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      Capítulo III 
        Una estrella en Alejandría: 
        Hypatia (370-415 d. J. C.) 
      
        
      
      Retrato atribuido a Hypatia,   
      filósofa, matemática y astrónoma alejandrina del s. V  
             
    
        
      
        Madre, hermana,  maestra, benefactora mía en todo, y todo lo que para mí tiene valor en dichos y  hechos. 
        
          Sinesio de Cirene. Carta dirigida a su  maestra Hypatia.  
       
        
     
    Penetramos ahora un  nuevo mito y en un instante nos ubicamos en la Alejandría del siglo IV después  de Cristo. Esta ciudad de Egipto acogió durante los siglos II y III de nuestra  era a sabios procedentes de las tierras más diversas; hombres y mujeres venidos  de Grecia, Roma, Persia, norte de Africa, e incluso de la India y del Lejano  Oriente, los cuales, reunidos por un interés común de transmisión de  Conocimiento, realizaron una magna labor de síntesis del legado tradicional  universal, comunicándose a viva voz las enseñanzas sapienciales, ya fuera en  escuelas, academias, museos, o en templos a cubierto de las miradas profanas, a  la par que en la vastísima biblioteca que atesoraba dicha ciudad se reunían  volúmenes de los textos sagrados de cada una de las culturas que representaban,  o bien nuevas glosas inspiradas que aportaban más luces al saber. Período  floreciente de la humanidad en el que la Tradición Hermética se nutrió de las  enseñanzas universales aportadas por todos estos hombres de Conocimiento,  imprimiendo a esta rama de la Tradición Primordial un vigor renovado y una  actualización de su mensaje universal y perenne.87 
     
      Pero ya se sabe que tras la conquista  esplendorosa de cualquier cumbre sigue el declive o descenso; y el brillo que  por un tiempo irradió desde este enclave del Mediterráneo se fue apagando poco  a poco, si bien no murió, sino que se desplazó o transfirió por vía aérea, a  expensas del dios Hermes, hacia otras tierras en las que emergieron nuevos  centros espirituales y focos de saber. En el siglo IV y V asistimos ya al  inicio del eclipse del faro alejandrino, y es justo en este período cuando  resuena el nombre de una sabia mujer, Hypatia, que etimológicamente deriva del  griego ypatos, es decir, "lo más alto", "lo más elevado"  y también "lo más perfecto y excelso", tendencias a las que aspiró  toda su vida.  
     
      Repasemos las voces  tradicionales y fidedignas que nos hablan de su paso por la Tierra. En primer  lugar está la de Teón, su padre, que la menciona en el libro III del Comentario  sobre la Sintaxis matemática o Almagesto de Ptolomeo. También se han  conservado hasta la actualidad algunas de las cartas que dirigiera el discípulo  y amigo Sinesio de Cirene88 a su venerada maestra, así como ciertos fragmentos de la biografía de esta  mujer recogidos en la Historia Eclesiástica de Sócrates Escolástico y  también en La vida de San Isidoro de Damascio de Damasco. Finalmente  aparecen algunas referencias a Hypatia en un léxico del s. X llamado La Suda89. Son pocos los datos, pero tan significativos que  hablan por sí solos, configurando una nueva historia ejemplar en la que lo  anecdótico adquiere el carácter revelador de realidades míticas y  metahistóricas a todo aquél que las encare como soportes de autoconocimiento.  
     
      El Magisterio   
     
      Se sitúa el nacimiento  de Hypatia hacia el 370 d. J. C. en Alejandría. Su padre era matemático y  astrónomo en el Museo90 de dicha ciudad. En la Historia Eclesiástica de Sócrates Escolástico  se relata:  
     
          Había una mujer en Alejandría que se  llamaba Hypatia, hija del filósofo Teón, que logró tales alcances en literatura  y ciencia, que sobrepasó de mucho a todos los filósofos de su propio tiempo.  Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de  la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir  su instrucción.  
     
