Desconocida hasta hoy Asclepigenia, de ti solo tu nombre, tu ascendencia, cómo iba a sospechar que en el Río de la Plata, se encontrara viva tu presencia por ósmosis de Proclo el prodigioso varón, hijo de Hermes, insigne recreador de Platón y de la ciencia sagrada. Ni yo mismo creo algo así, me lo impide mi propia desventura mi ignorancia los cuarenta años pasados en la sombra de la caverna, el destierro del Sí que no quita mi visita al Olimpo. Y el tuteo reiterado con los dioses realizado con simples intuiciones y el recuerdo de los arquetipos aprendidos de la mente divina.
¡Magnánimo Proclo, cómo he venido a parar en estos menesteres que no se pueden explicar sino por la locura divina! Llenar quiero mi copa hoy vacía y honrar tu presencia permanente en mí Asclepigenia y en los que están a mi cuidado, milagro de amor no sujeto a las horas ya que no hay muerte sino simultaneidad en la patria celeste, ni nadie que se niegue a compartirla.
Y allí estás tú, sencilla y complaciente encarnación de la diosa a tiro de piedra de nuestras necedades y olvidos. Madre del saber (no me has hablado nunca en griego) y la teúrgia, infalible guía en un camino sembrado de horrores e incertidumbres donde tu belleza y tu calor avivan perennemente la llama del deseo de llegar al último puerto, al lugar donde habitas, una vez que tus pares designen que mi menguada labor es ya innecesaria.
Federico González. Mayéutica108
En el discurso aparentemente lineal vertido en este estudio surge una discontinuidad, una imprevista ruptura de nivel que posibilita un salto cualitativo de la conciencia. El sendero que traza la Ciencia Sagrada es así: cortes verticales de un único eje incidiendo sobre el plano horizontal, a través de los cuales se filtra el intelecto, que arrebata al alma y la conduce a otros ámbitos más internos del Ser. Claro está que ello resulta bien extraño a la mentalidad de la mujer y el hombre contemporáneo, tan ciegamente instalada en la rutina monótona de un devenir en constante agitación, la cual mata cualquier posibilidad de ascenso y acceso a otros mundos internos cada vez más universales y libres. Todas las máscaras con las que nos identificamos tienden innumerables trampas con la intención de hacernos desistir y –ya sea por la fatiga, por la incomprensión o por la acumulación de críticas fundamentadas en los juicios de valor aprendidos del medio chato y encasillado en el que se han forjado nuestras conciencias–, encerrarnos en el gueto de lo perecedero. Pero aún quedan ciertos "locos" que se atreven a decir: ¡Adiós espectros viejos y crepusculares que con toda libertad elegís la prisión de lo conocido por el miedo y el rechazo ante lo desconocido! ¡Fantasmas, aquí os quedáis, dando tumbos en las aguas turbulentas! Y así, esos "desprogramados", cual juglares ligeros de equipaje, remontan la cascada que los acerca a los enigmas de este nuevo vergel del alma que aguarda con toda suerte de delicias y asombros.
Las claves de la Teúrgia en el poema Mayéutica
Desconocida hasta hoy Asclepigenia, de ti solo tu nombre, tu ascendencia...
Asclepigenia es "la del linaje de Asclepios", la vinculada espiritualmente al dios de la medicina, el cual se relaciona con el aparente binario salud-enfermedad y su permanente juego de equilibrio-desequilibrio, reflejo de la constante conjugación de opuestos en el seno de la armonía, no en vano Asclepios es hijo de la ninfa Coronis y de Apolo, dios de la Belleza, del Esplendor y de la Armonía. Éste encomienda la educación de su hijo al centauro Quirón, que lo instruye en las artes sanadoras, en la cirugía y en la adivinación. La medicina tiene, como todo saber, un origen sagrado, y la curación o restauración de un estado interno de equilibrio es considerado en toda cultura tradicional como un logro principalmente espiritual y prodigioso, pues no es sino la energía vehiculada por Asclepios a través de sueños, oráculos o por revelaciones a sus sacerdotes la que prescribe los remedios idóneos para la superación del dolor o disfunción del organismo y principalmente del alma, la cual, trascendiendo toda dualidad acaba conquistando ese ámbito de la conciencia libre de toda determinación.
La medicina y la adivinación son hermanas gemelas, porque estas dos ciencias tienen un mismo padre, Apolo109.
Los asclepíades, sacerdotes de Asclepios, constituyeron una corporación cuyos miembros se decían los depositarios de una ciencia tradicional que formaba parte de su herencia familiar y que juraban no revelar a los profanos. Asclepigenia, como veremos, está ligada a esta genealogía, tanto por su nombre como por las artes de las que fue depositaria. Por lo demás, poco podremos decir de la mujer de carne y hueso en la que coagularon estas poderosas energías celestes. Apenas unas pocas menciones, pero testificadas por sus descendientes espirituales más directos, como Proclo y su discípulo Marino de Neápolis, el cual, a propósito de su maestro explica:
Como dije antes, del estudio de tales cosas adquirió una virtud aún mayor y más perfecta, la virtud teúrgica, y ya no se ciñó a la virtud teorética ni vivió conforme a una sola de las dos prerrogativas propias de los seres divinos, reflexionando solamente y tendiendo a las cosas superiores, sino que ponía su atención también en las cosas inferiores, según un criterio divino y no según aquel modo político antes aludido. Practicaba, en efecto, las conjunciones con el dios, y las plegarias de los caldeos, así como con los divinos e inefables discos. En efecto, había recibido estas enseñanzas, había aprendido los significados y su diferente uso, de Asclepigenia, hija de Plutarco; pues en ella y sólo en ella se conservaban, de la época del gran Nestorio, los misterios y toda la doctrina teúrgica que le fue a ella transmitida por mediación de su padre110.
La tradición reconoce a Asclepigenia como descendiente de Plutarco de Atenas, que a su vez pertenece a la saga de los sabios y teúrgos Nestorio y Gran Nestorio. Su progenitor le lega los secretos de esta ciencia sagrada, y ella reconoce en Proclo al merecedor de la recepción de tales enseñanzas.
Bajo su dirección, Proclo devino una especie de Taumaturgo.111 Sabía hacer aparecer a Hécate y entretenerse cara a cara con ella, podía hacer llover a voluntad, aprendió el uso de los amuletos mágicos contra los temblores de tierra y la práctica de la mántica por el trípode…112.
Así como María la Hebrea se identifica con la Alquimia, Asclepigenia nos da la oportunidad de rescatar esta otra ciencia, la Teúrgia, pues dicha mujer, no ya en tanto que ser individual sino como entidad espiritual, representa la esencia de este arte hermético. Y aunque difícilmente se encontrarán más datos de su vida particular, no por ello dejamos de reconocer que sus enseñanzas se han prolongado de forma oculta hasta hoy a través de los herederos de esos saberes ancestrales que los han transmitido sin interrupción.
… cómo iba a sospechar que en el Río de la Plata, se encontrara viva tu presencia por ósmosis de Proclo el prodigioso varón, hijo de Hermes, insigne recreador de Platón y de la ciencia sagrada.
No nos proponemos ensayar, como tantos hacen actualmente impelidos por las modas, una recreación fantasiosa de esta fémina prodigiosa ni de las prácticas rituales que conocía, convirtiéndola en protagonista de una novela histórica, de ciencia ficción o de un best-seller de ciencias ocultas. Sencillamente seguiremos el rastro de opúsculos que revelan ciertas enseñanzas teúrgicas de las que ella se embebió y las cuales transmitió, como las versadas en los Oráculos Caldeos113 que Proclo comentaría más adelante. Igualmente ahondaremos en la vida y obras de este discípulo predilecto de Asclepigenia, "insigne recreador de Platón y de la ciencia sagrada", y mostraremos algunos de los Himnos que compuso para atraer y fusionarse con las diversas jerarquías angélicas y divinas. Transcribiremos en estas páginas las palabras frescas y actuales que Federico González dedica a la Teúrgia en su libro Simbolismo y Arte e iremos desgranando las estrofas del poema Mayéutica que dicho autor dedica a la pareja Asclepigenia-Proclo. Meditaremos en los símbolos inefables y revelados, y así, orando y laborando pacientemente, transmitiremos en la medida de lo posible algunas pinceladas sobre este arte hermético tan olvidado y desvirtuado, pero aún vigente.
