluso la simple imagen de éstas, defiende a las mujeres, a los niños y al ganado de la mala suerte, de las enfermedades, de la esterilidad, etc. El mismo simbolismo de la asimilación de la propia fuente de la Vida universal alimenta la eficacia múltiple de la concha, trátese de perpetuar las normas de la Vida cósmica o social, de promover un estado de bienestar y fecundidad, de asegurar un fácil alumbramiento a la mujer en el parto, o el "crecimiento" espiritual del neófito en el curso de una ceremonia de iniciación.



Otoño 2010


Platón, La República, fragmento del cap. VII donde se describe el mito de la caverna. Edaf, Madrid, 2001.


- Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta cueva hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen en frente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor les alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.


- Ya me represento todo eso.


- Figúrate personas, que pasan a lo largo del muro, llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o de piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los porteadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada.


- ¡Extraños prisioneros y cuadro singular!


- Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto, ¿crees que pueden ver otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado, que las sombras que van a producirse en frente de ellos en el fondo de la caverna?


-¿Ni cómo habían de poder ver más, si desde su nacimiento están precisados a tener la cabeza inmóvil?


- Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?


- No.


- Si pudieran conversar unos con otros, ¿no convendrían en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas mismas?


- Sin duda.


- Y si en el fondo de su prisión hubiera un eco, que repitiese las palabras de los transeúntes, ¿no se imaginarían oír hablar a las sombras mismas que pasan delante de sus ojos?


- Sí.


- En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras.


- Sin duda.


- Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libera de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz; hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz le ofenderá los ojos, y el alucinamiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos, cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees que respondería, si se le dijese, que hasta entonces sólo había visto fantasmas, y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si en seguida se le muestran las cosas a medida que se vayan presentando, y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto, y no estará él mismo persuadido de que lo que veía antes era más real que lo que ahora se le muestra?


- Sin duda.


- Y si se le obligase a mirar el fuego, ¿no sentiría molestias en los ojos? ¿No volvería la vista para mirar a las sombras, en las que se fija sin esfuerzo? ¿No creería hallar en éstas más distinción y claridad que en todo lo que ahora se le muestra?


- Seguramente.


- Si después se le saca de la caverna, y se le lleva por el sendero áspero y escarpado hasta encontrar la claridad del sol, ¡qué suplicio sería para él verse arrastrado de esta manera! ¡Cómo se enfurecería! Y cuando llegara a la luz del sol, deslumbrados sus ojos con tanta claridad, ¿podría ver ninguno de estos numerosos objetos que llamamos seres reales?


- Al pronto no podría.


- Necesitaría indudablemente algún tiempo para acostumbrarse a ello. Lo que distinguiría más fácilmente sería, primero, las sombras; después, las imágenes de los hombres y demás objetos pintados sobre la superficie de las aguas; y, por último, los objetos mismos. Luego dirigiría sus miradas al cielo, al cual podría mirar más fácilmente durante la noche a la luz de la luna y de las estrellas que en pleno día a la luz del sol.


- Sin duda.


- Y al fin podría no sólo ver la imagen del sol en las aguas y dondequiera que se refleja, sino fijarse en él y contemparlo allí donde verdaderamente se encuentra.


- Sí.


- Después de esto, comenzando a razonar, llegaría a concluir que el sol es el que crea las estaciones y los años, el que gobierna todo el mundo visible, y el que es en cierta manera la causa de todo lo que se veía en la caverna.


- Es evidente que llegaría como por grados a hacer todas estas reflexiones.


- Si en aquel acto recordara su primera estancia, la idea que allí se tiene de la sabiduría y sus compañeros de esclavitud, ¿no se regocijaría de su mudanza y no se complacería de la desgracia de aquéllos?


- Seguramente.


- ¿Crees que envidiaría aún los honores, las alabanzas y las recompensas que allí se daban al que más pronto observaba las sombras a su paso, al que con más seguridad recordaba el orden en que marchaban yendo unas delante o detrás de otras o juntas, y que en este concepto era el más hábil para adivinar su aparición o que tendría envidia a los que eran en esta prisión más poderosos y más honrados? ¿No prefiriría, como Aquiles en Homero, pasar la vida al servicio de un pobre labrador y sufrirlo todo antes que recobrar su primer estado y sus primeras ilusiones?


- No dudo que estaría dispuesto a sufrir cuanto se quisiera antes de vivir esta suerte.


- Fija tu atención en lo que voy a decir. Si este hombre volviera de nuevo a su prisión, para ocupar su antiguo puesto, en este tránsito repentino de la plena luz a la oscuridad ¿no se encontraría como ciego?


- Sí.


- Y si cuando no distingue aún nada, y antes de que sus ojos hayan recobrado su aptitud, lo que no podría suceder sin pasar mucho tiempo, tuviese precisión de discutir con los otros prisioneros sobre estas sombras ¿no daría lugar a que éstos se rieran diciendo que por haber salido de la caverna había perdido la vista, y no añadirían además, que sería de parte de ellos una locura el querer abandonar el lugar en que estaban, y que si alguno intentara sacarlos de allí y llevarlos al exterior sería preciso cogerle y matarle?


- Sin duda.


- Y bien, mi querido Glaucón, ésta es precisamente la imagen de la condición humana. El antro subterráneo es este mundo visible; el fuego que le ilumina es la luz del sol; este cautivo, que sube a la región superior y que la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible. He aquí por lo menos lo que yo pienso, ya que quieres saberlo. Sabe el dios si es conforme con la verdad. En cuanto a mí, lo que me parece en el asunto es lo que voy a decirte. En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con dificultad; pero una vez percibida no se puede menos de sacar la consecuencia de que ella es la causa primera de todo lo que hay de bello y de bueno en el universo; que, en este mundo visible, ella es la que produce la luz y el astro de que ésta procede directamente; que en el mundo invisible engendra la verdad y la inteligencia; y en fin, que ha de tener fijos los ojos en esta idea el que quiera conducirse sabiamente en la vida pública y privada.



David Hernández de la Fuente, Oráculos griegos, fragmento del mito fundacional del oráculo de Delfos. Alianza Editorial, Madrid, 2008.

Sobre el nacimiento de Apolo, el sol brillante, y su diosa hermana Árternis, asimilada a su vez a la luna, se cuenta un mito que fundamenta los orígenes de la adivinación. Zeus sedujo a la titánide Leto y ésta, embarazada de los divinos gemelos, huyó de la cólera de Hera, celosa esposa de Zeus, buscando un sitio seguro para dar a luz. En la geografía mítica del mundo, sólo un lugar se atrevió a dar cobijo a la fugitiva, contraviniendo la voluntad de Hera: una isla pedregosa llamada Ortigia que, después de la creación de la tierra, los montes y los mares, era el único pedazo de tierra que quedó sin un lugar fijo en el mundo y flotaba sobre las aguas, vagando libremente entre las islas griegas. Junto al único árbol de aquel islote, una palmera, se refugió Leto con la complicidad de Poseidón, dios de los mares, para esperar el parto durante nueve noches y nueve días. Y finalmente nacieron los gemelos. Primero Ártemis y luego Apolo, momento en el que unos cisnes volaron siete veces alrededor de la isla. Era el séptimo día del mes Bysios, que fue consagrado a Apolo y es el día propicio para la adivinación. También el ave que anunció su nacimiento, el cisne, le fue dedicada. Como agradecimiento divino, la errabunda isla fijó su posición en el Mediterráneo, justo en el centro del mundo, y fue bautizada con un nuevo nombre que hiciera honor al luminoso dios allí nacido: Delos, "la brillante".


