Capítulo VII

El Nuevo Mundo
Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1648-1695)



Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz en su biblioteca-museo.
Obra de Miguel Cabrera


¡Musa, vamos, pues, Musa de variada melodía, siempre cantora en muchos tonos, comienza a cantar un nuevo canto de jóvenes muchachas! (Alcmán. Coro de doncellas)


En las extraordinarias tierras del Nuevo Mundo, símbolo –para muchos de los hombres que poblaron el Viejo Continente del siglo XVII– de la Tierra Prometida o de la Residencia de la Inmortalidad, o de la Tierra de los Santos o del Santo Palacio, es decir, del Centro espiritual donde simbólicamente mora la deidad, destaca otro faro de luz: Sor Juana Inés de la Cruz. Si queremos conectar con el mensaje que nos legara esta poetisa y "amante de la Sabiduría", nada mejor que las palabras trazadas por su pluma, que como ella misma reconoció no eran invención personal, sino el fruto de la revelación:


– Sílabas las estrellas compongan,


versaba en un poema–, las que conformaron una obra rica, culta, amplia, profunda, arquitectónica, geométrica, musical, y en definitiva, imperecedera por la naturaleza suprahumana de su origen240.


Igualmente inestimable el libro Hermetismo y Masonería de Federico González, ya citado, en el que el autor reconoce a esta mujer como un eslabón de la áurea cadena de iniciados de la Tradición Hermética, al tiempo que nos proporciona las claves para penetrar la trascendencia de sus escritos; de hecho el estudio íntegro de esta obra, tan fresca como profunda, es imprescindible para aquél que desee rescatar la corriente subterránea del hermetismo y su fecunda pervivencia hasta la actualidad. Nos hemos apoyado también en el ensayo de Octavio Paz Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe241 donde ofrece una perspectiva amplísima tanto de la vida de esta singular mexicana, como de su producción literaria y del contexto sociocultural e histórico en el que vivió, así como también de las ideas que alimentaron este período reciente de la humanidad. Y por último, las aportaciones del estudio de Marie-Cécile Benassy-Berling: Humanismo y religión en Sor Juana Inés de la Cruz242.


La lectura inteligente y concentrada de estos textos deviene un goce intelectual y nos permite acuñar otro medallón de este tesoro hermético e interior, en el que de nuevo plasmamos un punto de vista que escapa de la biografía literal de esta mujer y de un estudio erudito de su producción literaria –para lo cual hay muchísimos títulos que uno puede consultar– y por el contrario nos centramos en rescatar su contribución al legado de la Filosofía Perenne.


Empezamos, pues, señalando algunos hechos de la vida de Sor Juana Inés por su carácter simbólico o revelador de posibilidades que trascienden la limitación de la individualidad, y que más bien se refieren a la concreción material de realidades invisibles y metahistóricas del Ser. Mujer que desde la más tierna infancia manifestó una inclinación innata hacia el saber y que no dejó de alimentar hasta su muerte; hija natural de una criolla con una cierta independencia y de padre desconocido, Juana Inés se crió en el campo, en la hacienda de su abuelo materno, el cual contaba con una vasta biblioteca en la que tomó afición por la lectura, despertándosele el amor hacia las letras. Dice ella misma:


Es que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas– ni propias reflejas –que he hecho no pocas– han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí
243. (Obras Selectas, pág. 774)


No había cumplido los tres años de mi edad cuando, enviando mi madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñase a leer en una de las que llaman amigas, me llevó a mí tras ella el cariño y la travesura; y viendo que le daban lección, me encendí yo de manera en el deseo de saber leer, que engañando a mi parecer a la maestra, le dije que mi madre ordenaba que me diesen lección.


Acuérdome que en esos tiempos, siendo mi golosina la que es ordinaria en aquella edad, me abstenía de comer queso, porque oí decir que hacía rudos, y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer, siendo éste tan poderoso en los niños. (pág. 775)


¡Impulso innato al Conocimiento, consubstancial al ser humano, y modelo a imitar por los seres que no quieren permanecer dormidos o apegados a la irrealidad de lo pasajero y contingente, sino que desean sinceramente despertar y saber de dónde vienen, quiénes son y a dónde van!


Sor Juana Inés consagra íntegramente su existencia a una labor de índole intelectual tendente a la metafísica. Cada decisión que toma y cada paso que da en la vida plasma la comprensión de los principios universales emanados del Principio Supremo y su adecuación a unas circunstancias secundarias derivadas del orden principial, en conformidad con la naturaleza psico-física de la adepta y con la situación socio-política-geográfica e histórica que le tocó vivir. Esa niña precoz en el estudio, de inteligencia despierta, autodidacta244, locuaz, voluntariosa y recta de intención, se traslada del campo a la corte del Virrey de Nueva España durante su adolescencia, y un mundo de nuevas posibilidades se abre ante ella. Participa en tertulias literarias, acude al teatro, vive las intrigas palaciegas, traba amistades íntimas y se impregna por doquier del ambiente mágico y jeroglífico de la Nueva España del siglo XVII. Se la empieza a valorar por las poesías que escribe, por la amplitud de conocimientos que demuestra aún siendo tan joven, así como por su ingenio, encanto y belleza, pero nada de ello la desvía del único motor y meta de su vida. En su calidad de mujer e hija natural, sin padre conocido, sin dote, sin recursos y negada para el matrimonio, decide a los 19 años tomar los hábitos, no como consecuencia del reconocimiento de la llamada del Dios tal como lo entiende la religión, esto es, dual, exterior y personalizado, ni movida por un fervor sentimental o moral, sino como expresión de la total adhesión al reclamo interior de conocer su verdadera esencia. Para Juana Inés, el estado de religiosa deviene una profesión, el medio óptimo para que una mujer de su tiempo atraída por la Sabiduría pueda cultivar el Arte y la Ciencia Sagrados, vehículos para la realización espiritual, sin por ello despertar sospechas ante la sociedad y simultáneamente disponiendo del máximo de tiempo posible para tal cometido, al quedar liberada de muchas obligaciones y sobre todo de la gestación y crianza de los hijos. Oigámosla:


entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales) muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener otra ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. (pág. 776)


Y no debemos leer en esta investigación que emprende desde su más tierna infancia una simple curiosidad o erudición, pues,


yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. (pág. 774)


