Capítulo V
El alma liberada:
Margarita Porete (?-1310 d. J. C.)


Bajorrelieve del pórtico de Nôtre Dame de París
que representa la escala del Conocimiento,
también descrita por Margarita Porete en su libro
"El Espejo de las Almas Simples"

 

Ahora esta Alma se halla en el ser primigenio que es su verdadero ser; ha dejado tres, y ha hecho de dos uno. ¿Pero cuándo existe esa unidad? La unidad existe cuando el Alma regresa a aquella simple Deidad que es un ser simple de desbordante fruición, en pleno saber, sin sentimiento, por encima de la mente. Ese simple ser cumple en el Alma por caridad cuanto el Alma cumple, pues el querer se ha hecho simple, y el simple querer no contiene acción después de haber vencido la necesidad de dos naturalezas, cuando querer le fue entregado para que el Alma fuera simple. Y ese simple querer, que es querer divino, lleva al alma a estado divino: más arriba es imposible ir, más profundo es imposible descender, más desnudo no se puede estar.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


Como si de los ojos del río Guadiana se tratara, la Tradición Hermética se esconde y emerge en varias ocasiones a lo largo de su devenir, pero sigue un curso inexorable hacia el océano, símbolo del estado de donde todo mana y a donde todo retorna. Ahora, a propósito de la obra y el testimonio vital de la beguina Margarita Porete, veremos cómo el mensaje liberador de la Tradición –adoptando formas insospechadas–, aflora con fuerza durante la Baja Edad Media. Hacia finales del siglo XII una corriente de renovación espiritual se gesta en las tierras de Flandes, Renania, Brabante y Baviera, la cual se extenderá con vigor hasta bien entrado el siglo XIV irrigando las actuales Alemania, Francia, Italia y España. De entre los diversos movimientos de regeneración que brotan de esos enclaves del norte de Europa nos atrae especialmente aquél que incluye a un gran número de mujeres (y también a algunos hombres) que deciden vivir la espiritualidad al margen del cada vez más asfixiante ambiente dogmático de la religión institucional, emprendiendo de forma solitaria o en pequeños grupos una vida dedicada a la búsqueda interior, sin que ello suponga alejarse del pulso de los avatares de su mundo. Son las llamadas beguinas, féminas de todos los estamentos sociales, algunas de ellas damas cultas de la nobleza o burguesas instruidas, pero en su mayoría artesanas y mujeres sencillas del pueblo, que impelidas por el soplo regenerador del Espíritu, abandonan toda comodidad y apego y adoptan una vida inspirada en ideales de pobreza, austeridad y libertad. No entran en conventos ni en órdenes monásticas, no realizan votos perpetuos y por lo tanto no se vinculan a ninguna institución eclesiástica, pero optan por entregarse sinceramente a una búsqueda interior que les permitirá llegar a diversas metas según sea el punto de vista en el que se ubique cada una. Viven en los emergentes burgos, en pequeñas celdas o habitáculos cerca de las iglesias o de las murallas o en edificios más grandes donde se congrega una comunidad más extensa, siempre en puntos neurálgicos de la vida mundana, aunque su trama vital también las envía a recorrer tierras y paisajes nuevos, convirtiéndolas en intrépidas viajeras y peregrinas. No se rigen por reglas establecidas, hacen votos de pobreza y castidad aunque no de por vida y simultanean la contemplación con la acción.


Nos llama poderosamente la atención las funciones que desempeñan. Diversos documentos, entre los que se incluyen sus propios escritos o los de los confesores que registran sus experiencias, las presentan como mujeres inspiradas por un soplo regenerador, algunas de ellas receptoras de revelaciones y visiones de otros mundos o estados del ser, pero todas entregadas incondicionalmente a una vida de oración y meditación, y al mismo tiempo, desempeñando muy variadas labores en plena ciudad. Las encontramos dedicadas con esmero al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los moribundos; realizan todo el acompañamiento mortuorio: amortajan al difunto, lo velan, oran por su alma y guían y conducen al cortejo fúnebre hasta la sepultura. Muchas viven también del trabajo manual, laborando en talleres artesanales o bien ejerciendo el oficio de costureras o bordadoras por encargo; otras mendigan por las calles o los caminos y viajan por las tierras de la cristiandad, errando por los puntos clave de la geografía sagrada; y sobre todo, enseñan y transmiten de manera directa y renovada la doctrina en medio de los burgos, allende las murallas de los conventos y monasterios. Algunas de estas beguinas son conocedoras de las artes liberales, la poesía trovadoresca, la doctrina de las escrituras sagradas y los textos de los primeros padres de la Iglesia, y se dedican a instruir en lenguaje popular tanto a sus hermanas como a niñas ricas y pobres, leyendo conjuntamente los textos revelados y legando con generosidad los conocimientos a todo aquél que se acercara a escucharlas. En muchas otras ocasiones son féminas que poseen una sabiduría popular y que, inspiradas directamente por la deidad, difunden a los cuatro vientos lo aprehendido en la intimidad de su ser. Estas mujeres escriben sus visiones supranaturales o las glosas de opúsculos sagrados en sus lenguas vernáculas, o bien las dictan a sus confesores cuando no saben escribir, rompiendo de esta manera la barrera que hasta entonces mantenía la enseñanza circunscrita a los monasterios o castillos.


Todas estas actividades son análogas a las misiones propias del dios Hermes, el alado mensajero de los dioses, revelador e instructor de las artes y las ciencias a los hombres, escriba divino, intérprete y guardián de la doctrina (hermeneuta), curandero de cuerpos y almas, acompañante del viaje post mortem (psicopompo), protector de los viajeros y patrón de todo tipo de intercambio. Creemos ver en ello no una simple casualidad sino una plena causalidad. Ya hemos repetido en diversas ocasiones que la tradición se adapta y moldea según las vicisitudes de los tiempos para prolongar sin interrupción y de manera inalterable lo nuclear de su mensaje, y el movimiento beguinal es un nítido ejemplo de ello. Muchas mujeres de esos siglos del final de la Edad Media encarnaron las funciones vehiculares y transmisoras de la Verdad, el Amor y la Belleza –nombres de la divinidad una– y, siendo o no plenamente conscientes de ello, contribuyeron a mantener viva la llama del Conocimiento; es decir, su sola forma de vida fue un símbolo vivo, una huella de la Tradición Hermética en el seno de la sociedad medioeval, rastro ejemplificado por su entrega radical, sus gestos espontáneos y para nada envarados, sus fecundas labores simbólicas selladas por la impronta de Hermes, la libertad con la que optaron y hacia la que se dirigieron, sus experiencias espirituales asombrosas, la novedad en la expresión de lo sagrado y también por lo enraizadas que estaban en el mundo y lo etéreo de sus vuelos interiores. Todo ello son las señas de identidad de la tan rica e inagotable tradición de Occidente, la cual, aunque a veces toma un matiz marcadamente intelectual y circunscrito a un grupo o élite, también adopta formas populares, al aire libre, fuera de encuadres rígidos o de los muros de los templos, o mejor dicho, bajo los auspicios del gran templo universal que ampara en su regazo a todo aquel limpio de corazón que desee abrevar en sus fuentes de sapiencia, y dispensa frutos generosos (que son conquistas de estados de conciencia), en un reparto que huye de todo uniformismo, que se expande en todos los ámbitos y revela a cada instante una riqueza inagotable. Aquí es necesario matizar que para nada estamos afirmando la condición de iniciadas en los misterios de todas y cada una de las mujeres que se incorporaron a esta "onda", sino que se trata de mostrar lo que este movimiento representó en tanto que sustrato sobre el que coagularon ciertas influencias espirituales que, encarnadas en diversos grados y niveles de profundidad por esas individualidades, pudieron así irradiarse a toda la sociedad del momento, contribuyendo a la revivificación permanente del Ser, que como organismo vivo que es tiene muchas regiones y estancias. El grueso de dicha corriente espiritual tuvo una función de sostén o depósito de todo ese legado suprahumano, como si de la substancia primordial y plástica se tratara, y atesoró un sin fin de posibilidades universales indistintas y latentes pero susceptibles de desarrollarse en el caso de encontrar las condiciones favorables; y ciertamente, esas condiciones se dieron, pues los seres humanos que se sumergieron en ese cauce fluyente hallaron, cada cual según su naturaleza, cualidades y designio, diversas vías o formas de contribuir a la edificación de un mundo conforme a las leyes del universo.


Muchas de esas féminas han quedado en el anonimato, lo que no mengua ni un ápice la trascendencia de su misión; de otras se han rescatado sus nombres, algunas pinceladas de sus vidas, y lo que es más importante, sus escritos, revelaciones y experiencias interiores: Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo, Angela Foligno, Beatriz de Nazareth, Juliana de Norwich, Brigitte de Suecia, María de Oignies, Lutgarda Tonges, Ivette de Huy, Elisabet Cifre, y por supuesto la perla de nuestro estudio, Margarita Porete, y tantas y tantas más, algunas de las cuales contribuyeron a renovar la manera de vivir la religiosidad, y otras, al ubicarse en el punto de vista esotérico, pudieron penetrar y renacer a la "vivencia" consciente del Ser y a la intuición del ámbito de la metafísica. Los investigadores modernos sólo han destacado de ellas su primicia como escritoras en las diversas lenguas vernáculas emergentes por las tierras de Europa, o bien han señalado la libertad con la que vivieron su experiencia religiosa, tildando, además, de místicas a algunas de ellas por el carácter y la naturaleza de sus experiencias; pero por el contrario, no han identificado a ninguna como iniciada en los misterios. Creemos que aquí es necesario detenernos y discernir una vez más con toda precisión y sutileza una serie de puntos que el ser humano contemporáneo confunde y desconoce por completo.


¿Religiosas, Místicas o Iniciadas?


Así, la vía iniciática y la vía mística pueden coexistir perfectamente, pero lo que queremos decir es que es imposible que alguien siga a la vez una y otra.

René Guénon. Apreciaciones sobre la Iniciación.


La mentalidad occidental confunde la iniciación, la religión y el misticismo. La ignorancia moderna asimila estos términos para referirse a cuestiones que en realidad pertenecen a órdenes completamente distintos. Así, numerosos estudiosos actuales ponen la etiqueta de "mujeres religiosas" a muchas de las beguinas que hemos nombrado anteriormente, y a otras, la de "místicas", cosa que si bien en ciertas ocasiones es totalmente ajustada, no lo es para el caso de aquéllas que se sitúan en el punto de vista que les confiere la iniciación en los misterios. Nos parece necesario, pues, distinguir netamente tales posibilidades.


La religión se limita a tres elementos: dogma, moral y culto. Es decir, lo que constituye la ley. La metafísica va más allá de la ley –aunque jamás debería abolirse la ley, es decir la religión, según las enseñanzas del maestro Jesús–, y se refiere al Conocimiento, la Doctrina y la realización, es decir, la identificación directa con la Suprema Identidad, que al mismo tiempo es y no es. La primera se refiere a la fe, la salvación y un ilusorio más allá al que se accederá en un futuro por medio de toda suerte de rigideces, la segunda a la encarnación del Ser Supremo y a la verificación de la Ciencia Sagrada que se manifiesta como una teofanía en el alma del iniciado a los misterios. Ambas labores son duras y delicadas, pero la segunda, pese a sus dificultades, finalmente se hace fácil y se obtiene la Gran Paz; mi yugo es leve, dice el maestro Jesús. Por el contrario la religión, como fin en ella misma, lleva al fanatismo y se complace en su soberbia, y aún en la ignorancia de que hace gala, reconfortándose en el dolor de sus enemigos. Religión o Muerte es el lema secreto de este personal, netamente opuesto al del iniciado: "La Verdad os hará libres".