El nacimiento de Apolo, narrado con gran fuerza evocadora en el Himno Homérico a Apolo delio (s.VII a.C.), supone también el origen mítico de la facultad de mediación con los hombres, de la que es portavoz el dios. "La rocosa Delos, ceñida por el mar", como la llama el poeta anónimo del himno, fue uno de los primeros santuarios históricos de este dios identificados por la arqueología, desde al menos el siglo IX a.C. Delos, tras el primer establecimiento humano en la isla, en el III milenio a.C., y su desarrollo en época micénica, albergó un oráculo que habría de funcionar hasta época romana. Cuenta el Himno que Leto, la madre del dios, hizo un trato con la pequeña isla:


"Si estás dispuesta a acoger a mi hijo Apolo y albergar su gran templo, nunca serás rica en rebaños, pastos o vegetación. Pero si recibes el templo de Apolo el flechador, todos los hombres ofrecerán sacrificios aquí y alimentarás a tus habitantes por medio de sus donaciones, pues tu suelo es pobre".


Delos accedió a condición de que Apolo jurase "construir allí en primer lugar un templo glorioso que sirviera de oráculo a los hombres". Los primeros festivales que congregaron a todos los griegos seguramente tuvieron lugar en esta isla, donde coros de muchachos y muchachas bailaban y entonaban cantos en honor de Apolo, y una vez al año peregrinaban jonios de toda la Grecia continental e insular y de las ciudades del otro lado del Helesponto para realizar sus ofrendas a Apolo y recibir los oráculos del dios en Delos, que, aun siendo una isla pobre en recursos, se convirtió en un centro comercial y cultural de primer orden. Así, Delos vio sobradamente cumplido el trato por parte de Apolo, que juró:


"sean siempre amadas por mí la lira y el curvado arco y yo revelaré a los hombres la voluntad inexorable de Zeus".


Después de su nacimiento en Delos, Apolo viajó en un carro tirado por cisnes por todo el mundo griego para establecer los diversos centros de su culto profético y sus coros de Musas en los montes de la Grecia continental, como el Parnaso, el Helicón y el propio Olimpo. Desde Asia Menor a Macedonia, en islas, ciudades y montes, Apolo fue fundando sus oráculos, de nombres prestigiosos: Claros, Dídima, Argos, Tebas, Abdera. Se dice que llegó tan lejos como el país de los Hiperbóreos, en el lejano norte de Europa. Pero el dios tenía destinado fundar finalmente un gran santuario panhelénico, donde su voz oracular se escucharía con más claridad, en otro emplazamiento que le disputaría el centro del universo a Delos. Y es que al parecer Zeus y Atenea discutieron una vez acerca de cuál era el punto medio de la tierra, que la diosa, tomando partido por su ciudad predilecta, quería situar en Atenas. Zeus recurrió a un procedimiento certero: dejó volar dos águilas, su ave consagrada, desde los dos confines opuestos del orbe. Las águilas fueron a cruzarse precisamente sobre una frondosa ladera en la Grecia continental: Delfos. Allí, según canta el Himno homérico a Apolo pítico, fundó el dios su gran santuario:


"En este lugar pretendo erigir un templo glorioso para que sirva de oráculo a los hombres que aquí ofrecerán perfectas hecatombes, tanto los que habitan en el opulento Peloponeso como el resto de los hombres de Europa y de las islas lavadas por el mar, que vendrán a preguntarme. Y yo les daré consejo infalible, contestándoles en mi rico templo" (287-293).


El himno refiere que el dios se enfrentó en la montañosa Delfos a una enorme serpiente que guardaba un primigenio oráculo de la tierra y poseía el don de la profecía. El monstruo que daba los vaticinios, llamado en la tradición Pitón o Delfine, pertenecía a un orden anterior al olímpico, el de Gea, la tierra, que describe el poeta beocio Hesíodo en su Teogonía. Así, la muerte de Pitón a manos de Apolo, como campeón de los olímpicos, puede encuadrarse en otros mitos de lucha del orden contra el caos, como la guerra de Zeus y los dioses contra los Titanes de Crono, contra los Gigantes o contra Tifón, un monstruo serpentino. Este enfrentamiento contrapone también el elemento celeste, u olímpico, al telúrico, más antiguo y primordial. Pitón, la serpiente adivinadora, era hija de la tierra, como todos los monstruos del antiguo orden, lo que subraya la importancia del elemento subterráneo en la configuración de los oráculos. La sobrecogedora visión de su emplazamiento, en un lugar único entre montes escarpados, sugiere la presencia de divinidades enfrentadas, de la tierra y del cielo. Y el oráculo que había en ese lugar, regentado por la serpiente terrígena, era prerrogativa de Gea, que fue, según unos conocidos versos de las Euménides de Esquilo, "la primera profetisa, la Tierra" (ten protomantin Gaian).


Apolo dio muerte a Pitón, según el mito fundacional del oráculo (Himno homérico a Apolo pítico 358 ss.) o recibió su poder por herencia, según la versión de Esquilo. En todo caso, bien como purificación ritual de su crimen o como agradecimiento, estableció unos juegos fúnebres en recuerdo de la serpiente, los juegos Píticos, que, como los de Olimpia, reunían a los pueblos griegos y eran cantados por poetas como Píndaro. Siendo Apolo dios de la poesía se entiende que estos juegos no fueran sólo deportivos, sino también literarios y artísticos. La sacerdotisa de Apolo en Delfos se llamó Pitia, honrando así la memoria de la serpiente profética, y formuló sus vaticinios en verso, mientras que la fuente Castalia, cuyas aguas estaban también consagradas a Apolo, fluía para las purificaciones y abluciones antes de la consulta oracular y, a la vez, para inducir a la poesía. La profecía, según se dice, era también inspirada por la fuente Casotis, que llegaba hasta el propio interior del templo. En Delfos se celebraba el triunfo de Apolo sobre Pitón cantando el peán, himno característico en honor del dios. Pero esta celebración alternaba con expiaciones por la muerte de la serpiente; se organizaba una procesión a través de la llamada vía pítica una vez cada nueve años al altar del dios en el valle de Tempe, en Tesalia, para rememorar la purificación por este crimen.


Varios son los símbolos de Apolo: entre ellos el misterioso trípode, que representa su arte adivinatoria en Delfos. Las armas del dios son el arco y las flechas, con los que desata las venganzas urdidas por los olímpicos contra los hombres: cualquier violencia divina que cae sobre los mortales como castigo por sus actos proviene de Apolo. Su planta consagrada es el laurel, daphne en griego, sobre el que se cuenta el célebre mito ovidiano de la metamorfosis, y que desempeñaba un papel central en sus ritos adivinatorios. Además, cada dios tenía atribuidos ciertos animales, que seguramente eran en principio venerados como divinidades. Las señales de estos animales, en los orígenes de la adivinación, eran también tomadas por expresión de la voluntad divina. En el caso de Apolo, sus animales, el lobo, la serpiente y el lagarto, relacionados estos últimos también con su hijo, el dios médico y profético Asclepio, tienen propiedades mánticas. Suyas son también ciertas aves, especialmente el cisne, el milano, el buitre y la corneja. De hecho, la observación de su vuelo, bajo el signo de Apolo, era uno de los procedimientos antiguos para interpretar el futuro por parte de los arúspices, vigías del vuelo de las aves. Sin embargo, la adivinación propiamente apolínea es la directamente inspirada por los raptos proféticos del dios. Varias son las advocaciones de Apolo: Delio, Flechador, Licio (el del lobo), Loxias (el ambiguo), Esmínteo (el de la plaga )... Para Homero, en la Ilíada, Apolo es "señor de Pitón" es decir, del santuario de Delfos, que sin embargo compartía con otras divinidades tutelares. Se estableció su culto seguramente no más tarde del siglo VIII a.C., siendo de nuevo Homero el primer testimonio de su santuario: la "rocosa Pitón" (Ilíada IX 404-5).