Para Sor Juana Inés esta atracción y pasión por las letras no nace del esfuerzo o del empeño, sino que se da de natural en su ser, tan es así que siendo joven creía que todo el mundo sentía dicha inclinación, y sólo al crecer descubre que no todos los seres humanos poseen tales predisposiciones y dones. Empero, esta mujer extraordinaria por sus talentos y cualidades sigue una vida solitaria en pos del Conocimiento, y por lo dicho hasta ahora y lo que veremos más adelante creemos no errar al reconocer en Juana Inés a una de las muchas adeptas de la Tradición Hermética, la cual, siendo tan plástica por naturaleza, ha posibilitado la incorporación de seres solitarios en su "Colegio Invisible", de individualidades que no se han adscrito a ninguna organización iniciática, sino que por una revelación directa del Noûs en la copa vacía del corazón se han vinculado a la cadena sutil que religa todos los mundos a su Principio, lo que les ha permitido seguir una senda mágico-teúrgica, sobrenatural, para conquistar la única y verdadera Patria Celeste. Una de las posibilidades de la iniciación en el seno de la Tradición Hermética:


se deja a lo individual, es decir a las personas puestas bajo la advocación de Hermes, o sea a todos aquellos buscadores del Conocimiento y la Sabiduría, Adeptos a los Misterios de la Ciencia Sagrada emanada del Gran Arquitecto del Universo, recipiendarios de una Influencia Espiritual venida desde los más remotos orígenes (verticales y horizontales) y que como una cadena de oro se prolonga, siempre nueva, incólume, hasta nuestros días, lo cual puede advertirse incluso en su proyección histórica y en los documentos espirituales-intelectuales que la abonan. (Hermetismo y Masonería, op. cit., pág. 39)


Y además,


esta posibilidad de incorporarse a la Tradición Hermética es especialmente significativa para la mujer
245, sobre todo en los tiempos más cercanos al nuestro, en los que las vías iniciáticas afines a la naturaleza femenina han ido desapareciendo por completo, como hemos tenido oportunidad de estudiar en el Medallón de Cristina de Pizán, acrecentándose por otro lado una serie de prejuicios morales, religiosos, psicológicos y coyunturales que han pretendido borrar la impronta de su presencia y función en el seno de la cultura, privándolas incluso de cualquier posibilidad de realización interior, si no es, precisamente, esta vía solitaria o bien su incorporación a la actual Masonería246.


Los Libros Sapienciales


Habló pues así: "Oh libros sagrados que fuisteis escritos por mis manos imperecederas, vosotros sobre los que, habiéndoos ungido con el ungüento de inmortalidad, tengo todo poder, permaneced a través de todos los tiempos, imputrescibles e incorruptibles, sin que os vea ni descubra ninguno de aquellos que habrán de recorrer las planicies de la tierra, hasta el día en que el cielo envejecido dé a luz organismos dignos de vosotros, aquellos que el Creador ha llamado almas". (Corpus Hermeticum. Extractos de Estobeo, XXIII)


En el convento de San Jerónimo es donde Sor Juana Inés profesa definitivamente, después de una primera experiencia fallida en la orden de las Carmelitas Descalzas. En ese tiempo, las celdas eran grandes recintos con varias dependencias, y en la suya, la joven mujer reúne al universo entero. Es sabido que muchos adeptos de la Tradición Hermética han viajado incansablemente, siendo ese recorrido exterior un símbolo del único y verdadero viaje interior y espiritual. Pero Sor Juana Inés, desde que entrara en el convento, no se movió nunca más de él, lo cual no quiere decir que estuviera aislada del mundo, pues también es cierto que en aquella época esos centros de religiosas eran focos culturales en los que se realizaban tertulias literarias, conciertos, etc., y en los que el correo con el exterior era constante. Su celda se convirtió en un recinto mágico-teúrgico, una biblioteca-museo-laboratorio en el que acontecía la teofanía, y desde cuyo enclave viajó por todas las esferas, visibles e invisibles, con el soporte fundamental de los libros y de toda una serie de artilugios de medición y observación astronómica, instrumentos de música y matemáticos, elementos naturales y objetos raros. Centrándonos en los libros, éstos tienen una función trascendental y vehicular en el seno de la Tradición Hermética y en Sor Juana Inés ello se hace bien palmario en este fragmento:


Volví, (mal dije, pues nunca cesé): proseguí, digo, a la estudiosa tarea (que para mí era descanso en todos los ratos que sobraban a mi obligación) de leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros. (Obras selectas, pág. 777)


Sin ninguna duda, éstos fueron para Sor Juana Inés un soporte muy importante, aunque no imprescindible, para el recorrido en los primeros tramos del proceso iniciático.


Confieso también que con ser esto verdad tal que, como he dicho, no necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de ayudar los muchos que he leído, así en divinas como en humanas letras. (ibid., pág. 792)


Tal como explica Federico González:


Son los libros por ello fundamentalmente los iniciadores en la Tradición Hermética (si no ¿para quién hubieran sido escritos?) y muchos nos narran directamente la Revelación de Hermes Trismegisto, o sea la Revelación Hermética; las enseñanzas no son necesariamente orales, como en las tradiciones orientales, ni hay ashrams o tarîqas. Ni siquiera hay una religión, ni normas, ni dogmas, ni compromisos especiales, salvo con el Conocimiento. (op. cit., pág. 87)


A través de este testimonio vemos claramente la idea que la transmisión del mensaje tradicional ha adoptado a veces formas extraordinarias para perpetuarse, como es por ejemplo su vehiculación a través de la ya mencionada literatura sapiencial. Es sabido que la Palabra directa o el Verbo que se comunica de generación en generación es la manera más natural de legar la enseñanza, pero también es posible que determinados libros burilados por iniciados devengan puertas hacia el Conocimiento y que su letra sólo permanezca muerta para quienes no posean las claves para vivificarla; mas si uno aprende a orientarse correctamente, el portal se abrirá y dicha enseñanza oculta y esotérica se revelará en la intimidad del corazón del recipiendario. El libro dictado por la deidad es alimento, y también fuente por la que fluye la influencia espiritual; por eso se dice que


al abrir un libro inspirado se abre también su templo, o mansión247.


Todo esto nos incita a "llamar a la puerta" de la biblioteca de Sor Juana Inés, ámbito acerca del cual se ha especulado mucho –sobre todo porque no se ha conservado un inventario de los títulos que atesoraba–, pero seguro que en sus repletas estanterías figuraba mucha de esta literatura sagrada propia de la Tradición Hermética. En el exhaustivo ensayo que hemos mencionado anteriormente de Octavio Paz y también en el de Marie Cécile Benassy-Berling, se da debida cuenta de muchas de las lecturas que acompañaron y guiaron el peregrinar de la poetisa mexicana. Nos dice el ensayista:


Una biblioteca es el reflejo de su dueño. Sor Juana era monja y poetisa, aficionada a la teología y a la mitología, amante de la música y curiosa de ciencias y noticias raras.