La religión es indirecta pues ora a un Dios exterior y su ciencia es la Teología. La metafísica es interior e incluye la iluminación del alma, es decir que lleva a la deificación del ser humano, y su arte es la Ciencia Sagrada. De ninguna manera negamos la importancia de las religiones reveladas, las cuales, por otra parte, son imprescindibles como ordenadores sociales y depositarias de las semillas del Conocimiento, pero creemos también, y de modo principal, en las palabras del fundador de una de ellas: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos".


El pensamiento religioso actual, tal cual lo conocemos por medio de sus tres exponentes abrahámicos, se refiere exclusivamente a la adopción de la norma, hechos y costumbres susceptibles de cambios en el tiempo. El Conocimiento Metafísico, a la Revelación y al Misterio, siempre inmutables. Ambas, como se dice, pertenecen a diferentes planos de la realidad, a distintos mundos y a disímiles perspectivas. La religión así encarada es una "creencia" exotérica a la que nos adherimos, una ideología que detesta todo lo que se le opone. Por el contrario la Ciencia Sagrada es interior, metafísica –en el sentido etimológico del término–, y se obtiene por la gracia del Señor, y no por pequeños esfuerzos, siempre mediocres e interesados en obtener la "santidad", en el mejor de los casos, o el poder, como en la mayoría. En la religión, nadie se pierde para encontrarse, porque "a priori" ya se ha obtenido el orden al que solo hay que sumarse. Va de suyo, entonces, la superioridad de la una sobre la otra, y la disimilitud de sus contenidos y las personas que se identifican con ambas perspectivas149.


Sirvan estas reflexiones para establecer con toda nitidez la distinción entre esos dos órdenes de la realidad: el exotérico-religioso y el esotérico-iniciático-metafísico. Por otra parte, la mística es una cuestión que aparece única y exclusivamente en el ámbito religioso. Los místicos son seres humanos que además de reflejar los caracteres del religioso reciben pasivamente ciertas influencias, algunas de ellas espirituales –ya sean visiones o revelaciones emitidas por la deidad–, pero que no saben fijar con exactitud de dónde vienen, adónde les llevan, y cuál es su fin, todo lo cual confiere un carácter vago y nebuloso a sus experiencias. Esas individualidades no asumen nunca una actitud activa, se


limitan a recibir simplemente lo que se les presenta, y tal como se les presenta, sin tener nada que ver con ello
150,


y eso les hace estar abiertas a todo tipo de influjos, no sólo espirituales, sino también de carácter psíquico (dando rienda suelta con demasiada frecuencia a la imaginación y la fantasía), con los consiguientes peligros que ello acarrea, tanto de confusión entre ámbitos, como de posibles tergiversaciones e incluso graves inversiones. El místico entabla con un Dios dual una relación marcada por el sentimentalismo y el afecto, la moral y el sometimiento a su ley. No posee una preparación doctrinal completa y necesaria para el discernimiento y vive de forma aislada sus experiencias, lo que lo convierte, al no estar vinculado a un linaje o genealogía espiritual, en un irregular. En definitiva, sus vivencias, de tipo religioso-dual no le conducen más allá del ámbito de la individualidad humana y de la salvación151. No todos los religiosos son místicos, pero todos los místicos son religiosos; y los religiosos son seres que se adhieren al exoterismo, no al esoterismo.


El iniciado, en cambio, es consciente de morir a una visión profana del mundo y renacer o "nacer por segunda vez" a un punto de vista sagrado que lo ubica en una vía de Conocimiento que, de seguirse con total entrega y desapego, le conducirá de forma gradual y por etapas a una identificación cada vez más plena con el Sí mismo, su única y verdadera esencia, idéntica a la esencia de todo. El camino que recorre es claro y preciso, científico, y aunque con frecuencia se pierde para encontrarse, la intuición intelectual (facultad suprahumana que reside simbólicamente en el centro de su ser, esto es, en el corazón, análogo al Centro del Mundo) le procura un conocimiento inmediato y certero, promoviendo la plena identidad entre el sujeto de conocimiento, el objeto y el Conocimiento mismo. Además, el iniciado adopta desde el principio una actitud activa, diríamos que guerrera, que posibilitará la efectivización de la Iniciación recibida virtualmente al comienzo del proceso; se le brindan los vehículos para transitar por los indefinidos estados de la conciencia: los símbolos, mitos y ritos revelados que, atesorados por los guardianes y transmisores de la Ciencia Sagrada, le permitirán, además del desbastado de sus impurezas, la toma de conciencia de su vinculación a una genealogía o saga áurea que desde tiempos inmemoriales ha transmitido la llama de la Verdad de forma ininterrumpida. La meta del iniciado no es solamente la plena realización de todas las posibilidades humanas, ni tan siquiera la tan sublime conquista de los estados supraindividuales o universales del Ser, y de su Principio, sino el salto al ámbito del No-Ser y la conjugación de uno y otro, es decir, el logro de la Suprema Identidad o la Liberación Total.


Las sendas de la religión y de la iniciación nunca convergen; la meta de la religión –y la mística como una de sus formas– es limitada, no supera la dualidad Dios-hombre y está supeditada a la acción; la de la segunda tiene que ver con la superación de cualquier determinación y la conquista de la Posibilidad Universal. Todo ello no quita que ambas perspectivas puedan coexistir en paralelo, pero lo que no es posible es que un mismo ser humano se ubique simultáneamente en una y otra, ni tampoco que para acceder a la Iniciación haya que adherirse antes a la perspectiva religiosa; lo exotérico no es un preliminar de lo esotérico. Y esto, que ahora nos cuesta tanto entender, se vivió con toda naturalidad en el interior de esa corriente de tintes herméticos que irrigó el tiempo y el espacio del fin de la Edad Media. Hubo beguinas que solamente fueron mujeres religiosas, las cuales, ciertamente, rompieron con la rigidez institucional y vivieron con mucha mayor espontaneidad y liberalidad su entrega, inaugurando nuevas maneras en la expresión de lo religioso, esto es, estableciendo unas costumbres y una moral más abierta. Algunas de entre ellas tuvieron vivencias místicas, recibieron revelaciones y visiones que no supieron identificar con exactitud, manteniendo una relación sentimental con una deidad dual siempre a la fuga, inalcanzable y externa a su ser. Pero también, en ese fértil substrato, algunas de esas mujeres nacieron al punto de vista iniciático (ya sea de forma espontánea152 o por su vinculación a alguna de las organizaciones iniciáticas que estaban vivas en aquella época) y pudieron seguir una senda de realización espiritual que les hizo experimentar lo Metafísico. Repitámoslo una vez más, el movimiento beguinal no fue una organización iniciática, sino que simbolizó una tierra fértil en la que seres humanos de todas las condiciones y cualidades pudieron emprender una búsqueda interior y hallar los soportes más acordes a su naturaleza para alcanzar metas disímiles (ya fuera la Salvación o la Liberación).


La introducción de esta investigación ha sido extensa, pero hemos creído necesario ofrecer algunos puntos de referencia con el fin de poder discernir la ubicación de cada una de esas mujeres, así como su contribución al saber, aportación que es de distinto orden según sea la perspectiva en la que cada una se haya situado. No podremos generalizar. Por ahora nos acercaremos a la estela que nos legó una de las beguinas: El Espejo de las Almas simples, de Margarita Porete, dejando para otra ocasión las investigaciones sobre sus compañeras de camino.


La simbólica de El Espejo de las Almas simples


No sé si esto os aburre –dice el Alma– pero no puedo dejarlo de
lado, habréis de excusarme, pues Celosía de Amor y Obra de Caridad, de las que yo me hallaba colmada, me hicieron hacer este libro para que seáis de esta manera cuanto antes, al menos en voluntad si todavía tenéis voluntad; y si ya estáis desasidos de todas las cosas y sois de esa gente sin voluntad que lleva una vida por encima de su entendimiento, entonces (me lo hicieron hacer) para que gloséis el sentido de este libro.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


El mensaje de Margarita Porete va directo al corazón. El lenguaje con el que está escrito pertenece a un tiempo concreto, de ahí las influencias de la literatura trovadoresca, los tintes neoplatónicos y la terminología esencial del cristianismo de las que está impregnado; pero este revestimiento cubre un núcleo universal que atraviesa toda limitación espacio-temporal y permite que el ser humano de cualquier momento se reconozca en sus páginas. La autora exhorta a experimentar lo que relata, y si ya se está sobre la senda de la Liberación, insta a glosarlo para hacerlo más inteligible. Dejaremos que vayan aflorando los símbolos que jalonan este libro de viajes a través de la psiqué que da testimonio del mensaje imperecedero de la Verdad.


Ningún dato concreto se conoce acerca de dónde nació la tal Margarita; se supone que en Francia. Su nombre evoca el de esa sencilla flor que como un sol áureo irradia sus pétalos al viento, o también el de la perla, valiosa alhaja que madura en el seno de la ostra, o el de la pequeña caracola nacarada que emite el son más tenue del mar. Tampoco sabemos de su ascendencia carnal, ni a qué estamento social pertenecía, ni dónde recibió instrucción, ni cómo transcurrió su particular paso por la tierra. Se dice de ella que fue una beguina, autora de un libro, y lo único documentado por la historia oficial es dónde, cómo y por qué murió. Todo gira en torno al tratado titulado El Espejo de las Almas simples anonadadas y que solo moran en el querer y el deseo de Amor. ¿Qué gran secreto atesoran sus páginas para haber levantado la ira, el desprecio y la negación de muchos, y en otros, en cambio, su aprobación y el consejo de un manejo prudente y reservado de su contenido? Sus palabras lo irán desvelando poco a poco.


Comienza así la obra:


El Alma tocada por Dios, despojada del pecado en el primer estado de gracia, es elevada por la gracia divina hasta el séptimo estado. En él obtiene la plenitud de su perfección por el goce divino en el país de la vida. Aquí habla Amor. Vosotros, activos y contemplativos, y quizá anonadados por amor verdadero, vosotros que oiréis de alguna de las potencias del amor puro, del amor noble, del alto amor del Alma Liberada, y de cómo el Espíritu Santo ha desplegado en ella su vela como en una nave, os ruego por amor –dice Amor– que escuchéis con gran estudio de vuestro sutil entendimiento interior y con gran diligencia; pues de lo contrario cuantos oigan entenderán mal si no son ellos mismos eso mismo153.


Con una terminología cristiana –impregnada también del lenguaje del Amor cortés–, ante la que es preciso abandonar todo prejuicio para poder penetrar el sentido interior de la escritura, se traza un itinerario de siete eslabones que al ser ascendidos o tras
pasados por el Alma promueven su liberación y el acceso al "país de la vida", apelando a ser lo que se conoce, y a realizar ese trayecto sin intermediario, con el solo rapto del rayo divino. Los protagonistas del tratado son Amor (o Dama Amor) y el Alma Liberada, que entablan un didáctico diálogo, ora solos, ora con Razón, así como con otros personajes simbólicos como Entendimiento, Luz de Fe, Verdad, Virtudes, Santa Iglesia la Grande y Santa Iglesia la Pequeña, Temor, Cortesía, etc., en una atmósfera atemporal o siempre presente y fuera del espacio, o en todo caso en un espacio interno y sacralizado. Al comienzo ya se advierte que:


ardua es la ruta y largo el camino desde el primer estado de gracia hasta el último estado de gloria que otorga el gentil Lejos-cerca. Si os digo –dice Amor– que entendáis y os apresuréis, es porque ese entendimiento es intenso, sutil y noble. (M. Porete, op. cit., pág. 133)


Es Amor mismo quien dicta la doctrina a su emisaria Margarita, y esto no es una metáfora, ni una locura enfermiza de la beguina, sino una certeza. Ya Hesíodo en su Teogonía relata que en primer lugar existió Caos, después Gea y Eros


el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y subyuga el corazón y la prudente voluntad en sus pechos de todos los dioses y hombres. (Poemas Hesiódicos, op. cit., pág. 46)


El Amor es uno de los símbolos por excelencia del Principio del Ser, la Unidad, y se dice que de su potencia primordial fluye el orden cósmico, que es acogido y reconocido en el corazón del ser humano atento.


