Capítulo VI

El camino del Largo Estudio y el Arte de la Construcción. Cristina de Pizán (1364-1430)

 

Cristina de Pizán en su gabinete de trabajo.
Collected Works of Christine de Pisan: Cité des Dames.
Ms. Harley 4431, s. XV, British Library, Londres


Excelentes y honorables princesas de Francia y de todos los países, vosotras, damas, doncellas, mujeres de todas las condiciones que amasteis o amáis y seguiréis amando el bien y la sabiduría, las que habéis muerto, las que vivís todavía y las que vendréis en el futuro, alegraos todas, disfrutad de esta nueva Ciudad, que ya está casi toda levantada, construidos sus armoniosos edificios y reunidas ya quienes en ella vivirán.
(Cristina de Pizán. La Ciudad de las Damas)


Hermes desciende de su vuelo vertical y posa los pies alados sobre la tierra de otro tiempo y espacio. Fin de la Edad Media y albores del Renacimiento. Los servicios del sabio médico y astrólogo italiano Tomasso de Pizán son requeridos por el rey Carlos V de Valois, por lo que él y toda su familia se desplazan a la corte parisina del monarca. Cristina, la joven hija del nuevo consejero real nacida en Venecia, se traslada con cuatro años de edad a Francia, donde residirá el resto de su vida, creciendo a caballo entre dos períodos históricos –el del ya decadente Medioevo y el de un incipiente impulso promovido por la reactualización de la cultura clásica–, nutriéndose de la herencia cultural de la Edad Media y simultáneamente vislumbrando las nuevas posibilidades de investigación –así como de restricción en un cierto sentido, según veremos–, que traerá consigo el Renacimiento. La Tradición Hermética sigue viva en estos tiempos históricos, a pesar de que el círculo de adeptos, y sobre todo de adeptas, es cada vez más reducido –en clara consonancia con el acercamiento del fin de un ciclo cósmico–, por lo que su vinculación a la áurea cadena de la Filosofía Perenne admite indefinidos grados de participación y otros tantos niveles de profundidad en la aprehensión del Conocimiento. Aún y las condiciones adversas continúan apareciendo aquí y allí entidades e individualidades que se abren al mensaje universal e imperecedero que esa tradición vehicula, conformando una estructura viva depositaria y transmisora del secreto iniciático, inviolable por su propia naturaleza.


Carlos V "el Sabio" es un prototipo de lo que serán los príncipes renacentistas; su interés está centrado en reactualizar el Arte y la Ciencia Sagrada, cuya manifestación formal a finales del siglo XIV es ya excesivamente rígida, esclerotizada y falta de vigor. Para ello, el rey se rodea de una corte de hombres sabios y liberales, esto es amantes de la Libertad, con los que realizará toda una labor de rescate y vivificación de los saberes imperecederos, lo cual se traduce, en parte, en el retorno a las fuentes sapienciales de la antigüedad clásica. Lo atestigua, entre otras cosas, la gran colección de libros y tratados antiguos que dicho monarca recopila a través de diversas vías, atesorándolos en las tres plantas de la Bibliothèque Royale (hoy día Biblioteca de Francia) recién instalada en la Torre de la Halconería del palacio del Louvre. La joven hija de Tomasso –el nuevo astrólogo, médico, cirujano y asesor científico del rey– crecerá entre las dependencias privadas donde las mujeres desarrollan las labores domésticas propias de su rango y las salas de estudio de los tres palacios que los Valois poseen en París, repletas de libros y de instrumentos de observación celeste, de medición y de precisión de la anatomía del cosmos y del hombre.


Siguiendo los acontecimientos de su vida, Cristina de Pizán actúa conforme a los usos y costumbres de su época, asumiendo con naturalidad una herencia cultural y sagrada, lo que nos permitirá más adelante trazar algunas pinceladas sobre la simbólica de la mujer en el Medioevo y la existencia en este período –y en otros anteriores– de diversas vías iniciáticas para su realización espiritual, vías que, llegado el siglo XV estaban ya casi desaparecidas o muy desvirtuadas, desembocando en las severas restricciones que vivirán a partir de entonces las mujeres para adentrarse y avanzar en la Vía del Conocimiento. La madre de la joven le transmite una serie de hábitos y labores, así como una sólida formación religiosa que ella nunca repudia, aunque sí trasciende. Por otra parte, Tomasso de Pizán potenciará constantemente la inclinación natural y la cualificación para el estudio que observa en su hija, instruyéndola en diversas ciencias y animándola en su búsqueda intelectual, según es habitual en muchos hombres de Conocimiento con las mujeres que los han rodeado183. Cristina madura entre husos, compases y libros sapienciales; hilos, pinturas y mapas celestes; telas finas y pergaminos; letras, miniaturas y bordados; plumas, agujas y pinceles; ruecas, astrolabios y "ruedas de libros"; en definitiva, sumergida en un rico ámbito en el que se combinan permanentemente el estudio, la vida social en la corte y la práctica de diversas artesanías.


A los quince años se casa con Etienne du Castel –joven notario que acabará siendo secretario del rey–, y lo que podía haber sido una unión de conveniencia deviene una verdadera historia de amor. Pero al poco tiempo de contraer matrimonio empiezan a actuar los embates de Fortuna en la vida de Cristina: en 1381 muere el rey protector de las ciencias y las artes, y sus descendientes no seguirán cultivando la planta que él sembrara, sino que más bien darán rienda suelta al desorden y la locura, no en vano a Carlos VI se le conoce con el sobrenombre de "le Roi Fou". El padre de Cristina cae en desgracia ante la nueva corte, los conocimientos que promueve no son considerados y, lleno de deudas, fallece en 1387. A los diez años de matrimonio, Cristina enviuda, quedando con tres hijos pequeños y su madre a su cargo, y con pocos bienes materiales ya que parte de su fortuna le ha sido arrebatada por unos mercaderes estafadores, lo cual la llevará a enrolarse durante unos años en una serie de procesos judiciales para recuperar el patrimonio que le pertenecía184. Con veinticinco años, esta valerosa dama italiana toma las riendas de su hogar, y sin renunciar a la gran pasión por las letras, hace más bien de ellas el vehículo y camino de acceso al Conocimiento, así como el modo de manutención de todos los suyos. Se recluye en su gabinete de trabajo y emprende una senda que ya no abandonará hasta la muerte. Ella misma gusta de presentarse dedicada constantemente a la lectura, a la escritura, a la iluminación de sus textos y a la investigación:


Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre, ya que el estudio de las artes liberales es un hábito que rige mi vida, me encontraba con la mente algo cansada, después de haber reflexionado sobre las ideas de varios autores. (La Ciudad de las Damas, op. cit., pág. 63)185


En otro pasaje pone en boca de una de las Damas que la visitan:


Pero tú, querida Cristina, por el gran amor con el que te has dedicado a la búsqueda de la verdad en tu largo y asiduo estudio, que te ha retirado del mundo y ha hecho de ti un ser solitario, te has mostrado digna de nuestra visita y has merecido nuestra amistad, que te dará consuelo en tu pena y desasosiego, haciéndote ver con claridad esas cosas que, al nublar tu pensamiento, agitan y perturban tu ánimo. (pág. 69).


Y en el libro El Camino del Largo Estudio dice así:


Un día privado de alegría, me encontraba así retirada –para entretener mi mala suerte–, en un pequeño estudio donde con frecuencia me recluyo para contemplar los relatos de diversas aventuras186.


Deviene una escritora incansable, con un decir sencillo y directo, pero no exento de profundidad. Se interesa por la política, el derecho, la justicia, la estrategia militar, el arte de la caballería, el arte de la construcción, la mitología y la doctrina perenne transmitida por los filósofos desde la antigüedad clásica hasta su tiempo. Además, investiga en la astrología, ciencia que le enseña su padre y que estudia por sí misma187 y también bucea en la historia, no en la pura anécdota y acumulación de fechas y nombres, sino en su vertiente simbólica. Escribe cientos de baladas y poesías por encargo de las diversas cortes de Europa, pues pronto corre la voz del virtuosismo de sus composiciones –actividad por la que es bien retribuida–, pero lo que más la atrae es el estudio y la aprehensión, así como la transmisión del saber imperecedero que hereda, por un lado a través de la simbólica cristiana, y por el otro, gracias al llamado 'paganismo', que le proporciona una amplitud y apertura de pensamiento más allá del ámbito estrictamente religioso.


Todo ello hace que su producción literaria se traduzca en muchas obras, y de muy diverso contenido, treinta y siete de las cuales han llegado hasta nuestros días, con títulos tan sugerentes como: Le Chemin de Longue Étude, Les Cent Balades, Le livre de la Cité des Dames, Le Livre des trois vertus or Le livre du tresor de la Cité des Dames, L'Epistre au dieu d'amours, l'Epistre Othéa, Le Dit de la Rose, Le livre du dit de Poissy, Le livre des fais et bonnes meurs du sage roy Charles V, Le livre de la Mutation de Fortune, Livre des fais d'armes et chevalerie, Le ditié de Jeanne d'Arc, y muchos más que uno desearía con sumo gusto encontrar traducidos a nuestra lengua, pues además de su indudable valor literario e histórico, creemos que son reveladores de la experiencia espiritual de Cristina, como tendremos oportunidad de descubrir al adentrarnos en dos de sus textos más significativos.


Hay ciertos momentos en los que parece que nuestra escritora se retrae y pone límites a sus posibilidades de aprehensión –"por haber llegado tarde a la fina escuela" según sus propias palabras–, o bien porque ha recibido una transmisión doctrinal incompleta, tal como refiere en este fragmento:


Tu madre no pudo arrancar en ti ese gusto por la ciencia, esa tendencia natural que te ha permitido ir cosechando el saber, aunque fuera recogiendo migajas; (La Ciudad de las Damas, pág. 199)


el deseo de conocer se convierte en el motor y fin de su existencia, y a él se consagra plenamente:


Tú no crees, de esto estoy segura, que te haya echado a perder tu dedicación al estudio sino que lo consideras, y con razón, tu más preciado tesoro. (pág. 199-200)


En otro momento afirma, dirigiéndose a la Sibila de Cumas:


¡Ah! Graciosa compañera, dama llena de gran saber, que me instruís y me guiáis a un lugar exento de mal y de herejía; me habéis concedido un bello favor conduciéndome al Largo Estudio, pues estoy destinada a practicarlo toda mi vida; y no tendré jamás deseo de salir de esta vía que me lleva a todas las alegrías. No busco otra perfección, este camino es todo mi deseo en este mundo, ya que pienso que en él se encuentran cantidad de placeres. (Le Chemin de Longue Étude, pág. 157)


El Camino del Largo Estudio


El Camino del Largo Estudio es el título que da nombre a una obra central de Cristina y simultáneamente a aquella actividad a la que entrega toda su vida, sin reservas de ningún tipo. Dejemos que este poema188 nos penetre y reconozcámonos en él, pues aunque escrito en un estilo acorde con los cánones y formas de la época, la rica simbólica que presenta nos habla de un saber atemporal y de una conquista universal. Interesa sobre todo por la simbólica que rescata, por las imágenes que promueve, por los mitos que vivifica, por su didáctica, por la saga de sabios, filósofos y poetas que atestigua como maestros y predecesores en la transmisión de los arcanos universales, por el uso de la poesía –lengua de los dioses–, y por la universalidad de las ideas que Cristina, reconociéndolas en sí misma, es capaz de transmitir a sus lectores-herederos.