Por Proclo sabremos de su maestra, conoceremos a ambos y nos podremos reconocer aquí y ahora, pues sus vidas no son una particularidad, sino la plena expresión del Ser que vibra permanentemente y en indefinidas cadencias; tan es así que a él se le tilda de magnánimo y divino y a ella de prodigiosa, cualidades éstas más propias de la divinidad que de los seres humanos. Narra Marino de Neápolis acerca de Proclo:
… no vivía la vida del hombre bueno, que la virtud política exige que viva, sino que era más bien aquella la que había abandonado y cambiado por otra distinta: la de los dioses. Con éstos en efecto tiene él la semejanza, no con los hombres buenos.
(op. cit., pág. 35)
Al estar plenamente fusionado con la deidad recitaba estos versos a voz en grito:
Mi alma, respirando ardor de fuego, se ha marchado, y desplegando el intelecto hasta el éter en espiral de fuego, se alza, y por su inmortalidad retumban los cielos estrellados.114
Proclo nace en Bizancio el 412 d. J. C., y tras cursar estudios de gramática, retórica, latín y derecho romano en diversas ciudades deviene discípulo de Siriano y gobierna la Academia Platónica de Atenas durante 40 años. Si nos acercamos un poco más a su paso por la Tierra, descubriremos una vida dedicada completamente al Conocimiento:
En un viaje a Constantinopla con su profesor de retórica decide ir a Atenas a estudiar filosofía. Vuelve primero a Alejandría donde en aquél entonces según la formación habitual el estudio de Aristóteles y de las matemáticas era considerado una preparación para la filosofía platónica, continuada por el estudio de los Himnos Orficos y de los Oráculos Caldeos. Con casi 19 años se presenta en Atenas para estudiar filosofía platónica115; Sirianus lo lleva a Plutarco116, el sucesor (diadoco) de Platón como jefe de la Academia, quien era ya anciano y había delegado la enseñanza en Siriano; tuvieron tiempo sin embargo de leer juntos el De anima de Aristóteles y el Fedón de Platón; murió poco después pidiéndole a éste que tratara a Proclo como a su hijo menor [o nieto] Arquíadas, y ambos vivieron con Siriano en la gran casa que les dejó Plutarco117 junto al Asclepeion y el templo de Dionisos; vivían en familia, Proclo llamaba padre a Siriano y propator a Plutarco. La Academia era independiente económicamente, y era costumbre que una casa fuera heredada como sede de la misma. Cuando Siriano se hace cargo de la enseñanza oficial, es según el plan del ciclo completo de los autores a explicar: Aristóteles, Platón, y los llamados teólogos o también teúrgos y taumaturgos. De septiembre de 432 a comienzos del 434, Siriano y los alumnos habían leído todo Aristóteles, de ahí a 437 el maestro expone a Platón, el programa debía continuar con el estudio de los Orphica y de los Oráculos, pero Siriano muere súbitamente. A los 27 años Proclo había compuesto un comentario sobre el Timeo118 que se apoyaba ampliamente sobre la exégesis de Siriano a quien cita abundantemente. "Todo lo que Proclo debió a Siriano lo dice al comienzo de su Teología Platónica, cuando lo saluda como su "guía en todo lo que hay de bello y bueno", como aquél de quien ha aprendido todo, tanto la filosofía de Platón como las tradiciones más secretas (es decir: los Orphica y los Oráculos), ¡como aquél que le ha hecho entrar en el coro de los teólogos!" (H. D. Saffrey y L. G. Westerink, en Proclus: Teología Platónica t. I, introducción, Les Belles Lettres, París, 1968) (…) "En un mismo día daba cinco clases de exégesis, a veces incluso más, escribiendo a menudo alrededor de 700 líneas diarias, visitaba además a los otros filósofos y conversaba con ellos y por la noche daba aún otras lecciones que no se ponían por escrito, y todo esto después de sus largas vigilias de adoración por la noche y entre sus triples prosternaciones ante el sol, al alba, al mediodía, y a su puesta" (Marinus, Vita Procli, 22, citado en ibid.). Proclo produjo una enorme obra cuya mayor parte es el fruto de su enseñanza, y estableció las jerarquías divinas según la obra de Platón (Sobre la Providencia, Sobre la subsistencia del Mal, Sobre el Destino (Hado), Arte Hierático, Himnos, Elementos de Teología, Teología Platónica, Comentarios: Sobre el primer Alcibíades de Platón, Sobre el Cratilo, Sobre el Parménides, Sobre la República, Sobre el Timeo, Sobre las Enéadas de Plotino, Sobre el Primer Libro de los Elementos de Euclides, etc.). Sin embargo sus comentarios a los Oráculos, que le llevaron 5 años, se han perdido (también Sobre el Fedón, el Fedro y el Teeteto). Los que pensaba hacer de los Orfica le fueron prohibidos en sueños por Siriano.119
Según su discípulo Marino fue el prototipo del hombre feliz porque reunió en sí las virtudes físicas, las éticas y políticas, las catárticas y teoréticas y las teúrgicas, no pudiendo decirse nada de las superiores a éstas últimas "en cuanto que están situadas por encima del hombre".
Además de lo dicho, vio claramente que pertenecía a la cadena de Hermes,120
y su existencia no fue sino una recreación permanente de todas las atribuciones y funciones de esta deidad. Murió el 17 de Abril del 485 d. J. C. aunque su linaje divino, así como el que le viene a su maestra por Asclepios, lo hace inmortal. La vida extraordinaria de este iniciado en los Misterios nos da idea de la naturaleza de las enseñanzas que recibió de sus profesores, entre los que destaca, por supuesto, Asclepigenia. Aunque sus comentarios a los Oráculos Caldeos desaparecieron, los oráculos han llegado hasta nuestros días, y poco a poco los iremos rescatando y trenzando con su legado doctrinal.
Ni yo mismo creo algo así, me lo impide mi propia desventura mi ignorancia los cuarenta años pasados en la sombra de la caverna, el destierro del Sí que no quita mi visita al Olimpo. Y el tuteo reiterado con los dioses realizado con simples intuiciones y el recuerdo de los arquetipos aprendidos de la mente divina.
El iniciado, muerto a la condición profana, ingresa en la gruta del corazón del mundo análoga a su corazón, y renace a la realidad del Ser. Desde ahora ya todo es en unidad; no hay dos seres, sino Uno Solo que juega a conocerse a través de sus indefinidas emanaciones, siendo el individuo humano uno de sus destellos o estados, en nada divorciado de los demás, sino constituyendo todos una armonía única. La respuesta a la pregunta de siempre, ¿quién soy? se resuelve, y se advierte entonces
que la identidad ya viene puesta y que el ser es, ni más ni menos, todo lo que es, y eso eres tú; así de sencillo.121
Es sólo desde este punto de vista principial que podrá encararse el arte de la teúrgia, recreado y transmitido por Asclepigenia, pues sus prácticas y ritos no consisten sino en un "tuteo reiterado con los dioses", no habiendo ya ninguna distancia entre el que busca y lo buscado, o lo que es lo mismo, entre el sujeto que conoce, el objeto de conocimiento y el conocimiento mismo. Teúrgia es unión, supresión de la "distancia" y circulación permanente de las energías emanadas del Principio a través de todos los canales del organismo vivo que es el Cosmos.