La Escala


He prometido –dice el Alma– desde que Amor me ha prendido, que diría algo acerca de los siete estados que llamamos modos de ser, pues lo son. Son como peldaños por los que se asciende del valle a la cima de la montaña, que está tan solitaria que en ella no se ve más
que a Dios, y cada uno de esos peldaños se asienta en un estado154.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


Margarita describe la geografía interna del Ser y de sus mundos, que son estados de la conciencia, desde los más groseros al más sutil de las Ideas arquetípicas e incluso el del Principio de todos ellos.


He dicho –dice Amor– que hay siete estados, cada uno de ellos de entendimiento mucho más elevado que el anterior e incomparables entre ellos. (ibid., pág. 133)


Presentaremos los pasajes que describen cada uno de esos planos en orden correlativo, pero cabe señalar que el libro de Margarita no es siempre lineal, sino que el relato asciende y desciende constantemente, se expande en un mundo, retorna al centro, salta a otro superior y vuelve luego a bajar, como si de la confección de un tejido se tratara, lo cual insinúa la compleja y simultánea arquitectura de ese organismo vivo que llamamos Ser. Abramos las páginas y dejémonos llevar:


Al principio esta Alma vivía de la vida de la gracia, que nace en la muerte al pecado. Después vivió –dice Amor– de la vida del espíritu, que nace de la muerte a la naturaleza; y ahora vive de la vida divina, que nace de la muerte al espíritu.


Razón –dice Amor– nos habéis preguntado de cuántas muertes hay que morir para alcanzar una vida así. Y yo os respondo que, antes de que el Alma pueda nacer a esta vida, es necesario que muera de tres muertes completas
155. (ibid., págs. 132 y 133)


Quizás pueda sorprender que el inicio de este viaje pase inexorablemente por la muerte, la cual, por supuesto, no se está refiriendo a la defunción física, sino al necesario fin del bagaje ilusorio que cada uno lleva a cuestas para poder entonces renacer a esas regiones internas de la conciencia. Además, el que ha traspasado el umbral del mundo material y lo ha reconocido como perecedero sabe que a lo largo de la vía de Conocimiento que acaba de inaugurar ese "cambio de piel" o "paso fundamental" –que es el sentido que siempre se ha dado a la muerte desde el punto de vista sagrado–, debe repetirse en sucesivas oportunidades. En este sentido, se dice que quien ha traspasado los misterios de la vida y de la muerte puede penetrar en los de la inmortalidad; quien en vida lo experimenta se encuentra sobre la senda de la Liberación que Margarita nos dibuja.


Según el libro, a los que mueren al pecado se los conoce como los perecidos156. Escribe Amor a través del puño de Margarita:


Esas gentes –dice Amor– son bienaventuradas, pero perecen en sus obras por la suficiencia que hallan en su estado. Se les llama reyes –dice Amor– pero en un país donde todos son tuertos. (…) Lo mismo sucede con los que viven siempre en el deseo. Pues piensan y creen que no hay estado mejor que el del deseo en el que permanecen y quieren seguir permaneciendo; y por ello perecen en el camino, pues se sacian con lo que les da deseo y voluntad. (pág. 127)


¡Ah! Sin duda la gente así –dice el Alma liberada– es pequeña en la tierra y pequeñísima en el cielo, y se salvan de forma bien poco cortés.
(pág. 136)


El Alma libre reconoce haber transitado este estado al inicio de su periplo:


En este punto y en este estado me encontré yo una vez hace tiempo. Pero que nadie tema ir más allá hasta lo más alto; no, si su corazón es gentil y está interiormente colmado de noble coraje. (pág. 190)


Quien quiera volar allende el mundo corporal y penetrar en el espacio invisible y extenso del Alma, debe despedirse también de cualquier código convencional que la mantenga en unos límites constreñidos y exclamar:


Virtudes, me despido de vosotras para siempre, / Tendré el corazón más libre y más alegre, / Serviros es demasiado costoso, lo sé bien, / Puse en otro tiempo mi corazón en vosotras, sin reservas, / Era vuestra, lo sabéis, a vosotras por completo abandonada, / Era entonces vuestra sierva, ahora me he liberado (…) Nunca fui libre hasta que me desavecé de vosotras; / Partí lejos de vuestros peligros y permanecí en paz. (pág. 74-75)


No se trata, como ya se ha dicho en la introducción, de abolir la ley sino de traspasarla y descubrir que sobre la losa del mundo material y concreto se levantan espacios de esplendores y bellezas insospechados pero cognoscibles, para lo cual, es imprescindible reconocer que no son las virtudes las que gobiernan la nave, sino que éstas se deben a su patrón:


Son las virtudes las que hacen todo lo que las Almas quieren, sin dominio ni contradicción, pues las Almas son sus maestras. (pág. 77)


Desprendidos de esta densa atadura, que Margarita designa como la muerte a la naturaleza157, se accede al estado de los extraviados, los cuales


conciben –dice Amor– que hay un estado mejor que el suyo y conocen que no conocen ese estado mejor en el que creen (…) Y porque conciben y saben verdaderamente que se han extraviado, a menudo con ardiente deseo preguntan el camino a aquélla que lo conoce, es decir: a doncella Conocimiento, iluminada de divina gracia. (…) Ella les enseña el recto camino regio que atraviesa el país del no querer nada. Es la dirección correcta: quien la sigue sabe que digo la verdad. (pág. 129)


Entonces:


La criatura se abandona y se esfuerza en actuar por encima de todo consejo humano, mortificando la naturaleza, despreciando las riquezas, delicias y honores para cumplir la perfección que aconseja el Evangelio, de la que Jesucristo es ejemplo. (pág. 190)


Estos seres han descubierto la transitoriedad de la vida individual y la relatividad de todo lo manifestado y habiendo intuido esos mundos superiores, intentan seguir la voluntad del cielo. Pero la luz que los ilumina es todavía muy débil, y si se quedan en este punto no habrán más que degustado las migajas del Gran Banquete.


Estos se salvan de forma mucho más cortés que no los otros; pero no por ello dejan de ser pequeños, incluso indeciblemente pequeños al lado de la grandeza de los que han muerto a la vida del espíritu. (pág. 137)


Mas si perseveran en la aventura, penetran en una nueva comarca:


El tercer estado es aquel en el que el Alma se contempla apegada al amor hacia las obras de perfección (…) Este estado es más fuerte,
muchísimo más fuerte que los otros dos anteriores; pues es más fuerte vencer las obras del querer del espíritu158 que no vencer la voluntad del cuerpo o hacer la voluntad del espíritu. Y así es necesario moldearse, rompiéndose y rasgándose a sí mismo, para ampliar el espacio en el que querrá instalarse Amor; probarse a sí mismo en muchos estados para despojarse de uno mismo a fin de esperar su propio estado. (pág. 190-191)


Se trata del recorrido por el laberinto, que la Cábala conoce como el Mundo de Yetsirah o de las Formaciones sutiles, repleto de recovecos, luces y oscuridades que deberán irse armonizando, por la guerra o por simpatía, sin dejar de seguir el sutil hilo que conduce hasta el centro del estado humano.


El cuarto estado consiste en que el alma es arrebatada, por la supremacía de Amor, en el deleite del pensamiento en meditación, apartada de los trabajos externos y de la obediencia a otro, por elevación de la contemplación. (pág. 190)


Hay quien se embelesa y confunde el tramo recorrido hasta aquí con su fin, conformándose con las bellezas que ha ido vislumbrando, vanagloriándose de las conquistas que puede malinterpretar como el fruto de sus propios esfuerzos y méritos, meciéndose en el tejido de las indefinidas formaciones sutiles y saltando de imagen en imagen en un mundo de espejismos siempre cambiantes, que en realidad sólo tiene sentido si se lo encara como manifestación de realidades superiores. Para subir un poco más es preciso, tal como expresa ahora Margarita, que el Alma entregue su voluntad individual, o lo que es lo mismo, que deje de identificarse con la ilusión del yo pequeño:


Entended la glosa, oyentes de este libro, pues ahí está el grano que alimenta a la esposa. Así es mientras se encuentra en el estado al
que Dios la empuja; allí donde ha dado su voluntad y no puede por ello querer sino la voluntad de aquel que de sí mismo y por ella la ha transformado en su bondad. Y si ella es así de libre por sus cuatro costados, pierde su nombre, pues alcanza la soberanía. Y por ello su nombre se pierde en aquél con el que ella se ha fundido, aquél que la ha devuelto de él en él por ella. (…) Así pues esta Alma no tiene nombre y por ello recibe el nombre de la transformación que Amor ha obrado en ella. (pág. 156-157)


Llegados al centro del dédalo, tras una magna labor de concentración, discernimiento y guiados siempre por el soplo de Amor, es necesario morir de una tercera muerte159, que Margarita nombra como la muerte del espíritu. Y para no caer en ninguna confusión, aclararemos que éste no se trata del Espíritu de la tríada CuerpoAlma-Espíritu, sino de las condiciones que definen la individualidad humana y de las que es necesario desprenderse. Hasta aquí el hombre o la mujer ha experimentado en su plenitud todas las posibilidades contenidas en tal estado –tanto las que se refieren a la modalidad corporal como a la sutil–, ha explorado e identificado las características del alma inferior y ha realizando una difícil labor de transmutación interna. Pero finalmente, merced al Conocimiento, ha alcanzado lo que la tradición extremo-oriental denomina el estado del Hombre Verdadero:


¡Ah, dulcísimo, puro y divino Amor! –dice el Alma– ¡cuán dulce es la transformación de mí misma en aquello que amo más que a mí misma! Y hasta tal punto me he transformado que he perdido mi nombre para amar lo que apenas podía amar: en Amor me he transformado pues no amo a otro que Amor. (pág. 103)


A partir de ahora,


esta Alma –dice Amor– es señora de Virtudes, hija de Deidad, her
mana de Sapiencia, y esposa de Amor. Alma. Es cierto –dice el Alma– pero esto a Razón le parece lenguaje maravilloso. Lo que no es ninguna maravilla, pues dentro de poco ella ya no existirá. Pero yo sí, pues soy y seré por siempre sin falla, ya que Amor no tiene comienzo, ni fin ni medida y yo no soy sino Amor160. ¿Cómo entonces podría yo tener comienzo, medida o fin? No podría ser. Razón. ¡Ay, Dios! –dice Razón– ¿Cómo osa alguien decir esto? Yo no oso ni escucharlo. Al oírlos desfallezco, dama Alma: ¡me falla el corazón!, ¡me muero! Alma. ¡Ay! ¡por qué no estará muerta hace ya tiempo! – dice esta Alma. Pues mientras os tuve dama Razón, no pude gozar en libertad de mi herencia y de lo que era y es mío; pero ahora puedo tenerlo libremente, porque de Amor os he herido a muerte. A partir de ahora Razón ha muerto –dice esta Alma. (pág. 161)


Liberarse de las condiciones limitativas de la individualidad humana, y la razón en tanto que facultad discursiva es una de ellas, no significa que en lo sucesivo uno se sumerja en estados irracionales o infrahumanos sino todo lo contrario, es la posibilidad de acceder a un conocimiento suprarracional, vertical y universal:


Tuerta es Razón, no puede negarse, pues nadie puede ver tan altas cosas si no ha de ser eterno. Y en justicia Razón no puede ver esto, pues su ser debe perecer. (pág. 87)


Se abre una nueva puerta, llamada el quinto estado de la conciencia:


Pues cuando ella es así, libre por sus cuatro costados, y noble por todas las ramas de su descendencia, ya que ningún villano ha sido tomado en matrimonio y por ello es noble, entonces cae en un embe
lesamiento que recibe el nombre de "el nada pensar del cercano Lejos-cerca", que es su más llegado prójimo. Entonces esa Alma vive no de la mera gracia, ni de la del espíritu, sino de vida divina, libremente, aunque no gloriosamente. (…) Entended sanamente, pues así es en tanto en cuanto ella se halla en ese estado: ¡Dios os conceda permanecer por siempre en este estado, sin salir de él! Digo esto a las personas para las que Amor ha hecho hacer este libro, y a aquellas para las que lo ha escrito. En cuanto a los que no estáis, ni estuvisteis, ni estaréis en semejante estado, os cansaréis en vano si lo queréis entender. No puede saborearlo quien no esté en Dios sin ser, o Dios sea en él el ser. Entended la glosa, pues se alimenta quien saborea; como se dice a menudo "mal come quien no saborea". (pág. 157-158)


Palabras tan vigentes en el siglo XIII como ahora mismo. Se comprende, entonces, que este nuevo tramo del viaje no pue
de realizarse ya con recursos humanos, sino dejándose arrebatar por el vuelo de la intuición intelectual, que como ya sabemos es de origen celeste:


Este don –dice Amor– se otorga a veces en un instante; quien lo reciba que lo guarde ya que es el don más perfecto que Dios concede a criatura. Pues esta Alma es discípula de la Deidad, toma asiento en el Valle de la Humildad y en la Llanura de la Verdad y reposa en la Montaña del Amor. (pág. 78-79)


En este paisaje del alma, hasta ahora ignorado pero siempre
presentido, es necesario sumergirse hasta lo más interno de la hondonada, y quedar de nuevo completamente vacío:


Entonces esta Alma se asienta en el más bajo fondo, donde no hay fondo, por eso es tan profundo (…) y cae de amor en nada, nada sin la cual no podría ser enteramente. Y es tan profunda la caída, si es verdadera caída, que el Alma no puede levantarse de este abismo, ni debe hacerlo, sino que al contrario debe permanecer en él. En él pierde el Alma el orgullo y juventud, pues envejece el espíritu que ya no la deja ser alegre y bonita, pues se ha alejado de ella el querer que a menudo la hacía, por sentimiento de amor, altiva y orgullosa, vulnerable en las alturas de la contemplación del cuarto estado. El quinto la ha ultimado al mostrarle a ella misma. Ahora ella ve por ella y conoce la Divina Bondad, y ese conocimiento le permite volverse a ver ella misma; y esas dos visiones le quitan voluntad y deseo de obras de bondad, por ello se halla en reposo, en posesión de un estado de libertad que la reposa de todas las cosas por su excelente nobleza. (pág. 193)


Margarita repite una misma idea utilizando diversas simbólicas para irla esclareciendo, y este paso de la individualidad a lo universal también es descrito a través de una analogía con el ciclo de la vida del ser humano:


Entonces empecé a salir de la infancia y mi espíritu fue envejeciendo cuando murió mi querer, acabaron mis obras y aquel mi amor que me hacía tan bonita. Pues el derramamiento del divino amor, que se mostró ante mí por luz divina, me mostró de repente en un relámpago altivo y horadador a él y a mí. Es decir: a él tan alto y a mí tan baja que no pude ya ponerme en pie ni valerme por mí misma: de ahí nació lo mejor de mí. Si no lo entendéis no puedo hacer nada: es obra milagrosa de la que nada puede decirse sin mentir. (pág. 218)


El alma desasida de todo egocentrismo, como una matriz virgen, es penetrada por el fuego del intelecto, y preñada de nuevos gérmenes divinos los alumbrará en un cielo superior, sin punto de comparación con el anterior. Este tramo es ya un recorrido vertical ascendente, desde el fondo del valle hasta la cúspide de la montaña, sin imágenes, iluminado sólo por la pureza de esas energías-fuerza o dioses, que aun siendo informales son todavía manifestadas.


Así pues, en esta Alma está el rayo del divino conocimiento, que la arranca de ella sin ella en una embelesadora paz divina, sustentada por la elevación del fluyente amor del altísimo Celoso que en todo lugar le ofrece magistral libertad. (pág. 143)


Se reactualiza en este Mundo de la Creación, como siempre sucede en cada plano, la unidad esencial del Ser:


Y tal unidad de colmada paz me invade y se conjuga en mí por la suprema elevación de la creación salida del compás del divino ser, del que yo recibo el ser, pues él es Ser. (pág. 143)


¡Oyentes de este libro, entended estas palabras de forma divina, por amor! Ese Lejos-cerca, que llamaremos relámpago a la manera de una abertura que se cierra apresuradamente, rapta al alma del quinto estado y la introduce en el sexto, mientras dura su obra, y de ese modo ella es otra. (pág. 131)


Ella no es ya sino el Alma pura y clarificada, que se fusiona y es una con el Amor-Espíritu, y aquí,


no ve a Dios ni a ella, sino que Dios se ve a sí mismo en ella, por ella y sin ella; él, es decir, Dios, le muestra que no hay sino él. (pág. 194)


Dice Amor en este momento:


Su voluntad es nuestra, pues ha caído de la gracia en la perfección de las obras de las Virtudes, y de las Virtudes en Amor, y de Amor en Nada, y de Nada en la Claridad de Dios, viéndose con los ojos de su majestad, que le ha dado su propia claridad. (pág. 165-166)


Hasta aquí se han relatado las experiencias, casi inexpresables por su magnanimidad, de los altos estados del Ser, lo que en la Cábala se denomina el Mundo de Beriyah o de la Creación. Sobre el siguiente plano, que es el ámbito de Atsiluth, de la Ontología o del Conocimiento del Ser en sí mismo, la palabra siempre se queda corta, pero aún así, Margarita lo insinúa, completando de esta manera el séptimo escalón de este viaje lleno de esplendores y totalmente interno por el que nos ha conducido.


Pues nada puede decirse excepto que el Lejos-cerca es la Trinidad misma y otorga su manifestación viva que hemos denominado "movimiento": no porque el Alma se mueva ni lo haga la Trinidad, sino porque la Trinidad obra en el Alma la manifestación de su gloria. De ello nadie sabe hablar sino la propia Deidad; pues el Alma a la que se entrega ese Lejos-cerca tiene tan gran conocimiento de Dios, de sí y de todas las cosas que ve en Dios mismo, por conocimiento divino, que la luz de ese conocimiento le resta el conocimiento de sí, de Dios y de todas las cosas. Es verdad –dice el Alma–, no hay más. Y por ello, si Dios quiere que yo tenga ese gran conocimiento, que me lo quite y procure que no le conozca, porque si no no tendré conocimiento alguno. Y si quiere que me conozca, que me quite el conocimiento de mí misma, pues si no no podré tenerlo. Lo que decís es cierto, dama Alma, –dice Amor–. No hay más segura cosa a conocer, ni más provechosa a poseer, que esa obra. (pág. 135)


Esta Alma –dice Amor– está entregada por completo, fundida y atraída, ajustada y unida a la altísima Trinidad; y no puede querer más que la divina voluntad por obra divina de toda la Trinidad. Y una luz y claridad arrebatadoras se unen a ella y la abrazan estrechamente. (pág. 140)


En otro momento Margarita escribe:


El séptimo estado lo guarda Amor en su interior para otorgárnoslo en la gloria eterna; de él no tendremos conocimiento hasta que nuestra alma abandone el cuerpo. (pág. 190)


Por este fragmento se podría interpretar que nuestra autora sólo reconoce la posibilidad de acceder al mundo de la Ontología tras la muerte física, y por tanto, que no se puede recorrer en el estado humano la integridad de los misterios del Ser. Pero leamos este otro pasaje:


Ahora la tiene sin ningún porqué, tal como la tenía antes de que el Alma fuera su dama. No hay nada más que él; nadie ama sino él, pues nada es sino él, por ello ama completamente solo, se ve completamente solo, alaba solo su propio ser. Y esto es el punto, pues es el más noble estado que aquí abajo puede el Alma alcanzar. (pág. 165-166)


E igualmente este otro:


Y alguien está en el Paraíso todas y cuantas veces está despojado de sí mismo, no gloriosamente, pues el cuerpo de una criatura así es demasiado vasto, pero lo está divinamente, pues su interior se halla perfectamente libre de todas las criaturas; por ello vive la vida de gloria sin mediación y está en el paraíso sin estarlo. Glosad estas palabras si queréis entenderlas, o las entenderéis mal, pues parecen contradictorias a quien no entiende el nudo de la glosa; pero la apariencia no es la verdad; la verdad "es" y no otra cosa. (pág. 170-171)


Así, se intuye que el conocimiento de ese ámbito tan elevado – aunque de difícil acceso por lo que supone vivenciar la paradoja de una "Creación Increada" y aún de su Principio– puede ser aprehendido en el estado humano:


… y nada existe sino él, de quien toda cosa tiene su ser. Y así nada hay más que él, un amor de luz, de unión, de alabanza: una sola voluntad, un amor y una obra en dos naturalezas. Una sola bondad, por conjunción de la fuerza transformadora de amor de mi Amigo –dice esta Alma– que es así ilimitado dominio del expandimiento de divino amor. (pág. 186)


Margarita concluye el proceso de la Liberación del Alma con la conquista del estado de Unidad. Y en verdad esto es así, pues en la Unidad ya no hay distinción entre el Alma y Amor, sino que "allí" todo se concentra en un punto indivisible, inmutable e indestructible; ahora bien, la Liberación total, o lo que la tradición hindú entiende por Suprema Identidad, no es sino la conjugación de la plena realización del Ser y del No-Ser. Margarita no habla explícitamente sobre este aspecto doctrinal tan crucial, pero sí veladamente. Volveremos más adelante sobre este punto.


Por ahora, se ha culminado el ascenso a la montaña y desde la cumbre nos preguntamos: ¿cómo habría sido posible coronar la cúspide sin una comprensión del itinerario, de las estaciones y de los enclaves significativos del recorrido, sobre todo en estos tiempos oscuros en que las conciencias están tan dormidas? ¿Cómo es que Margarita lo ha dibujado con tanta nitidez y sin ningún atisbo de personalismo? Y nos respondemos con una nueva pregunta: ¿quién sino un iniciado puede narrar el proceso de liberación del alma y transmitirlo tan vivamente? No nos cabe la menor duda que Margarita Porete es otra perla de este tesoro hermético, esotérico, interior e iniciático; su obra testimonia que no tan sólo lo conoció, sino que lo efectivizó. Aún nos detendremos en otras simbólicas que aparecen en el Espejo con el fin de descifrar el código oculto que conduce hacia la luz increada del Principio, e incluso "más allá", hasta la más que luminosa oscuridad de la esencia.


El Linaje


Bien nacido es el que pertenece a tal linaje. Son gente regia. Sus
corazones son de excelente nobleza y gran destino y no podrían hacer cosas de poca monta, ni empezar algo que no acabaran a la perfección; son a un tiempo lo más pequeño que pueden y lo más grande que deben ser.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


Nuestra autora tiene una clara conciencia del linaje al que pertenece; sabe que hay una cadena engarzadora de los mundos y de los seres que los pueblan que pende del Principio del Ser y a él retorna.