Una joven dama189, que no es sino ella misma, viuda desde hace un tiempo, está encerrada en su estudio y se queja de los avatares que le ha deparado Fortuna. Con ánimo decaído invoca a la Luz para que le envíe el consuelo a través de alguna lectura; recibe entre sus manos De la Consolación de la Filosofía de Boecio, la va leyendo y reflexiona. Ya entrada la noche se acuesta, y no pudiendo conciliar el sueño se adentra en una profunda meditación sobre el estado de disolución y destrucción que afecta al mundo entero190:


Todo estalla en rebelión; no se trata solamente de los hombres, sino de todas las criaturas vivientes: y también los elementos se disputan de esta manera, (Le Chemin…, op. cit., pág. 111)


pues:


Bajo el firmamento, todo se libra a la guerra. (pág. 107)


Finalmente se duerme y tiene una extraña visión:


No era una ilusión, sino por el contrario, el signo tangible de una cosa verdadera y segura. (pág. 115)191


Se le aparece la Sibila de Cumas192, la cual, después de darse a conocer y comunicar su alta función espiritual, le dirige estas palabras:


Por la calidad de tu inteligencia, que veo hábil en concebir, te amo. (…) En el presente –aunque tú no puedas pretender una vasta erudición–, me he manifestado a ti, pues te veo dispuesta a recibir mi palabras. Verás por qué aparezco en este preciso lugar; tu actitud me hace pensar que has prestado más atención al estudio que la gente. (pág. 117, 126-127)


Y por eso le ofrece su guía, protección y maestrazgo. Cristina le responde:


¡Ah, mi muy querida y distinguida amiga de sabiduría, del colegio del gran saber de las mujeres que profetizaron por la gracia divina, y que, en tanto que depositarias de los secretos de Dios, hicieron conocer los misterios! (…) Quiero seguiros, sea cual sea la vía, pues sé con certeza (¡Dios me asista!) que vos no me conduciríais más que a un lugar benéfico y que me plazca. Soy pues vuestra humilde camarera. ¡Id delante! ¡Yo iré detrás! ¡Es preciso que me levante con apresto!. (pág. 127-129)


Y emprenden un viaje mítico193. La Sibila y su discípula cruzan campos verdes y floridos hasta llegar a los pies de una montaña alta y eminente de la que fluye una fuente de aguas cristalinas en la que se bañan nueve mujeres desnudas. Sopla el Céfiro inspirando a los árboles una dulce melodía; cantan los ruiseñores e infinidad de pájaros. Cristina, entonces, interpela a su guía:


Dulce maestra que me conducís por la vía que tanto había deseado, ahora os suplico, en nombre del amor por el que guiáis hacia la ciencia, que me instruyáis en todo sin dilación. Oh, dama versada en letras, decidme dónde estoy, en qué país y la naturaleza del lugar y de este sendero, pues tengo gran confianza en vos. (pág. 139)


La Sibila le contesta que este es el camino reglamentado por la Ciencia y que


aquél que desee seguirlo debe mostrarse diligente. (pág. 143)


Pues:


Los perezosos aquí no tienen nada que hacer, ya que el lugar está reservado a los que se esfuerzan por comprender y se deleitan en aprender. (pág. 143)


Y engarzando las propias palabras versadas por Cristina, poco a poco se desvelan los misterios de este enclave simbólico. Cuenta Sibila:


La montaña alta y soberbia que ves levantarse ante ti se llama el Parnaso; otras gentes la denominan igualmente "Helicón". La fuente que tiene próxima es aquella cuyo nombre y grandiosidad es célebre: se llama la Fuente de la Sabiduría. (…) Te voy a decir el nombre de las damas que en ella se bañan y que contemplas con atención: se llaman las nueve Musas. Gobiernan la fuente, que es bella, límpida y sana; allí tienen la santa escuela que da a luz a la gran ciencia. (pág. 147)


Y prosigue Sibila:


Así puedes comprender la naturaleza de este lugar, pues el espíritu sutil dotado de entendimiento no precisa de gran intérprete para explicar todo lo que dice el autor. (…) Estos caminos que ves revestidos de verdor por donde corren los brillantes arroyos, en lo alto, sobre las más bellas vistas, son los caminos donde los filósofos iban antaño a hablar a esas damas, ya que deseaban beber del agua dulce que les avaló su reputación de sabiduría194. (…) Puedes ver alrededor lugares extremadamente bellos y graciosos, donde la raza de los filósofos habitaron sus alturas. Contempla estos lugares hermosos y puros donde venían Sócrates195 y Platón, Demócrito y Diógenes; el gran filósofo Hermes frecuentaba también asiduamente este lugar196. (pág. 147-149)


Continuando:


Ahora te he enseñado toda la verdad de este buen lugar y de la ubicación de la fuente de la ciencia, donde uno aprende astrología, y donde la filosofía tiene sus cuarteles; allí residía antaño Palas, y creo en efecto que allí está todavía ya que permanece inmutable a través del tiempo. Este lugar contiene igualmente toda la ciencia que los sabios siembran por el mundo. En tu vida entera, no podría decirte todas las grandes virtudes del camino en que nos encontramos; pero te diré su nombre: has de saber que se llama "Largo Estudio". Ningún grosero entra, ni ningún villano lo puede franquear; que sepas que lo amo por estas razones. Está reservado a los corazones nobles, y fue concebido por los espíritus sutiles. (pág. 153-155)


Y Cristina se dice a sí misma:


Me complací mucho de oír estas palabras; esta vía era, pues, el "Largo Estudio". Supe bien dónde estaba en el presente y que debía reconocer por mí misma el camino, aunque Sibila me lo señalara con el dedo, pues ya anteriormente lo había frecuentado, aunque nunca lo había ascendido por aquí. (pág. 155)


Antes de proseguir, un inciso a propósito del gran valor que nuestra escritora concede a la certeza y a la experiencia, es decir, a la necesidad de encarnar lo que se conoce, lo cual da muestra de su amplitud de miras y de la búsqueda intelectual que emprende. Ella misma dice un poco más adelante acerca de las enseñanzas que le transmite Sibila:


Me esforzaba en comprender sus explicaciones, pues deseaba ardientemente aprenderlas. (pág. 203)


Todo conocimiento es vano si no promueve una identificación con lo que se conoce. Además, en el libro La Ciudad de las Damas pone en boca de las tres Damas que la visitan lo siguiente:


Nos ha dado pena tu desconcierto y queremos sacarte de esta ignorancia que te ciega hasta tal punto que rechazas lo que sabes con toda certeza para adoptar una opinión en la que no crees, ni te reconoces, porque sólo está fundada en los prejuicios de los demás. (pág. 66)


La entrada en una vía de Conocimiento supone la toma de conciencia de la gran ilusión de toda la manifestación, lo que va aparejado a un desprendimiento de todos los prejuicios heredados del medio sociocultural, familiar, histórico y geográfico en el que el ser individual ha nacido y crecido y que lo han convertido en un personaje encadenado a lo efímero y contingente. Es menester, entonces, operar una vacuidad, imprescindible para ser fecundado por el mensaje vivificador y regenerador de la tradición, palabra que significa transmisión y simultáneamente aceptación y conformidad con la enseñanza recibida. ¿Qué puede uno recibir de nuevo si ya está completamente lleno? Por otro lado, si uno se descubre copado de ilusión, ¿cómo no promover la vacuidad para poder acoger entonces las semillas de la doctrina, verdadero germen cuyo desarrollo y crecimiento conducirá al conocimiento de las leyes conforme a las cuales se establece el orden del cosmos (en su vertiente macro y microcósmica) y cuyo último traspaso posibilitará la fusión o identificación con lo único Real? Además, en este sendero se dice que cada cual debe seguir el recorrido por sí mismo, y que la encarnación de las ideas pasa por experimentarlas verdaderamente en la intimidad del ser, o lo que es lo mismo, que sólo hay realización espiritual si la doctrina es vivificada con la conciencia y si se experimenta la certeza, vehículo directo de la influencia espiritual que irá abriendo las puertas del Pensamiento hacia regiones o continentes cada vez más sutiles, transpersonales y arquetípicos.


En el fondo el ser humano sabe todo197, pero ha olvidado198. Su labor, entonces, consiste más bien en recordar mientras se sacude el polvo que cubre la joya oculta en el interior de su corazón. Aunque no es imprescindible, se diría que resulta inestimable una indicación o insinuación del camino a seguir, y ser obsequiado con las herramientas, soportes o claves para emprender la marcha hacia el encuentro del Sí mismo. Cristina reconoce la necesidad de intermediarios, de energías sutiles o maestros exteriores para despertar al verdadero y único maestro, el interior, esa energía llamada Inteligencia Universal que desvela, discrimina y guía hacia el Conocimiento Supremo. Dice la escritora en otro pasaje:


¡Estoy loca! ¡Santa María! ¡Soy como las vacas de Barbaria que no reconocen a sus terneros! Anteriormente ya había visto estos soberbios lugares sin tomar ningún gusto en ellos; al contrario, los estimaba bien poco. Pero nadie me había enseñado jamás el nombre de este agradable enclave, salvo en la medida en que recordé que Dante de Florencia lo menciona en el libro que compuso, inaugurando un bello estilo. (…) Dante pronunció con mucho celo estas palabras: ¡Que me ayude el Largo Estudio!… (Le Chemin…, pág. 155)


Cristina se ha remontado hasta la raíz y fuente de la cultura occidental, y desde este punto ideal, la Sibila la conduce por todas las maravillas del mundo, siguiendo un trayecto alrededor del planeta que las llevará por los lugares más significativos de la geografía sagrada, plasmación sobre la tierra del orden celeste: Constantinopla, Tierra Santa, Egipto, Ténedos, la antigua Troya, Rodas, Grecia, Armenia, Alejandría, Babilonia, Arabia y Siria. Cruzan los ríos sagrados Pisón, Guijón, Éufrates y Tigris, llegando incluso a la India y hasta la provincia fronteriza del Preste Juan, que es limítrofe y en donde se encuentran tantas maravillas199.


Finalmente, toman la dirección del Paraíso Terrestre, pero al encontrar la puerta cerrada y protegida por una muralla de fuego, ascienden una alta montaña y emprenden la conquista de los espacios celestes, imágenes simbólicas análogas a los estados superiores del Ser. Una enigmática figura las detiene y Sibila le dirige estas palabras:


Escucha y después dime si podemos subir allí arriba; pues esta dama, alumna de nuestra fina escuela, quisiera quedarse un poco. Y si no ves inconveniente a que ella suba para su recreo procúrale una escalera capaz de conducirla hasta allí, de una talla razonable proporcionada a su cuerpo. (pág. 183)


La escalera200, símbolo universal de pasaje entre un mundo conocido y otro por conocer, está asociada también al Eje del mundo y a la gradación que caracteriza la conquista de los diversos esta dos jerarquizados del Ser. Nos dice A. K. Coomaraswamy:


El Eje del Universo es como una escala por la cual se efectúa un perpetuo movimiento ascendente y descendente201.