La posibilidad es la raíz de la teúrgia, la creación su indefinido campo experimental. (…) En la teúrgia, no existen fines particulares sino los prototípicos, que son simbólicos; en ese sentido suelen ser ejemplares, como los mitos, sus estructuras y personajes.122
Por eso esta ciencia tiene una extensión y un alcance tan amplio, e incluye tanto la mántica o adivinación como la magia, el arte de sanar y cualquier otro tipo de prodigio o acto milagroso, ya que todo ello no constituye sino la expresión de lo supranatural y suprahumano, es decir, del Ser Universal, que se revela en toda su obra creacional, en la que el hombre ocupa el estado central. Y de más está decir que todas estas prácticas son consideradas en el sentido más elevado –el que siempre les han concedido las sociedades tradicionales–, como soportes idóneos de Conocimiento y Unión, y nunca como actividades de tipo supersticioso, con un interés individual, vulgar, fenoménico, ególatra o contratradicional.
Para apartar los sutiles velos que cubren la conciencia de la Unidad del Todo, el alma del teúrgo no debe sino retornar a su origen por el recuerdo de "los arquetipos aprendidos de la mente divina", pues tal como expresa el sabio y mago Marsilio Ficino, también recreador de Platón durante el Renacimiento y director de la Academia de Cosme de Médici:
… nuestro espíritu, antes de caer en los cuerpos, como ya Pitágoras, Empédocles y Heráclito habían defendido, había existido en las regiones celestiales, donde por la contemplación de la verdad, como Sócrates dice en el Fedro, se nutría y gozaba. Después que aquellos filósofos, a los que antes he mencionado, aprendieron de Mercurio Trismegisto, el más sabio de todos los egipcios, que Dios es un cierto manantial muy elevado y una luz en la que los prototipos de todas las cosas, a los que llaman ideas, se muestran brillantemente, pensaron que sería natural que el espíritu, contemplando sin interrupción la mente eterna de Dios, también viese de forma más clara las naturalezas de las cosas. El espíritu veía, en consecuencia, dice Platón, la misma justicia, veía la sabiduría, veía la armonía y una cierta belleza admirable de naturaleza divina. A todas estas realidades, que están en la mente eterna de Dios, unas veces las llaman ideas, otras esencias divinas y otras primeras naturalezas. Por un cierto conocimiento perfecto de ellas las mentes de los hombres son alimentadas felizmente todo el tiempo que esperan en aquel lugar. Pero, cuando por el pensamiento de las cosas terrenas y por su deseo los espíritus bajan hacia los cuerpos, entonces se dice que quienes antes eran alimentados de ambrosía o néctar, esto es, del conocimiento y perfecto gozo de Dios, al instante, beben las aguas del río Leteo, es decir, el olvido de las realidades divinas, y que no pueden volver a volar hacia los dioses celestes, de donde los pensamientos terrenos, por su peso, los habían separado, antes de empezar a examinar aquellas naturalezas divinas que habían olvidado. Aquel divino filósofo cree que alcanzamos esto, es decir, lo que se refiere a las costumbres y lo de más arriba, que se refiere a la contemplación, gracias a dos virtudes: a una la denomina justicia con un término común, y a la otra, en cambio, sabiduría. Por este motivo dice que, con dos alas iguales, significando estas dos virtudes según mi parecer, los espíritus se elevan hacia los dioses celestes. Sócrates sostiene en el Fedón que las alcanzamos igualmente gracias a las dos partes de la filosofía, a saber, la activa y la contemplativa. Por eso él dice lo mismo en el Fedro: "Sólo la mente del filósofo recupera las alas". Pero en esta misma recuperación de las alas se separa del cuerpo por la fuerza de aquéllas el espíritu y, lleno de Dios, es arrastrado hacia los dioses celestes y se esfuerza con energía. A esta separación y empeño Platón los denomina furor divino.123
Proclo, colmado igualmente de esta realidad y haciéndose eco de la doctrina caldea y platónica, entona este himno o canto para invocar al Fuego teúrgico, promotor de la unión y transformación de nuestra vida humana en divina:
Consagremos este himno al Dios; dejemos la realidad que fluye, vayamos al verdadero fin, la completa asimilación a Él. Conozcamos al Señor, amemos al Padre; obedezcámosle cuando nos llama. Corramos hacia el calor, huyendo del frío. Convirtámonos en fuego, caminemos por el fuego. Tenemos un camino fácil para la ascensión; el Padre nos guía desplegando caminos de fuego. Y nunca fluyamos como corriente profunda del olvido. (Himnos y Epigramas, op. cit., pág. 89)
Al teúrgo también se lo denomina el
atleta del fuego,124
porque tras la lucha que emprende contra la ilusión, la ignorancia y el olvido, que le permite conquistar paso a paso el conocimiento de la cosmogonía, gana finalmente el premio de la eternidad, que es la asimilación total al fuego del Espíritu. Este fuego es tanto símbolo del Principio, como de su acción ordenadora y fecundante, así como también de la vía ascendente que sus llamas señalan para retornar al punto de partida. Por eso, en los Oráculos Caldeos de los que tanto se penetraron Asclepigenia y Proclo, aparece como uno de los símbolos esenciales y más sintéticos de esas realidades.
Veámoslo en su asimilación al Principio:
Pues lo Primero, Fuego trascendente, no encierra su Potencia en la materia por sus operaciones, sino a causa del Intelecto. Porque el artesano del cosmos ígneo es un intelecto de Intelecto,
y
… todas las cosas en tanto que engendradas pertenecen a un Fuego único.(Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 57 y 59)
Como fuego que simboliza la actividad cosmogónica,
artífice, obrero del mundo ígneo, de allí brota la génesis de la materia multifacética; de allí el torbellino ígneo se arroja violentamente y debilita la flor del fuego al lanzarse a las cavidades de los mundos; porque desde aquí todo comienza a tender hacia abajo rayos admirables. (ibid. pág. 65)
Y también:
El Intelecto paterno, una vez que concibió con designio vigoroso a las ideas de todas las formas, se lanzó sibilante, y todas estas se arrojaron desde una misma fuente, porque desde el Padre venían no sólo el designio, sino también la perfección. Separadas, no obstante, por el fuego intelectivo, se dividieron en otras ideas intelectivas; porque el Soberano ha hecho preexistir al mundo multiforme un modelo intelectivo incorruptible, y persiguiendo ordenadamente su huella, se mostró con su forma, grabado por ideas de todo tipo. La fuente de ellas es única y de ella se lanzan silbando otras ideas, repartidas, inabordables, fragmentándose sobre los cuerpos cósmicos, las que semejantes a un enjambre, se mueven alrededor de un seno imponente, reflejando por doquier pensamientos intelectivos que cosechan en modo abundante en la fuente paterna, flor de fuego, en el más alto punto del tiempo que no reposa. La fuente primera paterna perfecta en sí misma ha hecho brotar estas ideas primordiales. (pág. 66-67)
Finalmente, en relación al fuego que sugiere el camino de reabsorción en el Principio leemos:
Es necesario que te apresures hacia la luz y hacia los esplendores del Padre, desde donde te ha sido enviada el alma vestida de intelecto múltiple. (pág. 85)
Busca el conducto anímico desde donde trabajando a jornal para el cuerpo el alma ha bajado en un cierto orden y cómo la elevarás de nuevo en su orden, cuando unas la acción a la palabra sagrada. (pág. 84)
… Porque el mortal que se ha aproximado al fuego tendrá luz de Dios. (pág. 86)
Entonces,
cuando veas el fuego sacratísimo brillar sin forma, a saltos, en los abismos de todo el mundo, escucha la voz del fuego. (pág. 90)
Esta voz, esta llamada, se "oye" en la soledad, y más que voz es la certeza –"audible" sólo por canales extraordinarios– del Verbo único que reclama la fusión permanente de todo con su esencia única, recordando en última instancia que, tal como comenta Proclo:
Y si el que manifiesta al que es más inefable se denomina Verbo, es necesario que anterior al Verbo exista el Silencio que ha sostenido al Verbo. (pág. 121)
*
* *
¡Magnánimo Proclo, cómo he venido a parar en estos menesteres que no se pueden explicar sino por la locura divina!
