Ahora   esta Alma se halla en el ser primigenio que es su verdadero ser; ha dejado tres,   y ha hecho de dos uno. ¿Pero cuándo existe esa unidad? La unidad existe cuando   el Alma regresa a aquella simple Deidad que es un ser simple de desbordante   fruición, en pleno saber,   sin sentimiento, por encima de la mente. Ese simple ser cumple   en el Alma por caridad cuanto el Alma cumple, pues el querer se ha hecho simple,   y el simple querer no contiene acción después de haber vencido la necesidad de   dos naturalezas, cuando querer le fue entregado para que el Alma fuera simple. Y   ese simple querer, que es querer divino, lleva al alma a estado divino: más   arriba es imposible ir, más profundo es imposible descender, más desnudo no se   puede estar.
      Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
      
        Como   si de los ojos del río Guadiana se tratara, la Tradición Hermética se   esconde y emerge en varias ocasiones a lo largo de su devenir, pero   sigue un curso inexorable hacia el océano, símbolo del estado de donde todo mana   y a donde todo retorna. Ahora, a propósito de la   obra y el testimonio vital de la beguina Margarita Porete, veremos cómo el   mensaje liberador de la Tradición –adoptando formas   insospechadas–, aflora con fuerza durante la Baja Edad Media. Hacia finales del   siglo XII una corriente de renovación espiritual se gesta en las tierras de   Flandes, Renania, Brabante y Baviera, la cual se extenderá con vigor hasta bien   entrado el siglo XIV irrigando las actuales Alemania, Francia, Italia y España.   De entre los diversos movimientos de regeneración que brotan de esos enclaves   del norte de Europa nos atrae especialmente aquél que incluye   a un gran número de mujeres (y también a algunos hombres) que deciden vivir la   espiritualidad al margen del cada vez más asfixiante   ambiente dogmático de la religión institucional, emprendiendo de forma   solitaria o en pequeños grupos una vida dedicada a la búsqueda interior, sin que   ello suponga alejarse del pulso de los avatares de su mundo. Son las llamadas   beguinas, féminas de todos los estamentos sociales, algunas de ellas damas   cultas de la nobleza o   burguesas instruidas, pero en su mayoría artesanas y mujeres sencillas del   pueblo, que impelidas por el soplo regenerador del Espíritu,   abandonan toda comodidad y apego y adoptan una vida inspirada en ideales de   pobreza, austeridad y libertad. No entran en conventos ni en órdenes monásticas,   no realizan votos perpetuos y   por lo tanto no se vinculan a ninguna institución eclesiástica, pero optan por   entregarse sinceramente a una búsqueda interior que les permitirá llegar a   diversas metas según sea el punto de vista en   el que se ubique cada una. Viven en los emergentes burgos, en pequeñas celdas o   habitáculos cerca de las iglesias o de las murallas o en   edificios más grandes donde se congrega una comunidad más extensa, siempre en   puntos neurálgicos de la vida mundana, aunque su   trama vital también las envía a recorrer tierras y paisajes nuevos,   convirtiéndolas en intrépidas viajeras y peregrinas. No se rigen por reglas   establecidas, hacen votos de pobreza y castidad aunque no de por vida y   simultanean la contemplación con la acción.
      
        Nos   llama poderosamente la atención las funciones que desempeñan. Diversos   documentos, entre los que se incluyen sus propios escritos o los de los   confesores que registran sus experiencias, las presentan como mujeres inspiradas   por un soplo regenerador, algunas de ellas   receptoras de revelaciones y visiones de otros mundos o estados   del ser, pero todas entregadas incondicionalmente a una vida de oración y   meditación, y al mismo tiempo, desempeñando muy   variadas labores en plena ciudad. Las encontramos dedicadas con   esmero al cuidado de los enfermos, de los pobres y de los moribundos; realizan   todo el acompañamiento mortuorio: amortajan al difunto, lo velan, oran por su   alma y guían y conducen al cortejo   fúnebre hasta la sepultura. Muchas viven también del   trabajo manual, laborando en talleres artesanales o bien ejerciendo el   oficio de costureras o bordadoras por encargo; otras mendigan por las   calles o los caminos y viajan por las tierras de la cristiandad,   errando por los puntos clave de la geografía sagrada; y sobre todo, enseñan y   transmiten de manera directa y renovada la doctrina en medio de los burgos,   allende las murallas de los conventos y   monasterios. Algunas de estas beguinas son conocedoras de las artes liberales,   la poesía trovadoresca, la doctrina de las escrituras   sagradas y los textos de los primeros padres de la Iglesia, y se dedican a   instruir en lenguaje popular tanto a sus hermanas como a niñas ricas y pobres,   leyendo conjuntamente los textos revelados y   legando con generosidad los conocimientos a todo aquél que se acercara a   escucharlas. En muchas otras ocasiones son féminas que poseen   una sabiduría popular y que, inspiradas directamente por la   deidad, difunden a los cuatro vientos lo aprehendido en la intimidad de su ser.   Estas mujeres escriben sus visiones supranaturales o   las glosas de opúsculos sagrados en sus lenguas vernáculas, o bien las dictan a   sus confesores cuando no saben escribir,   rompiendo de esta manera la barrera que hasta entonces mantenía la enseñanza   circunscrita a los monasterios o castillos.
      
        Todas   estas actividades son análogas a las misiones propias del dios Hermes, el alado   mensajero de los dioses, revelador e instructor de las   artes y las ciencias a los hombres, escriba divino, intérprete y   guardián de la doctrina (hermeneuta), curandero de cuerpos y almas,   acompañante del viaje post   mortem (psicopompo),   protector de los viajeros y patrón de todo tipo de intercambio. Creemos ver en   ello no una simple casualidad sino una plena causalidad. Ya   hemos repetido en diversas ocasiones que la tradición se adapta y moldea según   las vicisitudes de los tiempos para prolongar sin   interrupción y de manera inalterable lo nuclear de su mensaje, y el movimiento   beguinal es un nítido ejemplo de ello. Muchas mujeres de esos siglos del final   de la Edad Media encarnaron las   funciones vehiculares y transmisoras de la Verdad, el Amor y la Belleza –nombres   de la divinidad una– y, siendo o no plenamente conscientes de ello,   contribuyeron a mantener viva la llama del Conocimiento; es decir, su sola forma   de vida fue un símbolo vivo,   una huella de la Tradición Hermética en el seno de la sociedad medioeval,   rastro ejemplificado por su entrega radical, sus gestos espontáneos y para nada   envarados, sus fecundas labores simbólicas selladas por la impronta de Hermes,   la libertad con la que optaron y hacia la que se dirigieron, sus experiencias   espirituales asombrosas,   la novedad en la expresión de lo sagrado y también por lo   enraizadas que estaban en el mundo y lo etéreo de sus vuelos interiores. Todo   ello son las señas de identidad de la tan rica e inagotable tradición de   Occidente, la cual, aunque a veces toma un matiz marcadamente intelectual y   circunscrito a un grupo o élite, también adopta formas populares, al aire libre,   fuera de encuadres rígidos   o de los muros de los templos, o mejor dicho, bajo los auspicios del gran templo   universal que ampara en su regazo a todo aquel limpio de corazón que desee   abrevar en sus fuentes de sapiencia, y dispensa frutos generosos (que son   conquistas de estados de   conciencia), en un reparto que huye de todo uniformismo, que se expande en todos   los ámbitos y revela a cada instante una riqueza inagotable. Aquí es necesario   matizar que para nada estamos afirmando   la condición de iniciadas en los misterios de todas y cada una de las mujeres   que se incorporaron a esta "onda", sino que se trata de mostrar lo que este   movimiento representó en tanto que sustrato sobre el que coagularon ciertas   influencias espirituales que, encarnadas en diversos grados y niveles de   profundidad por esas individualidades, pudieron así irradiarse a toda la   sociedad del momento, contribuyendo a la revivificación permanente del Ser, que   como organismo vivo que es tiene muchas regiones y estancias. El   grueso de dicha corriente espiritual tuvo una función de sostén o depósito de   todo ese legado suprahumano, como si de la substancia primordial y plástica se   tratara, y atesoró un sin fin de posibilidades universales indistintas y   latentes pero susceptibles de desarrollarse en el caso de encontrar las   condiciones favorables; y ciertamente, esas condiciones se dieron, pues los   seres humanos que se sumergieron en ese cauce fluyente hallaron, cada cual según   su naturaleza, cualidades y designio, diversas vías o formas de contribuir a la   edificación de un mundo conforme a las leyes del universo.
      
        Muchas   de esas féminas han quedado en el anonimato, lo que no mengua ni un ápice la   trascendencia de su misión; de otras se han rescatado sus nombres, algunas   pinceladas de sus vidas, y lo que es más importante, sus escritos, revelaciones   y experiencias interiores: Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo, Angela   Foligno, Beatriz de Nazareth, Juliana de Norwich, Brigitte de Suecia, María de   Oignies, Lutgarda Tonges, Ivette de Huy, Elisabet Cifre, y por supuesto la perla   de nuestro estudio, Margarita Porete, y tantas y tantas más, algunas de las   cuales contribuyeron a renovar la manera de   vivir la religiosidad, y otras, al ubicarse en el punto de vista esotérico,   pudieron penetrar y renacer a la "vivencia" consciente del Ser y a la intuición   del ámbito de la metafísica. Los investigadores modernos sólo han destacado de   ellas su primicia como escritoras en las diversas lenguas vernáculas emergentes   por las tierras de Europa,   o bien han señalado la libertad con la que vivieron su experiencia   religiosa, tildando, además, de místicas a algunas de ellas por el carácter y la   naturaleza de sus experiencias; pero por el contrario,   no han identificado a ninguna como iniciada en los misterios.   Creemos que aquí es necesario detenernos y discernir una vez más con toda   precisión y sutileza una serie de puntos que el ser humano   contemporáneo confunde y desconoce por completo.
      
        ¿Religiosas,   Místicas o Iniciadas? 
      
        Así,   la vía iniciática y la vía mística pueden coexistir perfectamente,   pero lo que queremos decir es que es imposible que alguien siga a   la vez una y otra. 
      René   Guénon. Apreciaciones   sobre la Iniciación. 
      
        La   mentalidad occidental confunde la iniciación, la religión y el misticismo. La   ignorancia moderna asimila estos términos para referirse a   cuestiones que en realidad pertenecen a órdenes completamente   distintos. Así, numerosos estudiosos actuales ponen la etiqueta de "mujeres   religiosas" a muchas de las beguinas que hemos nombrado   anteriormente, y a otras, la de "místicas", cosa que si bien en ciertas   ocasiones es totalmente ajustada, no lo es para el caso   de aquéllas que se sitúan en el punto de vista que les confiere la iniciación en   los misterios. Nos parece necesario, pues, distinguir netamente   tales posibilidades.
      
            La   religión se limita a tres elementos: dogma, moral y culto. Es decir, lo que   constituye la ley. La metafísica va más allá de la ley –aunque jamás debería   abolirse la ley, es decir la religión, según las enseñanzas   del maestro Jesús–, y se refiere al Conocimiento, la Doctrina y la realización,   es decir, la identificación directa con la Suprema Identidad,   que al mismo tiempo es y no es. La primera se refiere a la fe, la salvación y un   ilusorio más allá al que se accederá en un futuro por medio de toda suerte de   rigideces, la segunda a la encarnación del Ser Supremo y a la verificación de la   Ciencia Sagrada que se manifiesta   como una teofanía en el alma del iniciado a los misterios. Ambas labores son   duras y delicadas, pero la segunda, pese a sus dificultades,   finalmente se hace fácil y se obtiene la Gran Paz; mi yugo es leve, dice el   maestro Jesús. Por el contrario la religión, como fin en ella misma, lleva al   fanatismo y se complace en su soberbia, y aún en la ignorancia de que hace gala,   reconfortándose en el dolor de sus enemigos. Religión o Muerte es el lema   secreto de este personal, netamente opuesto al del iniciado: "La Verdad os hará   libres".
      
      La   religión es indirecta pues ora a un Dios exterior y su ciencia es la Teología.   La metafísica es interior e incluye la iluminación del alma, es decir que lleva   a la deificación del ser humano, y su arte es la Ciencia Sagrada. De ninguna   manera negamos la importancia de las religiones reveladas, las cuales, por otra   parte, son imprescindibles   como ordenadores sociales y depositarias de las semillas del Conocimiento, pero   creemos también, y de modo principal, en las palabras del fundador de una de   ellas: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos".
      