Además, ésta guarda una estrecha correspondencia con las Artes Liberales, las cuales son vistas como los peldaños de una escalera invisible por la que se asciende, paso a paso, desde la ignorancia hasta la identificación de las leyes con las que se establece el orden del cosmos y la final consecución del estado en el que se resuelven y unifican todos los aspectos aparentemente distinguidos de la doctrina emanada del Uno sin segundo. Al ascender la escalera se hace posible la máxima hermética de "Espiritualizar los cuerpos".


La materia de esta escalera que ves para subir al cielo se llama "Especulación"; y es amada por todos los espíritus sutiles. Ganarás en valor moral si la escalas; en efecto, no hay ningún escalón desde el más alto al más bajo, que no comporte un misterio singular. Y a fin que no te mantengas en la ignorancia quiero que sepas esto: de esta misma materia según el amor que lleva a la sutilidad son hechas muchas escaleras que uno escala en los deseos elevados. (…) Son entregadas a los espíritus sutiles, confeccionadas para aquellos que miran alto. Cada cual recibe una escalera proporcionada a su fuerza. (Le Chemin…, pág. 187)


Sibila y Cristina inician la escalada a regiones ignotas, análogas a estados de la conciencia, combinando ardor y prudencia, entrega y reconocimiento de los encuadres:


Te es preciso subir al firmamento; otros van todavía más lejos, pero tú no tienes del todo la estatura que a ello conviene; sin embargo, sé que el defecto no es tuyo, si te falta la fuerza necesaria es porque has venido tarde a mi escuela202. ¡Venga, sube! Eres fuerte y debes esforzarte en comprender bien las bellas cosas que verás, pues vas a visitar nuevos países. (pág. 189)


Y de este modo,


Sibila delante y yo detrás, ganamos el cielo, escalón por escalón, de suerte que bien pronto, me vi ya tan alto, que me pareció, os lo aseguro, que mirando abajo veía toda la Tierra como una pequeña pelota tan redonda como una albóndiga. (pág. 189)


Conquistan el primer cielo, de aire; el segundo, de fuego; el tercero de éter; el cuarto, llamado Olimpo y el quinto, Firmamento. Allí:


Quedé invadida por un deseo tal de saber, de conocer y de contemplar todo lo que había en este lugar, que hubiese querido, si hubie se sido posible, que todos mis miembros deviniesen ojos, a fin de poder ver mejor las bellas cosas que apercibía y que Dios había dispuesto según una cierta jerarquía. (pág. 195)


Cristina expone a continuación, con belleza, simplicidad y apoyándose en la simbólica astrológica, el orden del universo tal cual lo conoce y en el que se reconoce, culminando su exposición con la descripción –en la medida que ello es posible–, de la inaudible música de las esferas, símbolo de un elevado estado de conciencia:


Me abandoné por entero a la contemplación de esta bella y noble obra de arte que cumplía exactamente su oficio, en su movimiento rápido, reglado, según una composición espléndida alojada en el interior de un recinto. En lo más grande del placer que este espectáculo me procuraba, no hay persona que pueda concebir ni decir, así hablara sin parar, la melodía y dulce sonoridad, la armonía y exquisita canción que producen los bellos movimientos celestes de estos círculos giratorios, claros y mesurados, admirablemente proporcionados, y ubicados por orden de tamaño. Dimanan un sonido dulce y sereno, templado y perfecto: es la soberana música que despliega sus sublimes acordes203.


Entonces contemplaba estas cosas empleando todas mis facultades para el estudio, pero aún y mi aplicación, no comprendiendo todo su contenido a causa de mi inteligencia demasiado grosera. (pág. 207)


Sibila la insta:


Ven detrás mío, ven que me voy. No puedes ir más alto; no te es permitido dar un paso más allá de este cielo; en tanto que habites este cuerpo, las puertas superiores te son cerradas204. (pág. 209)


Por el momento no le es permitido ir más allá. Cristina sabe que hay más jerarquías celestes, a saber, "los íntimos de Dios, colocados en nueve órdenes", e incluso otro ámbito allende la cosmología, el de la metafísica, que aunque no lo nombra lo insinúa, mientras asume que por ahora aún no lo puede conquistar. Todo iniciado intuye en su interioridad cuál es el fin supremo de la búsqueda: la fusión con el Infinito mismo. Pero también es cierto que, atendiendo al plan del Gran Arquitecto del Universo, cada cual está llamado a seguir la vía que le ha sido trazada. Sucede que en el estado humano, si uno es tocado simbólicamente por la varita de Hermes, de entrada debe entregarlo todo, sin reservas individuales de ninguna índole205, pero asumiendo también con humildad que no podrá añadir un codo a su estatura; que se llegará en este estado de la existencia hasta donde ese plan tenga medido, y que, además, el identificar y conocer cualquier límite es lo que hará posible su traspaso, ya sea en este estado del ser o en otro. Los accesos o aperturas de la conciencia no están en manos de la individualidad sino de la Providencia.


Gracias al soporte de la escalera, descienden a un ámbito inferior206 y allí Cristina se encuentra con una corte celeste poblada de personajes simbólicos: príncipes, princesas y nobles a los que identifica como las "Influencias" y los "Destinos", esas energías sutiles que emanadas del Principio único e inmutable,


regulan el mundo, distribuyendo el mal y el bien, la alegría y el dolor, en función de lo que les es ordenado desde las altas esferas del cielo, pues ellas no hacen más que recibir –no invento nada–, las órdenes expresas que transmiten por su intermedio allí abajo, al mundo. (pág. 213)


Cuatro damas revestidas de sus atributos y acompañadas por su séquito están sentadas en sus respectivos tronos, ubicados en cada uno de los puntos cardinales; en el Oriente la Sabiduría; en Occidente la Riqueza; Nobleza al Norte y Caballería en el Mediodía. Y en el justo centro, Razón207que con una rama de olivo en la mano derecha y una espada cortante en la izquierda, llama a Elocuencia para que proceda a dar lectura a la demanda de la Madre Tierra, Rea, Ceres o Isis. Esta última se queja de la desnudez de virtud de que adolece el mundo entero y del estado de ignorancia en el que ha sucumbido la humanidad. Razón promueve y dirige un debate celestial, en el que cada una de las cuatro damas expresa, desde su punto de vista, las razones que han conducido al mundo a este estado de degradación, así como la propuesta de una solución para restablecer el orden sobre la tierra. Razón concluye:


Será necesario, para reconducir el mundo a la Paz, que reine un solo hombre, el cual tendrá plenos derechos para gobernar y deberá salvaguardar la paz, haciendo justicia a los promotores del desorden208. (pág. 267)


A continuación, cada dama presenta su candidato y la enumeración de las cualidades que tal ser debe reunir. Llegados a este punto, y dada la necesidad de no extendernos en demasía, alentamos al lector a pasearse por las páginas en las que Sabiduría toma la palabra y muestra, haciendo honor a su nombre, su supremacía en el orden celeste y su incidencia directa sobre el mundo, pasajes todos ellos de gran inspiración y belleza209.


Al final, se toma la resolución –gracias al consejo e intercesión de un sabio– de transmitir los resultados del debate celeste a la Tierra, y en concreto a la corte de Francia, que se estima como la más idónea –justamente por la sabiduría, honor, elocuencia, nobleza de carácter y dignidad de sus miembros–, para llevar a cabo la máxima alquímica de "corporeizar los espíritus", o lo que es lo mismo, de hacer que las influencias celestes, verdaderas regentes del universo surgidas del Principio, se concreten en la substancia del mundo. Alguien deberá actuar como intermediario. Sibila propone a Razón que sea Cristina:


He venido ante vos para proponeros una persona perfectamente conveniente para ejecutar la tarea de mensajera (…) Aparece en un buen momento, pues esta mujer vive en Francia y es discípula de nuestra escuela. (pág. 461)


Razón, después de aplomarla, le dirige estas palabras:


Cristina, querida amiga, que amas la ciencia, tú referirás nuestros debates tal cual los has oído, allí, en el mundo, a los grandes príncipes franceses. Salúdalos de nuestra parte; después diles que les confiamos este debate como a la soberana parte del mundo y que les encargamos deliberar con justicia quien debe gobernar y tener el honor, el poder y la más grande gloria de la tierra: si la nobleza, o bien la caballería, la sabiduría o la riqueza. (pág. 463-465)


Y con este encargo y la promesa de fidelidad y diligencia de la mensajera, Sibila la conduce hasta la escalera, por la que desciende y retorna de nuevo a su enclave, después de ese extraordinario viaje con el Pensamiento.


Llegué abajo, y me pareció que me llamaba aquélla que me había portado en su seno, golpeando la puerta de mi habitación. Mi madre se extrañó de encontrarme todavía en la cama, pues ya era tarde; me desperté. (pág. 467)


En este poema Cristina se ha revelado, de forma muy sutil y con los convenientes recaudos para no ser tildada de herética por el dogmatismo religioso de su época, como una afiliada a la corriente del Hermetismo, el cual irrumpe con fuerza en su vida a través de las enseñanzas que le transmitiera su padre y de las muchas lecturas de los sabios que ella misma cita en su poema (ver nota 195). Cristina recibe, aunque sea a veces de forma incompleta como ella misma reconoce, la doctrina emanada del dios Hermes, esto es, el saber perenne de donde mana la cultura occidental. De sus palabras se desprende que esta mujer va más allá del punto de vista exotérico y que participa de una visión esotérica o interior de la realidad de las cosas. El final del poema que hemos desgranado, altamente simbólico, demuestra hasta qué punto se halla identificada con las funciones de Hermes, pues ella misma encarna en su propia piel la función de mensajera divina y la misión de transmitir a la humanidad de su tiempo –ya muy caída en la ignorancia y en la negación de la espiritualidad– la necesidad del restablecimiento de un nuevo orden universal, ejercido por lo que en términos tradicionales ha venido a denominarse "Rey del Mundo", que no es sino el símbolo de la Inteligencia Universal, surgida del Principio Supremo y cuyo poder ordenador y regulador es capaz de equilibrar y armonizar todas las tendencias cósmicas aparentemente discordantes u opuestas en la justa inmutabilidad del centro210. No podríamos asegurar hasta qué punto Cristina era conocedora de la integridad de la doctrina tradicional de los ciclos cósmicos y de su íntima relación con la autoridad espiritual y el poder temporal, pero de lo que sí estamos seguros, pues así lo atestigua su obra, es de que vislumbró y transmitió en la medida de sus posibilidades ciertos aspectos de dicha doctrina y que además intentó buscar aplicaciones prácticas.


Los tiempos históricos en los que vive Cristina de Pizán son ya muy próximos a la fase terminal de lo que en la terminología hindú se conoce como Kali Yuga, idéntica a la Edad de Hierro de los griegos, momentos oscuros en los que los seres humanos del siglo XXI vivimos inmersos de lleno. Esta mujer de finales del Medioevo, apoyada en la certeza interior y en el estudio del corpus doctrinal, aún confía en la posibilidad de la restitución de un orden exterior de amplio alcance, reflejo del enderezamiento interior promovido por la influencia espiritual de la Inteligencia Universal en el corazón o conciencia de los seres humanos abiertos al mensaje edificante de la Verdad.