Justamente es en "el lugar del tesoro" donde se dedicó a reunir obras y tratados relativos a todas las disciplinas herméticas, y su estudio paciente y perseverante le permitió ascender de escalón en escalón por los nudos secretos que religan todo el mundo a su Principio. La mitología constituyó una de las principales fuentes de transmisión espiritual e inspiración para Sor Juana Inés, especialmente la egipcia y la grecorromana (las civilizaciones cuna de la Tradición Hermética). En las repisas de su gabinete de estudio es muy posible que figurasen las obras de Vicenzo Cartari (Cartario), Pierio Valeriano, Natalis Comes (Natal Conti), Ravisio Textor, Bocaccio y Vitoria, autores fidedignos que habían recogido las enseñanzas antaño orales y que fijaron por escrito con el fin de conservarlas y legarlas a su descendencia espiritual. El mito es el lenguaje por excelencia de los dioses, y la monja mexicana bebió en la fuente primigenia de la que brotó la Tradición Hermética. El tiempo del mito es el único real, el tiempo vivo que acontece en el interior del ser humano y que lo pone en contacto directo con la eternidad. Aquél que oye o lee el relato mítico y se reconoce o identifica con él, retorna al origen y accede a la realidad del Espíritu; el mito, junto con el símbolo y el rito son la trilogía esencial de transmisión y revelación en la vía de la Iniciación ya sea solitaria o en el seno de una organización iniciática.


Además, Sor Juana se empapó de muchas otras fuentes tradicionales. Conoció y leyó a las autoridades clásicas, las cuales cita en sus escritos: Platón, Aristóteles, Macrobio, Cicerón, Plinio el Joven y el Viejo, Séneca, Apuleyo y Plutarco; a los poetas: Homero, Virgilio, Ovidio, Lucano, Horacio, Estacio, Claudiano, Ausonio, Juvenal y Persio; a historiadores como Tácito y Julio César; también a Sta. Teresa de Avila, San Juan de la Cruz y Fray Luis de Granada; y a los padres de la Iglesia, como Ireneo, Lactancio y Crisóstomo, así como a San Isidoro, San Agustín, San Jerónimo y otros. Igualmente estudió diversos tratados de teología y religión, pues ya es sabido que el conocimiento esotérico nunca ha estado en contradicción con la práctica y el estudio exotérico, y siendo el esoterismo lo más interno o jerárquicamente superior, no excluye el conocimiento de otros ámbitos más exteriores.


Queremos destacar también la influencia y maestrazgo que ejerció sobre Sor Juana el hermetista Athanasius Kircher (nuevamente a través del libro, pues nunca tuvo relación personal con él), uno de los personajes claves de ese siglo XVII, fundamentalmente por la labor de investigación y estudio enciclopédico que cultivó toda su vida, y también por su interés en mantener vivos y actualizados los conocimientos universales presentes en la antigua tradición egipcia, caldea, órfica, pitagórica, china, precolombina, etc., interés que lo llevó a meditar y escribir sobre numerología, música, astronomía, antropología, historia, lingüística, desciframiento de jeroglíficos, descripción de instrumentos mecánicos y muchas otras ramas del saber. A través de este autor, Juana Inés recibió en un lenguaje vivo y comprensible (no solo escrito, sino también visual, gracias a los grabados y dibujos con los que Kircher ilustraba sus obras) la esencia de la Tradición Hermética. Obras del jesuita alemán como Oedipus Aegiptiacus, De magnete, Ars magna lucis et umbrae, Prodomus Coptus, Magnetiam Naturae Regnum, Iter Extaticum y otras, inspiraron en Sor Juana Inés tres de sus escritos más marcadamente herméticos: El Divino Narciso, Neptuno Alegórico (que tiene por protagonista a la diosa Isis) y Primero Sueño, poema sobre el que nos detendremos más adelante. Nos dice Octavio Paz:


Por Kircher, sor Juana se enlaza a una tradición universal y todavía viva, una tradición que no ha dejado de inspirar a los poetas de nuestra civilización, desde el Renacimiento hasta la época contemporánea. Pero esta tradición, por su naturaleza misma, ha sido siempre una corriente subterránea. Sólo hasta ahora empezamos a conocer sus orígenes y percibimos sus ramificaciones. No deja de ser extraordinario que una de esas ramificaciones se encuentre en el México de fines del XVII y que se haya manifestado en uno de los textos más complejos, rigurosos e, intelectualmente, más ricos de la poesía de lengua española: Primero Sueño. (op. cit. pág. 239)


La producción literaria de Sor Juana y las Artes Liberales


Antes de sumergirnos en este poema-jeroglífico, adentrémonos primero en el conjunto de las obras escritas de Sor Juana. Ésta nunca tuvo maestro exterior reconocido, ni alumnos directos, lo que es una evidencia más de su peregrinar solitario:


Lo que sí pudiera ser descargo mío es el sumo trabajo no sólo en carecer de maestro, sino de condiscípulos con quienes conferir y ejercitar lo estudiado, teniendo sólo por maestro un libro mudo, por condiscípulo un tintero insensible. (Obras selectas, pág. 781)


Pero ello no le impidió acuñar un vasto legado escrito que se tradujo en muchas páginas inspiradas y reveladoras de enseñanzas de toda índole, algunas de ellas de carácter esotérico. Sor Juana movió la pluma incansablemente al son de un dictado interno, cultivando todo género literario: prosa, teatro, autos sacramentales, villancicos y sobre todo poesía. Sólo para hacernos una idea de su fructífera producción diremos que escribió doce juegos de villancicos por encargo de las catedrales de México y Puebla, además practicó dos géneros dramáticos de poesía religiosa: la loa y el auto sacramental que incluían títulos como El Divino Narciso, El cetro de José, El mártir del Sacramento y San Hermenegildo; sobre teatro profano publicó Los empeños de una casa, y en cuanto a prosa destacamos un texto al que hemos concedido gran importancia en este Medallón, intitulado Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz, cuyo carácter es autobiográfico y de autodefensa ante los ataques y presiones a los que se verá sometida. Pero lo que fluía con más facilidad de su manantial interno era la poesía. Escribió por encargo de nobles, obispos y virreyes decenas de romances, endechas, redondillas, décimas, glosas, sonetos, liras, ovillejos y silvas. Recordemos que la poesía es el lenguaje por excelencia de la deidad y como nos dice Walter F. Otto en su libro Las Musas: El origen divino del canto y el mito:


También nuestros poetas testimonian a menudo expresamente que sus palabras no nacen de ellos mismos; que es como si un ser más elevado hablara a través de ellos o les inspirara las palabras, o que un tonar musical los invadiera de una manera inexplicable y los impulsara al crear poético, pues son oyentes antes de que ellos mismos empiecen a hablar248.


Y Sor Juana revela:


Pues si vuelvo los ojos a la tan perseguida habilidad de hacer versos –que en mí es tan natural, que aun me violento para que esta carta no lo sean, y pudiera decir aquello de "cuanto decir quería me resultaba en verso– (…)". (pág. 802)


Nuestra poetisa los buriló por divertimento, por encargo y –sobre todo el poema de El Sueño– como vehículo de Conocimiento y expresión de una intelección intelectual supranatural.