Como en el caso de Delos, la arqueología, siguiendo la huella de los mitos, ha desvelado que Delfos era un santuario preolímpico del periodo micénico. En el lugar existió un antiguo culto de la diosa Tierra, tal vez la Gran Madre minoica y micénica, como han confirmado restos arqueológicos. El propio nombre del santuario puede estar relacionado con la raíz que significa "útero" (delphys). No olvidemos que en Delfos estaba el omphalos, el "ombligo" del mundo; y se veneraba, de hecho, una roca sagrada con tal nombre. Con que antes del advenimiento de Apolo, como refiere el mito, el oráculo y el culto los regia esta antigua divinidad madre y subterránea. La oración de la Pitia que abre la tragedia Euménides, de Esquilo, recuerda también los tiempos del culto antiguo: ahí invoca la sacerdotisa a varios dioses, significando que había más divinidades tutelares de la adivinación además de Apolo, entre ellas su hermano Dioniso. El coro de Ifigenia entre los tauros (1247 ss.), de Eurípides, evoca a su vez la lucha primordial entre la tierra, antigua rectora de los sueños y su interpretación, y el olímpico Apolo, como combate fundacional del oráculo.


Si bien Apolo, como cuenta el Himno homérico (214 ss.), conquistó el santuario y estableció allí su centro de culto más conocido, lo cierto es que nunca pudo monopolizar Delfos como su santuario exclusivo, sino que hubo de compartirlo con otras divinidades que subrayan el carácter telúrico y antiquísimo del lugar. Según el mito, que fundamentaría más tarde la práctica y regulación del oráculo, el dios pasaba tres meses al año, los del invierno, alejado de Delfos, en el país de los Hiperbóreos, un intervalo durante el cual reinaba sobre el santuario Dioniso. De éste se decía incluso que estaba enterrado allí. En principio, el oráculo estaba abierto sólo el día del aniversario del nacimiento de Apolo, pero en época histórica la consulta era posible cualquier séptimo día de mes, siempre que no fuera ese período del invierno. Delfos cobró, desde época arcaica, una honda significación religiosa, cultural e incluso económica para los griegos, como centro de peregrinación especialmente frecuentado (Ilíada IX 405).



Primavera 2012


Federico González y colaboradores, Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, Acápite 'El Amor'. Revista Symbolos Nº 25-26, Barcelona, 2003
También disponible en internet http://introduccionalsimbolismo.com

La frase: "Dios es Amor", extraída del Evangelio de Juan, nos permite entrever la elevada naturaleza de esta energía, considerada por todas las tradiciones como uno de los principales nombres o atributos de la Unidad (de Kether), identificándose con ella, como lo atestigua el hecho de que en hebreo la palabra Unidad (Ehad) y Amor (Ahabah) tienen el mismo valor numérico, el 13. En este sentido, ya el Maestro Eckhart afirmaba: "Donde quiera que esté el alma es donde Dios opera su obra. Esta operación es tan grande que no es otra cosa que Amor, pero el Amor no es otra cosa que Dios. Dios se ama a Sí Mismo, ama su Naturaleza, su Esencia y su Deidad. Pero en el Amor con que Dios se ama a Sí Mismo, ama también a todas las criaturas, no en tanto que criaturas, sino en tanto que ellas son Dios. En el amor con que Dios se ama a Sí Mismo, ama al mundo entero".


Por ello, del amor se dice que es la fuerza de atracción de los contrarios u opuestos, el centro de unión donde se concilian las energías verticales y horizontales, activas y pasivas del cosmos y del hombre, haciendo posible el equilibrio y la verdadera concordia (o "unión de los corazones") universal, de ahí que los antiguos griegos vieran en él al hijo de Afrodita y Hermes, (al igual que su hermana la diosa Harmonía) de donde nace también el Hermafrodita, es decir el Rebis, el cual representa en el ser humano la unión perfecta y armoniosa de su naturaleza masculina y femenina, activa y pasiva, yang y yin. En efecto, es con el fuego del amor, y la sutil pasión que él genera, como se lleva a cabo la obra de la transmutación alquímica, porque ese fuego es el propio amor al Conocimiento y a la Sabiduría, y como decía Leonardo da Vinci: "El Amor es hijo del Conocimiento. El Amor es tanto más elevado cuanto el Conocimiento es más cierto". A este amor, expresión del amor divino, es al que cantaban los trovadores medioevales, y el que Dante ve personificado en la figura de Beatriz (que simboliza a la Sabiduría), y ciertamente es el que invoca Salomón en El Cantar de los Cantares, en donde se trata precisamente de las "bodas", "casamiento", o unión del alma humana con el Espíritu.


Asimismo, los humanistas y maestros herméticos del Renacimiento, que recogieron las enseñanzas de Platón y la mitología órfica y greco-romana, hablaban de los misterios del Amor identificándolos con los misterios de la Muerte, que son, al fin y al cabo, los misterios de la iniciación, y explicaban que morir era ser amado por un dios, y viceversa, que amar era morir o ser muerto por un dios. En realidad se trata de un sacrificio (de un "acto sagrado"), pues no hay nacimiento a la realidad del Espíritu, es decir al Conocimiento, sin que esto suponga una muerte o superación de las limitaciones propias de lo humano. Los amantes de la Sabiduría saben que no se pueden esposar con ella si no abandonan o no dejan de sentirse condicionados por la Venus Pandemos, es decir por sus deseos y amores terrenales, a los que consideran como un reflejo invertido de los amores celestes procurados por la Venus Urania. Pico de la Mirándola ponía el ejemplo del "desollamiento" sacrificial de Marsias como el modelo a seguir por esos amantes: "Si te juntas con cantantes y arpistas, puedes confiar en tus oídos, pero cuando te acerques a los filósofos, debes apartarte de los sentidos, debes volverte sobre ti mismo, debes penetrar en las profundidades de tu alma y en los recovecos de tu mente, debes adquirir los oídos de Tineo (se refiere a Apolonio de Tiana, filósofo pitagórico), con los que, al no estar ya en su cuerpo, no escuchó al Marsias terrenal sino al celeste Apolo, quien con su divina lira y con inefables modos, entonó las melodías de la esferas".


Giordano Bruno, Los Heroicos Furores, Diálogo Tercero. Tecnos, Madrid, 1987.


Tansillo
.- Se suponen, y de hecho existen, varias especies de furores, todas las cuales se reducen a dos géneros: los unos manifiestan únicamente ceguera, estupidez e ímpetu irracional, tendiendo a la insensatez ferina; consisten los otros en cierta divina abstracción por la cual algunos alcanzan a ser en verdad mejores que los hombres ordinarios. Y éstos son a su vez de dos especies, pues ciertos individuos, al haberse convertido en habitáculo de los dioses o espíritus divinos, dicen y obran cosas admirables de las que ni ellos mismos ni otros entienden la razón; son éstos generalmente elevados a tal situación desde un primer estado de incultura e ignorancia, introduciéndose el sentido y espíritu divino en ellos como en un receptáculo purgado, vacíos como se hallan de espíritu y sentido propios; dicho espíritu divino tiene menos ocasión de manifestarse en aquellos que se hallan colmados de razón y sentido propios, quizás porque desea que el mundo tenga por cierto que los primeros no hablan por estudio y experiencia propia, como es manifiesto, necesariamente deben hablar y obrar por una inteligencia superior; y de esta manera, la multitud de los hombres les profesa, justamente, mayor admiración y fe. Otros, por estar avezados o ser más capaces para la contemplación y por estar naturalmente dotados de un espíritu lúcido e intelectivo, a partir de un estímulo interno y del natural fervor suscitado por el amor a la divinidad, a la justicia, a la verdad, a la gloria, agudizan los sentidos por medio del fuego del deseo y el hálito de la intención y, con el aliento de la cogitativa facultad, encienden la luz racional, con la cual ven más allá de lo ordinario: y éstos no vienen al fin a hablar y obrar como receptáculos e instrumentos, sino como principales artífices y eficientes.