Actualmente, la cosa está mucho más cruda. Nos sumamos a las siguientes palabras de la carta editorial del número 23-24 de la revista SYMBOLOS:


En todo caso se puede afirmar sin equivocarse que nuestra ubicación y, en general, el planteo de nuestra vida cambia si aceptamos como definitivo el que estamos en una etapa avanzada del Kali Yuga, y que por lo tanto es ya inevitable la caída e innecesaria cualquier acción de tipo social, por el mismo hecho de que nada pode mos hacer más allá de operar en la individualidad o en un pequeño –pequeñísimo– grupo. Desde luego aceptar esto –que nos ha sido enseñado– es muy doloroso, es decir, que esta humanidad se autocondena y que no quedará nada de ella. Es un alivio, sin embargo, reconocer que, por alguna razón eso forma parte del plan divino, y que nosotros no tenemos ninguna responsabilidad en ello.


Más bien de lo que se trata ahora es de preparar el Arca (interior y espiritual, "sin ninguna concesión a lo literal", tal como allí se expresa) que albergue las semillas del nuevo ciclo, arca que entre otras cosas es símbolo del receptáculo, de la vacuidad, de la tierra virgen que espera ser fecundada con los gérmenes rescatables de este tiempo exhausto y cuya germinación representará el enderezamiento espiritual parejo al nacimiento de un Nuevo Mundo.


Es menester, entonces, que el alma se torne receptiva, pasiva, silente.


Todo esto no debe quitarnos la Esperanza y la verdadera Fe en un mundo futuro, virginal y nuevo, con la frescura de otro amanecer, al que debemos arribar por medio del sacrificio que antecede a cualquier gestación, y aun del sufrimiento que caracteriza a toda re-generación, y donde el dolor, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia y la muerte han sido de una vez por todas abolidos por la misericordia divina contemporáneamente con la entrada al Paraíso de una Edad de Oro, tanto para nosotros como para nuestros semejantes211.


Vías iniciáticas para las mujeres en el Medioevo


Al hilo de estas ideas, no deja de ser muy significativo el protagonismo que Cristina de Pizán concede a las mujeres en muchas de sus obras, y no creemos ver en ello un mero afán reivindicativo, o la expresión de la pugna y oposición irresoluble entre los dos sexos, ni la preeminencia de uno sobre el otro, todo lo cual no constituiría más que una visión profana de las cosas; Cristina hace un esfuerzo por situar todo en su justo lugar. Para comprender lo dicho es menester ubicarnos en el punto de vista sagrado –que es aquél en el que vive inmerso nuestra escritora–, es decir, en una perspectiva que parte siempre de la unidad del Ser y de la identificación con el Principio Superior que es origen y destino de todo cuanto existe, pues de lo contrario no llegaremos más que a conclusiones parciales, sesgadas o tergiversadas, cuando no invertidas, que son las propias de la mentalidad dual y múltiple de la inmensa mayoría de los investigadores contemporáneos. No olvidemos que durante la Edad Media la mujer gozó de un estado de gracia y reconocimiento social y cultural ignorado por la mayoría de los estudiosos modernos, los cuales, al hablar de este período histórico, no hacen más que tildarlo de "oscuro", cuando en realidad representó para Occidente un enderezamiento espiritual que se proyectó en todos los órdenes de la creación, y en concreto, en la organización de la cultura y la sociedad, cuya jerarquización era fruto de la plasmación de las leyes divinas y celestes sobre el orden terrestre. En el seno de la sociedad medieval, el hombre y la mujer de mentalidad tradicional se vivían como símbolos; todo su ser, sus labores y producciones, la organización del tiempo y del espacio y la visión del cosmos entero eran tomados como soportes de autoconocimiento, proceso análogo al conocimiento de la verdadera realidad invisible del Ser212. Sabemos del signo pasivo, receptivo, oscuro y centrípeto que caracteriza a la naturaleza femenina, así como de la trascendencia de la función reproductora, y de su protagonismo en la crianza, en la educación de los hijos y en todo lo referente al hogar y las tareas que le son cercanas. Cristina de Pizán, en casi todo su legado, contribuye a rescatar esta visión sacra de la presencia y simbólica femenina, imprescindible y simultáneamente complementaria a la del varón. Por ello, en su libro La Ciudad de las Damas y también en Le Livre des Trois Vertus y en otros, da cuenta de muchas mujeres de todo rango y condición que encarnando el arquetipo femenino y viviendo toda su existencia simbólicamente, han coadyuvado según su posición, posibilidades, cualidades y grado de conciencia, a la concordia universal y a la armonización y equilibrio de las dos corrientes cósmicas que se sintetizan y tienen su razón de ser en el punto único de donde surgen.


Por el testimonio de Cristina y a través de otras fuentes consultadas213, descubrimos que en el jerárquico orden social medieval, la mujer posee diversas posibilidades de acceso al Conocimiento según el rango al que pertenezca. Así, en la cúspide de la pirámide, nos encontramos con grandes reinas y numerosas damas de la nobleza, sabias y cultas, amantes de la Sabiduría, inspiradas por los dioses, que gobiernan con inteligencia y juicio sobre sus propios dominios o los de sus esposos cuando éstos salen a la guerra o a las cruzadas214, e inclusive algunas que los acompañan en estas gestas, o bien que actúan por sí mismas como auténticas guerreras y defensoras de sus feudos. Dice Cristina:


Dado que estos hidalgos, caballeros y escuderos parten de viaje y hacen guerras, conviene a las esposas ser sabias y de gran gobierno y ver claro en todo lo que hacen, ya que a menudo habitan sus hogares sin sus maridos, que se encuentran en la corte o en lejanas tierras215.


También es sabido que muchas de estas mujeres tuvieron la posibilidad de dedicarse al estudio y la práctica de las Artes Liberales, a la administración de sus territorios, a la educación de sus hijos, ya sea transmitiéndoles oralmente las enseñanzas o a través de escritos216, etc. Veamos, sólo a título de ejemplo, en una descripción de la habitación de la condesa Adela, hija del rey Guillermo el Conquistador, del siglo XI-XII, las muestras de la íntima relación de la vida de esta dama con el Conocimiento. Nos dice la comentarista:


Es una habitación pomposa, llena de obras de arte que, según apunta Bezzola, podrían parecer imaginarias, si no conserváramos el testimonio concreto de la exactitud de sus descripciones en su entusiasta minuciosidad: la Tapicería de Bayeux. Así como ésta reconstruye, episodio por episodio, la conquista de Inglaterra por el padre de Adela y sus compañeros, así también las colgaduras de Adela relatan la creación, el paraíso terrestre, el diluvio y una serie de escenas bíblicas, desde Noé hasta Salomón. Dos paredes están adornadas de ese modo; los tapices de la tercera recuerdan escenas mitológicas; en cuanto al dosel de la cama, describe la famosa conquista con hilos de seda, de plata y de oro. En el techo están pintadas las estrellas y los signos del zodíaco; en el suelo, una marquetería de mármol reproduce flores, montañas, animales familiares o fabulosos. El lecho se levanta sobre pies de marfil; en la cabecera aparecen esculpidas las imágenes de las bellas artes liberales, con inscripciones que proporciona la misma Adela217.


Esperamos tener ocasión en otro momento de rescatar la huella de muchas de estas ilustres damas a través de sus biografías, por sus escritos, documentos, pinturas, tapices, etc., que son el testimonio de su labor civilizadora.


Por otra parte, y siguiendo las pistas de lo que verdaderamente nos interesa, a saber, investigar sobre las vías iniciáticas del Medioevo y la relación que las mujeres pudieron haber tenido con ellas, son pocas las informaciones de las que disponemos –por el momento, sólo pequeñas huellas que nos han dejado autores tradicionales–, pero cabe suponer que ciertas damas de la nobleza pudieron conocer de cerca algunas de las organizaciones iniciáticas de corte guerrero o caballeresco propias de este período, e incluso que hubiesen estado vinculadas a ellas de alguna manera. En cualquier caso, queremos destacar la importancia simbólica del arquetipo femenino en el seno de tales organizaciones218, como por ejemplo los Fieles de Amor y la Fede Santa, en donde era trascendental la imagen de la Madonna. Según apunta René Guénon:


El "Intelecto activo" representado por la Madonna, es el "rayo celeste" que constituye el vínculo entre Dios y el hombre y que conduce al hombre hacia Dios: es la Buddhi hindú. (Esoterismo Cristiano, pág. 55)


Acerca de esta cuestión ahora sólo quisiéramos añadir la importancia simbólica de la Dama en las "Cortes de Amor"219 de estas organizaciones iniciáticas, las cuales deben distinguirse de las otras "Cortes de amor". Nos dice de nuevo René Guénon:


Es necesario entender por "Corte de Amor" una asamblea simbólica presidida por el Amor mismo personificado, mientras que una "Corte de amor" es solamente una reunión humana, constituyendo una especie de tribunal llamado a pronunciarse sobre casos más o menos complejos; que estos casos hayan sido reales o supuestos o, en otros términos, que se haya tratado de una jurisdicción efectiva o de un simple juego (y de hecho han podido existir uno y otro), poco importa desde el punto de vista en el que nos situamos. Las "Cortes de amor", si verdaderamente se ocupaban solamente de cuestiones concernientes al amor profano, no eran la asamblea de los verdaderos "Fieles de Amor" (a menos que éstos hayan tomado a veces esta apariencia exteriormente para ocultarse mejor); pero han podido ser una imitación y como una parodia, nacida de la incomprensión de los no iniciados, dado que existían incontestablemente en la misma época poetas profanos que, halagando en sus versos a mujeres reales, no admitían más que el sentido literal. (pág. 82)


Esto nos sumergiría de lleno en toda esa época trovadoresca, en la que sin duda hubo mucho de profano y mundano, pero donde también debieron existir ciertas damas y trovadores que, traspasando la forma y las apariencias, se identificaron con la esencia de lo que simbolizaban, esto es: un poeta errante, el vate, cantor de otros mundos y realidades de orden espiritual, que compone versos para su amada Dama, símbolo de la Sabiduría inalcanzable por medios simplemente humanos y sólo accesible por el conocedor del "lenguaje de los pájaros"220, o lo que es lo mismo, por aquél que "juega" con los códigos simbólicos a través de los cuales se expresa la divinidad y cuya aprehensión posibilita el acceso a estados su periores del Ser. Lo cierto es que aquí se abre otro campo inmenso de investigación que supera los límites de este trabajo, pero cuyo interés es indudable y que también esperamos poder retomar en otra ocasión.