        El   pensamiento religioso actual, tal cual lo conocemos por medio de sus tres   exponentes abrahámicos, se refiere exclusivamente a la adopción de la norma,   hechos y costumbres susceptibles de cambios en el tiempo. El Conocimiento   Metafísico, a la Revelación y al Misterio, siempre inmutables. Ambas, como se   dice, pertenecen a diferentes planos de la realidad, a distintos mundos y a   disímiles perspectivas.   La religión así encarada es una "creencia" exotérica a la que nos adherimos, una   ideología que detesta todo lo que se le opone. Por el contrario la Ciencia   Sagrada es interior, metafísica –en el sentido etimológico del término–, y se   obtiene por la gracia del Señor, y no por pequeños esfuerzos, siempre mediocres   e interesados en   obtener la "santidad", en el mejor de los casos, o el poder, como en la   mayoría. En la religión, nadie se pierde para encontrarse, porque   "a priori" ya se ha obtenido el orden al que solo hay que sumarse. Va de suyo,   entonces, la superioridad de la una sobre la otra, y la disimilitud de sus   contenidos y las personas que se identifican con ambas perspectivas149. 
      
        Sirvan   estas reflexiones para establecer con toda nitidez la distinción   entre esos dos órdenes de la realidad: el exotérico-religioso y el   esotérico-iniciático-metafísico. Por otra parte, la mística es una cuestión que   aparece única y exclusivamente en el ámbito religioso.   Los místicos son seres humanos que además de reflejar los caracteres   del religioso reciben pasivamente ciertas influencias, algunas de   ellas espirituales –ya sean visiones o revelaciones emitidas por la deidad–,   pero que no saben fijar con exactitud de dónde vienen,   adónde les llevan, y cuál es su fin, todo lo cual confiere un carácter   vago y nebuloso a sus experiencias. Esas individualidades no asumen nunca una   actitud activa, se 
      
        limitan   a recibir simplemente lo que se les presenta, y tal como se les presenta, sin   tener nada que ver con ello150,
      
         y eso   les hace estar abiertas a todo tipo de influjos, no sólo espirituales,   sino también de carácter psíquico (dando rienda suelta con demasiada frecuencia   a la imaginación y la fantasía), con los consiguientes   peligros que ello acarrea, tanto de confusión entre ámbitos,   como de posibles tergiversaciones e incluso graves inversiones.   El místico entabla con un Dios dual una relación marcada por el sentimentalismo   y el afecto, la moral y el sometimiento a su ley. No posee una preparación   doctrinal completa y necesaria para el discernimiento y vive de forma aislada   sus experiencias, lo que lo convierte, al no estar vinculado a un linaje o   genealogía espiritual, en un irregular. En definitiva, sus vivencias, de tipo   religioso-dual no le conducen más allá del ámbito de la individualidad humana y   de la salvación151. No   todos los religiosos son místicos, pero todos los místicos son religiosos; y los   religiosos son seres que se adhieren al   exoterismo, no al esoterismo.
      
        El   iniciado, en cambio, es consciente de morir a una visión profana del   mundo y renacer o "nacer por segunda vez" a un punto de vista sagrado que lo   ubica en una vía de Conocimiento que, de seguirse   con total entrega y desapego, le conducirá de forma gradual y por etapas a una   identificación cada vez más plena con el Sí mismo, su única y verdadera esencia,   idéntica a la esencia de todo. El camino que   recorre es claro y preciso, científico, y aunque con frecuencia se pierde para   encontrarse, la intuición intelectual (facultad suprahumana   que reside simbólicamente en el centro de su ser, esto es, en el corazón,   análogo al Centro del Mundo) le procura un conocimiento   inmediato y certero, promoviendo la plena identidad entre el sujeto   de conocimiento, el objeto y el Conocimiento mismo. Además, el iniciado adopta   desde el principio una actitud activa, diríamos que guerrera, que posibilitará   la efectivización de la Iniciación recibida   virtualmente al comienzo del proceso; se le brindan los vehículos   para transitar por los indefinidos estados de la conciencia: los símbolos, mitos   y ritos revelados que, atesorados por los guardianes y transmisores de la   Ciencia Sagrada, le permitirán, además del desbastado   de sus impurezas, la toma de conciencia de su vinculación a una genealogía o   saga áurea que desde tiempos inmemoriales ha transmitido la llama de la Verdad   de forma ininterrumpida. La meta del iniciado no es solamente la plena   realización de todas las posibilidades   humanas, ni tan siquiera la tan sublime conquista de los estados   supraindividuales o universales del Ser, y de su Principio, sino   el salto al ámbito del No-Ser y la conjugación de uno y otro, es decir, el logro   de la Suprema Identidad o la Liberación Total.
      
        Las   sendas de la religión y de la iniciación nunca convergen; la meta de la religión   –y la mística como una de sus formas– es limitada, no   supera la dualidad Dios-hombre y está supeditada a la acción;   la de la segunda tiene que ver con la superación de cualquier determinación y la   conquista de la Posibilidad Universal. Todo ello no quita que ambas perspectivas   puedan coexistir en paralelo, pero lo que no es posible es que un mismo ser   humano se ubique simultáneamente   en una y otra, ni tampoco que para acceder a la Iniciación   haya que adherirse antes a la perspectiva religiosa; lo exotérico no es un   preliminar de lo esotérico. Y esto, que ahora nos cuesta tanto entender, se   vivió con toda naturalidad en el interior de esa corriente de tintes herméticos   que irrigó el tiempo y el espacio del fin de la Edad Media. Hubo beguinas que   solamente fueron mujeres   religiosas, las cuales, ciertamente, rompieron con la rigidez institucional y   vivieron con mucha mayor espontaneidad y liberalidad su   entrega, inaugurando nuevas maneras en la expresión de lo religioso, esto es,   estableciendo unas costumbres y una moral más abierta. Algunas de entre ellas   tuvieron vivencias místicas, recibieron   revelaciones y visiones que no supieron identificar con exactitud,   manteniendo una relación sentimental con una deidad dual siempre a la fuga,   inalcanzable y externa a su ser. Pero también, en ese fértil substrato, algunas   de esas mujeres nacieron al punto de vista iniciático (ya sea de forma   espontánea152   o por   su vinculación a alguna de las organizaciones iniciáticas que estaban vivas en   aquella época) y pudieron seguir una senda de realización espiritual   que les hizo experimentar lo Metafísico. Repitámoslo una vez más, el movimiento   beguinal no fue una organización iniciática, sino que simbolizó una tierra   fértil en la que seres humanos de todas   las condiciones y cualidades pudieron emprender una búsqueda   interior y hallar los soportes más acordes a su naturaleza para alcanzar metas   disímiles (ya fuera la Salvación o la Liberación).
      
        La   introducción de esta investigación ha sido extensa, pero hemos   creído necesario ofrecer algunos puntos de referencia con el fin de poder   discernir la ubicación de cada una de esas mujeres, así como su contribución al   saber, aportación que es de distinto orden según sea la perspectiva en la que   cada una se haya situado. No podremos generalizar. Por ahora nos acercaremos a   la estela que nos legó una de las beguinas: El   Espejo de las Almas simples, de   Margarita   Porete, dejando para otra ocasión las investigaciones sobre sus compañeras de   camino. 
      
        La   simbólica de El   Espejo de las Almas simples 
        
        No   sé si esto os aburre –dice el Alma– pero no puedo dejarlo de lado,   habréis de excusarme, pues Celosía de Amor y Obra de Caridad,   de las que yo me hallaba colmada, me hicieron hacer este libro para   que seáis de esta manera cuanto antes, al menos en voluntad si   todavía tenéis voluntad; y si ya estáis desasidos de todas las cosas   y sois de esa gente sin voluntad que lleva una vida por encima de   su entendimiento, entonces (me lo hicieron hacer) para que gloséis   el sentido de este libro.
        Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
        
        El   mensaje de Margarita Porete va directo al corazón. El lenguaje con   el que está escrito pertenece a un tiempo concreto, de ahí las influencias de la   literatura trovadoresca, los tintes neoplatónicos y la terminología esencial del   cristianismo de las que está impregnado;   pero este revestimiento cubre un núcleo universal que atraviesa   toda limitación espacio-temporal y permite que el ser humano de cualquier   momento se reconozca en sus páginas. La autora exhorta   a experimentar lo que relata, y si ya se está sobre la senda de la Liberación,   insta a glosarlo para hacerlo más inteligible. Dejaremos   que vayan aflorando los símbolos que jalonan este libro de viajes a través de la   psiqué que da testimonio del mensaje imperecedero   de la Verdad.
        
        Ningún   dato concreto se conoce acerca de dónde nació la tal Margarita; se supone que en   Francia. Su nombre evoca el de esa sencilla flor que como   un sol áureo irradia sus pétalos al viento, o también el de la perla, valiosa   alhaja que madura en el seno de la ostra, o el de la pequeña caracola nacarada   que emite el son más tenue del mar. Tampoco sabemos de su ascendencia carnal, ni   a qué estamento social pertenecía, ni dónde recibió instrucción, ni cómo   transcurrió su particular paso por la tierra. Se dice de ella que fue una   beguina, autora de un libro, y lo único documentado por la historia oficial es   dónde, cómo y por qué murió. Todo gira en torno al tratado titulado El   Espejo de las Almas simples anonadadas y que solo moran en el querer y el deseo   de Amor.   ¿Qué gran secreto atesoran sus páginas para haber levantado la ira, el desprecio   y la negación de muchos, y en otros, en cambio, su aprobación y el   consejo de un   manejo prudente y reservado de su contenido? Sus palabras lo irán   desvelando poco a poco.
        
        Comienza   así la obra:
        
        El   Alma tocada por Dios, despojada del pecado en el primer estado de gracia, es   elevada por la gracia divina hasta el séptimo estado. En él obtiene la plenitud   de su perfección por el goce divino en el país de la vida. Aquí   habla Amor. Vosotros,   activos y contemplativos, y quizá anonadados por amor verdadero, vosotros que   oiréis de alguna   de las potencias del amor puro, del amor noble, del alto amor del Alma Liberada,   y de cómo el Espíritu Santo ha desplegado en ella su vela como en una nave, os   ruego por amor –dice Amor– que escuchéis con gran estudio de vuestro sutil   entendimiento interior y con gran diligencia; pues de lo contrario cuantos oigan   entenderán   mal si no son ellos mismos eso mismo153. 
        
        Con   una terminología cristiana –impregnada también del lenguaje   del Amor cortés–, ante la que es preciso abandonar todo prejuicio   para poder penetrar el sentido interior de la escritura, se traza un itinerario   de siete eslabones que al ser ascendidos o traspasados   por el Alma promueven su liberación y el acceso al "país de la vida", apelando a   ser lo que se conoce, y a realizar ese trayecto sin   intermediario, con el solo rapto del rayo divino. Los protagonistas   del tratado son Amor (o Dama Amor) y el Alma Liberada, que entablan un didáctico   diálogo, ora solos, ora con Razón, así como con otros personajes simbólicos como   Entendimiento, Luz de Fe, Verdad, Virtudes, Santa Iglesia la Grande y Santa   Iglesia la Pequeña,   Temor, Cortesía, etc., en una atmósfera atemporal o siempre presente y fuera del   espacio, o en todo caso en un espacio interno y sacralizado. Al comienzo ya se   advierte que:
        
        ardua   es la ruta y largo el camino desde el primer estado de gracia hasta el último   estado de gloria que otorga el gentil Lejos-cerca. Si os digo –dice Amor– que   entendáis y os apresuréis, es porque ese entendimiento es intenso, sutil y   noble. (M. Porete, op.   cit.,   pág. 133) 
        
        Es   Amor mismo quien dicta la doctrina a su emisaria Margarita, y esto no es una   metáfora, ni una locura enfermiza de la beguina, sino una certeza. Ya Hesíodo en   su Teogonía   relata   que en primer lugar existió Caos, después Gea y Eros 
        
            el más   hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y   subyuga el corazón y la prudente voluntad en sus pechos de todos los dioses y   hombres. (Poemas   Hesiódicos, op. cit., pág.   46) 
        
        El   Amor es uno de los símbolos por excelencia del Principio del Ser, la Unidad, y   se dice que de su potencia primordial fluye el orden cósmico, que es acogido y   reconocido en el corazón del ser humano   atento. 
          