Tanto Asclepigenia como Proclo estuvieron plenamente identificados con los dioses, los cuales se manifestaron en todo momento a través de sus existencias. Esto nos lleva a hacer una serie de consideraciones sobre un aspecto tan complejo e incomprendido por la mentalidad contemporánea como es el del ser humano que, entregado a un conocimiento interior, es entonces arrebatado por el furor divino, y de mortal que creía ser, renace a la realidad de lo que no habiendo nacido, nunca perecerá. Oigamos primero la voz de Proclo refiriéndose a la incidencia de las "potencias divinas" sobre los seres que "pueblan" todos los órdenes de la existencia:
Algunas de ellas, dice, se ofrecen sobre objetos inanimados, otras sobre animados; algunas de ellas sobre seres razonables, otras sobre seres sin razón. Porque, dice, a menudo seres inanimados se llenan de luz divina como sucede con aquellas estatuas que pronuncian oráculos por inspiración de alguno de los dioses o de los démones buenos. También son poseídos hombres y reciben un espíritu divino, algunos espontáneamente, como los que se dicen inspirados por la divinidad experimentando el hecho en períodos determinados, cuando les cae en suerte, pero otros habiéndose excitado el entusiasmo por una actividad deliberada como era el caso de la profetisa de Delfos sentada sobre la cavidad y de otros que han recibido el agua adivinatoria. (pág. 68)
El hipercondicionado ser humano moderno, tan apegado al aspecto material y solidificado de la existencia y completamente ignorante de los otros mundos invisibles pero reales, seguramente se mofará, si es que no rechaza de plano, pasajes como el que acabamos de evocar. En el mejor de los casos los atribuirá a la mentalidad fantasiosa, "ingenua" e "ignorante" de los antiguos. Reconocer que el mundo es mágico, que el universo entero es el juego y desarrollo simpático de un prestidigitador Supremo, es una verdad sabida por todos los pueblos y culturas de cualquier tiempo y lugar menos por la nuestra, la única que puede ostentar la medalla de la ignorancia, lo cual nos hace clamar con más vigor para que el hombre y la mujer actuales despierten de su sopor, teniendo presente que:
en realidad el arte mágico-teúrgico consiste en la efectivización del pensamiento y la doctrina cosmogónica tradicional realizada en la siempre cambiante realidad de gestos, ámbitos, voces y estructuras que se van sucediendo en la cinta del tiempo.125
Lo sagrado se revela siempre en la obra creacional y se hace inmanente a través de todas sus producciones, ya sean piedras, plantas, animales, astros, estrellas, jerarquías angélicas y divinas, y por supuesto en el ser humano. Lo milagroso no es un poder especial de la individualidad, sino la paradójica irrupción del Principio Supremo trascendente a través de sus emanaciones, las ideas, o esas energías llamadas dioses que con su circulación recrean perennemente el universo, siendo el hombre el que haciéndolas conscientes, contribuye a su vivificación. Por eso se dice que
el Mundo subsiste por el Misterio
y que el ser humano, siendo una síntesis del Cosmos, se ubica simbólicamente en su centro para culminar la obra creacional. Claro está que abrirse a esta lectura supone cortar con todo el bagaje cultural aprendido de una civilización amnésica que está a punto de sucumbir, y romper esquemas muy arraigados en nuestra conciencia; pero el que se libra a esta nueva visión, empieza a vivir una existencia extraordinaria poblada de seres invisibles que debidamente invocados e identificados serán los vehículos para todas las conquistas internas. Los sabios nos han hablado de los heroicos furores, de esos estados en los que el alma es raptada, y ya sea conducida por las Musas, por Dionisio, por Apolo o Afrodita la guían hasta la Patria Celeste.126
El furor divino eleva al hombre por encima de su naturaleza y lo convierte en dios.127
Proclo aclara que,
una vez que también ocurren estos fenómenos debe llevarse a cabo la evocación de los dioses y aparecer una inspiración y un cambio de razonamiento. Empero dentro de estas posesiones divinas también se dan las de quienes están totalmente fuera de sí mismos e inconscientes, y las de otros que de cierto modo admirable conservan la conciencia, ocasión en la que el sujeto incluso utiliza para sí la evocación divina y, tras recibir la inspiración, saber lo que realiza, lo que dice y por qué motivo es necesario liberar al motor; porque si el éxtasis es total, es absolutamente necesario que otra persona en estado de sobriedad atienda a los poseídos. (Oráculos Caldeos, op. cit. pág. 168)
Y actualmente se nos dice:
Es necesario aclarar que la Teúrgia no espera resultados concretos, e igualmente muchas veces el chamán o mago es sólo un símbolo por el que se transmiten energías, o vibraciones que él canaliza con total prescindencia de su aprobación o desaprobación personal. El hecho de si el propio interesado es consciente o inconsciente de sus poderes, o mejor, en qué medida es consciente, tampoco afecta su múltiple irradiación, que puede transformarse en innumerables posibilidades desatadas a veces por su sola participación. En este sentido el chamán es en sí una teofanía, o se transforma en ella durante su actividad mágica, lo cual constituye el núcleo central de todo rito.128
Las revelaciones acaecidas en sueños, al beber el agua de ciertas fuentes, al ingerir sustancias alucinógenas, o al ubicarse en enclaves significativos de la geografía –como en la cima de determinadas montañas, en cavernas, claros de bosques, al borde de simas y abismos o en templos consagrados a las deidades–, adivinar por el rayo del fuego divino, por la luz, por la vehiculación de ciertos talismanes o símbolos de poder, por el vuelo de las aves o por las entrañas de los animales e incluso a través de la fisiognomía, la quiromancia o la cartomancia, nos parecen hoy día acontecimientos imposibles o delirantes.129 Muchas de estas exactas enseñanzas tradicionales –que a ciencia cierta Asclepigenia conocía y practicaba– y los ritos que las promovían se han perdido, y constituiría un grave error intentar rescatarlas por la vía de la invención personal.130 Pero eso no quiere decir que hayan desaparecido todas; ha llegado incólume hasta nosotros, gracias a una transmisión ininterrumpida, un cuerpo doctrinal atesorado en el seno de los símbolos revelados de la Ciencia Sagrada131 (los códigos numéricos y geométricos132, las palabras y nombres de poder133, los libros sapienciales134, el esquema sintético del Arbol de la Vida Cabalístico135, el juego del Tarot136, la simbólica de todas las artes liberales, etc.) así como de ritos y mitos celosamente protegidos por los guardianes vivificadores del saber quienes al abrirse a su influencia y poder con total rectitud, un enorme respeto por su sacralidad y orientados siempre hacia la conquista de lo más alto, pueden emplearlos como soportes inestimables para la teofanía y la unión teúrgica. Esta posibilidad está a nuestro alcance, seres humanos del siglo XXI y para ello son todavía vigentes estas palabras de Proclo:
Es necesario prevenir todos los obstáculos contra la visita de los dioses y establecer en torno a nosotros un reposo total, para que la presencia de los espíritus llamados por nosotros se realice sin perturbación y en calma. (Oráculos Caldeos, op. cit. pág. 169)
Además:
En cuanto a los trabajos del "aprendiz", lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y su cotidianidad personal. Lo segundo es saber que esto no debe realizarse nunca de manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de vivir al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno físico-anímico, derivado de un ser espiritual, tan invisible como inteligente. No es pues sólo una sistematización de gestos e invocaciones que siempre acaban en una forma esclerotizada, sino la intuición de la Verdad y la Belleza reunidas armónicamente en el cuerpo de la Inteligencia Universal, deidad tan precisa como esquiva, siempre aérea o radiante.137
Llenar quiero mi copa hoy vacía y honrar tu presencia permanente en mí Asclepigenia y en los que están a mi cuidado…
Porque las cosas divinas no son accesibles a los mortales que piensan según el cuerpo, sino a cuantos desnudos se apresuran hacia las alturas. (Oráculos Caldeos, pág. 85)
No olvidemos que la totalidad de los esquemas del hombre viejo con los que el aprendiz ha cargado hasta ahora deben morir, estrepitosa o paulatinamente: ilusiones, apegos, adherencias, poses, conforts, estereotipos, reglas, rigideces, modas, opiniones, politiquerías, manipulaciones, seguridades, egoísmos, caprichos, arbitrariedades, fijaciones, fanatismos, ansias de poder, miedos, discusiones, charlatanerías, manías, obsesiones, dudas, idealismos, fanfarronerías, idolatrías, vanidad, soberbia, orgullo y cualquier otra manifestación de multiplicidad. Y al ritmo del aspir y el expir cósmico, vaciarse de lo perentorio y "anclarse" en lo inasible de lo eterno. Repetir la invocación de Asclepigenia:
¡Ábrase profundidad inmortal del alma! ¡Tiende tú sin reservas hacia lo alto todos tus ojos!,138
y con toda la acción de la no-acción, dejarse mecer en la matriz del Ser, naciendo y creciendo en su claustro, recibiendo, aceptando y devolviendo, y con este gesto que es el simbolizado por las tres Gracias, reconocer que lo que se aprehende no es una posesión particular ni un logro por méritos de la individualidad, sino la expresión siempre gratuita del Ser Supremo, que tal como se acoge e identifica, se lega, promoviendo así su perennidad y la supresión del sufrimiento que impone la rueda de la vida o Samsara, haciendo posible la apertura de la puerta del Nirvana, ámbito de la liberación total y de la superación de toda dualidad.