Sigamos otros rastros de las mujeres en la Edad Media y sus caminos para realizarse interiormente. Muchas de ellas se incorporaron a órdenes religiosas y monásticas, ya sea por designio familiar, por devoción religiosa o por una elección que, tomando como soporte este modo de vida, les permitió ir más lejos del ámbito estrictamente exotérico, todo lo cual hizo que, en diversos grados de profundidad y conciencia, las féminas participasen de la inmensa labor espiritual, culturizadora y político-social que ejercieron los monasterios en esta época. Queremos destacar que la mayoría de las mujeres que optaron por la vida monacal, al quedar liberadas de la función reproductora, pudieron dedicarse más plenamente a labores de índole intelectual, tales como la conservación del saber en los libros que copiaban, transcribían e iluminaban, el estudio de los textos sagrados de su tradición, la práctica del canto, la música y otras Artes Liberales, y la meditación, la incantación y el silencio. Además, muchas de estas religiosas fueron depositarias de saberes bien arraigados en la misma esencia de la Naturaleza y sus ciclos, como por ejemplo la ciencia farmacológica, el conocimiento de las propiedades curativas y venenosas de las hierbas y su aplicación médica, la conservación y transformación de los alimentos, etc. Anotar también que en el seno de varias de estas órdenes tuvieron oportunidad de refugiarse ciertas mujeres tildadas de extrañas, receptoras de visiones sobrenaturales o de revelaciones de la divinidad, que agrupadas bajo el nombre de místicas221, más bien fueron receptoras de verdaderas experiencias espirituales de carácter esotérico o supraindividual222, y que, paradójicamente, merced a la cobertura exotérica del cristianismo y su rico caudal simbólico, encontraron la posibilidad de materializarse (sobre todo si dichas experiencias fueron acuñadas en escritos, libros o tratados) y de ser transmitidas y rescatadas por otros seres que supieron ver en tales vivencias una lectura más interior y superior de la realidad, aquélla que conecta con los arquetipos universales. De todas maneras algunas de estas mujeres no escaparon de la persecución eclesiástica inquisitorial, siendo tachadas de brujas y herejes y quemadas en la hoguera. Aquí también es mucho lo que debe ser estudiado con todo rigor. Por el momento queda apuntado.


En el estamento de los artesanos tenemos noticia de innumerables mujeres que trabajaron solas (las llamadas femmes soles) o bien con sus padres o maridos en los talleres que estaban surgiendo en los burgos y alrededor de las catedrales, verdaderos centros espirituales de la Edad Media. Sabido es que toda la antigüedad reconoce en el oficio y en su práctica (obtención de la materia prima, herramientas, proceso de transmutación de la materia, aplicación de conocimientos cosmológicos para la confección de la obra de arte, etc.) un carácter totalmente simbólico y ritual223, y por ello ciertas organizaciones iniciáticas lo tomaron como soporte para la transmisión de la influencia espiritual y la ulterior realización interior de sus adeptos; tal el caso de la Masonería y el Compañerazgo, que como se sabe son las dos únicas organizaciones iniciáticas occidentales que han llegado, casi milagrosamente, hasta nuestros días.


Siendo simbólicos todos los oficios tradicionales, éstos permiten la apertura a espacios internos de uno mismo, lo que sucede de forma simultánea al propio desarrollo de la función del oficio, por constituir su estructura un código ordenado que imita el modelo cósmico, siendo esta cualidad la que les confiere a dichos oficios su papel de soportes para la transmutación de la conciencia224.


Por documentos antiguos se sabe que había unas labores artesanales practicadas exclusivamente por las mujeres –que les sirvieron de soporte para toda esta labor iniciática–, como fueron las de las trabajadoras de la seda, y que incluían desde el cultivo hasta el hilado y el tejido con este material, con el cual se realizaban cofias, cojines, bolsas, y verdaderas obras de arte de gran sutilidad. También la fabricación de los "sombreros de orifrés" y de las "cofias sarracenas" requerían de una extrema delicadeza y de unas manos más que hábiles, "manos de hadas", por lo que todo ello constituía una actividad exclusivamente femenina. Además, la presencia de la mujer era evidente en toda la labor del tejido: desde el esquilado de la oveja para obtener la lana virgen, hasta el proceso de peinarla, cardarla, elaborar el hilo con el huso y la rueca, pasando por otras labores de lencería fina, así como la confección del vestuario (actividad compartida con el sastre) para todos y cada uno de los grupos sociales225, magna labor si se tiene en cuenta que todo el trabajo era hecho a mano y que cualquier prenda y accesorio tenía un valor no sólo utilitario sino fundamentalmente simbólico. Una de las artes que más nos interesa destacar es la de las labores con la aguja, y sobre todo el bordado, pues éste, tal como lo atestiguan numerosos estudios, revistió para la mujer un carácter verdadera mente iniciático;


… desafortunadamente ningún ritual que se refiera a este tipo de iniciaciones femeninas parece haberse conservado hasta hoy, al menos en cuanto a Occidente se refiere, aunque se sabe, eso sí, que dichos oficios estaban vinculados al Compañerazgo226.


En el momento en que la civilización occidental rompió el vínculo con el Principio Superior –hecho que coincide con el fin de la Edad Media– y olvidó el Espíritu que da vida a cualquiera de sus manifestaciones, muchas de estas vías iniciáticas se extinguieron, en concreto las propias de la mujeres relacionadas con el trabajo de aguja. Del artículo recién citado "La Masonería y el Arte del Bordado", extraemos estos fragmentos:


Señalaremos que en los antiguos manuscritos masónicos se habla de Noemá como la primera tejedora. Concretamente se dice que ésta inventó el arte de tejer que hasta entonces no se conocía. Por ello –dicen los manuscritos–, es que a este oficio se le llama "arte de mujer" (…). La tela, que en el simbolismo geométrico se corresponde con la horizontal, representa el plano donde se describen y multiplican todas las formas indefinidas de la creación. La vertical vendría dada por la aguja, símbolo del eje que comunica entre sí los distintos planos de la manifestación. De la acción de la aguja sobre la tela (yang sobre yin, la vertical sobre la horizontal) surge el relieve del bordado, es decir el resultado final de esa unión entre complementarios. (…) El hilo es el conductor de la obra, lo que la encadena y al mismo tiempo la une. (…) El arte de la bordadora consiste en tornarse hebra, revestir su alma de brillo y color, y penetrando con la aguja la trama y la urdimbre del tejido universal ir recorriendo su propio ensamblaje con el resto de la creación. (…) Contando y midiendo (numerando y geometrizando) en un pequeño espacio (el del bordado en este caso), las medidas y proporciones del cosmos, el resultado habrá de ser una obra hecha conforme al Plan Divino, en la que la bordadora también está incluida. (…) El bordado representa uno de los velos de Maya, la diosa hindú, hacedora de las formas, que es también el arte con el que el Gran Arquitecto realiza la obra de la creación. Detrás de esos velos se halla el misterio de la vida. Por ello el verdadero trabajo de la bordadora no debe tener otra finalidad que la de ir descorriendo esos velos, con la esperanza de hallar el Conocimiento, e identificarse con la realidad que emana de él. (pág. 59 ss.)


Pero no solamente en la labor de la aguja la mujer encuentra soportes. Tenemos también a muchas artesanas que trabajan en otros oficios de carácter altamente simbólico que emplean, por ejemplo, el metal como materia prima (lo cual guarda estrechas correspondencias con la Alquimia): las hacedoras de agujas, las caldereras, las herreras, las cerrajeras, las tijereras, las forjadoras, las joyeras y las orfebres. También están las encuadernadoras, doradoras y pintoras. Otro hecho interesante: ciertos documentos atestiguan la presencia de las "paritarias", mujeres designadas en los oficios que les eran propios para controlar las formas de trabajo, la calidad de las mercancías y que, además, poseían poderes judiciales.


Por último, dentro de este apartado, no podemos ignorar la gran sabiduría que atesoraban y vivificaban en su práctica diaria las mujeres que cocinaban para sus familiares o sus señores, es decir, de todas las que conocían los secretos de la transformación y conservación de los alimentos, verdadera alquimia vegetal y animal y fuente de más de una enseñanza bien profunda. Y también una mención especial a las que se dedicaron a mercadear e intercambiar, a pequeña o gran escala227, los productos que elaboraban (las buhoneras o quincalleras), actividad ésta la del comercio que, como se sabe, está patrocinada directamente por el dios Hermes. Para terminar con estas notas dedicadas a las artesanas ofrecemos un fragmento bien significativo de los Statutes of Realm de 1363:


Pero la intención del Rey y su consejo es que la mujeres, es decir, las cerveceras, las panaderas, cardadoras, hilanderas y trabajadoras de la lana y todas aquellas que trabajan en las labores manuales puedan ejercer y trabajar libremente como han hecho antes de esta época sin acusaciones y sin verse limitadas por esta Ordenanza228.


Por aquí vemos que también se abre otro filón que requerirá una mayor profundización.


Y al final de este somero recorrido, que en nada pretende ser una sistematización ni una visión estática de ese momento histórico sino más bien una evocación de toda una serie de nuevas posibilidades, no podemos dejar de mencionar a las miles de mujeres sin nombre que pertenecían al estamento de los agricultores, base de la pirámide feudal y sustento material de todo ese organismo vivo. Habitaron y trabajaron en el campo, en los bosques o en las montañas, acompasando su vida al ritmo de las estaciones y de todos los ciclos de la naturaleza, aprehendiendo de forma directa, simple, la sabiduría inscrita en el propio ser del cosmos, análogo al del organismo del ser humano, y en particular al de la mujer, tan afín a todo lo signado por el proceso de vida-muerte-regeneración.


Ellas también participaron de la cultura, ya que desde una perspectiva tradicional, aquélla abarca la expresión entera de un mundo, con sus indefinidas facetas y matices, que atraviesan todos los órdenes de la existencia, desde el más material al más interior y espiritual.


Lo popular también está escrito en las páginas del Libro de la Vida, tiene su razón de ser y su misión en el orden al que pertenece, y al mismo tiempo otorga la posibilidad de acceder a la comprensión de la sinfonía universal a los que se afilian al punto de vista sagrado. Todas las mujeres que se dedicaron a las labores agrarias, y a muchas otras que ahora mencionaremos, tuvieron la oportunidad de sumarse conscientemente al juego de la manifestación para, atravesándola o leyéndola en clave simbólica, poder realizar el viaje de retorno a la esencia única.


El conocimiento del tiempo y lugar idóneo para cada cultivo; la constatación de las influencias celestes (de los astros, los fenómenos meteorológicos…) sobre el crecimiento y maduración de las plantas; el cuidado de la huerta; el dominio de los tiempos propicios para la siembra, la recolección o cosecha; la forma de secado, almacenamiento, conservación y transformación de la gran variedad de víveres de origen vegetal; la atención a la granja y la manufactura de los productos extraídos de animales (ya sea para alimento o vestido); el imprescindible mantenimiento del fuego del hogar –verdadero símbolo del centro del mundo–; la obtención del agua purificadora para los menesteres domésticos; la confección, forma y uso de los útiles de la casa; la limpieza del hogar; el conocimiento de las propiedades de las plantas, su recolección y aplicación curativa –esto es, la ciencia de los remedios–; el arte de la mayéutica (tan afín a todos los ciclos acuosos y fluídicos) así como el amortajamiento y acompañamiento del duelo de los muertos, y otras muchas actividades y funciones, son las expresiones no escritas en las crónicas de unos códigos simbólicos inscritos en lo cotidiano y susceptibles de numerosas transposiciones analógicas con otros planos superiores de la existencia, hasta el punto de tener la facultad de remontar al ser que los vive y asume de corazón a la conciencia de otros planos de la realidad.