        
        La   Escala 
        
            He   prometido –dice el Alma– desde que Amor me ha prendido, que diría algo acerca de   los siete estados que llamamos modos de ser, pues lo son. Son como peldaños por   los que se asciende del valle a la cima de la montaña, que está tan solitaria   que en ella no se ve más que   a Dios, y cada uno de esos peldaños se asienta en un estado154.   
        Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
        
        Margarita   describe la geografía interna del Ser y de sus mundos,   que son estados de la conciencia, desde los más groseros al más sutil de las   Ideas arquetípicas e incluso el del Principio de todos ellos. 
        
            He   dicho –dice Amor– que hay siete estados, cada uno de ellos de entendimiento   mucho más elevado que el anterior e incomparables entre ellos. (ibid.,   pág. 133) 
        
        Presentaremos   los pasajes que describen cada uno de esos planos en   orden correlativo, pero cabe señalar que el libro de Margarita no   es siempre lineal, sino que el relato asciende y desciende constantemente,   se expande en un mundo, retorna al centro, salta a otro superior y vuelve luego   a bajar, como si de la confección de un tejido se   tratara, lo cual insinúa la compleja y simultánea arquitectura de ese organismo   vivo que llamamos Ser. Abramos las páginas y dejémonos llevar:
        
          Al   principio esta Alma vivía de la vida de la gracia, que nace en la muerte al   pecado. Después vivió –dice Amor– de la vida del espíritu,   que nace de la muerte a la naturaleza; y ahora vive de la vida divina, que nace   de la muerte al espíritu. 
        
  Razón   –dice Amor– nos habéis preguntado de cuántas muertes hay que morir para alcanzar   una vida así. Y yo os respondo que, antes de que el Alma pueda nacer a esta   vida, es necesario que muera de tres muertes completas155.   (ibid.,   págs. 132 y 133)
        
        Quizás   pueda sorprender que el inicio de este viaje pase inexorablemente   por la muerte, la cual, por supuesto, no se está refiriendo a   la defunción física, sino al necesario fin del bagaje ilusorio que cada uno   lleva a cuestas para poder entonces renacer a esas regiones   internas de la conciencia. Además, el que ha traspasado el umbral   del mundo material y lo ha reconocido como perecedero sabe que a lo largo de la   vía de Conocimiento que acaba de inaugurar ese "cambio de piel" o "paso   fundamental" –que es el sentido que siempre se ha dado a la muerte desde el   punto de vista sagrado–, debe repetirse en sucesivas oportunidades. En este   sentido, se dice que quien ha traspasado los misterios de la vida y de la muerte   puede penetrar en los de la inmortalidad; quien en vida lo experimenta   se encuentra sobre la senda de la Liberación que Margarita nos dibuja.
        
        Según   el libro, a los que mueren al pecado se los conoce como los   perecidos156.   Escribe Amor a través del puño de Margarita:
        
          Esas   gentes –dice Amor– son bienaventuradas, pero perecen en sus obras por la   suficiencia que hallan en su estado. Se les llama reyes –dice Amor– pero en un   país donde todos son tuertos. (…) Lo mismo   sucede con los que viven siempre en el deseo. Pues piensan y creen que no hay   estado mejor que el del deseo en el que permanecen y   quieren seguir permaneciendo; y por ello perecen en el camino,   pues se sacian con lo que les da deseo y voluntad. (pág. 127) 
        
¡Ah!   Sin duda la gente así –dice el Alma liberada– es pequeña en la tierra y   pequeñísima en el cielo, y se salvan de forma bien poco cortés.   (pág. 136)
        
        El   Alma libre reconoce haber transitado este estado al inicio de su periplo:
        
        En   este punto y en este estado me encontré yo una vez hace tiempo. Pero que nadie   tema ir más allá hasta lo más alto; no, si su corazón es gentil y está   interiormente colmado de noble coraje. (pág. 190)
        
        Quien   quiera volar allende el mundo corporal y penetrar en el espacio invisible y   extenso del Alma, debe despedirse también de cualquier código convencional que   la mantenga en unos límites constreñidos y exclamar:
        
        Virtudes,   me despido de vosotras para siempre, / Tendré el corazón   más libre y más alegre, / Serviros es demasiado costoso, lo sé bien, / Puse en   otro tiempo mi corazón en vosotras, sin reservas, / Era vuestra, lo sabéis, a   vosotras por completo abandonada, / Era entonces vuestra sierva, ahora me he   liberado (…) Nunca fui libre hasta que me desavecé de vosotras; / Partí lejos de   vuestros peligros y   permanecí en paz. (pág. 74-75) 
        
        No se   trata, como ya se ha dicho en la introducción, de abolir la ley sino de   traspasarla y descubrir que sobre la losa del mundo material y concreto se   levantan espacios de esplendores y bellezas insospechados pero cognoscibles,   para lo cual, es imprescindible reconocer que no son las virtudes las que   gobiernan la nave, sino que éstas se deben a su patrón: 
        
            Son   las virtudes las que hacen todo lo que las Almas quieren, sin dominio ni   contradicción, pues las Almas son sus maestras. (pág. 77) 
        
        Desprendidos   de esta densa atadura, que Margarita designa como la muerte a la   naturaleza157, se   accede al estado de los extraviados,   los cuales
        
        conciben   –dice Amor– que hay un estado mejor que el suyo y conocen   que no conocen ese estado mejor en el que creen (…) Y porque conciben y saben   verdaderamente que se han extraviado, a menudo con ardiente deseo preguntan el   camino a aquélla que lo conoce, es decir: a doncella Conocimiento, iluminada de   divina gracia. (…) Ella les enseña el recto camino regio que atraviesa el país   del no querer nada. Es la dirección correcta: quien la sigue sabe que digo la   verdad. (pág. 129) 
        
        Entonces: 
        
            La   criatura se abandona y se esfuerza en actuar por encima de todo consejo humano,   mortificando la naturaleza, despreciando las riquezas,   delicias y honores para cumplir la perfección que aconseja el Evangelio, de la   que Jesucristo es ejemplo. (pág. 190) 
        
        Estos   seres han descubierto la transitoriedad de la vida individual y   la relatividad de todo lo manifestado y habiendo intuido esos mundos superiores,   intentan seguir la voluntad del cielo. Pero la luz que los ilumina es todavía   muy débil, y si se quedan en este punto no habrán más que degustado las migajas   del Gran Banquete. 
        
            Estos   se salvan de forma mucho más cortés que no los otros; pero no por ello dejan de   ser pequeños, incluso indeciblemente pequeños al   lado de la grandeza de los que han muerto a la vida del espíritu.   (pág. 137) 
        
        Mas si   perseveran en la aventura, penetran en una nueva comarca: 
        
            El   tercer estado es aquel en el que el Alma se contempla apegada al amor hacia las   obras de perfección (…) Este estado es más fuerte, muchísimo   más fuerte que los otros dos anteriores; pues es más fuerte vencer las obras del   querer del espíritu158 que no   vencer la voluntad del cuerpo o hacer la voluntad del espíritu. Y así es   necesario   moldearse, rompiéndose y rasgándose a sí mismo, para ampliar   el espacio en el que querrá instalarse Amor; probarse a sí mismo en muchos   estados para despojarse de uno mismo a fin de esperar su propio estado. (pág.   190-191) 
        
        Se   trata del recorrido por el laberinto, que la Cábala conoce como el Mundo de   Yetsirah   o de   las Formaciones sutiles, repleto de recovecos, luces y oscuridades que deberán   irse armonizando, por la guerra o por simpatía, sin dejar de seguir el sutil   hilo que conduce   hasta el centro del estado humano. 
        
            El   cuarto estado consiste en que el alma es arrebatada, por la supremacía   de Amor, en el deleite del pensamiento en meditación, apartada   de los trabajos externos y de la obediencia a otro, por elevación   de la contemplación. (pág. 190) 
        
        Hay   quien se embelesa y confunde el tramo recorrido hasta aquí con su fin,   conformándose con las bellezas que ha ido vislumbrando,   vanagloriándose de las conquistas que puede malinterpretar   como el fruto de sus propios esfuerzos y méritos, meciéndose en el tejido de las   indefinidas formaciones sutiles y saltando de imagen en imagen en un mundo de   espejismos siempre cambiantes,   que en realidad sólo tiene sentido si se lo encara como manifestación   de realidades superiores. Para subir un poco más es preciso,   tal como expresa ahora Margarita, que el Alma entregue su voluntad individual, o   lo que es lo mismo, que deje de identificarse con   la ilusión del yo pequeño: 
        
            Entended   la glosa, oyentes de este libro, pues ahí está el grano que alimenta a la   esposa. Así es mientras se encuentra en el estado al que   Dios la empuja; allí donde ha dado su voluntad y no puede por ello querer sino   la voluntad de aquel que de sí mismo y por ella la ha transformado en su bondad.   Y si ella es así de libre por sus cuatro   costados, pierde su nombre, pues alcanza la soberanía. Y por ello su nombre se   pierde en aquél con el que ella se ha fundido, aquél que la ha devuelto de él en   él por ella. (…) Así pues esta Alma no tiene nombre y por ello recibe el nombre   de la transformación   que Amor ha obrado en ella. (pág. 156-157) 
        
        Llegados   al centro del dédalo, tras una magna labor de concentración,   discernimiento y guiados siempre por el soplo de Amor, es necesario morir de una   tercera muerte159, que   Margarita nombra como la muerte del espíritu. Y para no caer en ninguna   confusión, aclararemos que éste no se trata del Espíritu de la tríada   CuerpoAlma-Espíritu,   sino de las condiciones que definen la individualidad   humana y de las que es necesario desprenderse. Hasta aquí el hombre o la mujer   ha experimentado en su plenitud todas las posibilidades   contenidas en tal estado –tanto las que se refieren a la modalidad corporal como   a la sutil–, ha explorado e identificado las características del alma inferior y   ha realizando una difícil labor de transmutación interna. Pero finalmente,   merced al Conocimiento, ha   alcanzado lo que la tradición extremo-oriental denomina el estado del Hombre   Verdadero: 
        
            ¡Ah,   dulcísimo, puro y divino Amor! –dice el Alma– ¡cuán dulce es la transformación   de mí misma en aquello que amo más que a mí misma! Y hasta tal punto me he   transformado que he perdido mi nombre para amar lo que apenas podía amar: en   Amor me he transformado pues no amo a otro que Amor. (pág. 103) 
        
        A   partir de ahora,
        
        esta   Alma –dice Amor– es señora de Virtudes, hija de Deidad, hermana   de Sapiencia, y esposa de Amor. Alma. Es cierto –dice el Alma– pero esto a Razón   le parece lenguaje maravilloso. Lo que no es ninguna maravilla, pues dentro de   poco ella ya no existirá. Pero yo sí, pues soy y seré por siempre sin falla, ya   que Amor no tiene comienzo, ni fin ni medida y yo no soy sino Amor160.   ¿Cómo entonces   podría yo tener comienzo, medida o fin? No podría ser. Razón. ¡Ay, Dios! –dice   Razón– ¿Cómo osa alguien decir esto? Yo no oso ni escucharlo. Al oírlos   desfallezco, dama Alma: ¡me falla el corazón!, ¡me muero! Alma. ¡Ay! ¡por qué no   estará muerta hace ya tiempo! – dice esta Alma. Pues mientras os tuve dama   Razón, no pude gozar en libertad de mi herencia y de lo que era y es mío; pero   ahora puedo   tenerlo libremente, porque de Amor os he herido a muerte. A partir de ahora   Razón ha muerto –dice esta Alma. (pág. 161) 
        
        Liberarse   de las condiciones limitativas de la individualidad humana,   y la razón en tanto que facultad discursiva es una de ellas, no significa que en   lo sucesivo uno se sumerja en estados irracionales o infrahumanos sino todo lo   contrario, es la posibilidad de acceder a un conocimiento suprarracional,   vertical y universal: 
        