      Así como en Atenas  refulgía el saber de Asclepigenia, Proclo y los demás maestros y alumnos de la  Academia, en Alejandría aún brillaban los últimos destellos de los recreadores  de Platón y la Ciencia Sagrada, uno de cuyos representantes fue esta sabia  fémina. Damascio nos cuenta que Hypatia,  
     
          de naturaleza más noble que su padre, no  se conformó con el saber que viene de las ciencias matemáticas, en las que  había sido introducida por él, sino que se dedicó a las otras ciencias  filosóficas con mucha entrega.  
     
      Se dice que Hypatia  aplicó toda su vida a la enseñanza de las matemáticas, la astronomía y la  filosofía en el citado Museo y era tal su sabiduría que, como relata su propio  discípulo Sinesio en una carta que envía a su buen amigo  Herculiano91, muchos seguidores del Conocimiento, entre los que se contaban ellos dos,  viajaban hasta Alejandría para recibir directamente de esta mujer iniciada en  los misterios la enseñanza esotérica:  
     
          Si de verdad el provecho que se obtenía  de los errantes viajes de Odiseo era, como afirmó Homero, "ver las  ciudades de muchos hombres y conocer su forma de pensar", y eso aún  habiendo arribado a las costas no de gente agradable sino de Lestrigones y  Cíclopes, de seguro que el poema habría celebrado maravillosamente este viaje  tuyo y mío, que nos ha permitido llegar a conocer por experiencia cosas que,  aunque la fama las contara, no se creerían. Y es que hemos visto con nuestros propios  ojos y escuchado con nuestros propios oídos a la auténtica maestra de los  misterios de la filosofía. (Sinesio de Cirene, op. cit., c. 137, 1)  
     
      En otra carta añade:  
     
          Sin duda, hoy día, en nuestro tiempo, es  Egipto el que ha acogido y hace germinar la semilla de Hypatia. (c. 136, 15)  
     
      Mencionaremos aún otro  fragmento de una carta de Sinesio dirigida a su hermano, en la que le pide:  
     
      Saluda cariñosamente a  la muy venerable filósofa, la predilecta de la divinidad, y a ese feliz  corrillo que disfruta de su divina voz… (c. 5, 263)  
     
      Según todos estos  testimonios nos encontramos indudablemente frente a una iniciada en los grandes  misterios de la antigüedad, una adepta inspirada por las Musas, una maestra92 de la Ciencia Sagrada cuya autoridad venida de lo alto  fue reconocida por todos los que participaban del amor al Conocimiento, una  heredera de las doctrinas neoplatónicas y neopitagóricas que legó generosamente  a su descendencia espiritual. Hypatia fue una voz del  
     
      coro del inmortal amor93  
     
      que con su sola presencia, gestos y  conciencia, contribuyó a sostener el mundo, gracias al repetido rito de  actualización del Sí Mismo. En este sentido, nada más evidente que unas  palabras que dirigió Sinesio a su maestra:  
     
          Me parece que estoy haciendo lo propio  del eco. Las voces que he captado las devuelvo.  (Sinesio de Cirene, Cartas, op. cit., c. 46)  
     
      Hypatia forma parte  del círculo de adeptos de la Tradición Hermética, o de los "locos"  por la Sabiduría, que es lo que son y han sido siempre los verdaderos filósofos94, unidos entre sí por un 
      vínculo suprahumano o divino. Religados  por los lazos indestructibles del origen espiritual único e idéntico y  sabiéndose partícipes de un parentesco celeste, los integrantes conscientes de  esta fraternidad, que se remonta desde la actualidad hasta el principio de los  tiempos95, se han considerado siempre entre sí como hermanos. Es por eso que Sinesio  llama también a su venerada maestra, hermana, y merced a sus escritos la  podemos identificar como un eslabón de la cadena de seres humanos vivificadores del Mensaje liberador de la  Tradición, sin que ello le suponga ningún mérito especial – sino la sola  constatación de su participación consciente en la gran concordia universal y  armonía del Todo–, aunque tampoco se mengüe en nada su función. Hypatia: una  varilla hueca de cristal por la que sopló el Espíritu, y tras ella un hilo  sutil de adeptos y adeptas que han repetido el rito de la vacuidad y la  apertura a la realidad del Principio. El discurso de la modernidad va  pregonando que todas estas ideas pertenecen a una mentalidad antigua, de sobras  superada por el progreso; pero si no claudicamos y seguimos navegando a través  de estas vidas simbólicas, descubriremos que la visión sagrada ha perdurado  milagrosamente hasta nuestros días.  
     