Y no olvidemos el riquísimo depósito del lenguaje –acumulado en lo que ha venido a denominarse folklore– integrado por las innumerables leyendas, cuentos y refranes que muchas mujeres conocían por transmisión oral y que así legaban a sus descendientes en las largas veladas invernales al calor del hogar; o los miles de cantos y melodías (la música como soporte y expresión de la armonía universal) que marcaban el compás de la jornada, de las estaciones y los años (las canciones del despertar o las nanas; las que recuerdan los animales o los alimentos; las que imploran la lluvia o el sol; la buena siembra o la abundante cosecha; las que atraen influencias benéficas o las que ahuyentan las nocivas; las que cantan a la vida y también a la muerte, al amor y al desamor, al Misterio…). También la danza, el teatro, los juegos de niños y mayores que acompañaban a los festejos. Todo ello nos remite a la idea del calendario, verdadera sacralización del tiempo y el espacio, de la que el ser humano tradicional participaba de una forma directa, pues marca el propio devenir acompasado al del cosmos. Aquí no encontraremos individualidades que destaquen, ni nombres propios, sino un coro de voces anónimas e imprescindibles para efectivizar plenamente la simultaneidad de todos los ámbitos en los que se expresa una civilización. Ahondar en el estudio del folklore también es rescatar fragmentos dispersos de la tradición.


El Arte de la Construcción


Los anteriores apuntes denotan que el Medioevo estuvo atrave sado por la corriente Hermética, que se plasmó, entre muchas otras cosas, en una rica cultura intelectual y popular depositaria de símbolos, mitos y ritos universales, los cuales, adaptándose a las circunstancias espacio-temporales y a la naturaleza de los seres a los que se dirigían, constituyeron el soporte para su realización interior y espiritual, sin dejar a nadie fuera de la posibilidad de acceder al Conocimiento; por algo se dice que aunque las vías de penetración en los Misterios son diversas en su forma, todas conducen al mismo y único Centro.


Pero en el siglo XV –fundamentalmente por las razones de orden cíclico a las que ya hemos aludido con anterioridad–, Occiden te corta el vínculo con el Principio, se olvida del Espíritu que alienta el orden universal y la inmensa mayoría de sus integrantes, apegándose sólo a la forma, no hacen más que quedar expuestos a un proceso de fosilización que poco a poco mata la vida y va resquebrajando lo que queda de sagrado en la civilización occidental. El ser humano deja de comprender la esencia de lo que simboliza, de lo que es. El varón, a partir de entonces, domina por la fuerza y la mujer se recluye y es oprimida. Las vías iniciáticas propias de las mujeres se extinguen y sólo perviven algunas de las de los hombres. Como se dice en el Corpus Hermeticum:


Los dioses abandonarán la tierra y volverán a ganar el cielo.


Creemos que Cristina de Pizán aprecia con lucidez que éste es el punto a que se ha llegado en su tiempo y por ello anima a las mujeres de su época a apartarse del error y la ignorancia y a mirar de nuevo hacia su interior, poniendo toda la voluntad y acción en recuperar la esencia de su naturaleza229 e insinuando también que el camino para acceder y seguir una vía de Conocimiento es cada vez más difícil, más solitario, exento de soportes grupales, pero que cuenta todavía con ayudas tradicionales vivas para todo aquél que las busque con sinceridad y tenga "cualidades" para rescatarlas. Además, y quizá sin ser plenamente consciente de todo el alcance y lectura de su propuesta, incita a las mujeres en posesión de tales cualidades230 (las de su tiempo, las pasadas y las futuras) a emprender una obra magna: la construcción de un baluarte inexpugnable donde salvaguardar todo lo rescatable de la verdadera feminidad. Para tal empresa, Cristina no espera pasivamente que ello se dé sin esfuerzo, sino que moviliza la voluntad y la recta intención y, rememorando las vidas y hechos significativos de féminas históricas o míticas –desde la más remota antigüedad hasta sus días–, y por indicación y con la ayuda celeste de tres Damas que actúan de intermediarias (Razón231, Derechura232 y Justicia233) construye una Ciudad Utópica, la Ciudad de las Damas, que precisamente da nombre a otra de sus obras más significativas y que representa según palabras de un maestro de la Tradición Hermética, un anticipo medieval de lo que serán las utopías renacentistas de Campanella, Moro, Bacon y otros, las cuales nos hablan de una urbe ideal234, arquetipo del cosmos y del Hombre Universal. Cristina emplea la simbólica constructiva para erigir tal Ciudad, aunque por modestia o para evitarse problemas de diversa índole con el poder establecido, dice no conocerla235. En realidad, este proceso, más allá de una lectura literal y exterior, se está refiriendo sobre todo a una arquitectura interior. Si bien la escritora anuncia que dicha Ciudad es construida por y para mujeres, creemos que ello no debe tomarse al pie de la letra (precisamente la literalidad es la que ha dado pie a las interpretaciones sesgadas y parciales de corte feminista), sino que encierra una simbólica mucho más alta y profunda: la necesidad de que todo ser, ya sea hembra o varón, recupere y encarne plenamente en su interioridad el arquetipo femenino236, y sobre todo, que ello acontezca en estos momentos de fin de ciclo cósmico que se viven desde hace mucho tiempo, en los que es del todo imprescindible que el alma de los seres humanos llamados a mantener el recuerdo del Principio hasta el fin de los tiempos se torne totalmente receptiva, tal cual el espejo refulgente, la copa vacía, las aguas mansas, el arca o la tierra labrada presta a ser fecundada por la virilidad del Espíritu237.


Esta realidad que debe operarse tanto a escala macrocósmica como microcósmica, esto es, en la individualidad del "llamado" por la deidad, necesita en este caso de unas ayudas para efectivizarse. Cristina de Pizán recurre a la simbólica constructiva, lo que nos pone de inmediato sobre la pista de la Masonería –organización iniciática nacida en tiempos míticos y revitalizada en la Edad Media por las cofradías de constructores de las catedrales–, que como se sabe emplea tal simbólica como soporte para la realización espiritual de sus adeptos. Con ello no queremos decir que nuestra escritora preconizara el acceso de la mujer a las corporaciones de constructores de su tiempo, pero sí que su riquísimo depósito doctrinal y simbólico le era próximo en alguna medida, al tiempo que lo reconoció totalmente válido como vehículo para esa edificación ideal238. En La Ciudad de las Damas se sintetiza la idea de la "cosmización" del ser individual, así como de la constitución de una "entidad cosmizada", ese edificio arquetípico o arca universal donde acontece toda la magna obra de divinización. Precisamente, desde la Edad Media, es la Masonería (y también el Compañerazgo, aunque sólo en Francia), la organización iniciática que, siendo "arca viva" de los símbolos, mitos y ritos sagrados de Occidente, ha hecho posible este proceso de realización interna a los que han recibido la Iniciación en su seno. El estudio de la vinculación de la mujer a la Masonería será abordado en el último capítulo, pero ahora queremos destacar que en pleno siglo XXI, y tras ciertas adaptaciones del todo ajustadas a la regularidad, aquella organización iniciática acoge en su matriz a todos los hombres y mujeres libres y de buenas costumbres que aspiran a ser raptados por los dioses –y por Hermes en especial–, y conducidos a las regiones celestes ignotas, universales y arquetípicas, para finalmente conquistar el Reino de la Eternidad. Esa Ciudad Ideal proyectada por Cristina es la antesala del ámbito de la Metafísica. Terminamos con las últimas palabras de La Ciudad de las Damas:


Alegraos apurando gustosamente el saber y cultivad vuestros méritos. Así crecerá gozosamente nuestra Ciudad. Yo, Cristina, que me puse a vuestro servicio, os pido, damas mías, que recéis por mí para que Dios, que me concedió la gracia de vivir en este mundo, me otorgue también el perseverar en mi esforzado servicio y me acoja luego en la ciudad Celeste. Que extienda a todas vosotras la gracia de gozar de la eternidad239. Amén.


… pero baste con que algunos guarden integralmente el verdadero conocimiento para estar preparados, cuando se hayan cumplido los tiempos, para salvar todo lo que todavía puede ser salvado del mundo actual, y que se convertirá en el germen del mundo futuro. (René Guénon. Estudios sobre el Hinduismo).

 

Notas

183 En el libro La Ciudad de las Damas, nuestra escritora pone en boca de una de las damas que la visitan: "Tu padre, gran sabio y filósofo, no pensaba que por dedicarse a la ciencia fueran a valer menos las mujeres. Al contrario, como bien sabes, le causó gran alegría tu inclinación hacia el estudio. Fueron los prejuicios femeninos de tu madre los que te impidieron durante tu juventud profundizar y extender tus conocimientos, porque ella quería que te entretuvieras en hilar y otras menudencias que son ocupación habitual de las mujeres". Cristina de Pizán. La Ciudad de las Damas. Ed. Siruela. Madrid, 1995, pág. 199. (Retorno al texto)

184 En ningún momento de la vida Cristina abandona los quehaceres más mundanos, pues sabe que la batalla se libra en todos los frentes, ya que el ser hu mano de mentalidad tradicional reconoce la necesidad de unir permanentemente lo de arriba con lo de abajo y lo de abajo con lo de arriba, aún reconociendo siempre la supremacía de lo celeste sobre lo terrestre. (R)

185  Que sepamos, este libro es el único traducido y editado en castellano. El resto de la bibliografía de la autora se encuentra en francés o inglés. (R)

186  Christine de Pizan. Le Chemin de Longue Étude. Librairie Générale Française. Lettres Gothiques. París, 2000, pág. 97. (R)

187  Dice así en Le Chemin de Longue Étude: "No he aprendido la ciencia de la astrología en la escuela; podrían entonces hacérseme reproches, pero me permito dar parte de mis impresiones generales". (pág. 198-199 y ss.). Y a continuación da cuenta de numerosos de sus conocimientos como son la descripción del orbe con el orden de las estrellas, de los planetas, del zodíaco, la Vía Láctea, los signos zodiacales, el movimiento del sol, los ciclos a que da lugar y hasta incluso el relato de la música de las esferas. (R)

188  Presentamos por primera vez en castellano fragmentos de esta bella obra, proponiendo una versión libre en prosa, pero eso sí, procurando en todo momento ser fieles al sentido que plasmó la autora. (R)

189  En muchos de sus escritos, Cristina parte de su propia vida, reconociéndose como el sujeto y el objeto de sus investigaciones. Sus relatos o poemas están en primera persona, pues a partir del Renacimiento ya son pocos los escritos anónimos, lo cual no debe entenderse como un afán de protagonismo por parte de los autores tradicionales (cosa que en gran parte es así entre los escritores que se desvinculan de las raíces sagradas de su cultura y no pretenden más que destacar y exponer parcialidades propias de sus elucubraciones personales), sino como una necesidad de posicionamiento y protección por parte de los verdaderos hombres y mujeres de conocimiento ante las cada vez más extendidas usurpaciones, plagios, burdas imitaciones o tergiversaciones del legado tradicional a las que se ven sometidos. (R)

190  ¿No es esto la muestra de un cierto conocimiento, aunque sea parcial, por parte de esta autora, sobre el estado caído y terminal de la civilización occidental, que en nuestros días ya ha llegado a su fase final? Para ampliar conocimientos sobre la doctrina de los ciclos cósmicos remitimos a lo dicho en la nota 29. (R)