            Tuerta   es Razón, no puede negarse, pues nadie puede ver tan altas cosas si no ha de ser   eterno. Y en justicia Razón no puede ver esto, pues su ser debe perecer. (pág.   87) 
        
        Se   abre una nueva puerta, llamada el quinto estado de la conciencia: 
        
            Pues   cuando ella es así, libre por sus cuatro costados, y noble por todas las ramas   de su descendencia, ya que ningún villano ha sido tomado en matrimonio y por   ello es noble, entonces cae en un embelesamiento   que recibe el nombre de "el nada pensar del cercano Lejos-cerca",   que es su más llegado prójimo. Entonces esa Alma vive no de la mera gracia, ni   de la del espíritu, sino de vida divina, libremente,   aunque no gloriosamente. (…) Entended sanamente, pues así es en tanto en cuanto   ella se halla en ese estado: ¡Dios os conceda permanecer   por siempre en este estado, sin salir de él! Digo esto a las personas para las   que Amor ha hecho hacer este libro, y a aquellas para las que lo ha escrito. En   cuanto a los que no estáis, ni estuvisteis, ni estaréis en semejante estado, os   cansaréis en vano si lo queréis entender. No puede saborearlo quien no esté en   Dios sin ser, o Dios sea en él el ser. Entended la glosa, pues se alimenta quien   saborea; como se dice a menudo "mal come quien no saborea". (pág. 157-158) 
        
        Palabras   tan vigentes en el siglo XIII como ahora mismo.   Se   comprende, entonces, que este nuevo tramo del viaje no puede   realizarse ya con recursos humanos, sino dejándose arrebatar por el   vuelo de la intuición intelectual, que como ya sabemos es de origen   celeste:
        
        Este   don –dice Amor– se otorga a veces en un instante; quien lo reciba   que lo guarde ya que es el don más perfecto que Dios concede a criatura. Pues   esta Alma es discípula de la Deidad, toma asiento en el Valle de la Humildad y   en la Llanura de la Verdad y reposa en la Montaña del Amor. (pág. 78-79) 
        
        En   este paisaje del alma, hasta ahora ignorado pero siempre presentido,   es necesario sumergirse hasta lo más interno de la hondonada,   y quedar de nuevo completamente vacío:
        
        Entonces   esta Alma se asienta en el más bajo fondo, donde no hay fondo, por eso es tan   profundo (…) y cae de amor en nada, nada sin la cual no podría ser enteramente.   Y es tan profunda la caída, si es verdadera caída, que el Alma no puede   levantarse de este abismo, ni debe   hacerlo, sino que al contrario debe permanecer en él. En él pierde el Alma el   orgullo y juventud, pues envejece el espíritu que ya no la deja ser alegre y   bonita, pues se ha alejado de ella el querer   que a menudo la hacía, por sentimiento de amor, altiva y orgullosa,   vulnerable en las alturas de la contemplación del cuarto estado. El quinto   la ha ultimado al mostrarle a ella misma. Ahora ella ve por ella y conoce la   Divina Bondad, y ese conocimiento le permite volverse a ver ella misma; y esas   dos visiones le quitan voluntad y deseo de   obras de bondad, por ello se halla en reposo, en posesión de un estado de   libertad que la reposa de todas las cosas por su excelente nobleza. (pág. 193) 
        
        Margarita   repite una misma idea utilizando diversas simbólicas para irla esclareciendo, y   este paso de la individualidad a lo universal   también es descrito a través de una analogía con el ciclo de la vida del ser   humano: 
        
            Entonces   empecé a salir de la infancia y mi espíritu fue envejeciendo   cuando murió mi querer, acabaron mis obras y aquel mi amor que me hacía tan   bonita. Pues el derramamiento del divino amor, que se mostró ante mí por luz   divina, me mostró de repente en un relámpago altivo y horadador a él y a mí. Es   decir: a él tan alto y a mí tan baja que no pude ya ponerme en pie ni valerme   por mí misma: de   ahí nació lo mejor de mí. Si no lo entendéis no puedo hacer nada: es obra   milagrosa de la que nada puede decirse sin mentir. (pág. 218) 
        
        El   alma desasida de todo egocentrismo, como una matriz virgen, es penetrada por el   fuego del intelecto, y preñada de nuevos gérmenes   divinos los alumbrará en un cielo superior, sin punto de comparación   con el anterior. Este tramo es ya un recorrido vertical ascendente,   desde el fondo del valle hasta la cúspide de la montaña, sin imágenes, iluminado   sólo por la pureza de esas energías-fuerza o dioses, que aun siendo informales   son todavía manifestadas. 
        
            Así   pues, en esta Alma está el rayo del divino conocimiento, que la arranca de ella   sin ella en una embelesadora paz divina, sustentada por la elevación del   fluyente amor del altísimo Celoso que en todo lugar le ofrece magistral   libertad. (pág. 143) 
        
        Se   reactualiza en este Mundo de la Creación, como siempre sucede   en cada plano, la unidad esencial del Ser: 
        
            Y tal   unidad de colmada paz me invade y se conjuga en mí por la suprema elevación de   la creación salida del compás del divino ser, del que yo recibo el ser, pues él   es Ser. (pág. 143) 
        
            ¡Oyentes   de este libro, entended estas palabras de forma divina, por amor! Ese   Lejos-cerca, que llamaremos relámpago a la manera de una abertura que se cierra   apresuradamente, rapta al alma del quinto estado y la introduce en el sexto,   mientras dura su obra, y de ese modo ella es otra. (pág. 131) 
        
        Ella   no es ya sino el Alma pura y clarificada, que se fusiona y es una con el   Amor-Espíritu, y aquí, 
        
            no ve   a Dios ni a ella, sino que Dios se ve a sí mismo en ella, por ella y sin ella;   él, es decir, Dios, le muestra que no hay sino él. (pág. 194) 
        
        Dice   Amor en este momento: 
        
            Su   voluntad es nuestra, pues ha caído de la gracia en la perfección de las obras de   las Virtudes, y de las Virtudes en Amor, y de Amor en Nada, y de Nada en la   Claridad de Dios, viéndose con los ojos de su majestad, que le ha dado su propia   claridad. (pág. 165-166) 
        
        Hasta   aquí se han relatado las experiencias, casi inexpresables por su magnanimidad,   de los altos estados del Ser, lo que en la Cábala   se denomina el Mundo de Beriyah   o de   la Creación. Sobre el siguiente plano, que es el ámbito de Atsiluth, de   la Ontología o del Conocimiento del Ser en sí mismo, la palabra siempre se queda   corta, pero aún así, Margarita lo insinúa, completando de esta manera   el séptimo escalón de este viaje lleno de esplendores y totalmente interno por   el que nos ha conducido. 
        
            Pues   nada puede decirse excepto que el Lejos-cerca es la Trinidad misma y otorga su   manifestación viva que hemos denominado "movimiento":   no porque el Alma se mueva ni lo haga la Trinidad, sino porque la Trinidad obra   en el Alma la manifestación de su gloria. De ello nadie sabe hablar sino la   propia Deidad; pues el Alma a la que se entrega ese Lejos-cerca tiene tan gran   conocimiento de Dios, de sí y de todas las cosas que ve en Dios mismo, por   conocimiento divino,   que la luz de ese conocimiento le resta el conocimiento de sí, de Dios y de   todas las cosas. Es verdad –dice el Alma–, no hay más. Y por ello, si Dios   quiere que yo tenga ese gran conocimiento, que me lo quite y procure que no le   conozca, porque si no no tendré conocimiento   alguno. Y si quiere que me conozca, que me quite el conocimiento   de mí misma, pues si no no podré tenerlo. Lo que decís es cierto, dama Alma,   –dice Amor–. No hay más segura cosa a conocer, ni más provechosa a poseer, que   esa obra. (pág. 135) 
        
        Esta   Alma –dice Amor– está entregada por completo, fundida y atraída, ajustada y   unida a la altísima Trinidad; y no puede querer más que la divina voluntad por   obra divina de toda la Trinidad. Y una luz y claridad arrebatadoras se unen a   ella y la abrazan estrechamente.   (pág. 140) 
        
        En   otro momento Margarita escribe: 
        
            El   séptimo estado lo guarda Amor en su interior para otorgárnoslo en la gloria   eterna; de él no tendremos conocimiento hasta que nuestra alma abandone el   cuerpo. (pág. 190) 
        
        Por   este fragmento se podría interpretar que nuestra autora sólo reconoce la   posibilidad de acceder al mundo de la Ontología tras la muerte física, y por   tanto, que no se puede recorrer en el estado   humano la integridad de los misterios del Ser. Pero leamos este otro pasaje: 
        
            Ahora   la tiene sin ningún porqué, tal como la tenía antes de que el Alma fuera su   dama. No hay nada más que él; nadie ama sino él, pues nada es sino él, por ello   ama completamente solo, se ve completamente   solo, alaba solo su propio ser. Y esto es el punto, pues es el más noble estado   que aquí abajo puede el Alma alcanzar. (pág. 165-166) 
        
        E   igualmente este otro: 
        
            Y   alguien está en el Paraíso todas y cuantas veces está despojado de sí mismo, no   gloriosamente, pues el cuerpo de una criatura así es demasiado vasto, pero lo   está divinamente, pues su interior se halla perfectamente libre de todas las   criaturas; por ello vive la vida de gloria sin mediación y está en el paraíso   sin estarlo. Glosad estas palabras   si queréis entenderlas, o las entenderéis mal, pues parecen contradictorias a   quien no entiende el nudo de la glosa; pero la apariencia   no es la verdad; la verdad "es" y no otra cosa. (pág. 170-171) 
        
        Así,   se intuye que el conocimiento de ese ámbito tan elevado – aunque de difícil   acceso por lo que supone vivenciar la paradoja de una "Creación Increada" y aún   de su Principio– puede ser aprehendido   en el estado humano: 
        
            … y   nada existe sino él, de quien toda cosa tiene su ser. Y así nada hay más que él,   un amor de luz, de unión, de alabanza: una sola voluntad, un amor y una obra en   dos naturalezas. Una sola bondad, por conjunción de la fuerza transformadora de   amor de mi Amigo –dice esta Alma– que es así ilimitado dominio del   expandimiento   de divino amor. (pág. 186) 
        
        Margarita   concluye el proceso de la Liberación del Alma con la conquista del estado de   Unidad. Y en verdad esto es así, pues en la Unidad ya no hay distinción entre el   Alma y Amor, sino que "allí" todo se concentra en un punto indivisible,   inmutable e indestructible;   ahora bien, la Liberación total, o lo que la tradición hindú entiende   por Suprema Identidad, no es sino la conjugación de la plena realización del Ser   y del No-Ser. Margarita no habla explícitamente sobre este aspecto doctrinal tan   crucial, pero sí veladamente. Volveremos   más adelante sobre este punto. 
        
        Por   ahora, se ha culminado el ascenso a la montaña y desde la cumbre nos   preguntamos: ¿cómo habría sido posible coronar la cúspide sin una comprensión   del itinerario, de las estaciones y de los enclaves significativos del   recorrido, sobre todo en estos tiempos   oscuros en que las conciencias están tan dormidas? ¿Cómo es que Margarita lo ha   dibujado con tanta nitidez y sin ningún atisbo de personalismo? Y nos   respondemos con una nueva pregunta: ¿quién sino un iniciado puede narrar el   proceso de liberación del alma y transmitirlo tan vivamente? No nos cabe la   menor duda que Margarita Porete es otra perla de este tesoro hermético,   esotérico,   interior e iniciático; su obra testimonia que no tan sólo lo conoció,   sino que lo efectivizó. Aún nos detendremos en otras simbólicas   que aparecen en el Espejo con el fin de descifrar el código oculto que conduce   hacia la luz increada del Principio, e incluso "más allá", hasta la más que   luminosa oscuridad de la esencia.
        
          
          El   Linaje 
          
              Bien   nacido es el que pertenece a tal linaje. Son gente regia. Sus corazones   son de excelente nobleza y gran destino y no podrían hacer   cosas de poca monta, ni empezar algo que no acabaran a la perfección;   son a un tiempo lo más pequeño que pueden y lo más grande   que deben ser. 
          Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
          
          Nuestra   autora tiene una clara conciencia del linaje al que pertenece;   sabe que hay una cadena engarzadora de los mundos y de los seres que los pueblan   que pende del Principio del Ser y a él retorna. 
          