El afán por conocer y deseo de "ignorar menos" le llevó a explorar e investigar incesantemente en todas las ramas del saber, siendo objeto de su estudio las Artes Liberales, disciplinas que todas las tradiciones han considerado fundamentales para la aprehensión de la cosmogonía. A propósito de esto, no olvidemos que Hermes es el aspecto mensajero de la deidad una y única, que se identifica con la transmisión por la Palabra y que patrocina y enseña todas las ciencias y las artes a los seres humanos. Además, Thoth, su homólogo egipcio, es el escriba de los dioses e inventor del alfabeto que con tanta gracia combinó Sor Juana. Por eso nos dice:


Con esto proseguí, dirigiendo siempre, como he dicho, los pasos de mi estudio a la cumbre de la sagrada teología; pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los escalones de las ciencias y artes humanas; porque ¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias quien aún no sabe el de las ancilas? ¿Cómo sin lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la Sagrada Escritura? ¿Cómo sin retórica entendería sus figuras, tropos y locuciones? ¿Cómo sin física, tantas cuestiones naturales de las naturalezas de los animales, de los sacrificios donde se simbolizan tantas cosas ya declaradas y otras muchas que hay? ¿Cómo si el sanar Saúl al sonido del arpa de David fue virtud y fuerza natural de la música, o sobrenatural que Dios quiso poner en David? ¿Cómo sin aritmética se podrán entender tantos cómputos de años, de días, de meses, de hebdómadas tan misteriosas como las de Daniel, y otras para cuya inteligencia es necesario saber las naturalezas, concordancias y propiedades de los números? ¿Cómo sin geometría se podrán medir el arca santa del Testamento y la ciudad santa de Jerusalén, cuyas misteriosas mensuras hacen un cubo con todas sus dimensiones, y aquel repartimiento proporcional de todas sus partes maravilloso? ¿Cómo sin arquitectura, el gran Templo de Salomón, donde fue el mismo Dios el artífice que dio la disposición y la traza, y el sabio rey sólo fue sobrestante que la ejecutó; donde no había basa sin misterio, columna sin símbolo, cornisa sin alusión, arquitrabe sin significado; y así de otras sus partes, sin que el más mínimo filete estuviese sólo por el servicio y complemento del arte, sino simbolizando cosas mayores? (…) Allá en el libro de Job le dice Dios: "¿Podrás acaso juntar las brillantes estrellas de las Pléyades o podrás detener el giro del Arturo? ¿Eres tú acaso el que hace comparecer a su tiempo el lucero o que se levante el Véspero sobre los hijos de la tierra?", cuyos términos, sin noticia de astrología, será imposible entender. (pág. 777-779)


Basten, pues, las palabras de Sor Juana para comprender la vigencia de las artes del trivium (gramática, retórica y lógica) y del quadrivium (aritmética, geometría, música y astrología) como soportes para acceder a la aprehensión de la armonía del Cosmos y de las interconexiones y correspondencias entre cada uno de sus mundos o planos, por lo cual la monja pregona:


Y así, por tener algunos principios granjeados, estudiaba continuamente diversas cosas, sin tener para alguna particular inclinación, sino para todas en general; por lo cual, el haber estudiado en unas más que en otras no ha sido en mí elección, sino que el acaso de haber topado más a mano libros de aquellas facultades les ha dado, sin arbitrio mío, la preferencia. Y como no tenía interés que me moviese, ni límite de tiempo que me estrechase el continuado estudio de una cosa por la necesidad de los grados, casi a un tiempo estudiaba diversas cosas o dejaba unas por otras; bien que en eso observaba orden, porque a unas llamaba estudio y a otras diversión; y en éstas descansaba de las otras, de donde se sigue que he estudiado muchas cosas y nada sé, porque las unas han embarazado a las otras. Es verdad que esto digo de la parte práctica en las que la tienen, porque claro está que mientras se mueve la pluma descansa el compás, y mientras se toca el arpa sosiega el órgano, y así de las demás cosas; porque como es menester mucho uso corporal para adquirir hábito, nunca le puede tener perfecto quien se reparte en varios ejercicios; pero en lo formal y especulativo sucede al contrario, y quisiera yo persuadir a todos con mi experiencia a que no sólo no estorban, pero se ayudan dando luz y abriendo camino las unas para las otras, por variaciones y ocultos engarces –que para esta cadena universal les puso la sabiduría de su autor–, de manera que parece se corresponden y están unidas con admirable trabazón y concierto. Es la cadena que fingieron los antiguos que salía de la boca de Júpiter, de donde pendían todas las cosas eslabonadas unas con otras. (…) Todas las cosas salen de Dios, que es el centro a un tiempo y la circunferencia de donde salen y donde paran todas las líneas criadas. (pág. 780)


Empero esta labor sagrada por la que el iniciado se siente tan atraído, y por la cual es capaz de desprenderse de apegos y falsas identidades, no está exenta de peligros y dificultades de toda índole. Sor Juana Inés vive en su propia piel el asedio y la crítica de todos aquellos que no comprendiendo su dedicación y entrega, la envidiaron y censuraron. Este es un nuevo ejemplo, que se suma al ya conocido de Hypatia, las pitagóricas o Margarita Porete, del rechazo por lo sagrado de los seres humanos que han cortado las raíces con su esencia espiritual. Veamos cómo la propia monja expresa estas ideas:


Bien se deja en esto conocer cuál es la fuerza de mi inclinación. Bendito sea Dios, que quiso fuese hacia las letras y no hacia otro vicio que fuera en mí insuperable; y bien se infiere también cuán contra la corriente han navegado (o, por mejor decir, han naufragado) mis pobres estudios. Pues aún falta por referir lo más arduo de las dificultades, que las de hasta aquí sólo han sido estorbos obligatorios y casuales, que indirectamente lo son, y faltan los positivos, que directamente han tirado a estorbar y prohibir el ejercicio. ¿Quién no creerá, viendo tan generales aplausos, que he navegado viento en popa y mar en leche sobre las palmas de las aclamaciones comunes? Pues Dios sabe que no ha sido muy así, porque entre las flores de esas mismas aclamaciones se han levantado y despertado tales áspides de emulaciones y persecuciones cuantas no podré contar, y los que más nocivos y sensibles para mí han sido no son aquellos que con declarado odio y malevolencia me han perseguido, sino los que amándome y deseando mi bien (y por ventura mereciendo mucho con Dios por la buena intención) me han mortificado y atormentado más que los otros… (pág. 782-783)


Y en otro momento exclama:


¡Válgame Dios, que el hacer cosas señaladas es causa para que uno muera! (…) ¡Oh infeliz altura, expuesta a tantos riesgos! ¡Oh signo que te ponen por blanco de la envidia y por objeto de la contradicción! Cualquiera eminencia, ya sea de dignidad, ya de nobleza, ya de riqueza, ya de hermosura, ya de ciencia, padece esta pensión; pero la que con más rigor la experimenta es la del entendimiento. Lo primero, porque es el más indefenso, pues la riqueza y el poder castigan a quien se les atreve, y el entendimiento no, pues mientras es mayor, es más modesto y sufrido y se defiende menos. Lo segundo es porque, como dijo doctamente Gracián, las ventajas en el entendimiento lo son en el ser.
(pág. 783-785)


Paradoja con la que Sor Juana insinúa que cuanto más un ser individual está identificado con el Ser Universal, cuanto más plena es la realización espiritual, más libre se reconoce el ser humano de toda dependencia, de toda contingencia, menos interés por lo mundano y más entrega al desvelamiento de los cielos interiores. Desde el punto de vista profano, este desinterés por lo consuetudinario hace aparecer a los adeptos como seres vulnerables y a veces poco aptos para los quehaceres de este mundo, cuando en realidad, desde la perspectiva sagrada, la fusión con la Verdad –o lo que es lo mismo, la escalada por los mundos o planos del Ser y la conquista del estado de conciencia de Unidad– es el más libre e inexpugnable de los fueros y aquél que lo penetra ya no está afectado por ningún vaivén ni condicionamiento.