¡Oh, bien nacida! –dice Amor a tan preciosa margarita– bienvenida
seáis a esta mansión franca en la que no entra nadie que no sea de vuestro linaje sin bastardía. (pág. 124)


Todo iniciado sabe que ésta no es una genealogía de sangre, ni de carne, sino espiritual; la completa identificación con una saga no humana que se encarna en lo humano.


Esas gentes de las que hablamos que están y estarán en ese estado, sabedlo, reconocerán, tan pronto como oigan hablar de él, el linaje al que pertenecen. (pág. 172)


Ante dicha filiación, que es la que confiere la iniciación, no surge ninguna duda, pues uno experimenta cordialmente la vinculación a la áurea saga de los hijos del Espíritu.


Debe creerse, pero nadie lo cree si no es él mismo eso mismo. (pág. 173)


Se trata, por tanto, de una certeza profunda, sin intermediarios, de una revelación directa que no precisa de ninguna prueba exterior y que es intransferible por la propia naturaleza del Secreto.


No preguntéis, pues, Razón dónde encontramos el buen camino. Y yo os digo que sólo en aquél que es tan fuerte que jamás puede morir, cuya doctrina no ha sido nunca escrita, ni en obras ejemplares ni en doctrinas de hombres, pues el don que él hace no puede tener forma. Él sabía, desde siempre sin comienzo, que yo creía en él sin necesidad de pruebas. ¿Hay villanía mayor que la de querer pruebas en amor? Ciertamente no, o eso me parece, pues Amor mismo es la prueba: eso me basta; si quiero más, entonces no estoy creyendo en él. (pág. 141)


Por supuesto que no es una creencia ciega en algo vago y difuso que proporciona un cierto bienestar físico-anímico, sino la conciencia radical de la revelación del Ser Universal.


El que es lo que cree, lo cree de verdad; pero quien cree lo que él no es no vive lo que cree y éste no lo cree de verdad, pues la verdad del creer reside en ser lo que se cree. (pág. 173)


Y si se es lo que se conoce y lo que se conoce con el alma es el Todo y Uno, o Amor –que es otro de sus nombres–, aquélla también reconoce a todas las almas que participan de la conciencia de unidad.


Es verdad, –dice Amor– pues las que son así, si estuvieran donde están ellas, reconocerían a sus compañeras por sus prácticas, pero, sobre todo, en virtud del don que les ha sido otorgado que es singular. (pág. 96)


Es de Amor que emana la verdadera fraternidad, la que religa aquellas almas que se han liberado del discurso racional, del temor y la voluntad propia y que abandonando toda atadura se han identificado con él.


Esta Alma lleva la impronta de Dios y tiene en la unión de amor su verdadero cuño; a la manera de la cera que toma la forma del sello, así toma esta Alma la impronta del ejemplar verdadero. (pág. 123)


Y lo más prodigioso es que los adeptos o iniciados no reproducen miméticamente unos estereotipos –lo cual sería muestra de un encasillamiento socio-moral o de clichés típicamente sectarios–, sino que por el contrario, libres de patrones exteriores, se ligan al Principio y entre sí, traspasando incluso limitaciones espacio-temporales, gracias a su vinculación a una cadena ininterrumpida en el tiempo depositaria de la enseñanza que debidamente asimilada promueve la realización espiritual o la efectivización de la doctrina cosmogónica. Es más, a dichos seres no les importa


ni vergüenza ni honor, ni pobreza ni riqueza, ni alegrías ni penas, ni amor ni odio, ni infierno ni paraíso. (…) Y así no desean –dice Razón– ni desprecio ni pobreza, ni martirio ni tribulaciones, ni misas ni sermones, ni ayunos ni oraciones y dan a naturaleza todo lo que les pide sin remordimientos de conciencia.


Han resuelto y trascendido todas las dualidades y se han fundido en el ser de su amado.


Y ciertamente, Amor, –dice Razón– esto no lo puede entender nadie a no ser que lo aprenda de vos a través de vuestras enseñanzas. (pág. 87)


La Enseñanza


Dama Amor no destruye sino que instruye, alimenta y sostiene a los que confían en ella, pues es sol, abismo y pleamar.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


¿En qué consiste esta enseñanza? A esta altura ya hemos podido vislumbrar de qué se trata, pero no nos cansaremos de repetir que los que se abren a ella reciben gratuitamente sus delicias; su vida adquiere un sentido pleno y se colma de toda suerte de bellezas. Margarita también expresa la naturaleza de este legado, pero no tiene ningún reparo en tratar de ignorantes a los que se emboban en la rueda del devenir, se encallan en lo perentorio y no manifiestan interés por esta enseñanza liberadora:


Esas gentes –dice el Alma– a los que llamo asnos buscan a Dios en sus criaturas, en los monasterios mediante rezos, en paraísos creados, en palabras de hombres y en las Escrituras. (…) Parece que esas gentes, que buscan a Dios por valles y montañas, tienen por cierto que él se halla sujeto a sus sacramentos y a sus obras. (pág. 141)


Y ese es el error, creer que todas las conquistas son exteriores y que se consiguen a base de saltar los obstáculos de una carrera en la que se cuenta sólo con los recursos propios, cuando en realidad todo se reduce a un dejarse ir activo, a un despertar interno, a un viaje del alma que no va a ninguna parte porque todo es en un eterno presente y no consiste sino en recordar lo que ya se es desde siempre y está olvidado. La misma Margarita reconoce que toda alma parte de un estado de completa ignorancia:


Hubo una vez una pobre mendicante que por largo tiempo buscó a Dios en criatura, para ver si así lo encontraba tal como ella quería y tal como él realmente sería si las criaturas lo dejasen obrar en ellas sus divinas obras sin impedimentos; y nada encontró sino que permaneció hambrienta de lo que mendigaba; y sus pensamientos le dijeron que fuera a buscar lo que reclamaba en el fondo nodal del entendimiento y de la pureza de su supremo pensar, y allí fue a buscarlo esa pobre mendicante.161 (pág. 169-170)


Conocer es también recordar, para lo cual no hay que ir muy lejos, sino abrir los arcones de la mente divina que reside en el centro de cualquier ser:


Por tanto está completamente a nuestro alcance cumplir con su voluntad, pues lo llevamos dentro, sin tener que buscarlo. Quien busca lo que tiene es que le falta conocimiento. No posee el arte que esa ciencia otorga. (pág. 181)


Los artistas que se reconstruyen a sí mismos necesitan a veces unos soportes para erigir la obra, y estas ayudas no son sino el Arte y la Ciencia Sagrada.


¿Qué es entonces el arte en la criatura? –dice la que busca. Amor: Es un ingenio sutil del que nace el entendimiento que da conocimiento al Alma para entender (…). Este arte es ágil y tiende, por ello, de forma natural a alcanzar plenamente su empresa. Esta empresa es, sin más, el justo querer de Dios. Ese ingenio sutil es la substancia del alma; y el conocimiento, que está hecho de substancia y entendimiento, es la plenitud del Alma. (pág. 181-182)


Este arte no sólo es sutil, sino por momentos muy marcial:


¡Ah! Dulcísimo Amor –dice esta Alma. ¡Cuán grande y peligrosa es esta guerra! Sin duda, a una vida dedicada a ello se le puede muy bien llamar vida de postración y guerra. (pág. 118)


Pero bien se sabe que tras la lucha arremetida contra las embravecidas aguas del alma se alcanzan estados de conciencia más gráciles, zonas de remansos, hasta la asunción de la verdadera maestría162 y de la paz y el reposo:


¡Ay! por Dios –dice el Alma–, ved lo que hizo, hace y hará y tendréis paz, paz común, paz completa y paz por encima de la paz, y os veréis poseídas por tal paz que la corrupción de vuestra complexión no podrá jamás entrañar castigo si permanecéis poseídos por ella ¡Ay Dios! ¡qué bellas y grandes palabras para el que entiende la verdad de las glosas! (pág. 175)


Mas volvamos a la enseñanza. El iniciado, el artista o guerrero, recibe directamente en la copa de su corazón el tesoro de la doctrina, la cual está celosamente protegida por los integrantes de la cadena áurea antes mencionada, sin que hayan añadido ni un ápice de su invención, fantasía o imaginación.


Pues cuando esta Alma cayó bajo el manto de amor tomó lecciones en vuestra escuela por el deseo de las obras de las Virtudes: mas ahora ha penetrado y se ha elevado hasta tal punto en las lecciones divinas que empieza a leer allí donde acabáis vosotras; pero esta lección no ha sido escrita por mano de hombre, sino que viene del Espíritu Santo que la ha escrito maravillosamente, y es el Alma su preciado pergamino. Así funciona la escuela divina, a boca cerrada, de forma que el sentido humano no puede ponerla en palabras. (pág. 139)


De ahí se comprende que esta enseñanza custodia y transmite un secreto, inviolable por su naturaleza ilimitada y eterna, que no puede ser nombrado pues está más allá de toda cualidad y numeración, aunque sí puede ser experimentado interiormente por la conciencia. Margarita lo expresa con un lenguaje poético y simbólico:


Y digo, pues, que más me vale, a causa de su rudeza, callar y encubrir mi lenguaje, el cual aprendí en el secreto de la secreta corte del dulce país. En este país cortesía es ley, amor es mesura, bondad es pastura, dulzura me atrae, belleza me place, bondad me alimenta.
(pág. 140)


El Amor y las más altas realidades espirituales


Y divino Amor me dice / que ha penetrado en mis entrañas, / Por ello puede / cuanto quiere, / Esa fuerza me ha dado / Del amigo que tengo en amor / A quien me hallo consagrada. / Él quiere que le ame / Y por eso le amaré. / He dicho que le amaré, / Miento, no soy yo / Es él solo el que me ama a mí / Él es y yo no soy. / Y nada más me falta / que lo que él quiere / y lo que él vale. / Él es pleno / Y de eso me hallo plena, / Ese es el nudo divino / Ese es amor leal.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.


Queremos ahora retornar al núcleo de la doctrina que nos transmite El Espejo de las Almas simples y ahondar en el símbolo del Amor alrededor del cual se despliega todo el tratado, del "Lejos-cerca" o del "Más-menos" que es otro de los términos empleados por Margarita para expresar las más elevadas realidades espirituales. Reconocemos haber tenido la inmensa fortuna de toparnos con una obra emanada justamente de lo que en el esoterismo de la Edad Media fueron las verdaderas Cortes de Amor163, paradigmas de la conciencia del Ser Universal, de sus estados o niveles simultáneos desplegados desde la Unidad principial hasta el límite de todas sus posibilidades de manifestación. Y para expresar esta construcción arquetípica, exacta pero no rígida, viva y constantemente recreada, los sabios e iniciados de la Edad Media se valieron de un repertorio imaginal en el que dicha Corte o asamblea estaba
presidida por la idea de Amor (símbolo del Principio) o bien por Dama Amor (la Sabiduría, primera emanación de la deidad) y el Alma que anhela fusionarse con uno u otro, según sea el arquetipo escogido; o lo que es lo mismo, nos presentan al Amante (simbolizado ya sea por el Alma, el juglar o el poeta) que busca y conquista por Amor o se deja conquistar por el Amado (Amor, Dama Amor, la reina o la princesa), haciendo real la perfecta identidad entre el "sujeto" que ama, el "objeto" amado y el acto del "amor". Esta triunidad no apela a una vivencia de tipo sentimental o sensiblera, visión ésta muy restringida del amor, siempre dual y referida a la relación entre la criatura y su Creador, sino que expresa la poderosa energía del Eros, la fuerza unitiva que emanada del Principio del Ser genera y regenera permanentemente al Cosmos, lo alimenta y lo mantiene cohesionado a través de la conjunción de las dos corrientes en las que se polariza y cuya cópula al nivel que fuere es símbolo de la efectivización o recuerdo siempre presente del estado de Unidad o Amor. Esos personajes se rodean a veces de un séquito de emisarios, intermediarios o cortesanos –en el caso del libro de Margarita ya hemos visto que son Verdad, Fe, Inteligencia, Espíritu, Entendimiento, Razón, las Virtudes, etc.– con los cuales mantienen conversaciones poéticas, diálogos didácticos o discursos para desentrañar los secretos de la cosmogonía y del Principio de ésta. Además, mediante el recurso de la búsqueda, del galanteo, de la lucha permanente de los opuestos que se armonizan o equilibran, y de la atracción simpática que ejerce el Principio del Ser sobre todas sus producciones, dichas recreaciones tienden una y otra vez a revelar al Amor como el origen, el fin y la ligadura de todos los mundos y los seres que los habitan. Ya desde la primera página, a través del sencillo cuento de un rey y una princesa, se nos ubica directamente en esa Corte interna en la que el Alma liberada narra de muchas maneras posibles la unión teúrgica con Amor.