              ¡Oh,   bien nacida! –dice Amor a tan preciosa margarita– bienvenida seáis   a esta mansión franca en la que no entra nadie que no sea de vuestro   linaje sin bastardía. (pág. 124) 
          
          Todo   iniciado sabe que ésta no es una genealogía de sangre, ni de carne, sino   espiritual; la completa identificación con una saga no humana que se encarna en   lo humano. 
          
              Esas   gentes de las que hablamos que están y estarán en ese estado, sabedlo,   reconocerán, tan pronto como oigan hablar de él, el linaje al que pertenecen.   (pág. 172) 
          
          Ante   dicha filiación, que es la que confiere la iniciación, no surge   ninguna duda, pues uno experimenta cordialmente la vinculación a   la áurea saga de los hijos del Espíritu. 
          
              Debe   creerse, pero nadie lo cree si no es él mismo eso mismo. (pág. 173) 
          
          Se   trata, por tanto, de una certeza profunda, sin intermediarios, de una revelación   directa que no precisa de ninguna prueba exterior y   que es intransferible por la propia naturaleza del Secreto. 
          
              No   preguntéis, pues, Razón dónde encontramos el buen camino. Y yo os digo que sólo   en aquél que es tan fuerte que jamás puede morir,   cuya doctrina no ha sido nunca escrita, ni en obras ejemplares ni en doctrinas   de hombres, pues el don que él hace no puede tener forma. Él sabía, desde   siempre sin comienzo, que yo creía en él sin necesidad de pruebas. ¿Hay villanía   mayor que la de querer pruebas en   amor? Ciertamente no, o eso me parece, pues Amor mismo es la prueba: eso me   basta; si quiero más, entonces no estoy creyendo en   él. (pág. 141) 
          
          Por   supuesto que no es una creencia ciega en algo vago y difuso que proporciona un   cierto bienestar físico-anímico, sino la conciencia   radical de la revelación del Ser Universal. 
          
              El que   es lo que cree, lo cree de verdad; pero quien cree lo que él no es no vive lo   que cree y éste no lo cree de verdad, pues la verdad del creer reside en ser lo   que se cree. (pág. 173) 
          
          Y si   se es lo que se conoce y lo que se conoce con el alma es el Todo y Uno, o Amor   –que es otro de sus nombres–, aquélla también reconoce a   todas las almas que participan de la conciencia de unidad. 
          
              Es   verdad, –dice Amor– pues las que son así, si estuvieran donde están ellas,   reconocerían a sus compañeras por sus prácticas, pero, sobre todo, en virtud del   don que les ha sido otorgado que es singular.   (pág. 96) 
          
          Es de   Amor que emana la verdadera fraternidad, la que religa aquellas almas que se han   liberado del discurso racional, del temor y la voluntad propia y que abandonando   toda atadura se han identificado   con él. 
          
              Esta   Alma lleva la impronta de Dios y tiene en la unión de amor su verdadero cuño; a   la manera de la cera que toma la forma del sello, así toma esta Alma la impronta   del ejemplar verdadero. (pág. 123) 
          
          Y lo   más prodigioso es que los adeptos o iniciados no reproducen   miméticamente unos estereotipos –lo cual sería muestra de un encasillamiento   socio-moral o de clichés típicamente sectarios–, sino que por el contrario,   libres de patrones exteriores, se ligan al Principio y entre sí, traspasando   incluso limitaciones espacio-temporales,   gracias a su vinculación a una cadena ininterrumpida en el tiempo depositaria de   la enseñanza que debidamente asimilada promueve la realización espiritual o la   efectivización de la doctrina cosmogónica. Es más, a dichos seres no les importa 
          
              ni   vergüenza ni honor, ni pobreza ni riqueza, ni alegrías ni penas, ni amor ni   odio, ni infierno ni paraíso. (…) Y así no desean –dice Razón– ni desprecio ni   pobreza, ni martirio ni tribulaciones, ni misas ni   sermones, ni ayunos ni oraciones y dan a naturaleza todo lo que les pide sin   remordimientos de conciencia. 
          
          Han   resuelto y trascendido todas las dualidades y se han fundido en el ser de su   amado. 
          
              Y   ciertamente, Amor, –dice Razón– esto no lo puede entender nadie a no ser que lo   aprenda de vos a través de vuestras enseñanzas. (pág. 87) 
         
        
        
        La   Enseñanza 
        
        Dama   Amor no destruye sino que instruye, alimenta y sostiene a los que confían en   ella, pues es sol, abismo y pleamar. 
        Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
        
        ¿En   qué consiste esta enseñanza? A esta altura ya hemos podido   vislumbrar de qué se trata, pero no nos cansaremos de repetir que los que se   abren a ella reciben gratuitamente sus delicias; su vida adquiere un sentido   pleno y se colma de toda suerte de bellezas.   Margarita también expresa la naturaleza de este legado, pero no tiene ningún   reparo en tratar de ignorantes a los que se emboban en   la rueda del devenir, se encallan en lo perentorio y no manifiestan   interés por esta enseñanza liberadora: 
        
            Esas   gentes –dice el Alma– a los que llamo asnos buscan a Dios en sus criaturas, en   los monasterios mediante rezos, en paraísos creados,   en palabras de hombres y en las Escrituras. (…) Parece que esas gentes, que   buscan a Dios por valles y montañas, tienen por cierto que él se halla sujeto a   sus sacramentos y a sus obras. (pág. 141) 
        
        Y ese   es el error, creer que todas las conquistas son exteriores y que se consiguen a   base de saltar los obstáculos de una carrera en la que se cuenta sólo con los   recursos propios, cuando en realidad todo se reduce a un dejarse ir activo, a un   despertar interno, a un viaje del alma que no va a ninguna parte porque todo es   en un eterno presente y no consiste sino en recordar lo que ya se es desde   siempre y está olvidado. La misma Margarita reconoce que toda alma parte de un   estado de completa ignorancia: 
        
            Hubo   una vez una pobre mendicante que por largo tiempo buscó a Dios en criatura, para   ver si así lo encontraba tal como ella quería y tal como él realmente sería si   las criaturas lo dejasen obrar en ellas sus divinas obras sin impedimentos; y   nada encontró sino que permaneció   hambrienta de lo que mendigaba; y sus pensamientos le dijeron que fuera a buscar   lo que reclamaba en el fondo nodal del entendimiento   y de la pureza de su supremo pensar, y allí fue a buscarlo esa pobre mendicante.161 (pág. 169-170)
        
        Conocer   es también recordar, para lo cual no hay que ir muy lejos,   sino abrir los arcones de la mente divina que reside en el centro de cualquier   ser: 
        
            Por   tanto está completamente a nuestro alcance cumplir con su voluntad,   pues lo llevamos dentro, sin tener que buscarlo. Quien busca lo   que tiene es que le falta conocimiento. No posee el arte que esa ciencia otorga.   (pág. 181) 
        
        Los   artistas que se reconstruyen a sí mismos necesitan a veces unos soportes para   erigir la obra, y estas ayudas no son sino el Arte y la Ciencia Sagrada. 
        
            ¿Qué   es entonces el arte en la criatura? –dice la que busca. Amor: Es un ingenio   sutil del que nace el entendimiento que da conocimiento   al Alma para entender (…). Este arte es ágil y tiende, por ello, de forma   natural a alcanzar plenamente su empresa. Esta empresa   es, sin más, el justo querer de Dios. Ese ingenio sutil es la substancia del   alma; y el conocimiento, que está hecho de substancia y   entendimiento, es la plenitud del Alma. (pág. 181-182) 
        
        Este   arte no sólo es sutil, sino por momentos muy marcial:
        
        ¡Ah!   Dulcísimo Amor –dice esta Alma. ¡Cuán grande y peligrosa es esta guerra! Sin   duda, a una vida dedicada a ello se le puede muy bien llamar vida de postración   y guerra. (pág. 118)
        
        Pero   bien se sabe que tras la lucha arremetida contra las embravecidas   aguas del alma se alcanzan estados de conciencia más gráciles, zonas de   remansos, hasta la asunción de la verdadera maestría162 y de   la paz y el reposo: 
        
            ¡Ay!   por Dios –dice el Alma–, ved lo que hizo, hace y hará y tendréis   paz, paz común, paz completa y paz por encima de la paz, y os veréis poseídas   por tal paz que la corrupción de vuestra complexión   no podrá jamás entrañar castigo si permanecéis poseídos por ella ¡Ay Dios! ¡qué   bellas y grandes palabras para el que entiende la   verdad de las glosas! (pág. 175)
        
        Mas   volvamos a la enseñanza. El iniciado, el artista o guerrero, recibe directamente   en la copa de su corazón el tesoro de la doctrina, la   cual está celosamente protegida por los integrantes de la cadena   áurea antes mencionada, sin que hayan añadido ni un ápice de su invención,   fantasía o imaginación. 
        
            Pues   cuando esta Alma cayó bajo el manto de amor tomó lecciones en vuestra escuela   por el deseo de las obras de las Virtudes: mas ahora ha penetrado y se ha   elevado hasta tal punto en las lecciones divinas que empieza a leer allí donde   acabáis vosotras; pero esta lección no ha sido escrita por mano de hombre, sino   que viene del Espíritu Santo que la ha escrito maravillosamente, y es el Alma su   preciado pergamino. Así funciona la escuela divina, a boca cerrada, de forma que   el sentido humano no puede ponerla en palabras. (pág. 139) 
        
        De ahí   se comprende que esta enseñanza custodia y transmite un secreto, inviolable por   su naturaleza ilimitada y eterna, que no puede ser nombrado pues está más allá   de toda cualidad y numeración,   aunque sí puede ser experimentado interiormente por la conciencia.   Margarita lo expresa con un lenguaje poético y simbólico:
        
          Y   digo, pues, que más me vale, a causa de su rudeza, callar y encubrir   mi lenguaje, el cual aprendí en el secreto de la secreta corte del dulce país.   En este país cortesía es ley, amor es mesura, bondad es pastura, dulzura me   atrae, belleza me place, bondad me alimenta. (pág. 140)
        
        El   Amor y las más altas realidades espirituales 
        
        Y   divino Amor me dice / que ha penetrado en mis entrañas, / Por ello puede /   cuanto quiere, / Esa fuerza me ha dado / Del amigo que tengo en amor / A quien   me hallo consagrada. / Él quiere que le ame / Y por eso le amaré. / He dicho que   le amaré, / Miento, no soy yo / Es él solo el que me ama a mí / Él es y yo no   soy. / Y nada más me falta / que lo que él quiere / y lo que él vale. / Él es   pleno / Y de eso me hallo plena, / Ese es el nudo divino / Ese es amor leal. 
        Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
        
        Queremos   ahora retornar al núcleo de la doctrina que nos transmite El   Espejo de las Almas simples y   ahondar en el símbolo del Amor alrededor del cual se despliega todo el tratado,   del "Lejos-cerca"   o del "Más-menos" que es otro de los términos empleados por Margarita para   expresar las más elevadas realidades espirituales.   Reconocemos haber tenido la inmensa fortuna de toparnos con una obra emanada   justamente de lo que en el esoterismo de la Edad Media fueron las verdaderas   Cortes de Amor163,   paradigmas de la conciencia del Ser Universal, de sus estados o niveles   simultáneos   desplegados desde la Unidad principial hasta el límite de todas sus   posibilidades de manifestación. Y para expresar esta construcción arquetípica,   exacta pero no rígida, viva y constantemente   recreada, los sabios e iniciados de la Edad Media se valieron de un repertorio   imaginal en el que dicha Corte o asamblea estaba presidida   por la idea de Amor (símbolo del Principio) o bien por Dama Amor (la Sabiduría,   primera emanación de la deidad) y el Alma que anhela fusionarse con uno u otro,   según sea el arquetipo escogido; o lo que es lo mismo, nos presentan al Amante   (simbolizado   ya sea por el Alma, el juglar o el poeta) que busca y conquista por Amor o se   deja conquistar por el Amado (Amor, Dama Amor, la reina o la princesa), haciendo   real la perfecta identidad entre el "sujeto" que ama, el "objeto" amado y el   acto del "amor". Esta triunidad   no apela a una vivencia de tipo sentimental o sensiblera, visión ésta muy   restringida del amor, siempre dual y referida a la relación entre la criatura y   su Creador, sino que expresa la poderosa   energía del Eros, la fuerza unitiva que emanada del Principio del Ser genera y   regenera permanentemente al Cosmos, lo alimenta y   lo mantiene cohesionado a través de la conjunción de las dos corrientes en las   que se polariza y cuya cópula al nivel que fuere es símbolo de la efectivización   o recuerdo siempre presente del estado de   Unidad o Amor. Esos personajes se rodean a veces de un séquito   de emisarios, intermediarios o cortesanos –en el caso del libro de   Margarita ya hemos visto que son Verdad, Fe, Inteligencia, Espíritu,   Entendimiento, Razón, las Virtudes, etc.– con los cuales mantienen   conversaciones poéticas, diálogos didácticos o discursos   para desentrañar los secretos de la cosmogonía y del Principio de ésta. Además,   mediante el recurso de la búsqueda, del galanteo, de la lucha permanente de los   opuestos que se armonizan o equilibran,   y de la atracción simpática que ejerce el Principio del Ser sobre   todas sus producciones, dichas recreaciones tienden una y otra vez a revelar al   Amor como el origen, el fin y la ligadura de todos los mundos y los seres que   los habitan. Ya desde la primera página, a   través del sencillo cuento de un rey y una princesa, se nos ubica directamente   en esa Corte interna en la que el Alma liberada narra de muchas maneras posibles   la unión teúrgica con Amor.
        