Cicada.- ¿Cuál de estas dos especies estimas tú la mejor?


Tansillo.- Los primeros tienen más dignidad, potestad y eficacia en sí, puesto que tienen la divinidad. Los segundos son ellos más dignos, más potentes y eficaces, y son divinos. Los primeros son dignos como el asno que lleva sobre sí los sacramentos; los segundos, como cosa sagrada por sí misma. En los primeros se considera y ve en sus efectos a la divinidad y se la admira, adora y obedece. En los segundos se considera y se ve la excelencia de la propia humanidad.


Más vengamos ahora a nuestro propósito. Estos furores acerca de los cuales razonamos y cuyos efectos advertimos en nuestro discurso, no son olvido, sino memoria, no son negligencia de uno mismo, sino amor y anhelo de lo bello y lo bueno, con los que se procura alcanzar la perfección, transformándose y asemejándose a lo perfecto. No son embeleso en los lazos de las afecciones ferinas, bajo las leyes de una indigna fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la aprehensión intelectual de lo bello y bueno que conoce, y a lo cual querría complacer tratando de conformársele, de manera tal que se inflama de su nobleza y su luz, y viene a revestirse de cualidad y condición que le hagan aparecer ilustre y digno. Por el contacto intelectual con ese objeto divino, se vuelve un dios; a nada atiende que no sean las cosas divinas, mostrándose insensible e impasible ante esas cosas que por lo común son consideradas las más principales y por las cuales otros tanto se atormentan; nada teme, y desprecia por amor a la divinidad el resto de los placeres, sin tener cuidado alguno de la vida. No se trata de un furor de atrabilis que, fuera de todo consejo, razón y prudencia le haga vagar guiado por el azar y arrastrado por la tumultuosa tempestad como aquellos que, habiendo abjurado de cierta ley de la divina Adrastía, vienen condenados a los estragos de las furias, siendo agitados por una disonancia tanto corporal (por sediciones, ruinas y enfermedades) cuanto espiritual (por la destrucción de la armonía entre las potencias cognoscitivas y apetitivas). Por el contrario, es un calor engendrado por el sol de la inteligencia en el alma y un ímpetu divino que le presta alas, de manera que, acercándose más al sol de la inteligencia, y rechazando la herrumbre de los humanos cuidados, trócase en oro probado y puro, adquiere el sentido de la divina e interna armonía y conforma sus pensamientos y gestos a la común medida de la ley ínsita en todas las cosas. No va, como embriagado por las copas de Circe, tropezando y yendo a dar ya en un hoyo, ya en otro, ya en uno y otro escollo, metamorfoseándose cual errante Proteo ya en una, ya en otra faz sin encontrar jamás lugar, modo ni materia en que detenerse y perseverar. Antes bien, sin destemplar la armonía vence y supera los horribles monstruos; y aun en el caso de llegar a decaer, retorna fácilmente al sexto planeta, mediante esos profundos instintos que, dentro de él, danzan y cantan como nueve musas en torno al resplandor del universal Apolo; y tras las imágenes sensibles y las cosas materiales va comprendiendo consejos y órdenes divinos. Cierto es que, alguna vez, teniendo al amor -que es doble- por fiel guía, viéndose defraudado en su esfuerzo -como puede suceder- por ocasionales obstáculos, aniquila entonces, cual insensato y furioso, el amor hacia aquello que no puede comprender; confundido entonces por el abismo de la divinidad, abandona a veces la partida, volviendo después, sin embargo, a forzarse con la voluntad hacia allá donde no puede llegar con el intelecto. Es también cierto que normalmente deambula, oscilando ya hacia la una, ya hacia la otra forma del doble Cupido, porque la lección principal que Amor le da es que contemple en sombra (cuando no puede hacerlo en espejo) la belleza divina; y como los pretendientes de Penélope, se entrega con las sirvientas cuando no le sea lícito conversar con la señora. Así pues, para concluir, bien podéis comprender por lo dicho cómo es este furioso, cuya imagen se nos presenta cuando se dice lo siguiente:


Si a su ameno resplandor la mariposa
Vuela, no sabe que es llama al fin ingrata;
Si cuando el ciervo ante la sed sucumbe
Va hacia el río, nada sabe de la amarga flecha.


Si corre el unicornio al casto seno
No advierte la trampa que se le prepara;
Yo en la luz, fuente y seno del bien mío,
Las llamas veo, los dardos y cadena.


Si mi pesar es dulce
Es que tanto me colma la alta faz,
Que el arco divino tan dulcemente hiere


Y que envuelto está en ese nudo mi deseo;
Séanme, pues, tormentos eternales
En el corazón la llama,
Los dardos en el pecho y en el alma los lazos.


Muestra aquí cómo su amor no es semejante al de la mariposa, el ciervo o el unicornio, que huirían de tener conciencia del fuego, de la flecha y de las redes, y que no tienen otro sentido que el del placer; el suyo, por el contrario, está guiado por un sensatísimo y desdichadamente lúcido furor que le hace amar más ese fuego que cualquier refrigerio, esa herida más que cualquier salud, más esas cadenas que cualquier libertad, pues este mal no es un mal absoluto, cosa tenida por cierta únicamente con respecto al bien según la general opinión, siendo en realidad falsa, cual condimento del viejo Saturno al devorar a sus propios hijos. Porque este mal es comprendido ante la mirada de la eternidad como bien o como guía que al bien conduce, ya que este fuego es el ardiente deseo de las cosas divinas, esa flecha es la impresión del rayo de la belleza de la luz suprema, esos lazos son las especies de lo verdadero que unen nuestra mente a la verdad primera y las especies del bien que nos unen y anejan al primer y sumo bien. A un tal significado aproximábame yo al decir:


De tan bello fuego y de tan noble lazo
Beldad me inflama, honestidad me amarra,
Que en llama y servideumbre mi gozo debo hallar,
Huir la libertad y el helor temer.


Tal es el incendio que ardo y me consumo,
Y tal el nudo que el universo conmigo lo celebra;
No me hiela el temor ni desata el dolor,
Pues tranquilo es el ardor, dulce la traba.


Tan alto diviso la luz que así me inflama,
Y el lazo urdido de tan rica trama,
Que al nacer el pensar, muere el deseo.


Pues que tan bella llama brilla en mi corazón,
Y que tan bello lazo mi voluntad sujeta,
Sea mi sombra sierva y mis cenizas ardan.


Todos los amores - si son heroicos y no meramente animales, naturales, como se suele decir, y cautivos en la generación, como instrumentos de la naturaleza en cierto modo - tienen por objeto la divinidad, tienden a la divina belleza, la cual se comunica primeramente a las almas y resplandece en ellas; y a partir de las almas -o, mejor dicho, por ellas -, se comunica después a los cuerpos: de ahí que el afecto bien ordenado ame los cuerpos o la belleza corporal, por lo que en ellos hay de indicio de la belleza espiritual. Más aún: lo que del cuerpo enamora es una cierta espiritualidad que en él vemos, que es denominada belleza y que no consiste en que las dimensiones sean mayores o menores, ni en colores o formas determinadas, sino en una cierta armonía y consonancia de miembros y colores. Muestra esta armonía cierta afinidad con el espíritu, que es perceptible a los más agudos y penetrantes sentidos; síguese de esto que quienes están dotados de tales sentidos se enamoran más fácil e intensamente y, del mismo modo, más fácilmente se desenamoran. Y más intensamente desdeñan, con facilidad e intensidad que podrían ser explicadas por una transformación en el objeto amado, cuyo espíritu disforme se hubiere revelado como tal a través de algún gesto o en la expresión de alguna intención, de manera que tal fealdad pasara del alma al cuerpo, desposeyéndolo de la anterior apariencia de bello. Así pues, la belleza del cuerpo tiene el poder de inflamar, más no de aprisionar y de hacer que el amante no pueda huir, si la gracia que del espíritu se requiere no viene en ayuda, así como la honestidad, la gratitud, la cortesía, la prudencia: por eso, si bello denominé al fuego que me inflamó, fue porque noble era también el lazo que me aprisionaba.