Asclepigenia, heredera de las artes teúrgicas que le transmite su padre Plutarco, las entrega como acto de amor a su discípulo Proclo, que las recibe con placer y las devuelve a sus sucesores, entre los que destaca, tal como testimonia el siguiente pasaje, la descendiente de la maestra, hija de su sobrino Arquíadas, que se llama igualmente Asclepigenia como su tía-abuela, y en la que su padre reconoce cualidades para ser la depositaria de los saberes de su familia, y por tanto continuadora de un linaje espiritual. Esta muchacha, involucrada en el gesto trino del que estamos hablando, es curada milagrosamente por intermediación de Proclo:
Muchas cosas podría decir uno si quisiera extenderse y si refiriera los actos teúrgicos de aquel hombre feliz. Recordará una sola de entre sus innumerables acciones; pues es realmente una maravilla escucharla. Asclepigenia, hija de Arquíadas y de Plutarca, esposa de Teágenes, benefactor de nuestro tiempo, siendo todavía joven y sujeta al cuidado de sus padres, se vio afectada por una enfermedad grave e imposible de curar por los médicos. Por su parte Arquíadas, que tenía puestas en ella las esperanzas de su linaje, se afligía y se hallaba en una situación penosa, como era lógico. Ante la desesperación de los médicos, vino, como suele suceder en las más graves situaciones, hasta el último ancla, o mejor, hasta el filósofo, su buen salvador; implorándole con insistencia, le pedía que se apresurara a rogar por su hija. Proclo tomó al gran Pericles, oriundo de Lidia, también él muy versado en filosofía, y subió al templo de Asclepio para rogar al dios por la enferma. La ciudad, en efecto, era dichosa entonces por este motivo y mantenía inexpugnable el templo del Salvador. En el momento de rogar él según el modo antiguo, aparecía un cambio general en la muchacha y de repente se produjo una mejoría; y es que el Salvador, en cuanto dios, curaba con facilidad. Una vez cumplidos los ritos sagrados, se encaminó hacia Asclepigenia y descubrió que su cuerpo estaba liberado de los dolores que poco ha la habían afligido, y se hallaba en un estado saludable. Y no de un modo distinto de éste realizó semejante acción, pasando inadvertido a los más y no dando ningún pretexto a los que querían conspirar contra él; a ello contribuía también su casa en que vivía. En efecto, entre las demás bonanzas, tuvo esta morada muy apropiada para él, en la que habitaban su padre Siriano y su abuelo Plutarco, según lo llamaba él, vecina del templo de Asclepio, célebre por Sófocles, y del de Dioniso, junto al teatro, vista o de otro modo perceptible desde la acrópolis de Atenea. (Marino de Neápolis, op. cit., pág. 38-39)
La lectura simbólica de este fragmento es una muestra más de ese coro sutil de adeptos de la Tradición Hermética que conforman un círculo mágico entorno al inefable Misterio que "mora" en su centro; seres que repitiendo la danza de dar-aceptar-devolver el mensaje que emana del punto central, reactualizan perennemente la vida del Universo y simultáneamente promueven la fusión con el Principio de donde todo surge, para lo cual, en la copa vacía de su corazón
lo que necesita(n) no es concebirlo con obstinación, sino, apartando la mirada pura del alma, tender hacia lo Inteligible un intelecto vacío, hasta que aprenda(n) a conocer lo Inteligible, puesto que está fuera del Intelecto. (ibid. pág. 55-56)
… milagro de amor no sujeto a las horas ya que no hay muerte sino simultaneidad en la patria celeste, ni nadie que se niegue a compartirla.
Por ello, Asclepigenia, tu nombre ya no tiene trazas de particularidad ni de personalismos, sino que es un puro destello de
fe, verdad y amor;139
fe que es certeza, verdad que es fusión con lo eterno, amor que es ese lazo indestructible que une todos los órdenes de la existencia entre sí y los religa simultáneamente con el Principio de donde emanan y donde son inexorablemente reabsorbidos.
El alma de los hombres [arrebatada] guardará a Dios en sí, [y] sin tener nada de mortal está totalmente embriagada [desde lo divino]. Alaba, pues, la armonía, bajo la que reside el cuerpo mortal. (Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 80)
Asclepigenia nos ha revelado el arte de armonizar los opuestos, o de conciliar los complementarios, para alcanzar en cada estado de la conciencia la contemplación de la resolución de toda aparente dualidad en la unidad esencial; y es por ello símbolo de la superación de la muerte por la adscripción al vínculo imperecedero del Amor, que posibilita la participación en los misterios de la inmortalidad. Su vida particular se ha subordinado y ha sido sustituida por la de los dioses, y todas sus acciones no se cumplen ya por oposición o diferencia sino que se llevan a cabo por identidad, unidad y acuerdo. Evocamos unas palabras de Marsilio Ficino para recordarnos la naturaleza de esa potente energía, el Amor, que es mucho más que el sentimentalismo o sensiblería a que lo han reducido los modernos, y del que Asclepigenia es estandarte:
Ciertamente, esta belleza divina ha engendrado en todas las cosas el amor, es decir, el deseo de ella misma. Ya que si Dios rapta para sí el mundo, y el mundo es raptado por él, hay un continuo atraerse entre Dios y el mundo; que comienza en Dios y pasa al mundo, y finalmente en Dios termina, y que, como un círculo, de allí de donde partió allí retorna. Así que un solo y mismo círculo de Dios al mundo y del mundo a Dios es designado con tres nombres. En cuanto comienza en Dios y atrae hacia sí, belleza; en cuanto, pasando al mundo, lo rapta, amor; en cuanto que retorna al autor y une a él su propia belleza, placer. Por tanto, el amor comienza en la belleza y termina en el placer. (Marsilio Ficino. De Amore, op. cit., pág. 23)
Y el oráculo caldeo nº 39 versa:
Porque, una vez que concibió obras, el Intelecto paterno engendrado por sí mismo sembró en todas las cosas el lazo cargado de fuego del amor para que todo continuara amando por un tiempo ilimitado y no sucumbiera lo que estaba tejido por una luz intelectiva paterna; con la ayuda de este amor los elementos del cosmos persisten fluyendo.