        Atended,   pues, por humildad a un pequeño ejemplo del amor mundano aplicado al amor   divino. Hubo una vez una doncella, hija de rey, de gran corazón y nobleza así   como de gran coraje que vivía en un país extraño. Sucedió que la doncella oyó   hablar de la gran cortesía   y nobleza del rey Alejandro y al instante su voluntad le amó por el renombre de   su gentileza. Pero estaba tan lejos esta doncella del gran señor al que había   entregado su amor que no podía ni verlo ni tenerlo; por ello a menudo se sentía   desconsolada, pues ningún otro amor le bastaba más que éste. Y cuando vio que   ese lejano amor,   estando tan cercano o dentro mismo de ella, estaba a la vez tan lejos fuera de   ella, pensó que encontraría consuelo a su desazón   imaginando una figura de su amigo, pues a menudo sentía su corazón herido.   Entonces se hizo pintar una imagen que representaba el   rostro del rey que amaba lo más cercana posible al modo en que ella lo amaba y a   la medida del amor que le tenía presa; y por medio de esta imagen y con otros   métodos suyos soñó164 al propio   rey. (…) En verdad –dice el Alma que hizo escribir este libro– yo os digo algo   semejante: oí hablar de un rey de gran poder, que por cortesía y por su gran   nobleza y generosidad era como el noble Alejandro; pero   estaba tan lejos de mí y yo de él que no lograba consolarme por mí   misma y para que me acordase de él me dio este libro que representa su amor en   algunas de sus formas. (pág. 68-69) 
        
        Y así   se inicia ese canto del "Lejos-cerca". Amor llama, arrastra y purifica al alma   en los estados preliminares de su viaje, quema con ardor moderado o mediante   fuertes llamaradas todo lo que es combustible y la reduce a un estado de   vacuidad (desnudez o anonadamiento);   acto seguido, como si de un fuego inmaterial se tratara,   la fecunda con sus gérmenes divinos, chispas o ideas, y en adelante, habiendo   desparecido todo atisbo de individualidad, ya no es sino Amor mismo quien es en   ella. Se suceden, entonces, las nupcias entre el Rey y la Reina (otra manera de   ver las dos energías   en las que se polariza Amor), hasta completar todos los matrimonios   celestes y poder penetrar así en la última cámara, la morada de   la inmortalidad, de "A-mor"165, y   gustar en plenitud el néctar de   ambrosía, elixir que concentrado en ese punto virtual mana de la fuente y raíz   que está "más allá" del Cosmos, en esa región Innombrable   del No Ser o de la Nada. 
        
        Ya   hemos visto en el acápite "La Escala" que Margarita conoce el estado de   conciencia de Unidad, que como principio del Ser contiene   en potencia todas las posibilidades que irrumpirán en la Creación y serán   finalmente en él reabsorbidas, siendo además inmanente   en todas sus producciones: 
        
            ¡Ah!   Unidad –dice el Alma poseída por la Divina Bondad– engendráis   unidad y esta unidad refleja su ardor en unidad. Y el divino amor de unidad   engendra en el Alma anonadada, en el Alma liberada,   en el Alma clarificada, substancia permanente, fruición agradable,   e íntima conjunción. (pág. 185-186) 
        
        Ese   estado sintetiza todo lo que puede conocerse en el camino iniciático: 
        
            Y   entonces la Deidad hará en nosotros, para nosotros, sin nosotros, sus divinas   obras: Él es el que es; por ello es lo que de él es: amante, amado, amor. Por   ello somos nada pues nada tenemos de nosotros mismos. (pág. 185) 
        
        Sólo   el Ser es y se conoce a sí mismo, por sí mismo, en sí mismo y en cualquiera de   sus reflejos transitorios: 
        
        Soy lo   que soy por la gracia de Dios. Pues solamente soy lo que Dios es en mí y no otra   cosa; y Dios es lo mismo que eso que él es en mí; pues nada es nada, pero lo que   es, es; y por ello si soy no soy sino lo que Dios es; y nadie es, sino Dios. Por   ello no encuentro más que a   Dios allí donde penetro, pues a decir verdad, nada hay sino Dios.   (pág. 142).
        
        Aquí   concluye el proceso de liberación del alma, pues la Unidad es   un estado indivisible, indistinto e indiferenciado. Pero queda una   última pregunta, la fundamental, sin la cual se permanecería   encerrado en la vivencia finita del Ser. Es ésta: ¿Y "más allá" de lo que puede   conocerse como determinado? El Espejo responde: 
        
            … pues   aunque llegara a conocerse tanto como se conocerá en el paraíso, o incluso tanto   como podría hacerse comprender a través de alguna comparación por partes o de   otro modo, lo que con ello se comprendería seguiría sin ser nada (en comparación   a lo que en Dios es para nosotros incomprensible). E incluso no sería nada aun   suponiendo que en esa comparación no se tengan en cuenta su poder,   su sentido, su sabiduría y su bondad, sino sólo, por decirlo así, una mera   chispa de su pura bondad. Y aquél que comprendiese de él más de lo que podrá   comprenderse a través de esta comparación seguirá sin comprender nada al lado de   la más minúscula de las partículas que hay en él y que es incomprensible excepto   por él mismo. Es decir, para que se entienda mejor: quien conozca de él cuanto   de él se dice, no conocerá nada al lado del inmenso conocimiento   que permanece en él al margen de nuestro conocimiento. (pág. 119-120) 
        
        Oigamos   ahora aquellos fragmentos inspirados y sutiles en los que El   Espejo de las Almas simples hace   intuir entre líneas el ámbito de lo supracósmico, de eso que hemos denominado   "más allá", del No Ser, que en su inconmensurabilidad es fuente y raíz del Ser: 
        
            Y dama   Amor me ha dicho la verdad: que me calmase pues lo mejor   que podrían decirme es nada al lado de aquello que es propio de él; y no he de   menester de oír nada más que oír decir que mi amigo es incomprensible. Y es   verdad; pues no hay la menor cosa comprensible a la que se le pueda comparar; de   tal forma que mi amor, por muy grande que sea, no encuentra límite en su amor,   recibiendo   siempre amor nuevo de aquel que es todo amor. (pág. 106) 
        
        Esa   "región", que es también un estado que se "alberga" en el interior   del ser humano, no se refiere a otro "Ser", ni a un superser o hipercreación,   sino a lo "Increado" y, como expresa un cabalista actual: 
        
            Innombrable,   imposible de nominar aún negativamente pues está más allá de cualquier cosa que   se pueda decir de él, ya que "allí" no hay atributos ni numeraciones. (Federico   González. Texto inédito.) 
        
            Os   aseguro –dice Amor a Razón– y os lo garantizo poniéndome a mí mismo por testigo,   que todo cuanto esta Alma ha oído de Dios y todo cuanto puede decirse es   realmente nada, comparado con aquello que es propio de él y que jamás fue y será   dicho. (pág. 104) 
        
        Por   ello es también incognoscible, 
        
            al   menos desde la dialéctica, aunque sí puede reflejarse en nuestra conciencia el   estado de eso que no es cognoscible. (Federico González.   íd.) 
        
            Yo   diría aún más –dice Amor. Si esta Alma tuviera todo el conocimiento,   el amor y el loor de la divina Trinidad, todo el que jamás fue ni será dado,   esto no sería nada al lado de aquello que ella ama y amará; pero este amor no se   alcanza nunca por la vía del conocimiento.   El Alma habla a Amor. ¡Ah! Sin duda no, dulce amor, –dice el Alma: No alcanzaría   (por esa vía) ni la más mínima parte de mi amor. Pues no hay otro Dios que aquel   de quien nada en absoluto puede conocerse; sólo ese es mi Dios del que nada sabe   decirse y al que ni siquiera todos los seres del paraíso pueden alcanzar aunque   tengan algún conocimiento de él. (…) Pero oír acerca de esta cuestión   –dice el Alma– no es nada al lado de la mayor, de la que nadie habla. Yo querría   hablar de ella pero no sé que decir. (pág. 83) 
        
            En   verdad sé que, igual que no podrían contarse las olas de un mar batido   por fuerte viento, tampoco puede nadie describir ni decir lo que   capta el espíritu, por muy poco y pequeño que sea lo que capte de   Dios. 
        
        ¿Acaso   ese "mar" u "océano" no se refiere a lo totalmente ilimitado   pero que misteriosamente puede ser intuido por el ser humano, no   en tanto que individuo sino en tanto 
        
          que   participa de la inteligencia superior y está ligado a ella por unatoma   de conciencia de sus posibilidades espirituales, que son más que   humanas166? 
        
        Alcanzar   el estado del abismamiento en la infinitud es la meta final de la   iniciación167   y su   conquista supone pasar por la última muerte, la del Cosmos168. Lo   intuido "allí" no puede expresarse, pero se refleja en la conciencia, a veces,   como una alegría indestructible: 
        
            También   dice que se alegra más de aquello que no puede comunicarse   que de lo que puede comunicarse, pues esto es poco y puntual y   lo otro infinito e interminable. (pág. 103)
        
        Esta   Alma –dice Amor– nada en el mar de la alegría que es el mar de las delicias que   escapan y fluyen de la Divinidad y no siente alegría   alguna, pues ella misma es alegría y nada y flota en alegría porque habita en   Alegría y Alegría en ella; ella misma es alegría en virtud de Alegría que la ha   transformado en sí misma. (ibid.) 
        
        La   total liberación, la Suprema Identidad o Posibilidad Universal no   es sino la conjugación del Ser y el No Ser, de la Palabra y el Silencio.   Recordar que las cosas pueden ser y no ser al mismo tiempo.
        
        El   libro de Margarita ha cumplido con la función del espejo, a sabiendas, la de   reflejar una imagen unitaria o afirmativa de la Nada, y evocar que 
        
            La   nada es la fuerza en virtud de la cual puede manifestarse el algo169. 
        
        O   dicho de otro modo, su tratado revela que todo consiste en experimentar   simultáneamente las dos caras del espejo: la visible que refleja las indefinidas   posibilidades contenidas en el Ser y la oculta, la región del Misterio inefable. 
        
        La   Hoguera 
        
        Esta   Alma –dice Amor– es libre, más libre, muy libre, insuperable-mente libre, en su   raíz, en su tronco, en todas sus ramas y en todos los frutos de sus ramas.   Tiene llena su medida de libertad, cada costado tiene su jarra llena. Si no   quiere, no responde a nadie que no sea de su linaje; pues un gentilhombre no se   dignaría a responder   a un villano si la retara o requiriera a batalla; por ello quien reta a un Alma   así no la encuentra: sus enemigos no obtienen respuesta. 
        Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. 
         