Atended, pues, por humildad a un pequeño ejemplo del amor mundano aplicado al amor divino. Hubo una vez una doncella, hija de rey, de gran corazón y nobleza así como de gran coraje que vivía en un país extraño. Sucedió que la doncella oyó hablar de la gran cortesía y nobleza del rey Alejandro y al instante su voluntad le amó por el renombre de su gentileza. Pero estaba tan lejos esta doncella del gran señor al que había entregado su amor que no podía ni verlo ni tenerlo; por ello a menudo se sentía desconsolada, pues ningún otro amor le bastaba más que éste. Y cuando vio que ese lejano amor, estando tan cercano o dentro mismo de ella, estaba a la vez tan lejos fuera de ella, pensó que encontraría consuelo a su desazón imaginando una figura de su amigo, pues a menudo sentía su corazón herido. Entonces se hizo pintar una imagen que representaba el rostro del rey que amaba lo más cercana posible al modo en que ella lo amaba y a la medida del amor que le tenía presa; y por medio de esta imagen y con otros métodos suyos soñó164 al propio rey. (…) En verdad –dice el Alma que hizo escribir este libro– yo os digo algo semejante: oí hablar de un rey de gran poder, que por cortesía y por su gran nobleza y generosidad era como el noble Alejandro; pero estaba tan lejos de mí y yo de él que no lograba consolarme por mí misma y para que me acordase de él me dio este libro que representa su amor en algunas de sus formas. (pág. 68-69)


Y así se inicia ese canto del "Lejos-cerca". Amor llama, arrastra y purifica al alma en los estados preliminares de su viaje, quema con ardor moderado o mediante fuertes llamaradas todo lo que es combustible y la reduce a un estado de vacuidad (desnudez o anonadamiento); acto seguido, como si de un fuego inmaterial se tratara, la fecunda con sus gérmenes divinos, chispas o ideas, y en adelante, habiendo desparecido todo atisbo de individualidad, ya no es sino Amor mismo quien es en ella. Se suceden, entonces, las nupcias entre el Rey y la Reina (otra manera de ver las dos energías en las que se polariza Amor), hasta completar todos los matrimonios celestes y poder penetrar así en la última cámara, la morada de la inmortalidad, de "A-mor"165, y g
ustar en plenitud el néctar de ambrosía, elixir que concentrado en ese punto virtual mana de la fuente y raíz que está "más allá" del Cosmos, en esa región Innombrable del No Ser o de la Nada.


Ya hemos visto en el acápite "La Escala" que Margarita conoce el estado de conciencia de Unidad, que como principio del Ser contiene en potencia todas las posibilidades que irrumpirán en la Creación y serán finalmente en él reabsorbidas, siendo además inmanente en todas sus producciones:


¡Ah! Unidad –dice el Alma poseída por la Divina Bondad– engendráis unidad y esta unidad refleja su ardor en unidad. Y el divino amor de unidad engendra en el Alma anonadada, en el Alma liberada, en el Alma clarificada, substancia permanente, fruición agradable, e íntima conjunción. (pág. 185-186)


Ese estado sintetiza todo lo que puede conocerse en el camino iniciático:


Y entonces la Deidad hará en nosotros, para nosotros, sin nosotros, sus divinas obras: Él es el que es; por ello es lo que de él es: amante, amado, amor. Por ello somos nada pues nada tenemos de nosotros mismos. (pág. 185)


Sólo el Ser es y se conoce a sí mismo, por sí mismo, en sí mismo y en cualquiera de sus reflejos transitorios:


Soy lo que soy por la gracia de Dios. Pues solamente soy lo que Dios es en mí y no otra cosa; y Dios es lo mismo que eso que él es en mí; pues nada es nada, pero lo que es, es; y por ello si soy no soy sino lo que Dios es; y nadie es, sino Dios. Por ello no encuentro más
que a Dios allí donde penetro, pues a decir verdad, nada hay sino Dios. (pág. 142).


Aquí concluye el proceso de liberación del alma, pues la Unidad es un estado indivisible, indistinto e indiferenciado. Pero queda una última pregunta, la fundamental, sin la cual se permanecería encerrado en la vivencia finita del Ser. Es ésta: ¿Y "más allá" de lo que puede conocerse como determinado? El Espejo responde:


… pues aunque llegara a conocerse tanto como se conocerá en el paraíso, o incluso tanto como podría hacerse comprender a través de alguna comparación por partes o de otro modo, lo que con ello se comprendería seguiría sin ser nada (en comparación a lo que en Dios es para nosotros incomprensible). E incluso no sería nada aun suponiendo que en esa comparación no se tengan en cuenta su poder, su sentido, su sabiduría y su bondad, sino sólo, por decirlo así, una mera chispa de su pura bondad. Y aquél que comprendiese de él más de lo que podrá comprenderse a través de esta comparación seguirá sin comprender nada al lado de la más minúscula de las partículas que hay en él y que es incomprensible excepto por él mismo. Es decir, para que se entienda mejor: quien conozca de él cuanto de él se dice, no conocerá nada al lado del inmenso conocimiento que permanece en él al margen de nuestro conocimiento. (pág. 119-120)


Oigamos ahora aquellos fragmentos inspirados y sutiles en los que El Espejo de las Almas simples hace intuir entre líneas el ámbito de lo supracósmico, de eso que hemos denominado "más allá", del No Ser, que en su inconmensurabilidad es fuente y raíz del Ser:


Y dama Amor me ha dicho la verdad: que me calmase pues lo mejor que podrían decirme es nada al lado de aquello que es propio de él; y no he de menester de oír nada más que oír decir que mi amigo es incomprensible. Y es verdad; pues no hay la menor cosa comprensible a la que se le pueda comparar; de tal forma que mi amor, por muy grande que sea, no encuentra límite en su amor, re
cibiendo siempre amor nuevo de aquel que es todo amor. (pág. 106)


Esa "región", que es también un estado que se "alberga" en el interior del ser humano, no se refiere a otro "Ser", ni a un superser o hipercreación, sino a lo "Increado" y, como expresa un cabalista actual:


Innombrable, imposible de nominar aún negativamente pues está más allá de cualquier cosa que se pueda decir de él, ya que "allí" no hay atributos ni numeraciones. (Federico González. Texto inédito.)


Os aseguro –dice Amor a Razón– y os lo garantizo poniéndome a mí mismo por testigo, que todo cuanto esta Alma ha oído de Dios y todo cuanto puede decirse es realmente nada, comparado con aquello que es propio de él y que jamás fue y será dicho. (pág. 104)


Por ello es también incognoscible,


al menos desde la dialéctica, aunque sí puede reflejarse en nuestra conciencia el estado de eso que no es cognoscible. (Federico González. íd.)


Yo diría aún más –dice Amor. Si esta Alma tuviera todo el conocimiento, el amor y el loor de la divina Trinidad, todo el que jamás fue ni será dado, esto no sería nada al lado de aquello que ella ama y amará; pero este amor no se alcanza nunca por la vía del conocimiento. El Alma habla a Amor. ¡Ah! Sin duda no, dulce amor, –dice el Alma: No alcanzaría (por esa vía) ni la más mínima parte de mi amor. Pues no hay otro Dios que aquel de quien nada en absoluto puede conocerse; sólo ese es mi Dios del que nada sabe decirse y al que ni siquiera todos los seres del paraíso pueden alcanzar aunque tengan algún conocimiento de él. (…) Pero oír acerca de esta cuestión –dice el Alma– no es nada al lado de la mayor, de la que nadie habla. Yo querría hablar de ella pero no sé que decir. (pág. 83)


En verdad sé que, igual que no podrían contarse las olas de un mar batido por fuerte viento, tampoco puede nadie describir ni decir lo
que capta el espíritu, por muy poco y pequeño que sea lo que capte de Dios.


¿Acaso ese "mar" u "océano" no se refiere a lo totalmente ilimitado pero que misteriosamente puede ser intuido por el ser humano, no en tanto que individuo sino en tanto


que participa de la inteligencia superior y está ligado a ella por unatoma de conciencia de sus posibilidades espirituales, que son más que humanas166?


Alcanzar el estado del abismamiento en la infinitud es la meta final de la iniciación167 y su conquista supone pasar por la última muerte, la del Cosmos168. Lo intuido "allí" no puede expresarse, pero se refleja en la conciencia, a veces, como una alegría indestructible:


También dice que se alegra más de aquello que no puede comuni
carse que de lo que puede comunicarse, pues esto es poco y puntual y lo otro infinito e interminable. (pág. 103)


Esta Alma –dice Amor– nada en el mar de la alegría que es el mar de las delicias que escapan y fluyen de la Divinidad y no siente alegría alguna, pues ella misma es alegría y nada y flota en alegría porque habita en Alegría y Alegría en ella; ella misma es alegría en virtud de Alegría que la ha transformado en sí misma. (ibid.)


La total liberación, la Suprema Identidad o Posibilidad Universal no es sino la conjugación del Ser y el No Ser, de la Palabra y el Silencio. Recordar que las cosas pueden ser y no ser al mismo tiempo.


El libro de Margarita ha cumplido con la función del espejo, a sabiendas, la de reflejar una imagen unitaria o afirmativa de la Nada, y evocar que


La nada es la fuerza en virtud de la cual puede manifestarse el algo169.


O dicho de otro modo, su tratado revela que todo consiste en experimentar simultáneamente las dos caras del espejo: la visible que refleja las indefinidas posibilidades contenidas en el Ser y la oculta, la región del Misterio inefable.


La Hoguera


Esta Alma –dice Amor– es libre, más libre, muy libre, insuperable-mente libre, en su raíz, en su tronco, en todas sus ramas y en todos los frutos de sus ramas. Tiene llena su medida de libertad, cada costado tiene su jarra llena. Si no quiere, no responde a nadie que no sea de su linaje; pues un gentilhombre no se dignaría a responder a un villano si la retara o requiriera a batalla; por ello quien reta a un Alma así no la encuentra: sus enemigos no obtienen respuesta.

Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples.