¿Quién hay que aún se resista a dejarse arrebatar por el furor divino?
Y allí estás tú, sencilla y complaciente encarnación de la diosa a tiro de piedra de nuestras necedades y olvidos.
Nosotros, los necios y olvidadizos que todavía no hemos despertado del sopor –o no queremos hacerlo–, y navegamos por el filo del abismo como unos inconscientes; nosotros, los cobardes que nos conformamos con lo poco conocido y con la chatura del mundo asfixiante que nos oprime cada vez más en la fase final de la aceleración de la caída; nosotros, los soberbios que nos creemos poseedores de pequeñas e irrisorias verdades. Nosotros, los traidores, que habiendo vislumbrado la luz de la Verdad nos volvemos hacia la oscuridad del abismo. Nosotros, los que aún concedemos entidad separada a la individualidad y no hemos transmutado la existencia material y perecedera en vida eterna. ¡Todas estas caretas cambiantes tan incrustadas en nuestra conciencia luchan por retenernos en la prisión de lo marchito e irreal y nos impiden emprender el vuelo vertical que traza el fuego teúrgico!
¡Oh, diosa!, descorre los tupidos velos de la ignorancia y ábrenos las puertas de este jardín invisible repleto de maravillas. Hécate140, divinidad antigua del empíreo, de múltiples nombres, ora identificada con Artemisa, con Sémele, con Deméter o Perséfone141, ahora te invocamos, como lo han hecho infinidad de seres humanos desde tiempos inmemoriales142, para recuperar la memoria y la estela del difícil sendero de retorno a la morada celeste. Y lo hacemos con el Himno que compuso el mítico Orfeo, que seguro recitaron nuestros antecesores, entre los cuales Asclepigenia y Proclo, deviniendo así encarnaciones vivas de la deidad:
Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre. (Himnos Orficos, op. cit., pág. 168)
Los caldeos nos han dicho que con tu mano derecha detentas la fuente de las almas, con la izquierda la de las virtudes,
dicen también que la fuente de las almas está pronta para la procreación, pero que la fuente de las virtudes permanece adentro, en los límites de su propia esencia, y es como una virgen y pura, habiéndose apoderado de la firmeza e inmovilidad de las potencias indoblegables y estando adornada con un cinturón de virgen. (Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 142)
Además, sobre tus espaldas sostienes una naturaleza inmensa, tus cabellos hieren la mirada con una luz que se estremece y llena todo, y armada con las armas, guardiana del universo entero y de sus indefinidos senderos, te identificas con el Alma del mundo143, y aún más, con su misma fuente, la Sabiduría.
Madre del saber (no me has hablado nunca en griego) y la teúrgia…
Promotora de la iniciación, del acceso a los misterios de la unión teúrgica; divinidad ctónica que tiende a las alturas y nos hace abrevar en el manantial del saber. El rey Salomón así te deseó:
Pensando esto conmigo mismo y considerando en mi corazón que se encuentra la inmortalidad en emparentar con la Sabiduría, en su amistad un placer bueno, en los trabajos de sus manos inagotables riquezas, prudencia en cultivar su trato y prestigio en conversar con ella, por todos los medios buscaba la manera de hacérmela mía. (Sb. 8, 17-19)
Y sólo es invocándola y penetrando sus arcanos que se la conoce. Ciertamente su lenguaje no es humano sino que se revela a cada instante por ese "sentido" supranatural que Proclo denomina, citando a los caldeos, "Flor del Intelecto":
Hay una realidad inteligible que debes comprender por la flor del intelecto, pues si inclinas hacia ella tu intelecto y tratas de concebirla como un objeto determinado, no la comprenderás, ya que es como la potencia de una espada resplandeciente que ilumina con cortes intelectivos. (Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 55)
¡Cómo alcanzarla si no es siendo ella misma! ¡Y cómo acceder a esta posibilidad sino es por unas vías extraordinarias! Por eso el Intelecto paterno, que piensa los inteligibles, ha sembrado símbolos a través del mundo. También se les llama bellezas indecibles. (ibid., pág. 83)
Justamente, los símbolos son los aliados por excelencia en cualquier senda de conocimiento, los sintetizadores de las energías-fuerza emanadas del Principio único, y asimismo sus emisarios, puentes y canales por los que lo celeste "toca" la tierra, los dioses fecundan el corazón de los seres humanos que se abren a su influjo, y los frutos (que son conquistas de estados de conciencia) elevaciones del hombre desde su condición profana hasta su completa deificación. El teúrgo se hace permeable al poder del símbolo, escruta los misterios que contiene, se identifica con las ideas que vehicula. Por el fuego del espíritu –que reduce a cenizas lo caduco–, el alma se libera de toda atadura y proceso generativo, se purifica, sutiliza, y cambia su naturaleza material en inmaterial; el hierofante deja de vivir una existencia simplemente humana e irrumpe con plenitud en la divina, pues tal como recuerda Jámblico:
… el cumplimiento de las acciones inefables y realizadas de manera digna para los dioses por encima de toda intelección, así como el poder de los símbolos silenciosos, comprensibles por los dioses sólo, infunden la unión teúrgica.144
Claro está que para los tiempos que corren todo ello constituye una labor heroica y requiere de una total entrega y dedicación, de la práctica cotidiana del rito del estudio, la meditación y la concentración en dichos símbolos. Y si también está al alcance del adepto y es su designio, de participar en los ritos que aún se conservan y vivifican en el seno de las organizaciones iniciáticas que han llegado hasta nuestros días. Si se busca, se encuentra.
… infalible guía en un camino sembrado de horrores e incertidumbres…
Enciende la antorcha. (Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 87)
Gracias a esta débil luz, hemos dado con la puerta, llamado, y traspasado el umbral. Ahora ya no te abandonaremos nunca más, pues en el dédalo de la conciencia, aunque muchos son los repliegues que a veces nos extravían y nos obligan a perdernos para encontrarnos, tu hilo de oro siempre nos rescata, y rectificando sobre el filo de la espada, nos remontas a esferas cada vez más interiores y próximas al centro de centros. ¡Qué sería de nosotros, pobres mortales, si sentada desde siempre junto al Principio y siendo su primer destello, no hubieras sembrado el universo con tus chispas! Desde lo alto nunca has dejado de clamar:
No te inclines hacia abajo en dirección al mundo de color negro brillante, debajo del que se extiende un abismo siempre amorfo y disforme, tenebroso, sórdido, fantasmal, ininteligible, escarpado, tortuoso, enrollándose siempre como un abismo impotente y que está sin cesar en matrimonio con un cuerpo invisible, inactivo, sin soplo de vida. (ibid. pág. 93)
Abiertos a ti, nada nos atemoriza, pues tenemos la convicción de que identificarse contigo es pisar el último eslabón hacia la plena Libertad.