        En   1306 Guido II, obispo de Cambrai, hizo quemar en la plaza de Valenciennes un   manuscrito de El   Espejo de las almas simples y   prohibió su difusión bajo pena de excomunión de su autora. Margarita   no se amedrenta y entrega tres copias a sendos frailes170   para   que dicten sus respectivos informes. Los tres veredictos reconocen que el   tratado es conforme en todo a la Doctrina y la Verdad, pero dos de ellos   advierten la necesidad de un uso reservado y restringido   de sus enseñanzas, ya que son pocos los seres que pueden llegar a   comprender cabalmente las sutilezas que revelan. Margarita, consciente de esta   dificultad171, ya   había escrito en el último verso de su tratado: 
        
        Amigo,   ¿qué dirán las beguinas / y las gentes de religión, / Cuando   oigan la excelencia / de vuestra divina canción? / Las beguinas dicen que yerro   / y [que yerro dicen] los curas, clérigos, predicadores, /   Agustinos, carmelitas / y los frailes menores, / Por lo que escribo   del ser / del Amor inmaculado. / No salvo a su Razón / que les   hace decirme esto. / Pero, Deseo, Querer y Temor / les restanciertamente   el conocimiento / e impiden la afluencia y la unión / de la   elevada luz / de ardor de divino amor. (pág. 202) 
        
        Tres   años después del affaire de   Valenciennes, el inquisidor de la alta Lorena vuelve a acusar a la beguina, y el   caso pasa a manos de la más alta instancia de la Inquisición. El Maestro   Guillermo de París,   confesor de Felipe el Hermoso e inquisidor general del reino de Francia,   instruye el proceso contra Margarita, en el que participan además veintiún   teólogos de la Universidad de París. Como resultado,   ésta es encarcelada durante más de un año, negándose a retractarse   y a arrepentirse ante sus acusadores, tras lo cual es declarada hereje y relapsa   por el tribunal que la juzga. Sin haber proferido ni una sola palabra en defensa   propia, ni haber renegado de una sola tilde del libro que le fue dictado por   Amor, el 1 de junio de   1310 es quemada viva en la plaza de Grève de París.
        
          Poco   después, algunas de las tesis condenadas de El   Espejo de las Almas simples fueron   utilizadas en el Concilio de Viena de 1311-1312   para acusar y atacar los fundamentos de la mística renana172   encabezada   por el Maestro Eckhart así como para exterminar a los Hermanos y Hermanas del   Libre Espíritu, organización iniciática del norte de Europa que fue tildada de   herética. No sabemos si Margarita estuvo vinculada a tal organización, aunque no   nos resultaría   nada extraño dadas las afinidades de pensamiento entre ambos, lo cual explicaría   una de las posibles vías por las que nuestra   beguina pudo haber recibido y efectivizado la iniciación173. Lo que sí   consta en las actas de dicho Concilio es que varias de las argumentaciones   defendidas por Margarita en El   Espejo son   compartidas   por los integrantes del Libre Espíritu y utilizadas para acusarlos,   sobre todo las que proclaman la total libertad del Alma cuando deja de estar   sometida a su voluntad propia y –vacía o anonadada– es raptada por el Espíritu,   viviendo a partir de entonces al son del compás divino y no haciendo sino lo que   le apetece, pues este "apetecer"   es el de la deidad que se manifiesta a su través. 
        
          Los   libres, en cambio han de hacer lo que les plazca si no quieren perder   la paz, ya que han alcanzado el estado de libertad, es decir, que   han caído de las Virtudes en Amor y de Amor en nada174.
        
        No   hacen nada que no les plazca y, si lo hicieran, eso les quitaría su paz, su   libertad y su nobleza. Pues el Alma no es inmaculada hasta que hace lo que le   place y no se reprocha ese placer. Es justo –dice Amor–, pues su voluntad es   nuestra: ha pasado el Mar Rojo, sus enemigos quedaron en él. Su placer es   nuestra voluntad, por la pureza   de la unidad del querer de la Deidad en la que la hemos encerrado.   Su voluntad es nuestra, pues ha caído de la gracia en laperfección   de las obras de las Virtudes, y de las Virtudes en Amor, y de   Amor en Nada, y de Nada en la Claridad de Dios, viéndose con   los ojos de su majestad, que le ha dado su propia claridad175. 
        
        Llegados   a este punto, poco o nada interesan las prácticas exteriores176, los   dogmas o las obligaciones morales impuestas por tal o cual personalidad; más   bien son un estorbo, pues el Alma recibe el orden y la armonía directamente de   la influencia espiritual suprahumana.
        
        Para   hablar con brevedad, tomemos por ejemplo un Alma –dice Amor–   que no desee ni desprecie pobreza ni tribulación, ni misa ni sermón, ni ayuno ni   oración, y le de a Naturaleza cuanto le haga falta sin remordimiento de   conciencia; pues bien, esta Naturaleza se halla tan bien ordenada en ella por la   transformación de unidad en Amor, a la que se acopla la voluntad del Alma, que   no pide nada que esté prohibido. Un Alma así no tiene cuidado de lo que pueda   hacerle falta más que en el momento mismo en que le hace falta; y nadie puede   dejar de cuidarse de estas cosas si no es inocente. (pág. 78)
        
        Los   integrantes de Santa-Iglesia-la-Pequeña177 (que   es como Margarita denomina a la institución eclesiástica temporal que ha de   perecer, en contraposición a Santa-Iglesia-la-Grande178, que   no es sino el coro inmortal de las Almas raptadas por Amor) temieron que el   poder se le escapase de las manos y con él, el control de la riqueza material y   la manipulación de la conciencia de sus feligreses y   súbditos. Los más altos representantes de la jerarquía eclesiástica   interpretaron literal y groseramente los pasajes en los que se proclama el libre   hacer del alma libre; algunos, por sus menguadas   luces intelectuales; otros, porque al intuir verdades que los excedían   y que demandaban un total desapego del mundo material y psíquico y una entrega   radical e interior al conocimiento del Sí Mismo, se dejaron arrastrar por la   vanidad, la codicia o la maledicencia,   tildando de libertinaje lo que en realidad era Libertad. Pero Margarita ya había   advertido:
        
        … ni   los maestros que conocen la Naturaleza, ni los maestros de la escritura, ni   cuantos permanecen en el amor y obediencia a las Virtudes   lo entienden ni lo entenderán como hay que entenderlo. Estad   segura de ello, Razón, –dice Amor– pues nadie entiende estas cosas excepto aquel   a quien Amor Puro y Caridad llama. Y si por ventura se encontrasen Almas así,   ellas si quisieran dirían la verdad,   pero no creáis que las entendería nadie más que aquel a quien Amor Puro y   Caridad llaman. (pág. 78) 
        
        Margarita,   si hubiese querido, habría hablado ante los que la acusaron, mas, ¿alguno de los   que la juzgaron la habría entendido verdaderamente? Y en el caso de haberla   comprendido, ¿no es evidente   que se dejaron vencer por el miedo de correr la misma suerte que la beguina y se   aferraron al pequeño y efímero poder al que no estaban dispuestos a renunciar? 
        
        A las   significativas fechas de la muerte de Margarita Porete y de la celebración del   Concilio de Viena hay que añadir la de 1314, año en el que arde en la pira   Jacques de Molay, el último Gran Maestre del Temple179, cuyo   proceso inquisitorial también será instruido por Guillermo de París, bajo la   estrecha presión y vigilancia del rey de Francia. Todos estos eventos totalmente   concatenados marcan un hito en la historia de la espiritualidad de Occidente y   en su declive   inexorable hasta nuestros días. La ya honda fisura entre la autoridad   espiritual y el poder temporal ha devenido en escisión. El gobierno del mundo,   aunque mejor deberíamos decir su deriva, queda en manos de los monarcas de los   incipientes estados de Europa,   que se lo disputan con los prelados de una Iglesia que acaba de cortar los   últimos vínculos con el esoterismo por lo que desde este momento, al no recibir   el soplo vivificador de la esencia o el Espíritu, poco a poco se irá resecando   hasta la agonía que padece actualmente. Con la abolición de la Orden del Temple,   la persecución   encarnizada que sufrirán sus miembros y los de otras organizaciones   iniciáticas como la ya mencionada del Libre Espíritu, así como también todos   aquellos seres humanos sospechosos de separarse   del dogma y la moral impuesta180, la   llama del esoterismo de Occidente se repliega, pero no se extingue, pues gracias   a su maleabilidad   opera nuevas adaptaciones. Lo cierto es que desde ahora el   Cristianismo sólo será una expresión tradicional exotérica y religiosa, y el   esoterismo de Occidente, la Tradición de Hermes, se reducirá a pequeños círculos   de adeptos e iniciados que laboran en solitario, o en las cada vez más escasas   organizaciones iniciáticas, bajo el amparo del Templo Universal, sin prácticas   exteriores que los identifiquen sino la sola filiación interna a la Verdad.
        
        Respecto   a la herencia de Margarita –la cantora de la Libertad del Alma–, ésta no se   consumió en las llamas de la hoguera, ni sucumbió   ante el empecinado esfuerzo de la Iglesia institucional por hacer desaparecer   hasta la última copia de su libro, sino que cruzó fronteras y viajó por   distintas tierras de Europa. Varios manuscritos en   francés, italiano, inglés y latín circularon por Francia, Italia, e Inglaterra,   influyendo en la llamada mística de Renania y en otros núcleos esotéricos de   diversos lugares. Casi dos siglos más adelante brillará un resplandor emitido   por otra mujer con su mismo   nombre, en este caso Margarita de Navarra, reina culta y poeta, que en su libro Prisiones,   habla de los libros 
        
          que   siguen incondicionalmente la intención de la Biblia sagrada:
          Pero   entre todos vi uno de una mujer, / hace cien años escrito, de llama   / de caridad lleno, y tan ardiente / que nada sino amor era su argumento,   / comienzo y final de su discurso. (…) ¡Oh, qué atenta esta   mujer estaba / a recibir ese amor que la quemaba / su corazón y el de aquellos a   los que hablaba! / Bien conocía, por ese espíritu sutil, el verdadero amigo al   que llamaba Gentil. / (…) Y su Lejos-Cerca. ¡Oh, qué acertado nombre / para el   que debe por encima de todo ser amado!181 
        
        Después,   aparentemente se pierde la pista de los pocos manuscritos   que sobrevivieron de El   Espejo de la Almas simples al   quedar depositados y cubiertos por la losa del silencio en algunas   bibliotecas,   castillos o conventos, pero en pleno siglo XX son de nuevo rescatados   gracias a la labor de historiadores modernos buscadores de tesoros   escondidos182. Sus   páginas han dado pie a numerosos estudios, algunos de gran rigor, sobre los   anales de la literatura femenina   en Europa y la convulsa historia del continente en el transcurso   de esos siglos. Desde nuestro punto de vista, El   Espejo de las Almas simples resulta   altamente significativo por cuanto se incluye en esa tradición del libro   sapiencial escrito por iniciados, en el que se vehicula una influencia   espiritual capaz de despertar al buscador   atento, además de ayudar a reconstruir la verdadera historia, la que está   animada por la circulación de las ideas universales que coagulan en formas   siempre nuevas en el tiempo. Bien pudiera decirse   que algunas de las chispas de la hoguera en la que ardió el cuerpo de Margarita   aún centellean actualmente en el corazón, ¿de quién? 
        