191  El sueño como la simbólica idónea para expresar la ruptura de nivel y el acceso a estados más sutiles del ser, cada vez más libres e incondicionados, es empleado aquí por Cristina, así como por otros autores y autoras, algunas de las cuales mencionamos en este libro. (R)

192 La Sibila de Cumas es un personaje mítico, que junto con otras seis o nueve, según las fuentes tradicionales, constituyen las entidades femeninas conocedoras del pensamiento divino, y por tanto, de los misterios más profundos. Estas se revelan a los hombres como profetisas, poetas, instructoras y civilizadoras, guías en el camino iniciático y son voces de la Verdad, así como de otras altas funciones. Para ampliar el tema ver de la misma autora en su libro La Ciudad de las Damas el Libro II, capítulo I dedicado a estas féminas. (R)

193  Seguramente que este inicio nos ha recordado el periplo seguido por Dante y su guía Virgilio en el libro La Divina Comedia, obra central de la cultura occidental, que como veremos guarda similitudes y correspondencias con la aventura de Cristina conducida en este caso por la Sibila de Cumas.(R)

194  A propósito de las Musas, inspiradoras de poetas y filósofos, recordamos este bello Himno de Proclo que les está dedicado: "Cantemos la luz que lleva por el camino / Del retorno a los hombres; / Glorifiquemos a las nueve hijas del gran Zeus, / De luminosas voces; / Cantemos a estas vírgenes que, / Por la virtud de las puras iniciaciones que / Provienen de los libros, despertadores de inteligencia, / Arrancan de los dolorosos sufrimientos de la tierra, / A las almas que yerran en el fondo de los pozos de la vida…" (R)

195 Sólo a título de ejemplo anotaremos algunos nombres más de los filósofos, poetas, hombres de ciencia y sabios dirigentes así como personajes míticos, que Cristina designa en su obra y que constituyen los engranajes de la áurea cadena de transmisores de la Filosofía Perenne: la cúspide de la montaña está ocupada, según nuestra autora, por Aristóteles, al que siguen Platón, Sócrates, Demócrito, Diógenes, Hermes Trismegisto, Anaxágoras, Séneca, Cicerón, Ptolomeo, Avicena, Dante, Bocaccio, Virgilio, Homero, Horacio, Orfeo, Juvenal, Boecio, Apolonio, Alejandro Magno, Julio César, Escipión el Africano, Alfonso X el Sabio, Carlos V, Plutarco, Apuleyo, Valerio Máximo, Fulgencio, San Agustín, San Jerónimo, San Bernardo, Salomón, el rey Arturo, Merlín, la Sibila de Cumas, las Musas, Palas, Rea, Isis y algunos más. (R)

196  Resaltamos especialmente esta primera mención a Hermes Trismegisto, personaje o entidad mítica conocedora de las tres partes de la Sabiduría de la tierra, detentador y transmisor de los misterios de la cosmogonía y educador de los hombres, que con distintos nombres ha sido conocido por todos los pueblos. (R)

197  No en tanto que mortal, sino en tanto ser que alberga en su seno, en la cavidad más recóndita del corazón, símbolo del centro del mundo, a la deidad misma. (R)

198  En el poema de Cristina se reconoce claramente la influencia de las ideas neoplatónicas, tanto a través del mito de la caída del alma como por el de la reminiscencia, abordados por Platón en el Menón y en Protágoras. (R)

199  Identificamos todos estos lugares como enclaves altamente significativos en los que se sembró y fructificó la Tradición Hermética y la Judeo-Cristiana. Respecto al límite del Preste Juan, ver: René Guénon. El Rey del Mundo. Luis Cárcamo, Editor. Madrid, 1987, pág. 16-17. También se puede consultar la nueva edición de este libro publicada por la editorial Paidós. (R)

200  Sobre la simbólica de la escalera ver de René Guénon: "El simbolismo de la escala", cap. LIV Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, Eudeba, Buenos Aires, 1988, pág. 293. De este artículo extraemos: "… Se ve que la escala ofrece, así, un simbolismo muy completo; es, podría decirse, como un 'puente' vertical que se eleva a través de todos los mundos y permite recorrer toda su jerarquía, pasando de peldaño en peldaño; y a la vez, los peldaños son los mundos mismos, es decir, los diferentes niveles o grados de la Existencia universal". Este libro también ha sido reeditado por Paidós. (R)

201  A. K. Coomaraswamy: "The Inverted Tree", citado por René Guénon en ibid. (R)

202  Podría uno preguntarse: ¿A qué escuela se está refiriendo la Sibila? Según todo lo que se nos ha ido revelando en este poema, ¿no es acaso el Colegio iniciático que bajo distintos ropajes en el devenir temporal, congrega a todos los llamados y elegidos a seguir y aprehender los misterios de la cosmogonía, antesala de la Metafísica? Y por tanto, ¿no es cierto que nos encontramos con pistas cada vez más evidentes de la adscripción de Cristina a la saga de iniciados de la Tradición Hermética? Sigamos conociendo su obra, y la respuesta caerá por su propio peso. (R)

203  ¡Cuántos autores tradicionales nos han hablado de esta música del universo! Desde Pitágoras y Platón pasando por Escipión y el mismo Shakespeare, por citar sólo algunos. (R)

204  ¿Cómo acceder a esas regiones supremas? La Tradición nos dice unánime mente que sólo es posible invocando esa facultad superior, suprahumana pero experimentable por el hombre, que se llama Intuición Intelectual o Intelecto Puro, que ya nada tiene que ver con el cuerpo, es decir, con las experiencias sensoriales, ni incluso con las de orden psíquico, sino que pertenece al ámbito puramente es piritual. (R)

205  Recordemos el célebre pasaje del Evangelio de San Mateo XIX, 16, sobre el joven rico. (R)

206  "En ciertos casos se encuentra también el símbolo de una escala doble, lo que implica la idea de que la subida debe ser seguida de un redescenso; se suben entonces, por un lado, peldaños que son 'ciencias', es decir, grados de conocimiento correspondientes a la realización de otros tantos estados, y se bajan del otro lado por peldaños que son 'virtudes', es decir, los frutos de esos mismos grados de conocimiento aplicados a sus niveles respectivos". René Guénon. "El simbolismo de la escala" en Símbolos Fundamentales…, op. cit., pág. 295. (R)

207 Razón, asociada no tanto a la facultad mental puramente humana, sino a la ratio, esto es, al rayo o radio que simbólicamente conecta la periferia de la circunferencia con su centro, o también, al eje invisible que pendiendo de la estrella polar atraviesa todos los mundos desde el Zénit al Nadir. Dice Cristina: "Está exenta de toda corrupción, reina sobre los otros, sabia, recta, y bienhechora. Mensajera de Dios Padre, testimonio de la presencia del Espíritu Santo, ella refiere del cielo todo lo que le es sugerido". (R)

208  La simbólica del Rey del Mundo está ampliamente estudiada por René Guénon en el libro que precisamente lleva por título El Rey del Mundo y del que hemos dado referencia en la nota 199. De éste extraemos: "Por lo que acabamos de decir, ya se puede comprender que 'el Rey del Mundo' debe tener una función esencial ordenadora y reguladora (y se observará, no sin razón, que esta última expresión tiene la misma raíz que rex y regere) función que puede resumirse en una palabra como la de 'equilibrio', o la de 'armonía', lo que se traduce precisamente en sánscrito por el término Dharma: lo que entendemos por ello es el reflejo, en el mundo manifestado, de la inmutabilidad del principio supremo". (Op. cit. pág. 21-22). (R)

209  Ofrecemos sólo algunos de estos fragmentos: "Que nada es más digno de alabanza, ni más provechoso que la ciencia, es evidente todos los días; pues, en tanto que el mundo continúe girando, si no está regido por el orden, tenderá a la confusión; sin orden nada perdura, nada se fija. ¿Y de dónde viene el orden? ¿No es de su amiga la sabiduría?" (pág. 387). "El espíritu del sabio jamás será agitado por nada ni desviado de su recta línea". (pág. 395). "Es ella [la Sabiduría] que puede lo mortal, transmutar en inmortal; la humana y transitoria vida, en gloria perfecta". (pág. 397). "El dios de los dioses, en quien depositó su confianza, fue en la Sabiduría (…) Los ancianos filósofos, hombres sabios y admirables, hicieron poner en sus templos la imagen de la Sabiduría sosteniendo noblemente su cetro; se la reconocía a la entrada del santuario". (pág. 407). (R)

210  Para ampliar información y conocimientos sobre esta idea, ver el libro anteriormente citado de René Guénon, El Rey del Mundo, que aporta numerosas claves sobre esta cuestión tan trascendente. De él extraemos: "Este nombre, por otra parte, no designa en absoluto a un personaje histórico o más o menos legendario; lo que designa en realidad es un principio, la Inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura y que formula la Ley (Dharma) propia de las condiciones de nuestro mundo o de nuestro ciclo de existencia; y es al mismo tiempo el arquetipo del hombre considerado especialmente en tanto que ser pensante (en sánscrito Mânava)". Op. cit. pág. 13-14. (R)

211  Federico González. SYMBOLOS Nº 23-24: René Guénon II. Carta Editorial. Barcelona, 2002. (R)

212  "En las sociedades tradicionales, como lo fue por ejemplo la civilización maya, todo es simbólico. La vida es un rito perenne que se verifica en todas las labores cotidianas y de manera constante. Cualquier acción y aún cualquier pensamiento están signados por la presencia de lo significativo, de lo mágico, de lo trascendente, ya que todo sucede en distintos planos de la realidad y por eso también en el mundo de lo oculto, de lo invisible". (F. González. Simbolismo y Arte, op. cit., pág. 71). (R)

213  Sobre todo nos hemos apoyado en la enseñanza recibida oralmente por maestros de la Tradición Hermética, la cual ha aportado el punto de vista con el que se presenta este estudio. También ha sido una ayuda el libro de R. Pernoud: La mujer en el tiempo de las catedrales, Ediciones Juan Granica, Barcelona 1987, por la valiosa documentación y reseñas que aporta, aunque la perspectiva que aquí ofrecemos difiere en mucho de la de esta estudiosa contemporánea. Lo mismo diríamos de otro libro: Eileen Power. Mujeres Medievales. Encuentro Ediciones. Madrid, 1991. (R)

214 Ver los relatos de sus historias ejemplares en la ya citada novela de Cristina La Ciudad de las Damas. (R)

215  Tomado de: Eileen Power. Mujeres Medievales, op. cit., pág. 50. (R)

216  Tal es el caso de la condesa Duoda del s. IX, que envía un epistolario a su hijo en el que le vierte todo un caudal de sabiduría así como consignas prácticas y morales-religiosas. (R)

217  Del libro: Régine Pernoud. La mujer en el tiempo de las catedrales, op. cit., pág. 228-229. (R)

218  Al respecto ver René Guénon. Esoterismo Cristiano. Ed. Obelisco, Buenos Aires, 1993, caps. IV, V, VI, VII. (R)

219  El libro de Margarita Porete que hemos estudiado en el anterior capítulo se refiere a esta verdadera Corte de Amor. (R)