Cicada.- No creas que es siempre así, Tansillo; porque, a veces, aun cuando descubramos el vicio del espíritu, no dejamos sin embargo de mantenernos inflamados y aprisionados, de tal manera que, aun viendo la razón el mal y la indignidad de un amor tal, no tiene, a pesar de ello, la fuerza de dominar el desordenado apetito. En disposición semejante imagino que debiera hallarse el Nolano cuando dijo:


Ay de mí, impelido por el furor
A aferrarme a mi mal,
Que Amor ante mí como sumo bien presenta.


Ay, que ya mi alma no ha cuidado
de a contrarios consejos atenerse,
Y cruel tirano,
Que de tormentos me nutre
Y desterrarme podría de mí mismo,
Más que de mi libertad me regocijo.


Velas despliego al viento,
Que el bien odioso me arrebate
Y tempestuoso me lleve al dulce daño.

Tansillo.- Acontece así cuando uno y otro espíritu son viciosos y están como teñidos de una misma tinta, pues por la semejanza se suscita, inflama y confirma el amor. Así, fácilmente convienen los viciosos en la práctica del mismo vicio. Y no quisiera callar aquí lo que por experiencia conozco; a saber, que aun habiendo descubierto en un alma vicios de los que yo verdaderamente abomino -cuales son, por ejemplo, una sórdida avaricia, una ruin codicia por el dinero, ingratitud para favores y cortesías recibidas, una inclinación hacia personas del todo viles (vicios entre los cuales este último es el que más me disgusta, pues hace al amante perder toda esperanza de que, por ser el más digno o llegar a selo, pueda ser mejor aceptado por ella) - no dejaba sin embargo yo de arder por la corporal belleza. Más, ¿qué? Amaba yo sin buena voluntad, puesto que no por amarla me habría entristecido más que alegrado de sus desgracias e infortunios.


Cicada.- Ciertamente es muy propia y viene muy a propósito esa distinción que se hace entre el amar y el querer bien.


Tansillo.- Verdaderamente, porque a muchos queremos bien, es decir, deseamos que sean sabios y justos, pero no les amamos porque son inicuos e ignorantes; a otros muchos les amamos, porque son bellos, mas no les queremos bien, porque no lo merecen. Y entre otras cosas que el que ama estima que no merecen, es la primera la de ser amadas; y así, aún no pudiendo abstenerse de amar, no deja de pesarle y manifiesta su pesar, como éste cuando decía: "Ay de mí, impelido por el furor a aferrarme a mi mal". En disposición contraria debía hallarse - bien en similitud con respecto a otro objeto corporal o bien en verdad con respecto a un sujeto divino - al decir:


Pese a los muchos martirios que me infliges,
Gracias te doy y, Amor, mucho te debo,
Que con tan noble llaga me abriste el pecho,
Y un dueño tal diste a mi corazón.


Que es ciertamente divino y vivo objeto
De Dios la más bella imagen que en tierra sea adorada;
Piense quien quiera que es mi destino cruel,
Que mata en la esperanza y aviva en el deseo.


Me sacio en mi alta empresa,
Y aunque el fin anhelado no consiga
Y aunque en su celo el alma se consuma,


Basta que tan noblemente esté inflamada,
Basta que a las alturas yo me eleve
Y del número vil pueda zafarme.


Su amor es ya aquí plenamente heroico y divino; y como tal quiero entenderlo, aunque por él se considere sujeto a tantas torturas; pues todo amante que se halla desunido y separado de la cosa amada (a la cual querría hallarse junto con el efecto como lo está con el afecto) se encuentra apenado, se desazona y atormenta, no ya por el hecho de amar, puesto que siente su amor muy noble y dignamente empleado, sino porque se halla privado de esa fruición que obtendría estando unido a ese término al cual tiende. No sufre por el deseo que le vivifica, sino por la dificultad del afán que le martiriza. Júzguenlo los otros, por tanto, infeliz por esta apariencia de cruel destino que le hubiera condenado a tales penas, que él no dejará sin embargo de reconocer la deuda que tiene con Amor y de darle gracias por haberle presentado a los ojos de la mente una especie inteligible, en la cual - en esta vida terrena, recluido en esta prisión de carne, cautivo por estos nervios y sostenido por estos huesos - le sea lícito contemplar más altamente la divinidad que en cualquier especie y similitud diversa que le fuere ofrecida.


Cicada.- Así pues, el 'divino' y 'vivo objeto' del que habla es la especie inteligible más elevada que él se haya podido formar de la divinidad y no alguna belleza corporal que le ensombreciera el pensamiento presentándose a la superficie del sentido.


Tansillo.- Cierto, porque ninguna cosa sensible, ni especie de tal, puede alcanzar tan gran dignidad.


Cicada.- ¿Cómo, entonces, hace mención de esa especie como objeto si - como creo - el verdadero objeto es la divinidad misma?


Tansillo.- Hállase allí el objeto final, último y perfectísimo, y no ya en este estado, en que no podemos ver a Dios sino como en sombra y espejo; de ahí que no pueda ser objeto sino por cierta similitud, no tal como puede ser abstraída y recogida de la belleza y excelencia corpórea por virtud del sentido, sino tal cual puede ser formada en la mente por la virtud del intelecto. Encontrándose en tal condición viene a perder ésta el amor y el afecto de toda otra cosa, tanto sensible como inteligible; porque unida a esa luz, se convierte también ella en luz y consecuentemente se hace un dios, pues contrae la divinidad en sí, hallándose ella en Dios por la intención con la que penetra en la divinidad (en la medida en que ello es posible) y estando Dios en ella, puesto que tras haberla penetrado viene a concebirla y (en la medida de lo posible) a acogerla y comprenderla en su concepto. Así, el intelecto humano en este mundo inferior nútrese de estas especies y similitudes, hasta tanto no le sea lícito mirar con ojos más puros la belleza de la divinidad, como ocurre a quien, estando junto a algún excelente y muy ornamentado edificio, mientras va considerando en él cada detalle, se complace, se contenta, se sacia de tan noble maravilla. Mas si le fuera dado ver al señor de estas imágenes, de belleza incomparablemente mayor, dejaría todo cuidado y pensamiento de las primeras, vuelto todo él y tendido a la contemplación de ese objeto único. Tal es pues la diferencia entre este estado en el que vemos la divina belleza bajo especies inteligibles extraídas de sus efectos, obras, enseñanzas, sombras y similitudes, y aquel otro estado en que es lícito verla en su propia presencia.


Dice a continuación: 'Me sacio en mi alta empresa', porque (como advierten los pitagóricos) así el alma se vuelve hacia Dios y en torno a El se mueve como el cuerpo en torno al alma.


Cicada.- Así pues, ¿no es entonces el cuerpo lugar del alma?