 

En 1306 Guido II, obispo de Cambrai, hizo quemar en la plaza de Valenciennes un manuscrito de El Espejo de las almas simples y prohibió su difusión bajo pena de excomunión de su autora. Margarita no se amedrenta y entrega tres copias a sendos frailes170 para que dicten sus respectivos informes. Los tres veredictos reconocen que el tratado es conforme en todo a la Doctrina y la Verdad, pero dos de ellos advierten la necesidad de un uso reservado y restringido de sus enseñanzas, ya que son pocos los seres que pueden llegar a comprender cabalmente las sutilezas que revelan. Margarita, consciente de esta dificultad171, ya había escrito en el último verso de su tratado:


Amigo, ¿qué dirán las beguinas / y las gentes de religión, / Cuando oigan la excelencia / de vuestra divina canción? / Las beguinas dicen que yerro / y [que yerro dicen] los curas, clérigos, predicadores, / Agustinos, carmelitas / y los frailes menores, / Por lo que escribo del ser / del Amor inmaculado. / No salvo a su Razón / que les hace decirme esto. / Pero, Deseo, Querer y Temor / les restanciertamente el conocimiento / e impiden la afluencia y la unión / de la elevada luz / de ardor de divino amor. (pág. 202)


Tres años después del affaire de Valenciennes, el inquisidor de la alta Lorena vuelve a acusar a la beguina, y el caso pasa a manos de la más alta instancia de la Inquisición. El Maestro Guillermo de París, confesor de Felipe el Hermoso e inquisidor general del reino de Francia, instruye el proceso contra Margarita, en el que participan además veintiún teólogos de la Universidad de París. Como resultado, ésta es encarcelada durante más de un año, negándose a retractarse y a arrepentirse ante sus acusadores, tras lo cual es declarada hereje y relapsa por el tribunal que la juzga. Sin haber proferido ni una sola palabra en defensa propia, ni haber renegado de una sola tilde del libro que le fue dictado por Amor, el 1 de junio de 1310 es quemada viva en la plaza de Grève de París.


Poco después, algunas de las tesis condenadas de El Espejo de las Almas simples fueron utilizadas en el Concilio de Viena de 1311-1312 para acusar y atacar los fundamentos de la mística renana172 encabezada por el Maestro Eckhart así como para exterminar a los Hermanos y Hermanas del Libre Espíritu, organización iniciática del norte de Europa que fue tildada de herética. No sabemos si Margarita estuvo vinculada a tal organización, aunque no nos resultaría nada extraño dadas las afinidades de pensamiento entre ambos, lo cual explicaría una de las posibles vías por las que nuestra beguina pudo haber recibido y efectivizado la iniciación173. Lo que sí consta en las actas de dicho Concilio es que varias de las argumentaciones defendidas por Margarita en El Espejo son compartidas por los integrantes del Libre Espíritu y utilizadas para acusarlos, sobre todo las que proclaman la total libertad del Alma cuando deja de estar sometida a su voluntad propia y –vacía o anonadada– es raptada por el Espíritu, viviendo a partir de entonces al son del compás divino y no haciendo sino lo que le apetece, pues este "apetecer" es el de la deidad que se manifiesta a su través.


Los libres, en cambio han de hacer lo que les plazca si no quieren perder la paz, ya que han alcanzado el estado de libertad, es decir, que han caído de las Virtudes en Amor y de Amor en nada174.


No hacen nada que no les plazca y, si lo hicieran, eso les quitaría su paz, su libertad y su nobleza. Pues el Alma no es inmaculada hasta que hace lo que le place y no se reprocha ese placer. Es justo –dice Amor–, pues su voluntad es nuestra: ha pasado el Mar Rojo, sus enemigos quedaron en él. Su placer es nuestra voluntad, por la pureza de la unidad del querer de la Deidad en la que la hemos encerrado. Su voluntad es nuestra, pues ha caído de la gracia en laperfección de las obras de las Virtudes, y de las Virtudes en Amor, y de Amor en Nada, y de Nada en la Claridad de Dios, viéndose con los ojos de su majestad, que le ha dado su propia claridad175.


Llegados a este punto, poco o nada interesan las prácticas exteriores176, los dogmas o las obligaciones morales impuestas por tal o cual personalidad; más bien son un estorbo, pues el Alma recibe el orden y la armonía directamente de la influencia espiritual suprahumana.


Para hablar con brevedad, tomemos por ejemplo un Alma –dice Amor– que no desee ni desprecie pobreza ni tribulación, ni misa ni sermón, ni ayuno ni oración, y le de a Naturaleza cuanto le haga falta sin remordimiento de conciencia; pues bien, esta Naturaleza se halla tan bien ordenada en ella por la transformación de unidad en Amor, a la que se acopla la voluntad del Alma, que no pide nada que esté prohibido. Un Alma así no tiene cuidado de lo que pueda hacerle falta más que en el momento mismo en que le hace falta; y nadie puede dejar de cuidarse de estas cosas si no es inocente. (pág. 78)


Los integrantes de Santa-Iglesia-la-Pequeña177 (que es como Margarita denomina a la institución eclesiástica temporal que ha de perecer, en contraposición a Santa-Iglesia-la-Grande178, que no es sino el coro inmortal de las Almas raptadas por Amor) temieron que el poder se le escapase de las manos y con él, el control de la riqueza material y la manipulación de la conciencia de sus feligreses y súbditos. Los más altos representantes de la jerarquía eclesiástica interpretaron literal y groseramente los pasajes en los que se proclama el libre hacer del alma libre; algunos, por sus menguadas luces intelectuales; otros, porque al intuir verdades que los excedían y que demandaban un total desapego del mundo material y psíquico y una entrega radical e interior al conocimiento del Sí Mismo, se dejaron arrastrar por la vanidad, la codicia o la maledicencia, tildando de libertinaje lo que en realidad era Libertad. Pero Margarita ya había advertido:


… ni los maestros que conocen la Naturaleza, ni los maestros de la escritura, ni cuantos permanecen en el amor y obediencia a las Virtudes lo entienden ni lo entenderán como hay que entenderlo. Estad segura de ello, Razón, –dice Amor– pues nadie entiende estas cosas excepto aquel a quien Amor Puro y Caridad llama. Y si por ventura se encontrasen Almas así, ellas si quisieran dirían la verdad, pero no creáis que las entendería nadie más que aquel a quien Amor Puro y Caridad llaman. (pág. 78)


Margarita, si hubiese querido, habría hablado ante los que la acusaron, mas, ¿alguno de los que la juzgaron la habría entendido verdaderamente? Y en el caso de haberla comprendido, ¿no es evidente que se dejaron vencer por el miedo de correr la misma suerte que la beguina y se aferraron al pequeño y efímero poder al que no estaban dispuestos a renunciar?


A las significativas fechas de la muerte de Margarita Porete y de la celebración del Concilio de Viena hay que añadir la de 1314, año en el que arde en la pira Jacques de Molay, el último Gran Maestre del Temple179, cuyo proceso inquisitorial también será instruido por Guillermo de París, bajo la estrecha presión y vigilancia del rey de Francia. Todos estos eventos totalmente concatenados marcan un hito en la historia de la espiritualidad de Occidente y en su declive inexorable hasta nuestros días. La ya honda fisura entre la autoridad espiritual y el poder temporal ha devenido en escisión. El gobierno del mundo, aunque mejor deberíamos decir su deriva, queda en manos de los monarcas de los incipientes estados de Europa, que se lo disputan con los prelados de una Iglesia que acaba de cortar los últimos vínculos con el esoterismo por lo que desde este momento, al no recibir el soplo vivificador de la esencia o el Espíritu, poco a poco se irá resecando hasta la agonía que padece actualmente. Con la abolición de la Orden del Temple, la persecución encarnizada que sufrirán sus miembros y los de otras organizaciones iniciáticas como la ya mencionada del Libre Espíritu, así como también todos aquellos seres humanos sospechosos de separarse del dogma y la moral impuesta180, la llama del esoterismo de Occidente se repliega, pero no se extingue, pues gracias a su maleabilidad opera nuevas adaptaciones. Lo cierto es que desde ahora el Cristianismo sólo será una expresión tradicional exotérica y religiosa, y el esoterismo de Occidente, la Tradición de Hermes, se reducirá a pequeños círculos de adeptos e iniciados que laboran en solitario, o en las cada vez más escasas organizaciones iniciáticas, bajo el amparo del Templo Universal, sin prácticas exteriores que los identifiquen sino la sola filiación interna a la Verdad.


Respecto a la herencia de Margarita –la cantora de la Libertad del Alma–, ésta no se consumió en las llamas de la hoguera, ni sucumbió ante el empecinado esfuerzo de la Iglesia institucional por hacer desaparecer hasta la última copia de su libro, sino que cruzó fronteras y viajó por distintas tierras de Europa. Varios manuscritos en francés, italiano, inglés y latín circularon por Francia, Italia, e Inglaterra, influyendo en la llamada mística de Renania y en otros núcleos esotéricos de diversos lugares. Casi dos siglos más adelante brillará un resplandor emitido por otra mujer con su mismo nombre, en este caso Margarita de Navarra, reina culta y poeta, que en su libro Prisiones, habla de los libros


que siguen incondicionalmente la intención de la Biblia sagrada:
Pero entre todos vi uno de una mujer, / hace cien años escrito, de llama / de caridad lleno, y tan ardiente / que nada sino amor era su argumento, / comienzo y final de su discurso. (…) ¡Oh, qué atenta esta mujer estaba / a recibir ese amor que la quemaba / su corazón y el de aquellos a los que hablaba! / Bien conocía, por ese espíritu sutil, el verdadero amigo al que llamaba Gentil. / (…) Y su Lejos-Cerca. ¡Oh, qué acertado nombre / para el que debe por encima de todo ser amado!181


Después, aparentemente se pierde la pista de los pocos manuscritos que sobrevivieron de El Espejo de la Almas simples al quedar depositados y cubiertos por la losa del silencio en algunas bibliotecas, castillos o conventos, pero en pleno siglo XX son de nuevo rescatados gracias a la labor de historiadores modernos buscadores de tesoros escondidos182. Sus páginas han dado pie a numerosos estudios, algunos de gran rigor, sobre los anales de la literatura femenina en Europa y la convulsa historia del continente en el transcurso de esos siglos. Desde nuestro punto de vista, El Espejo de las Almas simples resulta altamente significativo por cuanto se incluye en esa tradición del libro sapiencial escrito por iniciados, en el que se vehicula una influencia espiritual capaz de despertar al buscador atento, además de ayudar a reconstruir la verdadera historia, la que está animada por la circulación de las ideas universales que coagulan en formas siempre nuevas en el tiempo. Bien pudiera decirse que algunas de las chispas de la hoguera en la que ardió el cuerpo de Margarita aún centellean actualmente en el corazón, ¿de quién?