Otros vehículos herméticos de Conocimiento


Queremos agregar, además, que al estudio y meditación sobre la Ciencia Sagrada vehiculada a través del libro, se suma otro soporte bien importante, el de la oración del corazón, que nada tiene que ver con la plegaria de tipo exotérico dirigida a un Dios dual, personalizado y fuera de uno. Sor Juana Inés también se manifiesta sobre esta cuestión:


Y después de saberlas todas (que ya se ve que no es fácil, ni aún posible) [se refiere a las artes y ciencias], pide otra circunstancia más que todo lo dicho, que es una contínua oración y pureza de vida, para impetrar de Dios aquella purgación de ánimo e iluminación de mente que es menester para la inteligencia de cosas tan altas; y si esto falta, nada sirve todo lo demás. (pág. 779)


Esta oración, ¿no es más bien la expresión sintética del incesante diálogo de todo ser humano con la deidad que mora en el centro de su ser, o lo que es equivalente desde el punto de vista principial, del Sí Mismo reconociéndose a sí mismo en todas y cada una de sus producciones, siendo el hombre uno de sus destellos? Oración entendida, pues, como unión e identificación con lo invocado. Por otro lado, la iluminación, en lugar de ser vista como un rayo venido de fuera o caído de lo alto, ¿no debe considerarse como el conocimiento directo, sin intermediarios, o como la facultad suprahumana llamada intuición intelectual, que opera por la certeza y la identidad? Sor Juana Inés dirigió siempre su mirada más allá de la visión religiosa y de la salvación individual que ésta promueve, y buscó la verdadera y única liberación, la que procura la identificación con el ámbito de la Metafísica. Y todo lo dicho, ¿no pone en evidencia que esta mujer entendió el esoterismo y no se encerró para nada en una mera práctica religiosa, siempre dual, dogmática y moral-sentimental, ni en una simple erudición ególatra? Recordemos que:


Para la Tradición Hermética son ritos los estudios efectuados a partir de modelos herméticos, la concentración que ello implica, la meditación que promueve, las prácticas que efectivizan la visión y lo imaginal, la oración incesante del corazón como invocación permanente, la contemplación que produce la belleza y la armonía de la naturaleza y el cosmos, y los trabajos auxiliares encaminados al logro del Conocimiento. A este particular queremos traer a la memoria que hay una identidad entre el ser y el conocimiento. El hombre es lo que conoce. ¿Qué otra cosa podría ser sino la suma de sí mismo? Ser es conocer. A saber: que siendo lo que conocemos, la reiteración constante del rito, que sustenta el conocimiento de otras realidades, mundos o planos del Ser Universal, es una garantía en cuanto a la identificación con ese Ser y su conocimiento, a través de un camino jerarquizado, poblado de espíritus, dioses, colores y energías mediadoras
249.


Por último, para ilustrar que Sor Juana no sólo se valió del estudio, la concentración y la oración, sino que también se apoyó en otros soportes complementarios para realizar esta labor titánica, veamos cómo en una ocasión en que una monja le prohibiera estudiar durante un tiempo, ella tomó al mundo entero como fuente de enseñanza:


Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal.
(pág. 789)


Y pone algunos ejemplos al respecto:


Si veía una figura, estaba combinando la proporción de sus líneas y mediéndola con el entendimiento y reduciéndola a otras diferentes. (…) Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y apenas yo vi el movimiento y la figura cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil moto de la forma esférica y cómo duraba el impulso ya impreso e independiente de la causa, pues distante la mano de la niña, que era la causa motiva, bailaba el trompillo; y no contenta con esto, hice traer harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociese si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento; y hallé que no eran sino unas líneas espirales que iban perdiendo lo circular cuanto se iba remitiendo el impulso. (…) Pues, ¿qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? (…) ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena.
(pág. 789-791)


Primero Sueño


A unos les concedió aprehender por la enseñanza el símbolo de la luz; a otros, incluso durante el sueño, les implantó el fruto de su fuerza. (Oráculos Caldeos, nº 118)


Y más, señora mía: que ni aun el sueño se libró de este continuo movimiento de mi imaginativa; antes suele obrar en él más libre y desembarazada, confiriendo con mayor claridad y sosiego las especies que he conservado del día, arguyendo, haciendo versos, de que os pudiera hacer un catálogo muy grande, y de algunas razones y larguezas que he alcanzado dormida mejor que despierta, y las dejo por no cansaros, pues basta lo dicho para que vuestra discreción y trascendencia penetre y se entere perfectamente en todo mi natural y del principio, medios y estado de mis estudios. (pág. 791)


Nos detendremos ahora en la obra que Juana Inés reconoce como la única que escribiera por su gusto, y que constituye el testimonio más evidente de su entronque con el Conocimiento y la Tradición Hermética.


Primero sueño tiene un carácter revelado y, además, enigmático. Todo en él es un gran acertijo. Una primera lectura rápida y superficial lo deja a uno atónito y desconcertado, irradiándolo hacia la circunferencia del círculo mágico que protege al poema-símbolo, y escondiendo la puerta de acceso al "radio" que conecta la periferia con el centro, lugar en el que simbólicamente reside la clave del enigma. En todo el poema no hay traza de sentimentalismo, ni de moral, ni transcurrir temporal, ni egos, ni personalidad, ni particularidad alguna; sólo símbolos y mitos, geometría y ritmo, una arquitectura piramidal, con tintes marcadamente herméticos, unida a una música insonora, suprahumana, emanada del punto central invisible. Nos hallamos, pues, frente a un texto iniciático que de antemano aleja a todo aquél que se acerca con mentalidad profana. Únicamente el que está atento al reclamo interior de la deidad una y sola descubrirá la puerta de acceso y –estando dispuesto a morir y a despojarse del disfraz del "hombre viejo"– llamará confiadamente. Traspasado el umbral, el neófito renacerá a un nuevo estado del ser y podrá recorrer la senda iniciática mágica y sobrenatural que la poetisa describe empleando la simbólica de los estados de vigilia y sueño, los cuales pone en correspondencia analógica con los estados del Ser250.