Tansillo.- No, porque no se halla el alma en el cuerpo localmente, sino como forma intrínseca y formador extrínseco; como aquello que constituye los miembros y da forma al compuesto desde dentro y desde fuera. El cuerpo está, por tanto, en el alma; el alma en la mente, la mente, o bien es Dios o está en Dios, como dijo Plotino. De la misma forma que por esencia está en Dios, que es su vida, así por la operación del intelecto y la voluntad consecuente a tal operación, se remite a su luz y a su beatífico objeto. Así pues, este afecto del heroico furor se sacia dignamente de tan alta empresa; siendo el objeto infinito, en simplicísimo acto, y como quiera que nuestra potencia intelectiva no puede aprehender el infinito sino en discurso o en cierta forma de discurso - como, por ejemplo, en cierta razón potencial o en aptitud -, el héroe es como aquel que pretende la consecución de lo inmenso, viniendo a establecer un fin allí donde no existe fin.


Cicada.- Muy cabalmente, en efecto, porque el último fin no debe tener fin, puesto que en tal caso no sería el último. Es, por tanto, infinito en intención, en perfección, en esencia y en cualquier otra manera de ser fin.


Tansillo.- Dices verdad. Mas en esta vida ese alimento es de tal naturaleza que inflama el deseo más de lo que pueda calmarlo, como bien mostró ese divino poeta que dijera: 'Desdichada es el alma que anhela al Dios vivo' y en otro paso: 'Se han debilitado mis ojos mirando a lo alto'. De ahí que diga: 'Aunque el fin deseado no consiga, y aunque en su celo el alma se consuma, basta que tan noblemente esté inflamada'. Pretende significar que el alma se consuela y recibe toda la gloria que puede recibir en tal estado, siendo partícipe de ese último furor del hombre en tanto que hombre de esta condición en la que se halla en el presente y en la que nosotros le vemos.


Cicada.- Creo que los peripatéticos (como explicara Averroes) consideran esto mismo cuando dicen que la suma felicidad del hombre consiste en alcanzar la perfección por las ciencias especulativas.


Tansillo.- Cierto es, y dicen bien, pues nosotros, en este estado en que nos encontramos, no podemos desear ni obtener mayor perfección que aquella en la que nos hallamos cuando nuestro intelecto, mediante alguna noble especie inteligible, se une, bien a las sustancias separadas, como dicen aquéllos, bien a la divina mente, según la manera de hablar de los platónicos. Y me abstengo por ahora de razonar sobre el alma o el hombre en los diferentes estados o modos de ser en que pueda hallarse o creerse.


Cicada.- Mas, ¿qué perfección o satisfacción puede hallar el hombre en esa cognición que no es perfecta?


Tansillo.- Nunca será perfecta en cuanto a que pueda ser comprendido, sino en la medida en que nuestro intelecto pueda comprender; basta que en éste o en cualquier otro estado tenga presente la divina belleza tan lejos como se extiende el horizonte de su vista.


Cicada.- Pero, de entre los hombres, no todos pueden llegar allí a donde sólo uno o dos pueden acceder.


Tansillo.- Basta que todos corran; bastante es que haga cada uno cuanto esté en su mano, pues una naturaleza herioca antes prefiere caer o fracasar dignamente en altas empresas en las que muestre la nobleza de su ingenio que triunfar a la perfección en cosas menos nobles o bajas.


Cicada.- Ciertamente, mejor es una digna y heroica muerte que un indigno y vil triunfo.


Tansillo.- A tal propósito compuse este soneto:


Tras desplegar mis alas al bello anhelo
Cuanto más aire bajo mis pies atisbo,
Más tiendo al viento las veloces plumas,
El mundo desprecio y me encamino al cielo.


Ni del hijo de Dédalo el fin cruel
Hacia abajo me inclina; es más, subo más alto.
Que caeré muerto en tierra, lo sé bien;
Más, ¿qué vida pareja al morir mío?


En el aire siento la voz del corazón,
¿Dónde me llevas, temerario? Desciende,
Que es rara tanta audacia sin dolor.


No temas, respondo yo, la gran caída;
Surca las nubes firme y muere alegre
Si tan ilustre muerte el cielo nos depara.


Cicada.- Entiendo cuando dice: 'Basta que a las alturas yo me eleve', mas no cuando añade: 'Y del número vil pueda zafarme', a no ser que él entienda con esto el haber salido de la caverna platónica, escapado a la condición de la necia y vilísima multitud, considerando que quienes aprovechan de esta contemplación no pueden ser muchos y numerosos.


Tansillo.- Entiendes muy bien. Por el 'número vil' puede entenderse además el cuerpo y el conocimiento sensible, del cual debe desligarse y desprenderse quienquiera desee unirse a la naturaleza de género contrario.


Cicada.- Existen, según los platónicos, dos tipos de ataduras que unen el alma con el cuerpo. La una es cierto acto vivificante que, como un rayo, desciende del alma al cuerpo; la otra es cierta cualidad vital que es resultado de este acto en el cuerpo. ¿Cómo entendéis entonces que este nobilísimo número moviente que es el alma se desprenda del número vil que es el cuerpo?


Tansillo.- Ciertamente no se entendía aquí según cualquiera de estos modos, sino según ese modo en que las potencias que no son comprendidas y cautivadas en el seno de la materia alguna vez se encuentran como adormecidas y embriagadas, casi ocupadas también ellas en la formación de la materia y la vivificación del cuerpo; algunas de estas veces, como despertando y recordándose a sí mismas, tomando conciencia de su principio y origen, vuélvense hacia las cosas superiores, fuérzanse hacia el mundo inteligible como a su natal morada, de la cual habían llegado a alejarse por la conversión a las cosas inferiores, hallándose sujetas al destino y a las necesidades de la generación. Estos dos impulsos son figurados por los dos géneros de metamorfosis que se expresan en el presente artículo, que dice:


Ese dios que zalea el fragoroso rayo
Fue para Asteria furtivo aquilón,
Pastor a Mnemosine, oro a Dánae,
Esposo para Alcmena, para Antíope sátiro.


A las hermanas de Cadmo blanco toro,
Cisne para Leda y a Dólida dragón.
Por la elevada altura de mi objeto,
De sujeto vil en dios yo me convierto.


Fue Saturno caballo,
Delfín Neptuno, figura de becerro tomó
Ibis y Mercurio en pastor se convirtió;


Uva fue Baco, un cuervo Apolo,
Y yo, en virtud de amor,
En dios me transformo, siendo cosa inferior.


Existe en la naturaleza una revolución y círculo en virtud del cual, para auxilio y perfección ajenos, las cosas superiores se inclinan hacia las inferiores y, para excelencia y felicidad propias, las cosas inferiores se elevan hacia las superiores. Sostienen, no obstante, pitagóricos y platónicos que las almas - no sólo por la espontánea voluntad que les lleva a abrazar las naturalezas, sino también por la necesidad de una ley interna escrita y registrada por fatal decreto - vienen a encontrar, llegado un cierto momento, la propia suerte justamente determinada. Dicen asimismo que las almas se alejan de la divinidad, no tanto como rebeldes - por cierta determinación de su propia voluntad - cuanto por cierto orden en virtud del cual se inclinan hacia la materia, de manera tal que vienen a caer, no a causa de una libre intención, sino como por cierta oculta consecuencia. Y ésta no es otra que la inclinación que tienen a la generación, como a cierto bien menor. Y digo bien menor en tanto que pertenece a esa naturaleza particular, no ya en cuanto pertenece a la naturaleza universal, en la que nada ocurre sin un fin óptimo que todo lo dispone según justicia. Una vez en la rueda de la generación, las almas (por la conversión que se produce vicisitudinalmente) retornan de nuevo a las moradas superiores.


Cicada.- ¿De manera que pretenden éstos que sean las almas impulsadas por la necesidad del destino y que en nada guíen según su propio consejo?