      De la producción  literaria de esta mujer no nos ha llegado nada; solamente conocemos los títulos  de tres obras que se le atribuyen: un Comentario a la Aritmética de  Diofanto, otro Comentario a las Cónicas de Apolonio y el Canon  Astronómico, del que no puede asegurarse a ciencia cierta si es obra suya o  de su padre Teón, aunque sea lo que fuere, es indudable la estrecha  colaboración entre ambos. Estos sucintos datos nos permiten recordar que jamás  ningún hombre o mujer de conocimiento ha inventado una sola palabra o Idea. Ya  se sabe que el Verbo emana del Principio Supremo, y que el lenguaje es una  revelación divina; lo mismo cabe decir de los textos sagrados de todas las  tradiciones, los cuales, aunque transcritos por mano humana, son fruto de la  Inteligencia y Sabiduría divinas "depositadas" en la intimidad del  corazón del sabio, del teúrgo o del hierofante. Las verdades eternas no se  inventan, se reconocen en la huella del Ser y su expresión es siempre  inagotable y sorprendente. En palabras de Sinesio, el discípulo de Hypatia:  
     
          Pitágoras de Samos afirma que el sabio  no es sino un espectador de las cosas que son y de las que devienen; que se le  hace venir, pues, al universo como a un certamen sagrado, en el que pueda  contemplar lo que ocurre96.  
     
      Entonces, los adeptos o iniciados,  inspirados siempre por las Musas o por las deidades intermediarias como el  propio Hermes, se ciñen a la vivificación del mensaje perenne, inmutable y  universal, aportando sólo determinados matices en la manera de decir, lo cual  no resta ni un ápice de brillo, de belleza ni espontaneidad u originalidad a la  nueva obra. Sus escritos consisten fundamental-mente en comentarios que,  partiendo de los Principios universales 
      o de los arquetipos divinos, admiten  indefinidos desarrollos y concreciones materiales. También realizan glosas  sobre obras buriladas por otros sabios coetáneos o que les precedieron. Así es  como se ha ido tejiendo la literatura sapiencial: haciendo fructificar una  herencia espiritual inmutable en esencia, pero que se actualiza y vivifica  constantemente, lo cual es análogo a la re-creación siempre novedosa y  asombrosa de un gesto original y primigenio97. La mal llamada "creación" literaria  es un invento moderno, producto de la desvinculación y del aparente olvido del  hombre actual de los Principios Universales, –que son los verdaderos artífices  o generadores de toda ulterior manifestación–, lo que la convierte en el  terreno de abono más propicio para dar rienda suelta a la siempre inestable y  móvil psiqué, la cual, sin la referencia inmutable del Principio o del  Espíritu, deja entonces de ser un espejo límpido del mundo de las ideas, para  convertirse en la rasante expresión de la individualidad humana atrapada en la  multiplicidad, la materialización, el desorden y los indefinidos egos o falsas  identidades.  
     
      Virginidad y Maternidad   
     
      Destacamos ahora dos  aspectos más de la existencia de Hypatia que se suman a su ya señalada  condición de iniciada, adepta, maestra y hermana y que resultan también  altamente significativos en este relato: se trata de su virginidad y maternidad  en el plano espiritual. Estos atributos, leídos en clave simbólica y traspasada  su interpretación puramente literal o alegórica, ilustran la posibilidad de la  permanente encarnación de los arquetipos divinos en el seno del ser humano  receptivo y libre de prejuicios. Dice Damascio:  
     
          Además de conseguir el  grado más alto de la virtud práctica en el 
  arte de enseñar, era justa y sabia, y se  mantuvo toda la vida virgen98.  
     