En todo caso, si muchas de nuestras labores no tienen éxito, o no contamos momentáneamente con la energía necesaria para llevarlas a cabo, o no estamos, sencillamente, satisfechos con nosotros mismos, de ninguna manera mengüemos en esa labor, mucho menos nos compadezcamos, adoptemos circunstancialmente valoraciones del hombre viejo, o encarnemos furiosas reacciones contra la ignorancia que nos margina; aún si nuestro enorme esfuerzo por realizar un mensaje pudiera parecernos transitoriamente cosa imposible, materia vana, debemos recordar que en el gran laboratorio de la creación universal se logran resultados a costa de ingentes gastos (nunca desperdicios) de energía, y eso particulariza a cualquier proceso creativo. Por otra parte, si nuestras diligencias y labores sólo sirviesen para difundir la Tradición Unánime que se mantiene viva desde los orígenes del hombre y el universo, esto ya fuera harto suficiente de acuerdo a unas posibilidades que cada vez se hacen menores a medida que se acerca el fin de los tiempos.145
De hecho,
el objetivo último de la Teúrgia es ligar con la cadena de unión, con la Iglesia Secreta, que opera y se manifiesta en nosotros y en nuestro entorno, dándonos así el poder de expresar la Ciencia Sagrada.146
Tu guía es infalible, y compartimos con Salomón la certeza de que:
Cuanto está oculto y cuanto se ve, todo lo conocí porque el artífice de todo, la Sabiduría, me lo enseñó. Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, que todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles. Porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza. Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. Aun siendo sola lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el universo; en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y profetas, porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría. Es ella, en efecto, más bella que el sol, supera a todas las constelaciones; comparada con la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece la maldad. Se despliega vigorosa de un confín a otro del mundo y gobierna de excelente manera el universo. (Sb. 7, 22-30)
… donde tu belleza y tu calor avivan perennemente la llama del deseo de llegar al último puerto, al lugar donde habitas, una vez que tus pares designen que mi menguada labor es ya innecesaria.
Tras cantar las grandezas del primer atributo de la Unidad, la Sabiduría, la Isis con velo identificada con Asclepigenia, culminamos este viaje que promueve la unión teúrgica con pocas palabras, las justas que compuso Proclo para provocar la fusión con lo que está más allá de toda determinación –incluso de la primera de ellas, que es el Principio del Ser– y saltar al abismo del Misterio Absoluto, lo totalmente ilimitado, el último puerto:
Oh Tú, que todo lo trasciendes, que estás más allá de todo, ¿Acaso me es permitido cantarte llamándote de otra manera? ¿Cómo celebrarte, oh Tú, que eres trascendente a todo? ¿Con qué palabras dirigirte alabanzas? Con ninguna palabra, en efecto, puedes ser nombrado, siendo el único sin nombre, engendras, sin embargo, todo lo que puede enunciar el verbo. ¿Cómo puede contemplarte la inteligencia? Pues Tú no puedes ser abarcado por ninguna inteligencia. Siendo el único Desconocido, engendras, sin embargo, todo lo que el espíritu puede conocer. Todo lo que puede decir la palabra y todo lo que no puede decir la palabra, te proclama. Todo lo que puede concebir el espíritu y todo lo que no puede concebir, te glorifica. Los deseos de todos y las dolorosas aspiraciones de todos giran alrededor de Ti. Delante de Ti todo está en adoración y todo el que posee el conocimiento del signo mediante el cual se Te puede reconocer Te canta un himno silencioso. Todo procede de Ti más Tú no procedes de nada y por ello eres solo. En Ti todo es inmóvil pero todas las cosas se unen para precipitarse hacia Ti. Eres el fin de todo; único y total, lo abrazas todo no siendo ni Uno ni Todo. ¡Oh Tú, a quien se invoca bajo nombres tan diversos!, ¿Cómo podré llamarte? ¡Oh Tú, que eres el único a quien no puede llamarse! ¿Qué celeste inteligencia podrá deslizarse bajo los velos que Te recubren con deslumbrante luz? Ten piedad de mí, oh Tú, que estás más allá de todo; ¿Acaso me es permitido cantarte llamándote de otra manera?.147
Así, "guarda silencio, iniciado".148
Notas
108 Poema publicado en la página web del autor (http://www.geocities.com/dai mon.geo/mayeutica.htm), que dibujará el trayecto y las estaciones de este capítulo dedicado a Asclepigenia, la teúrga ateniense. (Retorno al texto)
109 Juan Richepin. Nueva Mitología griega y romana. Tomo II. Ed. Musa. Barcelona, 1990, pág. 205. (R)
110 Marino de Neápolis. Proclo o de la felicidad. Ed. Iralka. Irún, 1999, pág. 37. (R)
111 Un taumaturgo es, según el Diccionario Enciclopédico Sopena, una persona admirable en sus obras; autor de cosas estupendas y prodigiosas. (R)
112 Proclus. Théologie Platonicienne. Livre I. Les Belles Lettres. París, 1968. Introducción de H. D. Saffrey y L. G. Westerink, pág. XXI. (R)
113 Los Oráculos Caldeos constituyen una serie de fragmentos, pensamientos y frases o palabras de poder reveladas por los dioses a los hierofantes y sabios caldeos, depositarios asimismo de símbolos, mitos y ritos iniciáticos antiquísimos. Según el léxico bizantino Suda y el testimonio de Miguel Pselo estas altas enseñanzas fueron transmitidas y expuestas en el siglo II de nuestra era por Juliano el Caldeo (representante de esa entidad espiritual antes aludida) y escritas en versos por su hijo Juliano el Teúrgo, teniendo una enorme repercusión sobre los sabios del emergente hermetismo de los primeros siglos del Cristianismo. En el léxico Suda leemos sobre Juliano padre: "Caldeo, filósofo, padre de Juliano, llamado el Teúrgo". Y sobre el hijo: "… vivió bajo el reino del emperador Marco Aurelio. Escribió Theurgiká, Telestiká, Oráculos en verso y demás asuntos secretos relativos a esta ciencia". De ambos se cuentan toda suerte de prodigios y sólo a título de ejemplo rescatamos este fragmento narrado por el mismo Pselo en Sobre la Cadena de Oro: "Su padre (Juliano el Caldeo), en el momento en que lo iba a engendrar, rogó al dios ensamblador del universo un alma arcangélica para la existencia de su hijo y, una vez nacido, lo puso en contacto con todos los dioses y con el alma de Platón, quien comparte la existencia de Apolo y de Hermes, y por medio del arte hierática, lo elevó hasta la visión directa de este alma de Platón para que la interrogara sobre lo que quisiera". (Las citas han sido extraídas de la introducción a la edición de los Oráculos Caldeos, a cargo de F. García Bazán. Ed. Gredos. Madrid, 1991). (R)
114 Proclo. Himnos y Epigramas. Ed. Iralka. Irún, 2003, pág. 100. (R)
115 Marino relata que cuando Proclo llega a Atenas se detiene a descansar, sin saberlo, al lado del monumento de Sócrates y justo allí pide agua para saciar su sed. El simbolismo de esta circunstancia es bien significativo ya que manifiesta la total adhesión del joven filósofo a la fuente de agua viva, a la Sabiduría, vehiculada por las enseñanzas de Sócrates. (R)
116 Recordemos que este Plutarco es el padre de Asclepigenia. (R)
117 Queremos destacar este hecho por cuanto constituye una prueba más de la filiación de Proclo a la saga de Plutarco, hasta el punto de que vivió por años en su misma vivienda, habitáculo en el que es de suponer que también residía Asclepigenia. Por eso decimos que, aunque de Asclepigenia no hay obra escrita y pocas referencias históricas, conociendo a Proclo podremos penetrar la doctrina que le legó su maestra. (R)