Tansillo.- Necesidad, destino, naturaleza, consejo, voluntad: todos concurren en uno en las cosas ordenadas justamente y sin error. Por otra parte (como refiere Plotino), piensan algunos que ciertas almas pueden escapar de ese mal que les es propio, refugiándose en la mente al conocer el peligro, antes de ser revestidas del aspecto corporal, pues la mente las eleva a las cosas sublimes como la imaginación las inclina hacia las inferiores; la mente las mantiene en estabilidad y la identidad como la imaginación en el movimiento y la diversidad; la mente tiende a captar la unidad mientras la imaginación se forja sin cesar imágenes varias. Entre ambas hállase la facultad racional, compuesta de todo, como corresponde a aquello en que converge el uno con la multitud, lo mismo con lo diverso, el movimiento con la estabilidad, lo inferior con lo superior.


Pues bien, esta conversión y vicisitud se halla figurada en la rueda de las metamorfosis, donde el hombre se encuentra en la sede más eminente, yace en lo más bajo una bestia, desciende por la izquierda un ser mitad hombre y mitad bestia, y asciende otro, mitad bestia, mitad hombre, por la derecha. Muéstrase esta conversión cuando Júpiter - según la diversidad de afectos y modos de afectos que hacia las cosas inferiores experimenta - se reviste de ciertas figuras, asumiendo forma de bestias, o cuando los otros dioses transmigran a formas bajas y ajenas; y cuando, por el contrario, recuperan la propia y divina forma en virtud del sentimiento de la propia nobleza; así también, el furioso heroico, elevándose por la especie concebida de la divina belleza y bondad con las alas del intelecto y la voluntad intelectiva, se alza hacia la divinidad abandonando la forma de sujeto más bajo. De ahí que dijera: 'De sujeto vil en dios yo me convierto. En dios me transformo, siendo cosa inferior'.


Fin del tercer diálogo


Primavera 2013

 

Federico González, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, en prensa. Próxima edición en Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Selección de algunas entradas vinculadas con la escritura, el libro y la lectura.


Biblioteca


Según el Diccionario de la R. A. E. el origen de la palabra biblioteca:


deriva del latín bibliothēca, y este del gr. βιβλιοθήκη
1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.
2. f. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura.
3. f. Mueble, estantería, etc., donde se colocan libros.
4. f. Conjunto de estos libros.
5. f. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un ramo del saber y de las obras que han escrito. La biblioteca de don Nicolás Antonio.
6. f. Colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí, ya por las materias de que tratan, ya por la época y nación o autores a que pertenecen. Biblioteca de Jurisprudencia y Legislación. Biblioteca de Escritores Clásicos Españoles.


Biblioteca Bodleiana (Bodleian Library), Oxford


Nos informan los periódicos de que cada vez es mayor el número de personas que acceden al libro electrónico, y se ve como bueno su futuro. Todo lo contrario de lo que anuncian sobre el libro en papel, que hoy es visto por estos conocedores del futuro como algo ya anacrónico.


[A Jorge Luis Borges, lector-escritor de profesión que desde empleado de una biblioteca de barrio fuera degradado a inspector de aves en un mercado, y al que se concedió posteriormente como compensación por la ofensa recibida el directorio de la Biblioteca Nacional, amén de otras muchas razones para escogerlo.]


Este autor también dejó escrito que imaginaba el paraíso como una enorme biblioteca y, ya sin vista, caminaba por sus apesadumbrados pasillos que semejaban un laberinto sin salida mientras agitaba su bastón de ciego no sin cierta vehemencia que el otoño no hacía más que exaltar. También planteó en sus escritos como ejercicio literario –y filosófico– la idea del universo como una biblioteca, de la que hemos carecido siempre aquellos a quienes nos gusta leer; sin embargo, el trabajo paciente de los bibliotecarios desde la época de la Biblioteca de Alejandría, aunque con ciertos antecedentes, se ha prolongado hasta hoy creando un fondo de enseñanza a través de la literatura y la belleza tal cual se apreció en Occidente hasta el fin del siglo XX.


Biblioteca de la Universidad Joanina
Coimbra, Portugal


Libro

El mundo, para muchas tradiciones, está equiparado a un libro donde la pluma divina escribe, o pinta, constantemente la totalidad de lo manifestado. Este libro de la vida es el texto sagrado y sapiencial por excelencia, imagen paradigmática de cualquier escritura y de todo libro, revelado o no. El Creador ordena a los escribanos celestes el ejecutar cada parte de la obra que él dirige en relación a los ritmos, secuencias y conjuntos armónicos que en sí mismo organiza. Su lenguaje es necesariamente poético en cuanto rítmico, y profético por su desarrollo. En el Libro de la Vida están escritos todos los nombres y por lo tanto aquéllos que pueblan el universo, por más pequeños o insignificantes que nos parezcan. La Sacerdotisa, lámina II, lee constantemente el libro del presente, compuesto de pasados y futuros. (Federico González, Tarot, cap. VII: "Diccionario de símbolos del Tarot", entrada "libro").


Arcano II del Tarot de Marsella


Códice


Libros escritos con formas ideográficas, aunque algunas de valor fonético, en un material fabricado de corteza de árbol, posteriormente "estucado", en los que plasmaban algunos pueblos indígenas americanos con gran maestría, sus historias y cronologías, sus calendarios, y todos sus conocimientos relacionados con los panteones, mitologías, rituales, la astrología, la agricultura, la medicina, la adivinación y las profecías. A pesar de la indiscriminada y salvaje destrucción que de los códices hicieron los conquistadores, se conservan varios de ellos dando testimonio de lo sofisticado y elevado de los conocimientos de estos aborígenes mesoamericanos.


Se llaman también códices a libros de sabiduría de otras muchas Tradiciones, generalmente recopilaciones de saberes.


a) Tlacuilo, pintor de códices. Códice Mendocino
b) Jeroglífico representando 8.000 rollos de papel
c) Forma típica del códice prehispánico


Escritura


La más perfecta forma de comunicación. Cuanto más anterior es la referencia sobre una escritura de tipo glífico (Egipto, maya, chino…) o sea la representación por jeroglíficos o ideogramas, más son las posibilidades que las lenguas brindan. Por otra parte, incluso son capaces de nombrar a la cosa en sí y según dicen los que saben, representan asuntos de orden primordial y sobre todo son enormemente inteligentes para relacionar estas ideas jeroglíficas entre ellos con harta rapidez y numerosísimas variantes, obteniendo una lengua apropiada para cada civilización, aunque no todas han logrado una escritura y la transmisión era oral.


Igualmente se dice que antiguamente, es decir, cuando no había escritura y la expresión era de hombre a hombre, era aún más clara e inmediata para la transmisión de las cosas en sí mismas –como es probable que así fuera– y desde luego que guiños, codazos y gestos en general ayudan al intercambio y conforman igualmente códigos en los que pueden intervenir los sonidos elementales, guturales y los gruñidos y silbidos y todo tipo de ruidos humanos y sin duda naturales.


Los hombres hemos producido escritura y a través de ella nos comunicábamos y la compartíamos entre distintas naciones. Sin embargo hoy en día desde internet (1990) se comunica apenas con gruñidos verbales y parece que volvemos a épocas cavernícolas. Lo cual no estaría mal si a la nuestra le diera un poco el sol y no fuese tan húmeda y ruidosa, es decir, una bazofia.


Al presente no se lee y por eso llegamos a los guiños de un lenguaje actual cada vez más privado de conceptos llamados a ser tales. Por lo que la inteligencia tiende a atrofiarse por este olvido de la palabra y la lengua de la que se nos ha desposeído. Sin embargo, parece ser ésta la época donde hay más escritores pese a que no vendan sus libros ni paguen un cuarto por ellos. Una doble paradoja.