El sueño cae sobre el mundo y sobre el hombre:


El sueño todo, en fin, lo poseía; / todo, en fin, el silencio lo ocupaba: / aun el ladrón dormía; / aun el amante no se desvelaba. (pág. 695)


El alma emprende entonces un viaje vertical-ascendente y


suspensa / del exterior gobierno


queda liberada en este estado de sueño de la prisión del cuerpo, el cual permanece como


un cadáver con alma, / muerto a la vida y a la muerte vivo (pág. 696)


gracias al funcionamiento de los sistemas vegetativos. La facultad estimativa, la imaginativa y la memoria se repliegan, y la fantasía:


así ella, sosegada, iba copiando / las imágenes todas de las cosas, y el pincel invisible iba formando / de mentales, sin luz, siempre vistosas / colores, las figuras / no sólo ya de las criaturas / sublunares, más aún también de aquellas / que intelectuales claras son estrellas, / y en el modo posible / que concebirse puede lo invisible, / en sí, mañosa, las representaba / y al alma las mostraba. / La cual, en tanto, toda convertida / a su inmaterial ser y esencia bella, / aquélla contemplaba, / participada de alto ser, centella / que con similitud en sí gozaba. (pág. 698-699)


Lo semejante conoce lo semejante, pero la fantasía topa con un límite:


A la región primera de su altura / (ínfima parte, digo, dividiendo / en tres su continuado cuerpo horrendo), / el rápido no pudo, el veloz vuelo / del águila –que puntas hace al cielo / y al sol bebe los rayos pretendiendo / entre las luces colocar su nido– / llegar; bien que esforzando / más que nunca el impulso, ya batiendo / las dos plumadas velas, ya peinando / con las garras el aire, ha pretendido, / tejiendo de los átomos escalas, / que su inmunidad rompan sus dos alas.
(pág. 700)


Tal osadía de la psiqué hace que se despeñe; no es posible acceder a estados suprahumanos de la conciencia contando solamente con las facultades definitorias de la individualidad. Aquí es donde aparece el símbolo de las Pirámides como soporte para penetrar en una intelección superior, en la que el vehículo de la aprehensión es la intuición intelectual que opera por la certeza. El símbolo –depositario y vehículo de energías-fuerza, de influencias espirituales– es el único guía en el camino251:


Las Pirámides fueron materiales / tipos solos, señales exteriores / de las que, dimensiones interiores, / especies son del alma intencionales: / que como suben en piramidal punta / al cielo la ambiciosa llama ardiente, / así la humana mente / su figura trasunta, / y a la causa primera siempre aspira / –céntrico punto donde recta tira / la línea, si ya no circunferencia, / que contiene, infinita, toda esencia–. (pág. 702)


Este poderoso símbolo se pone en correspondencia analógica con el mundo intermediario del alma y con la realidad única del Espíritu representada por su vértice o cúspide:


Estos, pues, montes dos artificiales / (…) si fueran comparados a la mental pirámide elevada / donde –sin saber cómo– colocada / el alma se miró, tan atrasados / se hallaran, que cualquiera / graduara su cima por esfera: / pues su ambicioso anhelo, / haciendo cumbre de su propio vuelo, / en la más eminente / la encumbró parte de su propia mente, / de sí tan remontada, que creía / que a otra región de sí salía; / en cuya casi elevación inmensa, gozosa mas suspensa / suspensa pero ufana, / y atónita aunque ufana, la suprema / de lo sublunar reina soberana, / la vista perspicaz, libre de anteojos, / de sus intelectuales bellos ojos / (sin que distancia tema / ni obstáculo opaco se recele, / de que interpuesto algún objeto cele), / libre tendió por todo lo criado. (pág. 702-703)


Desde este estado de conciencia más allá del tiempo, de la forma y del espacio todo es conocido simultáneamente por identificación. Dice Octavio Paz:


El Intelecto, vuelta el alma a "su ser inmaterial", se contemplaba como una centella del Alto Ser. Esta es la primera mención a la divinidad en el poema: Sor Juana no escribe Dios sino Alto Ser (…) tampoco dice que el alma ha sido creada por Dios sino que es una "centella", una chispa del fuego divino. (op. cit., pág. 490)


El intelecto (facultad de orden suprahumano) "ve" todo en un instante, de forma directa y sin intermediarios, pero la facultad puramente racional queda excedida por tal visión; el alma, entonces, asombrada y deslumbrada de tanto objeto visto, aplaca velas y retrocede:


como el entendimiento, aquí vencido / no menos de la inmensa muchedumbre / de tanta maquinosa pesadumbre / (de diversas especies conglobado / esférico compuesto), / que de las cualidades / de cada cual, cedió: tan asombrado, / que –entre la copia puesto, / pobre con ella en las neutralidades / de un mar de asombros, la elección confusa–, / equívoco las ondas zozobraba: / y por mirarlo todo, nada vía, / ni discernir podía / (bota la facultad intelectiva / en tanta, tan difusa / incomprehensible especie que miraba / desde él un eje en que librada estriba / la máquina voluble de la esfera, / al contrapuesto polo) / las partes, ya no sólo, / que al universo todo considera / serle perfeccionantes, / a su ornato, no más, pertenecientes; / mas ni aun las que integrantes / miembros son de su cuerpo dilatado, / proporcionadamente competentes. (Obras selectas, pág. 703-704)


Tras esta experiencia espiritual en la que se ha vivenciado la plenitud del Ser Universal, y lo mental-racional ha quedado excedido por la magnanimidad del Todo que es Uno, simbólicamente el alma desciende de nuevo hasta la base de las pirámides,


no de otra suerte el alma, que asombrada / de la vista quedó de objeto tanto, / la atención recogió…252,


y desde este punto osa reiniciar el ascenso –es decir, la labor de realización espiritual–, esta vez paso a paso, grado a grado, con el soporte de la doctrina –lo cual equivale a dedicarse con disciplina y perseverancia al estudio de la Ciencia y el Arte Sagrado–, cultivando todas las facultades humanas y suprahumanas y practicando una continua alquimia espiritual: disolviendo y coagulando, atrayendo y segregando, expeliendo lo superfluo y asimilando la substancia útil, pasando del "ínfimo grado del ser inanimado" a "la más noble jerarquía" y conociendo por fusión esencial los indefinidos estados del ser.