118 Marino nos deja este testimonio: "Pero acerca de sus obras diré que siempre anteponía a todas las demás los comentarios al Timeo, pero se complacía también en aquellos al Teeteto. A menudo solía decir esto: 'Si estuviera en mi poder, sólo haría que circularan, de entre todos los libros antiguos, los Oráculos y el Timeo, los demás los ocultaría a la vista de los hombres actuales, por verse dañados algunos de los que se disponen a leerlos a la ligera y sin previo examen'". Op. cit., pág. 44. (R)
119 Todo este fragmento biográfico ha sido extraído de: Federico González. Hermetismo y Masonería, op. cit., pág. 249-251, n. 276. (R)
120 Marino de Neápolis. op. cit., pág. 38. (R)
121 Siete Maestros Masones. La Logia Viva. Simbolismo y Masonería. "Eblis-CaínHermes-Hiram". Ed. Obelisco, Barcelona, 2006. (R)
122 Federico González. Simbolismo y Arte. Ed. Symbolos. Barcelona, 1998, pág.97. Reeditado en Libros del Innombrable. Zaragoza, 2004. (R)
123 Marsilio Ficino. Sobre el furor divino y otros textos. Ed. Anthropos. Barcelona, 1993, pág. 9-13. (R)
124 La etimología de atleta deriva del griego âthlon que significa premio y lucha. (R)
125 Federico González. Simbolismo y Arte, op. cit., pág. 98-99. (R)
126 Dice Marsilio Ficino en la obra ya citada Sobre el furor divino y otros textos: "Pero la locura, que tiende a lo superior, es divina, como su propia definición indica. Existen, por tanto, cuatro tipos de locura divina: la primera, la locura poética; la segunda, la locura mística; la tercera, la profética; y la cuarta, la amatoria. La poesía es debida a las Musas, la mística a Dionisos, la profecía a Apolo, y por último, el amor es debido a Venus. (…) Resumiendo, la primera locura atempera todo aquello que se encuentra deslavazado y disonante en el cuerpo. La segunda hace de la pluralidad de las partes ya temperadas un todo. La tercera conduce este único todo más allá de sus partes, mientras que la cuarta locura lo dirige hacia el uno que se halla por encima de la esencia y el todo". Op. cit. pág. 35-37. (R)
127 Marsilio Ficino. De Amore. Ed. Tecnos. Madrid, 2001, pág. 219. (R)
128 Federico González. ibid., pág. 97-98. Ver asimismo sobre esta cuestión en el libro de Jámblico Sobre los Misterios Egipcios. Ed. Gredos. Madrid, 1997, pág. 111 y ss. (R)
129 Para conocer algunas de estas prácticas ver también Jámblico, ibid., 104 y ss. (R)
130 En este sentido queremos advertir que además de una acción antitradicional o, aún peor, contratradicional, este intento de restitución no estaría exento de peligros relacionados con un manejo ególatra y supersticioso de energías muy poderosas. Así, un oráculo caldeo ya advierte: "No pongas en tu mente las inmensas medidas de la tierra, porque no (existe) planta verdadera en la tierra. Tampoco midas la dimensión del sol juntando reglas: él se mueve por la voluntad eterna del Padre, no por tu causa. Desatiende el silbido de la luna: ella corre siempre por obra de necesidad. La procesión astral no ha sido engendrada en tu favor. La amplia palma etérea de los pájaros nunca es verdadera, ni los cortes de víctimas y de entrañas. Todas estas cosas son juguetes, puntales de un fraude comercial. Húyelas, si es que quieres abrir un paraíso sagrado de piedad, donde concurran virtud, sabiduría y buen orden". Oráculo 107, en Oráculos Caldeos, op. cit. pág. 82. (R)
131 Al respecto consultar el programa de enseñanza titulado Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, citado aquí en varias ocasiones, publicado en el Nº 25-26 de la revista SYMBOLOS, cuyo contenido es justamente este cuerpo doctrinal emanado de la Tradición Unánime y que bajo el ropaje de la simbólica protegida y transmitida por la Tradición Hermética, traduce en un lenguaje actual y adaptado a la mentalidad de los seres humanos contemporáneos las verdades eternas e inmutables. Tal es su importancia y trascendencia que en el último capítulo de este libro le dedicaremos unas páginas. (R)
132 La palabra "número" procede de númen, es decir, deidad, lo cual nos da idea del sentido esotérico o interno de estos símbolos, reconocidos unánimemente por todas las culturas como uno de los códigos más sintéticos y universales a través de los cuales la divinidad expresa su ser y la cosmogonía que de él emana. El que hoy sólo se conozca el sentido cuantitativo o exotérico de los números, que los ha reducido a simples cifras con fines meramente utilitarios como contar, clasificar, pesar y medir, obedece a uno más de los graves olvidos doctrinales de nuestra civilización. (R)
133 Todas las lenguas sagradas son reveladas por la deidad, por tanto, transmisoras de ideas-fuerza. Y en especial, ciertas palabras o sonidos están cargados de poderosas energías que debidamente invocadas en la lengua vernácula promueven la contemplación e identificación con lo que vehiculan. (R)
134 Aquí se incluyen los textos sagrados, por tanto revelados, de todas las tradiciones, así como las obras buriladas por la actividad concentrada e inspirada de infinidad de sabios y seres humanos de conocimiento en los que han coagulado energías espirituales. (R)
135 El Arbol Sefirótico, como también se lo designa, constituye otro de los códigos sintéticos del Universo en el que se condensan enseñanzas cosmogónicas y metafísicas. Las 10 esferas que lo conforman, emanaciones de la Unidad, expresan los aspectos de la deidad única y las correspondencias que pueden establecerse con otros códigos simbólicos son indefinidas. Remitimos al lector el libro de Federico González: La Rueda. op. cit., en uno de cuyos capítulos se estudia a fondo este símbolo fundamental del esoterismo hebreo. Ver también en el apéndice los diagramas del Arbol cabalístico. (R)
136 Este juego de naipes (sobre todo el llamado Tarot de Marsella, el más fidedigno), constituye un pantáculo, un esquema sintético del universo, un promotor de imágenes y visiones, revelador de misterios, así como un compendio de sabiduría, pues en sus láminas ilustradas por magos y alquimistas medioevales se fijaron altas enseñanzas cosmogónicas, numerológicas, geométricas, astrológicas, cabalísticas, alquímicas, etc. Es también un oráculo, un ordenador de la inteligencia, despertador de la conciencia y promotor de la unión teúrgica. La función predictiva personal es la menos interesante, pero desgraciadamente, la única por la que lo conocen los occidentales contemporáneos, a no ser también por su uso tergiversado y antitradicional con el que ciertos seres mezquinos se dedican a manipular las conciencias. (R)
137 Simbolismo y Arte, op. cit. pág. 99-100. (R)
138 Oráculos Caldeos, op. cit. pág. 84. (R)
139 Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 70. (R)
140 Ver sobre esta deidad en Hesíodo. Poemas Hesiódicos, op. cit., pág. 59-60. (R)
141 Consultar también en Textos de magia en papiros griegos (Ed. Gredos. Madrid, 1987), las páginas 169-174 en las que es nombrada. (R)
142 Recordemos que gracias al legado de Asclepigenia a Proclo, éste: "asistió a apariciones luminosas de Hécate vistas con sus propios ojos, como él mismo recuerda en alguna parte, en una composición propia". Marino de Neápolis. Proclo o de la felicidad, op. cit., pág. 37. (R)
143 En este sentido ver los Oráculos 6, 32, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 72 y 96 dedicados a la diosa, así como los comentarios de M. Pselo a muchos de ellos, que figuran en el libro Oráculos Caldeos, op. cit. a partir de la página 125 y ss. (R)
144 Sobre los Misterios Egipcios, op. cit., pág. 100. (R)
145 Federico González. Simbolismo y Arte, op. cit., pág. 100. (R)
146 Ibid., pág. 98. (R)
147 Proclo: "Himno a Dios", en Himnos. Apéndice a Dionisio Areopagita: LosNombres Divinos y otros escritos. Antoni Bosch Editor, Barcelona 1980. Trad. Josep Soler. Servicio Difusión SYMBOLOS, febrero 2001. (R)
148 Oráculos Caldeos, op. cit., pág. 88. (R)