220  Ver los artículos de René Guénon "La ciencia de las letras" y "El lenguaje de los pájaros", en: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, op. cit. (R)

221  René Guénon aclara en un artículo de Aperçus sur l'Initiation la gran diferencia entre misticismo e iniciación; veamos algunos fragmentos: "… la vía mística difiere de la vía iniciática en todos sus caracteres esenciales…"; "… en el misticismo, el individuo se limita a recibir simplemente lo que se le presenta, sin que él mismo tenga nada que ver con ello; (…) En el caso de la iniciación, por el contrario, es al individuo al que pertenece la iniciativa de una 'realización' que se perseguirá metódicamente". En el misticismo "no se trata en suma más que de fenómenos, visiones u otros, manifestaciones sensibles y sentimentales de todo género, con las cuales uno sigue permaneciendo exclusivamente en el dominio de las posibilidades individuales". A estas citas añadimos todo lo estudiado en el acápite anterior. (R)

222 "El esoterismo no es contrario a la 'ortodoxia' aún entendida simplemente en el sentido religioso; está por encima y más allá del punto de vista religioso, lo que evidentemente no es del todo la misma cosa; y, de hecho, la acusación injustificada de 'herejía' no fue a menudo más que un medio cómodo para desembarazarse de gente que podía ser molesta por otros motivos distintos". René Guénon. Esoterismo Cristiano, op. cit., pág. 52. (R)

223  "Los oficios, en virtud de la realización 'artesanal' de un modelo cósmico poseen en una civilización tradicional un valor espiritual y un carácter verdadera mente 'sagrado' y por eso pueden servir normalmente de 'soporte' a una iniciación". René Guénon. (R)

224  Mª Angeles Díaz. "La Masonería y el Arte del Bordado". SYMBOLOS Nº 4, op. cit., pág. 59. (R)

225  Aquí estaban las curtidoras de pieles, las que confeccionaban zapatos, sombreros, guantes, carteras, camisas, túnicas, telas, etc. Hay que tener en cuenta que en cada estamento el vestuario era acorde con el rango, y con una simbólica bien precisa; pero ya sea en los castillos, conventos, talleres o en la casa, la mujer ponía sus manos al servicio del huso, la rueca, la aguja y el telar. (R)

226  Op. cit. pág. 60. (R)

227  La mujeres vendían en los mercados todo tipo de alimentos: sal, pan, grano, semillas, cerveza o vino según el país, pescado, aves de corral, carne, leche, quesos, hortalizas y verduras, así como vestuario, carbón, leña… (R)

228  Tomado de Eileen Power. Mujeres Medievales. Op. cit., pág. 80. (R)

229  Se trata, como siempre, de armonizar los aparentes opuestos y complementarios, potenciando todo lo que de viril hay en uno para fomentar la receptividad y vacuidad. (R)

230  Destacamos el mensaje que le transmiten las tres Damas que la visitan: "Nos hemos apiadado de ti y venimos para anunciarte la construcción de una Ciudad. Tú serás la elegida para edificar y cerrar, con nuestro consejo y ayuda, el recinto de tan fuerte ciudadela. Sólo la habitarán damas ilustres y mujeres dignas, porque aquellas que estén desprovistas de estas cualidades tendrán cerrado el recinto de nuestra Ciudad". La Ciudad de las Damas, pág. 70. (R)

231  Razón se presenta con este atributo: "Como mi papel es que cada uno y cada una se vea en su alma y conciencia y conozca sus vicios y defectos, no tengo por emblema el cetro sino el espejo refulgente que llevo en la diestra. Has de saber que quien se mire en este espejo se verá reflejado hasta en lo más hondo de su alma. ¡Qué poderosa virtud la de este espejo mío! Míralo, con sus piedras preciosas: nada puede llevarse a cabo sin él, ahí quedan conocidas las esencias, cualidades, relación y medida de todas las cosas". Op. cit. pág. 69. (R)

232  Derechura le muestra su emblema y función: "A modo de cetro llevo en la diestra esta vara resplandeciente que delimita como una recta regla el bien y el mal, lo justo y lo injusto; quien la siga no se extraviará. (…) Con esta regla, que tiene muchas virtudes, pueden trazarse los límites de cualquier cosa. Te será muy útil para medir los edificios de la Ciudad que debes construir. La necesitarás para levantar los grandes templos, diseñar y construir calles y plazas, palacios, casas y alhóndigas, y para ayudarte con todo lo necesario para poblar una ciudad. Para eso he venido, éste es mi papel. Si el diámetro y la circunferencia de las murallas te parecen muy grandes, no debes preocuparte, porque con la ayuda de Dios y la nuestra terminarás su construcción ciñendo y colmando el lugar con hermosas mansiones y magníficas casas palaciegas. Ningún espacio quedará sin edificar". Ibid. pág. 72. (R)

233  Justicia, la que corona la obra se le presenta así: "Esta copa de oro fino que ves en mi mano diestra, medida de buen tamaño, me la ha dado Dios para devolver a cada uno lo debido". Ibid. pág. 73. Y a continuación le destaca de ellas tres: "Todas convergen hacia mí, las tres somos por así decir una sola: lo que propone la primera, la segunda lo dispone, y yo, la tercera, lo llevo a perfecto término. Por ello las tres hemos acordado que yo venga en tu ayuda para terminar tu Ciudad. Será responsabilidad mía rematar con oro fino y pulido los tejados de las torres, mansiones y casas palaciegas. Terminada la Ciudad la poblaré para ti con mujeres ilustres y traeré una gran reina a quien las demás damas rendirán homenaje y pleitesía. Con tu ayuda quedará la Ciudad cerrada con fortificaciones y pesadas puertas que bajaré del cielo. Después pondré las llaves en tu mano". Ibid.(R)

234 "Hemos hablado ya en varias oportunidades sobre el simbolismo de la 'Ciudad divina' (Brahma-pura en la tradición hindú); sabido es que lo así designado propiamente es el centro del ser, representado por el corazón que por lo demás le corresponde efectivamente en el organismo corpóreo, y que ese centro es la residencia de Púrusha, identificado con el Principio Divino (Brahma) en cuanto éste es el 'ordenador interno' (ántar-yâmî) que rige el conjunto de las facultades de ese ser por la actividad 'no actuante' que es consecuencia inmediata de su sola presencia". René Guénon. Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, pág. 402. Sobre la simbólica de la Utopía, ver de Federico González su libro Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Ed. Kier. Buenos Aires, 2004. (R)

235  "Pobre de espíritu, no estudié ni la geometría ni el arte y todo ignoro de la ciencia de la arquitectura y de las artes de la albañilería. Si aún pudiera aprender las, ¿cómo iba a encontrar en este débil cuerpo de mujer la fuerza para emprender tan alta tarea? Sin embargo, muy veneradas Damas, aunque me encuentre todavía asombrada por tan singular aparición, yo sé que para Dios nada es imposible, y que he de creer que todo cuanto emprenderé con vuestra ayuda y consejo queda rá ultimado. Con todas mis fuerzas rindo alabanzas a Dios y a vos, Damas mías, que me honráis con tan noble cargo. Lo acepto gozosamente, heme aquí dispuesta a serviros. Hágase en mí según vuestras palabras". Op. cit. pág. 74. Y a éstos siguen muchos otros pasajes en los que la autora aplica las leyes de la construcción; animamos al lector a que los identifique. (R)

236  "¡Qué felices vivirán las damas de nuestra Ciudad!. No tendrán que temer ser expulsadas por ejércitos extranjeros, porque la obra que hemos ido construyendo tiene una propiedad especial, la de ser inexpugnable. Ahora empieza la era del Nuevo Reino de la Femineidad, muy superior al antiguo reino de las amazonas, porque las damas que habitan aquí no tendrán que marcharse para concebir y dar a luz a nuevas herederas que mantengan sus posesiones y perpetúen su linaje. Quienes se alojen aquí, ahora, vivirán en esta Ciudad eternamente". Op. cit. pág. 169. (R)

237  De más está decir que en la concordia universal, las dos tendencias cósmicas, a saber, la positiva y la negativa, la luminosa y la oscura, la activa y la pasiva, la masculina y femenina, siempre están presentes de un modo u otro, y que sus aparentes desequilibrios contribuyen a la armonía del Todo. Además, recordemos, citando a René Guénon que: "la participación en ambos principios existe para todo ser manifestado, y se traduce en él por la presencia de los dos términos, yang y yin, pero en proporciones diversas y siempre con predominancia de uno sobre otro; la unión perfectamente equilibrada de estos dos términos no puede ser realizada más que en el 'estado primordial'. En cuanto al estado total, ya no puede haber cuestión en él de ninguna distinción entre el yang y el yin, que han regresado entonces a la indiferenciación inicial; ni siquiera se puede hablar aquí del 'Andrógino', lo que implica ya una cierta dualidad en la unidad misma, sino solamente de la 'neutralidad' que es la del Ser considerado en sí mismo, más allá de la distinción de la 'esencia' y la 'substancia', del 'Cielo' y la 'Tierra', de Purusha y Prakriti". El Simbolismo de la Cruz, capítulo XXVII. Ed. Obelisco. Barcelona, 1987. (R)

238  "¡Levántate, hija mía! Salgamos sin tardanza al Campo de las Letras. Es allí, en aquel país rico y fértil, donde será fundada la Ciudad de las Damas, allí donde se hallan mansos ríos y vergeles cargados de fruta, donde la tierra produce buenas y abundantes cosas. Coge la azada de tu inteligencia y cava hondo. Por donde veas el trazado de mi regla, cava un foso profundo, yo te ayudaré cargando la tierra en cestas que llevaré a hombros". La Ciudad de las Damas, pág. 75. "Ahora queda diseñada la gran obra que he preparado para ti –me dijo Razón–, sólo tienes que esforzarte en cavar la tierra, siguiendo la línea que he trazado con mi regla". Op. cit. pág. 79. "Coge ya tu pluma como si fuera una pala de allanar mortero y date prisa para llevar a cabo con ardor esta obra. Aquí está esa gran piedra hermosa que debe ser la primera asentada en la base de tu Ciudad. Se ve en los signos astrales cómo Naturaleza la ha destinado para ser utilizada en esta construcción y quedar incorporada a la obra. Apártate entonces un poco, yo colocaré para ti esta primera piedra" (ibid. pág. 93). Y a estos fragmentos siguen muchos otros con los que se va elevando este Reino Ideal y en los que figura la simbólica de algunas herramientas de la Masonería (regla, plomada, piedra de fundamento, piedra cimera, etc., etc.). (R)

239  "En verdad este fin último en la existencia del iniciado es un estado del Ser Universal que puede ser conocido por lo humano, gracias a la cosmización que representa el ascenso por el eje vertical –que en el simbolismo geométrico es el centro de cualquier plano–, que liga todos los mundos posibles, que incluyen cielo, hombre, tierra: (o cielo, tierra e inframundo en diversas tradiciones), para llegar a algo tan tenue como la Posibilidad Universal, la que podría ser vista también como un Eterno Reposo (valga la contradicción en los términos) y el cese de cualquier acción que siempre necesita de un espacio y un tiempo para expresarse". Siete Maestros Masones. La Logia Viva, op. cit. "Eblis-Caín-Hermes-Hiram". (R)