Notas

149 Colectivo Redacción. Schuon versus Guénon. Cuadernos de la Gnosis Nº 9. Ed. Symbolos, Guatemala, 1998. (Retorno al texto)

150 René Guénon. Aperçus sur l'Initiation. Eds. Traditionnelles. París, 1992, pág. 17. (R)

151 Ver René Guénon, ibid., capítulos I, II y III. (R)

152 Ver el capítulo de Sor Juana Inés de la Cruz en el que se estudia la posibilidad de recibir la iniciación solitaria por vías extraordinarias, lo cual no es sinónimo de irregularidad. (R)

153 Margarita Porete. El Espejo de las Almas simples. Ed. Icaria. Barcelona, 1995, pág. 68. (R)

154 La escala es un símbolo universal presente en muchas tradiciones para expresar los estados múltiples del Ser y la gradación en el camino del Conocimiento. Aquí estudiaremos algunos de sus aspectos, pero remitimos a la lectura de los acápites de Cristina de Pizán y de Sor Juana Inés de la Cruz, las cuales emplean también este símbolo en sus escritos. (R)

155 En este sentido es preciso aclarar que las dos primeras muertes de las que hablará Margarita, la muerte al pecado y a la naturaleza, son dos aspectos de una sola muerte, la iniciática, la cual supone el fin necesario y definitivo del estado profano, del hombre viejo caracterizado por la ignorancia y la visión dual de toda la existencia. Mas este fin es simultáneo al renacimiento a una visión sagrada de la existencia y a la posibilidad de la edificación de un hombre nuevo. (R)

156 En realidad, y según lo que hemos explicado en la nota anterior, los perecidos aún representarían un estado de la conciencia profano. (R)

157 Hasta aquí, pues, el estado profano, que es trascendido al experimentar verdaderamente la muerte iniciática (reunión de la muerte al pecado y a la naturaleza). (R)

158 Para comprender el sentido que da Margarita a la palabra espíritu escrita en minúsculas ver la siguiente página. (R)

159 Por lo que venimos expresando ésta sería en realidad la segunda, la muerte a la individualidad. (R)

160 Este es uno de los pasajes en los que se percibe claramente la inmortalidad del alma y la influencia de la doctrina transmitida por Platón. Oigamos también este fragmento que corrobora lo expresado: "pues ella proviene de Amor y por ello quiere regresar a él a fin de no tener más que una voluntad en el amor: la sola voluntad de aquel al que ella ama". (pág. 90). (R)

161 La verdadera enseñanza no viene sino de Amor: "Amor por suerte me hizo oír hablar de él. Y a pesar de que, simple como era, no podía comprenderlo, me embargó el querer amar de Amor. Y cuando Dama Amor me vio pensar en ella, no me rechazó a causa de las Virtudes, sino al contrario, me liberó de su humilde servicio y me llevó a divina escuela donde me retuvo sin servir, y allí fui de Amor plena y saciada". (pág. 199). (R)

162 "Cierto –dice Amor. Pero en entender reside la maestría; pues ahí se encuentra el grano del pasto divino". (pág. 128). (R)

163 Consultar en Cristina de Pizán el apartado titulado "Vías iniciáticas para las mujeres en el medioevo", donde la cuestión de las Cortes de Amor se aborda dentro del contexto de las diversas vías de Conocimiento afines a la naturaleza femenina durante ese período histórico. (R)

164 El sueño es una simbólica recurrente en la literatura iniciática y para la profundización de su significado remitimos de nuevo al capítulo de Cristina de Pizán así como al de Sor Juana Inés donde es ampliamente estudiado. (R)

165 J. Evola en su libro titulado La metafísica del sexo nos dice: "La etimología del término 'amor' propuesta por un 'Fiel de Amor' de la Edad Media, por imaginaria que sea, no deja de estar cargada de sentido: La partícula a significa "sin"; mor (mors) significa "muerte"; uniéndolos tenemos "sin muerte", o sea inmortalidad". Ed. Olañeta. Palma de Mallorca, 1997, pág. 62. (R)

166 Federico González y cols. SYMBOLOS Nº 25-26, op. cit., pág. 194. (R)

167 Este estado es el que en la tradición extremo-oriental se conoce como el del Hombre Trascendente "es decir, aquel que habiendo alcanzado la realización total y la 'Identificación Suprema', ya no es, propiamente hablando, un hombre en el sentido individual de la palabra, puesto que ha dejado atrás la humanidad y está completamente liberado de sus condiciones específicas, así como de todas las demás condiciones limitativas de cualquier estado de existencia". René Guénon. La Gran Tríada. Ed. Obelisco. Barcelona, 1986, pág. 147. (R)

168 Margarita no nombra explícitamente la última muerte, pero sí la insinúa; veamos este fragmento: "La que es así (se refiere al Alma liberada) ya no busca a Dios por la penitencia, ni a través de ningún sacramento de la Santa Iglesia, ni por pensamientos, palabras u obras, ni a través de criatura terrestre ni celeste, ni por justicia o misericordia, ni por gloria de la gloria, ni por conocimiento divino, ni por divino amor, ni divino loor" (pág. 159). Es el fin de lo finito, preámbulo de lo ilimitado; es la tercera muerte que abre la puerta a lo verdaderamente supracósmico. (R)

169 Alan Watts. Nueve Meditaciones. Ed. Kairós. Barcelona, 1998, pág. 50. (R)

170 Se trata de Juan de Querayn, el cual dijo "que este libro había sido hecho verdaderamente por el Espíritu Santo y que si todos los clérigos del mundo lo oyeran, suponiendo que lo entendieran, no sabrían contradecirlo en nada. Y rogó, en nombre de Dios, que fuera bien custodiado y lo vieran pocos. Y dijo también que era tan elevado que él mismo no alcanzaba a entenderlo". (El Espejo de las Al-mas simples, pág. 225). El otro era un monje cisterciense llamado Franco, de la abadía de Villers en Brabante, "y dijo que de acuerdo con las Escrituras lo que este libro decía era verdad". (Ibid). Y finalmente, el testimonio del Maestro Godofredo de Fontaines, ex regente de la Universidad de París, que además de mostrar su acuerdo con el tratado, "dijo que no era conveniente que muchos lo conocieran, pues, según decía, podrían abandonar la vida a la que están llamados, aspirando a esa otra tan alta que tal vez no pueden alcanzarla y se vean decepcionados. Pues, decía, este libro está hecho por un espíritu tan fuerte y ferviente que se encuentran pocos o ningún otro semejante. De todas formas, dijo que el alma no puede alcanzar la vida divina o el divino modo de ser hasta que alcanza el camino que este libro describe. Pues cualquier modo de ser inferior a éste, dijo el maestro, es meramente humano. Sólo éste es divino y ningún otro". (Ibid). (R)

171 Amor dice: "¿Hay orden mejor que el de esta Alma? No, por cierto –dice Razón–, para aquellos que ven un poco, o para los que así han sido elegidos; pero de esos hay pocos en la tierra. Os lo puedo asegurar". (pág. 113). (R)

172 Empleamos este nombre porque es aquél con el que se lo conoce en los medios universitarios y religiosos, aunque lo cierto es que algunos de sus representantes, entre los cuales destaca fundamentalmente el Maestro Eckhart, fueron más allá de la mística tal cual se ha explicado en la introducción a este capítulo. Sus escritos no son sino reflexiones y revelaciones de iniciados vinculados a la Tradición Hermética. (R)

173 Los pocos estudios realizados sobre los Hermanos y Hermanas del Libre Espíritu los catalogan como unos herejes promotores de un sin fin de prácticas promiscuas y libertinas. Sin duda tales investigaciones (tanto las que los ensalzan como las que los detractan) están influidas por el juicio que la Iglesia emitió sobreellos, así como por el completo desconocimiento o rechazo del esoterismo por parte de numerosos estudiosos. En cambio, algunos investigadores conocedores de este punto de vista nuclear y esencial de toda tradición han identificado al Libre Espíritu como una organización iniciática del medioevo europeo que incluyó tanto a hombres como a mujeres entregados a la plena y ardua labor –plagada de pruebas severas y continuos desapegos– de identificación con el Espíritu. En dichos estudios se destaca que en muchos de los ritos que practicaban los adeptos como soporte para la apertura de la conciencia estaba presente, al igual que en el Yoga Tántrico o en los ritos dionisíacos, la poderosa energía del Eros y de la sexualidad, encarada ésta por lo más alto, es decir, como promotora de la transmutación interna e incluso de la transformación, y siendo ante todo un símbolo de la unión de los complementarios o de las dos corrientes cósmicas que emanadas del Principio generan y renuevan permanentemente el orden universal. Es innegable que esta temática de la unión promovida por Amor impregna cada una de las páginas del libro de Margarita. (R)

174 Ibid. pág. 165. Este es uno de los aspectos condenados por la Inquisición en el proceso de Margarita y en el Concilio de Viena. (R)

175 Ibid. pág. 165-166. Este actuar con plena libertad sólo es posible a partir del momento en que el ser humano ha completado su cosmización, es decir, cuando ha trascendido no sólo la individualidad, sino incluso los estados supraindividuales o universales y se ha fusionado con la inmutabilidad del Principio. Entonces, está en disposición de dar el salto a lo verdaderamente supracósmico e ilimitado. Al regresar de esa "región", de ese estado indescriptible pero "transitable" y que tiene su reflejo en la conciencia es cuando se puede hablar de actuar con plena libertad, pues no es sino la actividad divina la que se manifiesta. Alcanzar este cometido es harto difícil, aunque no imposible, y todo lo que sea practicar el libre querer y hacer antes de conquistar el fin supremo de la Iniciación sí puede ser tildado de error o desviación. Por eso Margarita advierte tantas veces sobre la necesidad de entender y experimentar correcta y completamente la doctrina. De igual modo, hay que comprender la esencia del Libre Espíritu según la perspectiva de la plena realización espiritual. Muchos de los iniciados de esta organización efectivizaron el estado de 'hombre verdadero', el del 'hombre trascendente' y la 'Suprema Identidad', y sólo entonces su libre actuar era una vehiculación sin trabas de la Voluntad del Cielo; lo que no exime que los adeptos que no aprehendieron verdaderamente estas altas enseñanzas incurrieran en gravísimas desviaciones e incluso en totales inversiones del mensaje tradicional al actuar "libremente" antes de alcanzar el estado en que ello es posible. (R)

176 "Pues esta meditación –que el Alma toma de Amor sin querer ninguno de sus dones, que llamamos consolaciones y que la reconfortan al sentir la dulzura de la oración– no se la enseña al Alma ninguna práctica sino la [práctica] del puro Amor. Quien busque el consuelo de Dios por el sentimiento de consolación impedirá la acción de Amor Puro". (pág. 102). He aquí otra de las tesis condenadas por el tribunal que juzgó a la beguina. (R)

177 "Santa Iglesia la Pequeña: ¡Ah, dulcísimo Amor Divino! –dice Santa Iglesia la Pequeña. Alma: ¡Realmente es pequeña! –dice el Alma– pues no habrá de esperar mucho para alcanzar su final, en el que hallará regocijo". (pág. 138). (R)

178 "Pues tales Almas –dice Amor– son llamadas con propiedad 'Santa Iglesia', ya que ellas sostienen, enseñan y alimentan a toda la Santa Iglesia; y no ellas sino la Trinidad a través de ellas; y ello es cierto y nadie lo duda". (pág. 116). (R)

179 La Orden del Temple es la organización iniciática de corte guerrero-caballeresco del medioevo occidental, integrada por los monjes-guerreros que aunaron en sí la autoridad espiritual y el poder temporal; de ahí el recelo y la envidia que levantaron entre los que no comprendiendo su alta misión (que sobre todo se refiere a la custodia y transmisión del esoterismo) los vieron como una amenaza ante sus anhelos de grandeza y manejos ruines. (R)

180 En este sentido se comprende también por qué a partir de finales del s. XIII e inicios del XIV el movimiento de las beguinas empezó a ser mirado con recelo por parte de la institución eclesiástica, la cual intentó por todos los medios que sus seguidoras se adscribieran a órdenes monásticas terciarias o mayores, cosa que realizaron muchas de las ellas. Las que no lo hicieron corrieron una suerte parecida a la de Margarita, siendo tildadas de herejes o brujas, asesinadas según el proceder de la Inquisición, o bien se vieron obligadas a renunciar a su estilo de vida. (R)

181 Georgette Epiney-Burgard y Emilie Zum Brunn. Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa medieval. Ed. Paidós. Barcelona, 1998, pág. 186. (R)

182 En este sentido es mucha la información que aporta el siguiente libro: Victoria Cirlot, Blanca Garí. La mirada interior. Escritoras y místicas visionarias en la Edad Media. Ed. Martínez Roca, Barcelona 1999. (R)