      Y como bien hemos  podido leer en el encabezamiento de este capítulo, Sinesio reconoce a Hypatia  como su madre o progenitora en la Vía del Conocimiento. La voz de una mujer  contemporánea explica sintéticamente la esencia de estas dos ideas  estrechamente vinculadas, y presentes unánimemente en todas las tradiciones, 
        más allá de la simple interpretación fisiológica, psicológica, moral
      o religiosa que pueda dársele, la cual  sólo puede tener un interés secundario:  
     
          … el símbolo de la Virgen, expresa  fundamentalmente un aspecto arquetípico: la receptividad o capacidad, la  posibilidad que la hace contenedora de la Toda-posibilidad emanada de la  Voluntad del Principio. El desarrollo y alumbramiento de este germen que alberga  la Virgen, la hace a la vez madre. Y es así que la encontramos representada  como deidad femenina en las diferentes culturas, siendo simultáneamente Virgen  y Madre que retorna al estado virginal después del alumbramiento, inmaculada e  intacta para una nueva concepción. En su estado de virginidad no fecundada la  Virgen es la substancia primordial indiferenciada; simboliza lo no manifestado,  lo no revelado, la potencia con respecto a la manifestación. En cuanto a  principio pasivo representado por lo femenino, la virgen madre constituye uno  de los polos de la manifestación, complementario del principio activo y  masculino99.  
     
      Y añadiremos también, secundando a esta  autora, que virginidad y maternidad son dos estados del alma del iniciado  (encarnados vivamente por nuestra querida Hypatia). El primero se refiere a la  imprescindible necesidad de vaciar el alma del adepto de toda programación e  idea preconcebida, de hacer tabula rasa y de borrar cualquier  condicionamiento e ilusión. El segundo, a la posibilidad de que la cámara  secreta de su corazón devenga un receptáculo apto para recibir el influjo  espiritual emanado del Principio, que desarrollado por el fuego del Amor en el  seno de la matriz, geste y dé nacimiento al nuevo ser, el iniciado o "dos  veces nacido", el que traspasando los misterios de la vida y de la muerte  se identifica con su verdadera esencia inmortal.  
     
      Hay también otro hecho  "curioso" en la vida de Hypatia –relacionado igualmente con su  condición femenina– evocado por varias de las fuentes tradicionales a las  que nos estamos refiriendo y que ha pasado a la historia como una anécdota un  tanto incomprensible, si no grotesca y hasta incluso tildada de una cierta  ordinariez. En un pasaje de La vida de San Isidoro, Damascio relata que,  dada la extrema belleza de Hypatia, muchos de sus discípulos se prendaban de  ella. En una ocasión, un alumno se enamoró tan locamente de su maestra, que fue  incapaz de controlarse y le mostró abiertamente un signo de su infatuación.  Ella, entonces, reunió compresas manchadas durante su período menstrual y se  las enseñó diciéndole:  
     
          ¡Esto es lo que tú amas, hombre joven, y no es bello!  
     
      El muchacho,  avergonzado y sorprendido, experimentó un cambio de corazón y se marchó como un  hombre regenerado. Reconocemos aquí una didáctica al modo de las paradojas  empleadas por los maestros de las tradiciones extremorientales, sobre todo los  del Budismo Zen100.  
     