                    Notas
        149 Colectivo   Redacción. Schuon   versus Guénon. Cuadernos   de la Gnosis Nº 9. Ed. Symbolos, Guatemala, 1998. (Retorno al texto)
         150 René   Guénon. Aperçus   sur l'Initiation. Eds.   Traditionnelles. París, 1992, pág. 17. (R)
      151 Ver   René Guénon, ibid.,   capítulos I, II y III. (R)
         152 Ver el   capítulo de Sor Juana Inés de la Cruz en el que se estudia la   posibilidad de   recibir la iniciación solitaria por vías extraordinarias, lo cual no es   sinónimo de   irregularidad. (R) 
      153   Margarita   Porete. El   Espejo de las Almas simples. Ed.   Icaria. Barcelona, 1995, pág. 68. (R)
      154   La   escala es un símbolo universal presente en muchas tradiciones para   expresar   los estados múltiples del Ser y la gradación en el camino del   Conocimiento.   Aquí estudiaremos algunos de sus aspectos, pero remitimos a la lectura de los   acápites de Cristina de Pizán y de Sor Juana Inés de la Cruz, las cuales emplean   también este símbolo en sus escritos. (R)
      155   En este   sentido es preciso aclarar que las dos primeras muertes de las que hablará   Margarita, la muerte al pecado y a la naturaleza, son dos aspectos de una sola   muerte, la iniciática, la cual supone el fin necesario y definitivo del estado   profano, del hombre viejo caracterizado por la ignorancia y la visión dual de   toda la existencia. Mas este fin es simultáneo al renacimiento a una visión   sagrada de la existencia y a la posibilidad de la edificación de un hombre   nuevo. (R)
      156   En   realidad, y según lo que hemos explicado en la nota anterior, los   perecidos aún   representarían un estado de la conciencia profano. (R)
       157   Hasta   aquí, pues, el estado profano, que es trascendido al experimentar verdaderamente   la muerte iniciática (reunión de la muerte al pecado y a la naturaleza). (R)
      158   Para   comprender el sentido que da Margarita a la palabra espíritu escrita en   minúsculas ver la siguiente página. (R)
      159 Por lo   que venimos expresando ésta sería en realidad la segunda, la muerte a la   individualidad. (R)
      160   Este es   uno de los pasajes en los que se percibe claramente la inmortalidad del alma y   la influencia de la doctrina transmitida por Platón. Oigamos también este   fragmento que corrobora lo expresado: "pues ella proviene de Amor y por ello   quiere regresar a él a fin de no tener más que una voluntad en el amor: la sola   voluntad de aquel al que ella ama". (pág. 90). (R)
      161   La   verdadera enseñanza no viene sino de Amor: "Amor por suerte me hizo oír hablar   de él. Y a pesar de que, simple como era, no podía comprenderlo, me embargó el   querer amar de Amor. Y cuando Dama Amor me vio pensar en ella, no me rechazó a   causa de las Virtudes, sino al contrario, me liberó de su humilde servicio y me   llevó a divina escuela donde me retuvo sin servir, y allí fui de Amor plena y   saciada". (pág. 199). (R)
      162 "Cierto   –dice Amor. Pero en entender reside la maestría; pues ahí se encuentra   el grano del pasto divino". (pág. 128). (R)
      163   Consultar   en Cristina de Pizán el apartado titulado "Vías iniciáticas para las mujeres en   el medioevo", donde la cuestión de las Cortes de Amor se aborda dentro del   contexto de las diversas vías de Conocimiento afines a la naturaleza   femenina   durante ese período histórico. (R)
      164   El   sueño es una simbólica recurrente en la literatura iniciática y para la   profundización de su significado remitimos de nuevo al capítulo de Cristina de   Pizán así como al de Sor Juana Inés donde es ampliamente estudiado. (R)
      165   J.   Evola en su libro titulado La   metafísica del sexo nos   dice: "La etimología del   término 'amor' propuesta por un 'Fiel de Amor' de la Edad Media, por   imaginaria   que sea, no deja de estar cargada de sentido: La partícula a   significa   "sin"; mor   (mors)   significa "muerte"; uniéndolos tenemos "sin muerte", o sea inmortalidad".   Ed. Olañeta. Palma de Mallorca, 1997, pág. 62. (R)
      166 Federico González y cols. SYMBOLOS Nº 25-26, op.   cit., pág.   194. (R)
      167   Este   estado es el que en la tradición extremo-oriental se conoce como el del Hombre   Trascendente "es decir, aquel que habiendo alcanzado la realización total y la   'Identificación Suprema', ya no es, propiamente hablando, un hombre en el   sentido individual de la palabra, puesto que ha dejado atrás la humanidad y está   completamente liberado de sus condiciones específicas, así como de todas las   demás   condiciones limitativas de cualquier estado de existencia". René Guénon.   La   Gran Tríada. Ed.   Obelisco. Barcelona, 1986, pág. 147. (R)
      168   Margarita   no nombra explícitamente la última muerte, pero sí la insinúa; veamos este   fragmento: "La que es así (se refiere al Alma liberada) ya no busca a Dios por   la penitencia, ni a través de ningún sacramento de la Santa Iglesia, ni por   pensamientos, palabras u obras, ni a través de criatura terrestre ni celeste, ni   por justicia o misericordia, ni por gloria de la gloria, ni por conocimiento   divino, ni por divino amor, ni divino loor" (pág. 159). Es el fin de lo finito,   preámbulo de lo ilimitado; es la tercera muerte que abre la puerta a lo   verdaderamente supracósmico. (R)
      169   Alan   Watts. Nueve   Meditaciones. Ed.   Kairós. Barcelona, 1998, pág. 50. (R)
      170   Se   trata de Juan de Querayn, el cual dijo "que este libro había sido hecho   verdaderamente por el Espíritu Santo y que si todos los clérigos del mundo lo   oyeran, suponiendo que lo entendieran, no sabrían contradecirlo en nada. Y rogó,   en nombre de Dios, que fuera bien custodiado y lo vieran pocos. Y dijo también   que era tan elevado que él mismo no alcanzaba a entenderlo". (El   Espejo de las Al-mas simples, pág.   225). El otro era un monje cisterciense llamado Franco, de la abadía de   Villers en Brabante, "y dijo que de acuerdo con las Escrituras lo que este libro   decía era verdad". (Ibid). Y   finalmente, el testimonio del Maestro Godofredo de Fontaines, ex regente de la   Universidad de París, que además de mostrar su acuerdo con el tratado, "dijo que   no era conveniente que muchos lo conocieran, pues, según decía, podrían   abandonar la vida a la que están llamados, aspirando a esa otra tan alta que tal   vez no pueden alcanzarla y se vean decepcionados. Pues, decía, este libro está   hecho por un espíritu tan fuerte y ferviente que se encuentran   pocos o ningún otro semejante. De todas formas, dijo que el alma no puede   alcanzar la vida divina o el divino modo de ser hasta que alcanza el   camino que   este libro describe. Pues cualquier modo de ser inferior a éste, dijo el   maestro, es meramente humano. Sólo éste es divino y ningún otro". (Ibid). (R)
      171   Amor   dice: "¿Hay orden mejor que el de esta Alma? No, por cierto –dice Razón–, para   aquellos que ven un poco, o para los que así han sido elegidos; pero de esos hay   pocos en la tierra. Os lo puedo asegurar". (pág. 113). (R)
      172   Empleamos este nombre porque es aquél con el que se lo conoce en los   medios   universitarios y religiosos, aunque lo cierto es que algunos de sus   representantes,   entre los cuales destaca fundamentalmente el Maestro Eckhart, fueron más allá de   la mística tal cual se ha explicado en la introducción a este capítulo. Sus   escritos no son sino reflexiones y revelaciones de iniciados vinculados a la   Tradición   Hermética. (R)
      173   Los   pocos estudios realizados sobre los Hermanos y Hermanas del Libre Espíritu los   catalogan como unos herejes promotores de un sin fin de prácticas promiscuas y   libertinas. Sin duda tales investigaciones (tanto las que los ensalzan como las   que los detractan) están influidas por el juicio que la Iglesia emitió sobreellos,   así como por el completo desconocimiento o rechazo del esoterismo por parte de   numerosos estudiosos. En cambio, algunos investigadores conocedores de este   punto de vista nuclear y esencial de toda tradición han identificado al   Libre   Espíritu como una organización iniciática del medioevo europeo que incluyó tanto   a hombres como a mujeres entregados a la plena y ardua labor –plagada de pruebas   severas y continuos desapegos– de identificación con el Espíritu. En   dichos   estudios se destaca que en muchos de los ritos que practicaban los adeptos como   soporte para la apertura de la conciencia estaba presente, al igual que en el   Yoga Tántrico o en los ritos dionisíacos, la poderosa energía del Eros   y de la   sexualidad, encarada ésta por lo más alto, es decir, como promotora de la   transmutación   interna e incluso de la transformación, y siendo ante todo un símbolo de la   unión de los complementarios o de las dos corrientes cósmicas que   emanadas del   Principio generan y renuevan permanentemente el orden universal. Es   innegable   que esta temática de la unión promovida por Amor impregna cada una de las   páginas del libro de Margarita. (R)
      174 Ibid.   pág.   165. Este es uno de los aspectos condenados por la Inquisición en el proceso de   Margarita y en el Concilio de Viena. (R)
      175   Ibid.   pág.   165-166. Este actuar con plena libertad sólo es posible a partir del momento en   que el ser humano ha completado su cosmización, es decir, cuando ha trascendido   no sólo la individualidad, sino incluso los estados supraindividuales o   universales y se ha fusionado con la inmutabilidad del Principio. Entonces, está   en disposición de dar el salto a lo verdaderamente supracósmico e ilimitado. Al   regresar de esa "región", de ese estado indescriptible pero "transitable" y que   tiene su reflejo en la conciencia es cuando se puede hablar de actuar con plena   libertad,   pues no es sino la actividad divina la que se manifiesta. Alcanzar este   cometido   es harto difícil, aunque no imposible, y todo lo que sea practicar el libre   querer y hacer antes de conquistar el fin supremo de la Iniciación sí puede ser   tildado de error o desviación. Por eso Margarita advierte tantas veces sobre la   necesidad   de entender y experimentar correcta y completamente la doctrina. De igual modo,   hay que comprender la esencia del Libre Espíritu según la perspectiva de la   plena realización espiritual. Muchos de los iniciados de esta organización   efectivizaron el estado de 'hombre verdadero', el del 'hombre trascendente' y la   'Suprema Identidad', y sólo entonces su libre actuar era una vehiculación sin   trabas de   la Voluntad del Cielo; lo que no exime que los adeptos que no   aprehendieron   verdaderamente estas altas enseñanzas incurrieran en gravísimas   desviaciones e   incluso en totales inversiones del mensaje tradicional al actuar "libremente"   antes de alcanzar el estado en que ello es posible. (R)
      176 "Pues   esta meditación –que el Alma toma de Amor sin querer ninguno de sus dones, que   llamamos consolaciones y que la reconfortan al sentir la dulzura de la oración–   no se la enseña al Alma ninguna práctica sino la [práctica] del puro Amor. Quien   busque el consuelo de Dios por el sentimiento de consolación impedirá la   acción de Amor Puro". (pág. 102). He aquí otra de las tesis condenadas por el   tribunal que juzgó a la beguina. (R)
      177 "Santa   Iglesia la Pequeña: ¡Ah,   dulcísimo Amor Divino! –dice Santa Iglesia la Pequeña. Alma:   ¡Realmente   es pequeña! –dice el Alma– pues no habrá de esperar mucho para alcanzar su   final, en el que hallará regocijo". (pág. 138). (R)
      178 "Pues   tales Almas –dice Amor– son llamadas con propiedad 'Santa Iglesia', ya que ellas   sostienen, enseñan y alimentan a toda la Santa Iglesia; y no ellas sino la   Trinidad a través de ellas; y ello es cierto y nadie lo duda". (pág. 116). (R)
      179   La   Orden del Temple es la organización iniciática de corte   guerrero-caballeresco   del medioevo occidental, integrada por los monjes-guerreros que aunaron en sí la   autoridad espiritual y el poder temporal; de ahí el recelo y la envidia que   levantaron entre los que no comprendiendo su alta misión (que sobre todo se   refiere a   la custodia y transmisión del esoterismo) los vieron como una amenaza ante sus   anhelos de grandeza y manejos ruines. (R)
      180   En este   sentido se comprende también por qué a partir de finales del s. XIII e inicios   del XIV el movimiento de las beguinas empezó a ser mirado con recelo por parte   de la institución eclesiástica, la cual intentó por todos los medios que sus   seguidoras se adscribieran a órdenes monásticas terciarias o mayores, cosa que   realizaron muchas de las ellas. Las que no lo hicieron corrieron una suerte   parecida   a la de Margarita, siendo tildadas de herejes o brujas, asesinadas según el   proceder de la Inquisición, o bien se vieron obligadas a renunciar a su estilo   de vida. (R)
      181   Georgette   Epiney-Burgard y Emilie Zum Brunn. Mujeres   trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa medieval. Ed.   Paidós. Barcelona, 1998, pág. 186. (R)
      182   En este   sentido es mucha la información que aporta el siguiente libro: Victoria   Cirlot, Blanca Garí. La   mirada interior. Escritoras y místicas visionarias en la Edad Media. Ed.   Martínez Roca, Barcelona 1999. (R)