Así se expresa todo ello en el poema:
… en su operación misma reportado, / más juzgó conveniente / a singular asunto reducirse, / o separadamente / una por una discurrir las cosas / que viene a ceñirse / en las artificiosas / dos veces cinco son categorías: / reducción metafísica que enseña / (…) ciencia a formar de los universales, / reparando, advertido, / con el arte el defecto de no poder con un intuïtivo / conocer acto todo lo crïado, / sino que, haciendo escala, de un concepto / en otro va ascendiendo grado a grado, / y el de comprender orden relativo / sigue, necesitado / del entendimiento / limitado vigor, que ha sucesivo / discurso fía su aprovechamiento: / cuyas débiles fuerzas, la doctrina / con doctos alimentos va esforzando, / y el prolijo, si blando, / continuo curso de la disciplina, / robustos le va alimentos infundiendo, / con más que animoso / al palio glorïosos / del empeño más arduo, altivo aspira, / los altos escalones ascendiendo / –en una ya, ya en otra cultivando / facultad–, hasta que insensiblemente / la honrosa cumbre mira / término dulce de su afán pesado / (de amarga siembra, fruto al gusto grato, / que aun a largas fatigas fue barato), / y con planta valiente / la cima huella de su altiva frente. (pág. 706-707)


Respecto de esta aprehensión de los estados del Ser, Juana Inés reconoce la ubicación central del estado humano, el cual, por su doble naturaleza mortal e inmortal es el mediador entre el cielo y la tierra, entre los estados superiores y los inferiores y simultáneamente la síntesis del universo entero,


compendio misterioso: / bisagra engarzadora / de la que más se eleva entronizada / naturaleza pura / y de la que, criatura / menos noble, se ve más abatida: / no de las cinco solas adornada /
sensibles facultades, / mas de las interiores / que tres retrices son, ennoblecida / –que para ser señora / de las demás, no en vano / la adornó sabia poderosa mano–: / fin de sus obras, círculo que cierra / la esfera con la tierra, / última perfección de lo criado / y último de su Eterno Autor agrado.
(pág. 709)


Además:


… el hombre, digo, en fin, mayor portento / que discurre el humano entendimiento: / compendio que absoluto / parece al ángel, a la planta, al bruto; / cuya altiva bajeza / toda participó naturaleza. / ¿Por qué? Quizá porque más venturosa / que todas, encumbrada / a merced de amorosa unión sería… (pág. 709)


La bisagra es un símbolo del Eje del Mundo, ese hilo sutil y vertical que pendiendo de un punto inmóvil, el Gran Arquitecto del Universo, religa a todos los planos, esferas o mundos entre sí, posibilitando la armonía del universo. ¿Qué grandeza no estará expresando, pues, la identidad entre el hombre y la bisagra?


Pero en este peregrinaje espiritual, innumerables trabas, fantasmas y dificultades asaltan al alma, sobre todo por sus recurrentes apegos a lo limitado, a lo dual y relativo; ante la intuición del infinito, surge a veces el miedo a no poder entender todo, o a comprender mal, o tarde, o nunca. La cobardía, entonces, se apodera de la psiqué, el hombre se encierra en su pequeñez y tiene miedo de mirar más adentro. La poetisa recurre al mito y rescata la historia ejemplar de Faetón para revelar, veladamente, la clave que da acceso a estados de conciencia universales. Faetón, discutiendo la superioridad de su nacimiento con Epafo, se vanagloria de ser hijo de Clímene y Apolo y para obtener directamente de su padre la confirmación de su origen celeste, emprende un viaje hacia el sol. El dios reconoce ante el joven su paternidad, pero además, Faetón le pide como prueba para vanagloriarse de ello el poder guiar un solo día su carro áureo; Apolo, no sin muchas reservas, acaba accediendo a los ruegos insistentes de su hijo; mas los caballos, al descubrirse conducidos por unas manos que no son las de su amo, emprenden una vertiginosa carrera, causando tales estragos en todo el orbe que finalmente el dios Zeus decide fulminar con su rayo al gallardo Faetón. Sor Juana Inés equipara la osadía que a veces emprende el alma –si no es que renuncia definitivamente al vuelo liberador, hecho desgraciadamente de plena vigencia en el ser humano contemporáneo–, a este mito de Faetón, en cuya aparente derrota reside la posibilidad de la Victoria. El mito indica, paradójicamente, que el acceso al Conocimiento Supremo demanda


matar a la muerte que lo mata a uno,


es decir, matar la ilusión de la individualidad (fulminación de Faetón) para así trascenderla, y fusionándose con el rayo intelectivo, poder acceder a otras posibilidades superiores del Ser, supraindividuales, cada vez más libres e incondicionadas: el mundo de las ideas y de los arquetipos, preámbulo de la última puerta o clave, la que restituye la plena conciencia de la no-dualidad y que se identifica con el ámbito de lo metafísico e infinito. Abatido Faetón, una luz superior despunta, la representada por el astro rey, reflejo en el mundo de la creación de la luz inmaterial emanada del Principio.


Llegó, en efecto, el sol cerrando el giro / que esculpió de oro sobre azul zafiro: / de mil multiplicados / mil veces puntos, flujos mil dorados / –líneas, digo, de luz clara– salían / de su circunferencia luminosa, / pautando al cielo la cérula plana. (pág. 716)


Se produce un nuevo amanecer, una nueva apertura de la conciencia:


… quedando a la luz más cierta / el mundo iluminado, y yo despierta. (pág. 717)


Fin del verso y de la expresión del recorrido espiritual, de la evocación de la ilusión del cosmos, o del Ser como un espejo en el que se refleja la Realidad Absoluta que incluyéndolo en su seno, simultáneamente lo excede. Palabras que han sugerido el Misterio en la medida en que éste puede insinuarse, aún a sabiendas de que por su propia naturaleza nunca podrá ser totalmente revelado, lo que nos hace decir que, ¿no es más bien toda "la existencia como un sueño del que uno despertaría en el único mundo real y verdadero, esto es, el del Espíritu"253?


El último despertar


Por una serie de circunstancias históricas (que Octavio Paz relata con gran rigor en la obra ya citada), las cuales también admiten una lectura superior y simbólica, Sor Juana Inés se vio obligada por la ignorante y recelosa jerarquía eclesiástica a entregar su colección de instrumentos de música, de artilugios mecánicos, de obras de arte y objetos raros o curiosos, los cuales había ido guardando a lo largo de años en su celda-museo y que constituían el complemento de sus investigaciones, así como la posibilidad de la recreación de un mundo mágico y jeroglífico, hecho de indefinidos espejos y ecos o reflejos emanados de un punto prístino; también se le hizo legar la biblioteca, que se desperdigó entre distintas manos y lugares. Dejó de escribir, ratificó sus votos religiosos firmándolos con su propia sangre y habiendo penetrado una epidemia mortífera en el convento de San Jerónimo, la "musa de América" se dispuso a cuidar a las monjas más enfermas, muriendo también ella al poco tiempo.