2. Los códices, vasos, platos y restos arqueológicos mayas, podrían tener una lectura fonética, basada en el abecedario que da el padre Landa, (y posteriormente Belin) y otras informaciones de su texto, lo cual sería –y es– una forma de acercarse a descifrar su escritura silábica en algún aspecto. Aunque parecen ser la mayoría jeroglíficos y no representar el lenguaje oral. Lo que sí se ha revelado –y es lo más importante– son sus jeroglíficos del tiempo y muchos toponímicos de ciudades y sitios y una serie de palabras que se repiten en muchos códices (vgr. cacao, loro, oeste, cielo, quetzal) etc., y ciertos nombres propios de señores, tal vez apelando un poco a la imaginación. En cuanto a los diversos estilos en que están pintados los vasos del clásico, verdaderos rollos crípticos, son muchísimos y además escritos durante largos períodos, lo cual dificulta, de modo añadido, su lectura, al igual que los distintos puntos geográficos en que los escribas los pintaron y marcaron así un estilo.


3. El origen de la escritura, la egipcia, la sumeria, la maya, por ejemplo, es la grafía –y el dibujo– como forma mágica, así como el comienzo de la ciencia moderna es también la experimentación de energías ocultas, inmanentes al proceso creativo, que son manifestadas por su mediación.


Escriba


Recordemos esta poesía traducida por Miguel-León Portilla que describe al pintor-escritor (tlacuilo) y que también podría describir al escriba-pintor Thot.


El buen pintor: entendido, llevando a dios en su corazón,
Pone su corazón divinizado en las cosas,
En diálogo con su propio corazón…


Thot
J. F. Champollion, Panthéon Égyptien, 1823


Al mismo tiempo en otro poema traducido por el mismo autor se habla del zuquichiuhqui, el ceramista.


El que da un ser al barro:
De mirada aguda, moldea, amasa el barro.
Al barro enseña a mentir.
En diálogo con su propio corazón,
Hace vivir las cosas, las crea…


Si se tiene en cuenta que el mundo es una pintura, y las palabras crean un mundo se comprende mejor la función del tlacuilo y aún la del ceramista que como él,


hace vivir las cosas, las crea.


La mano del artista, sosteniendo un pincel,
emerge de las fauces de una serpiente mitológica.
Dibujo grabado sobre hueso del Templo I de Tikal.
Reproducción de Paul Gendrop.


Hermes en la Tradición Griega cumplía estas mismas funciones, a las que habría que agregar las de inventor del lenguaje humano, de origen fonético, o mejor silábico-cantado.
En el Renacimiento Marsilio Ficino, siguiendo a Platón, dijo algo muy parecido, y en todo caso –como ya hemos señalado en otra entrada–, con el mismo significado: la realidad es un caos pintado de formas.


Escriba o pintor,
esculpido en una lápida de Palenque.
Dibujo de Paul Gendrop, Arte Prehispánico en Mesoamérica.


Escriba de los dioses


Cualquier escritor protegido por los dioses, a los que honra y manifiesta, tal cual el Thot egipcio, o el Metatrón hebreo, sus antecesores míticos.


El dios babuino, forma de Thot como patrón de los escribas humanos

Lenguaje

Con veintidós signos o claves conocidas con el nombre de letras se completa un código que abarca la totalidad de las cosas que pueden ser nombradas, sin exclusiones ni omisiones posibles. Diez son los dígitos con los que se pueden obtener las indefinidas combinaciones de las posibilidades numéricas. Las letras son complementarias a los números como la geometría lo es a la aritmética. Conjuntamente definen a su manera las posibilidades de la forma en el espacio y el tiempo. Nada hay fuera del lenguaje salvo lo Innombrable. Un lenguaje es una estructura que revela la totalidad significativa y su significado significante. Es la expresión del Verbo hecho carne, encarnado. Todo lo manifestado configura un código o lenguaje, perfectamente legible y audible para quien quiera descifrarlo. (Federico González, En el Vientre de la Ballena, textos alquímicos).



Lenguaje humano


Nada existe hasta que se nombra. El poder del lenguaje subyace a todos los gestos. El Verbo al mismo tiempo que genera el universo también lo limita como nos es dado ver en cada nacimiento, que igualmente está signado por la muerte.


2. El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, / de una pequeña porción de su propia divinidad, / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora / hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.


Habiéndose erguido / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora, / concibió el origen del lenguaje humano.


De sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora / creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano / e hizo que formara parte de su propia divinidad.


Antes de existir la tierra, / en medio de las tinieblas primigenias, / antes de tenerse conocimiento de las cosas, / creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano / e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandu / que formara parte de su propia divinidad.


Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora, / concibió el fundamento del amor.


Antes de existir la tierra, / en medio de las tinieblas primigenias, / antes de tenerse conocimiento de las cosas, / y en virtud de su sabiduría creadora, / concibió el origen del amor.


Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, / habiendo creado una pequeña porción de amor, / de la sabiduría contenida en su propia divinidad, / y en virtud de su sabiduría creadora / el origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad.


Antes de existir la tierra, / en medio de las tinieblas originarias, / antes de conocerse las cosas, / creó en su soledad el origen de un himno sagrado.
(La Literatura de los Guaraníes, recopilado y traducido por el antropólogo León Cadogan). (→ Creación).



Primavera 2014

 

Giovanni Boccaccio, Mujeres preclaras. Ed. Cátedra, Madrid, 201o. Capítulo XXXII, Pentesilea, reina de las Amazonas.


Pentesilea, ilustración manuscrito s. XV
Biblioteca Nacional de Francia

La virgen Pentesilea fue reina de las amazonas y sucedió a las reinas Oritía y Antíope. Pero no leí en ningún sitio quiénes fueron sus padres. Dicen que despreció la noble belleza de su rostro y, superando la delicadeza femenina de su cuerpo, emprendió la práctica de las armas de sus mayores. Cubrió la rubia cabellera con un casco y colgó el carcaj de su costado y montó caballos y carros según el uso militar, no el femenino. Por su fuerza y su disciplina se mostró más admirable que las demás reinas anteriores.


Consta que no careció de talento y capacidad cuando se lee que el uso del hacha, desconocido hasta su tiempo, lo descubrió ella.


Según algunos, cuando oyó hablar del valor del troyano Héctor, lo amó ardientemente aun sin haberlo visto y en el deseo de concebir de él una ilustre descendencia para sucederla en el trono, encontró la excusa para acudir con gran número de tropas en su ayuda contra los griegos.


No la asustó la ilustre fama de los príncipes griegos, antes bien, deseando gustar a Héctor más por las armas y el valor que por su belleza entró a menudo en combate con numerosos enemigos, alguna vez derribó a sus oponentes con la lanza, los rajó con su espada y con su arco repelió y puso en fuga a una turba de soldados. En fin, actuó con tanta grandeza y virilidad que cuando la vio provocó la admiración de Héctor.


Un día en que la heroína combatía con una formación cerrada de enemigos para mostrarse más digna de lo acostumbrado ante tan gran amante, muertos ya muchos de los suyos, la desgraciada cayó muerta en medio de los griegos.


Aunque otros aseguran que llegó a Troya cuando ya había muerto Héctor, siguió luchando allí y allí murió en dura pelea.


Hay quienes admiran a las mujeres que, armadas, se atreven a luchar con hombres pero la admiración disminuye si pensamos que el hábito cambia la naturaleza por lo que Pentesilea y las que son como ella se convierten por el uso de las armas y son más hombres que los que la naturaleza hizo machos por el sexo y que por la ociosidad y la molicie se convierten en mujeres o en liebres con casco.




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