Muchos han interpretado esta renuncia de nuestra poetisa como una derrota en su empeño intelectual y como una clara muestra de un gran desequilibrio emocional. Para nosotros, la lectura es otra. El sabio que ha llegado al centro de la rueda, o al grado de conciencia de Unidad, ya no está afectado interiormente por ninguna limitación ni dependencia, pues traspasadas todas las muertes-renacimientos, o lo que es lo mismo, sacrificada la Rueda de la Vida o del devenir e instalado en la inmutabilidad del centro –imagen simbólica de la eternidad–, ya ninguna contingencia lo afecta, puesto que ha alcanzado la Suprema Identidad. Sor Juana, la solitaria buscadora, con esos gestos al fin de su existencia, da muestras de la entrega de su disfraz humano para revestirse de la gloria de los altos misterios del Ser que cantó en su poema gnóstico. Muerta definitivamente a la muerte pervive por siempre. El final de Primero Sueño


… y yo despierta


es símbolo de su fusión con la Verdad Eterna. Como corolario, indicar someramente que Sor Juana Inés, en la carta testimonio-testamento de la que hemos ido extrayendo citas a lo largo de todos estos apuntes, reconoce una larga lista de mujeres ilustres y sabias254, cada una de las cuales ha participado desde su ámbito y nivel de conciencia en la búsqueda universal del Sí mismo. Muy interesantes las consideraciones que sugiere sobre la educación de las mujeres calificadas para el estudio, así como las del papel que debiera jugar la experiencia y la ancianidad en la transmisión de la enseñanza; y para terminar, una frase que destaca: "la mujer aprenda en silencio", que en realidad cree debiera aplicarse todo ser humano. Sólo en el silencio se oye la revelación del Misterio; callar es previo a hablar y para poder transmitir sobre los misterios del Ser, se demanda de antemano un vaciado y despojamiento de todos los escollos que enturbian la conciencia; un silencio atento, gracias al cual podrá operarse la identificación con el Espíritu en lo más recóndito de la copa del corazón.


Estas cosas no son para los ignorantes ni son de la clase de las que se pueden gritar a los cuatro vientos. Tomadas del Tesoro de la filosofía, en la propia fuente de la Musa, merecen ser recibidas con benevolencia por los discretos. (Francesco Colonna. Prólogo de El Sueño de Polífilo)

Notas

240 Para realizar esta investigación hemos consultado la siguiente compilación de textos de la autora: Sor Juana Inés de la Cruz. Obras Selectas. Ed. Noguer. Barcelona, 1976. (Retorno al texto)

241 Ed. Seix Barral. Barcelona, 1998. (R)

242   UNAM, México, 1983. (R)

243  "Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz". En: Sor Juana Inés de la Cruz. Obras Selectas, op. cit., pág. 774. A destacar que rara vez aparece la palabra Dios en la obra de Sor Juana Inés, sino que cuando ésta se refiere a la divinidad, lo hace más bien con vocablos como "Alto Ser" o "Causa Primera", los cuales se ajustan más a la idea de la deidad totalmente impersonal, interior, indeterminada e infinita. En esta carta que escribió la monja mexicana a modo de testimonio público y defensa de lo que fue la gran pasión de su vida, a saber, el amor al Conocimiento, es donde más emplea el término Dios; pero creemos que este término debe entenderse en el sentido que acabamos de apuntar. (R)

244  Dice Sor Juana Inés: "empecé a deprender gramática (…) y era tan intenso mi cuidado, que siendo así que en las mujeres –y más en tan florida juventud– es tan apreciable el adorno natural del cabello, yo me cortaba de él cuatro o seis dedos, midiendo hasta donde llegaba antes e imponiéndome la ley de si cuando volviese a crecer hasta allí no sabía tal o tal cosa que me había propuesto deprender en tanto que crecía, me lo había de volver a cortar en pena de la rudeza. Sucedía que si él crecía y yo no sabía lo propuesto, porque el pelo crece aprisa y yo aprendía despacio, y con efecto lo cortaba en pena de la rudeza, que no me parecía razónque estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno". Obras Selectas, op. cit., pág. 776. (R)

245  Ibid., pág. 88. (R)

246  Cabe recordar que en seno de la Masonería –la cual es, juntamente con el Compañerazgo, una de las dos organizaciones iniciáticas grupales vivas en el Occidente moderno–, no todos sus integrantes son conscientes de su verdadero carácter, y la confunden con una entidad puramente filantrópica, cultural, o lo que es más grave todavía, con un grupo de poder político-económico. Pero milagrosamente perviven algunas logias de espíritu tradicional cuyos integrantes reconocen en la Masonería un arca de símbolos que vivificados por la práctica del rito y la actualización de los mitos, son el vehículo para la transmisión de la influencia espiritual y un soporte inestimable para la realización interna o espiritual. Al respecto citamos una obra que, bajo esta perspectiva, puede aportar mucha información al interesado: Francisco Ariza. Masonería. Símbolos y Ritos. Ed. Symbolos, Barcelona, 2002. Ver también el último Medallón de este libro donde se aborda esta temática. (R)

247  Revista SYMBOLOS Nº 25-26: Introducción a la Ciencia Sagrada, op. cit., pág. 117. (R)

248 Eudeba. Buenos Aires, 1981, pág. 127. (R)

249 Federico González y cols. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. op. cit., pág. 148. (R)

250 Es muy probable que Sor Juana Inés conociese textos como El sueño de Escipión que aparece en el libro VI de La República de Cicerón, el Iter Extaticum de Kircher, así como el comienzo del libro Poimandrés atribuido a Hermes Trismegisto, y también Sobre los sueños del neoplatónico Sinesio de Cirene, obras todas en las que se recurre al sueño como símbolo de un estado de conciencia en el que el alma se libera de la prisión del cuerpo y se torna más receptiva a las influencias espirituales o a las revelaciones de la deidad. En este sentido, además de las obras citadas, es igualmente muy interesante el libro aparecido durante el Renacimiento El sueño de Polífilo, atribuido a Francesco Colonna, y la obra de René Guénon –el metafísico francés del siglo XX– El hombre y su devenir según el Vedanta, las cuales aportan valiosísimas sugerencias sobre la simbólica de los estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo en correspondencia analógica con los estados del Ser y el proceso iniciático. (R)

251 En el poema de Sor Juana no aparece, como sí sucede en el de Dante o en el de Cristina de Pizán, un personaje mítico que conduzca al neófito, sino que el texto de esta iniciada presenta como guía un símbolo revelado, el más prístino si cabe de la Tradición Hermética: la pirámide. En este sentido ver el artículo de René Guénon "La Tumba de Hermes" en su libro Formas tradicionales y ciclos cósmicos. Pero ello no quita el que existan muchos puntos de contacto y correspondencias entre estos tres textos, que el lector podrá ir estableciendo con paciencia. (R)

252 Obras Selectas, op. cit. pág. 705. (R)

253 Fernando Trejos. "El Simbolismo Hermético". Serie de conferencias realizada en el Centro de Estudios de Simbología de Barcelona. Octubre-Noviembre 1998. (R)

254 Obras selectas, op. cit., pág. 792-795. Citaremos a algunas de las que nombra: Débora, la reina de Saba, Abigail, la reina Ester, las Sibilas, Arete hija del divino Tiresias, Cenobia, Nicostrata, Aspasia, Milesia, Hypatia, Leoncia, Santa Catalina de Alejandría, Gertrudis, y también algunas de sus contemporáneas, entre las que destaca la reina Cristina de Suecia. (R)