          Algunas escuelas Zen han desarrollado un  método de enseñanza denominado Koan. Los Koans son una especie de  problemas psicológicos que le son planteados al alumno para que éste los  resuelva. (…) Este ejercicio espiritual, consiste en meditar en un tema  concreto y aparentemente paradójico propuesto por el maestro al alumno, y que  éste jamás podrá resolver empleando su lógica racional, por lo que se ve  obligado a una reflexión exhaustiva para dar respuesta 
  al "asunto", que al no darle  resultados, acaba por provocarle un estado de catarsis que derrumba todos sus  pensamientos y sus nociones de las cosas. Equivalente a decir que se ve  obligado a interrumpir su diálogo interno, a desprenderse de sus conceptos y  prejuicios, de sus adherencias, en definitiva de todo aquello que le impide  entender la naturaleza de las enseñanzas. Embargado por la duda y el  desconcierto, el aprendiz inevitablemente queda situado en una nueva  perspectiva de la realidad. Se encuentra con que nada de lo que él cree que es,  satisface como respuesta a su maestro, lográndose dar cuenta que no tiene  conocimientos para dar solución a la cuestión101.  
     
      El ejemplo que nos ha proporcionado  Hypatia da idea de los di-versos recursos empleados por muchos maestros  herméticos102 con el fin de provocar rupturas de nivel en la conciencia del aprendiz,  favoreciendo así el proceso de purificación del alma para aprehender –con el  concurso de la certeza que confiere la intuición intelectual– las más altas  realidades del Ser y la apertura a mundos o planos siempre presentidos y mucho  más libres, sutiles, etéreos, universales y próximos a la conciencia de Unidad  o Eternidad.  
     
      Unicamente  agregaremos, sin pretender agotar las enseñanzas contenidas en el Koan planteado  por Hypatia, que éste invita a meditar en la simbólica del período  menstrual femenino, y por extensión, y en virtud de las leyes de  correspondencia y analogía, en el de cualquier otro ciclo, ya sea de alcance  macro o microcósmico, posibilitando así el descubrimiento de ciertos módulos,  proporciones y leyes inexorables que se repiten tanto en el discurrir circular  de los astros y estrellas por el cielo, como en el ritmo respiratorio o  cardíaco, en el devenir de las estaciones al correr el año, en las fases del  día, de la luna, en el movimiento de las mareas, el crecimiento de los  vegetales y también en la sucesión de las edades del hombre, de una humanidad o  de un universo entero. Hay un estudio de Mª Angeles Díaz titulado  "Simbolismo menstrual" cuya lectura recomendamos para profundizar en  esta simbólica y del que evocamos:  
     
          Todos los ciclos de la naturaleza son  análogos entre sí y constituyen el movimiento gracias al cual la vida está en  permanente regeneración. El período menstrual femenino, corresponde a esa fase  cíclica donde la vida inicia su proceso de purificación. El óvulo que no ha  sido fecundado, y que por tanto está negado a la vida, es expulsado de la  matriz, creándose así la posibilidad de una nueva fecundación. Es éste pues, un  período cargado de una energía verdaderamente misteriosa, ya que en él la  muerte y la vida, se hallan entrelazadas, conformando ambas dos fases de una  misma realidad103.  
     
      Muerte y Regeneración   
     
      Llegamos al término de  este recorrido simbólico asistiendo a un nuevo entrecruzamiento mágico, en este  caso entre la vida-muerte-renacimiento de Hypatia y el mito de las deidades Isis  y Osiris tan destacado en la civilización egipcia. Plutarco dice de la diosa  Isis:  
     
          En efecto, el nombre que lleva parece  decirnos que el saber y la ciencia no convienen a nadie más que ella. (…)  
     
      "Soy todo cuanto ha sido, todo  cuanto es y todo cuanto será, y mi velo no ha sido nunca  levantado por mortal alguno"104.  
     
      De igual modo, Hypatia  no aspiró a otra cosa durante su existencia terrena que no fuese el  Conocimiento, consagrándose por entero a la aprehensión de la Sabiduría, o en  otros términos, a la búsqueda de la palabra sagrada.  
     
          Pero la diosa Isis sabe reunirla [dicha  palabra] en su integridad, mantenerla en su orden y transmitirla a los  iniciados que se consagran al culto de su divinidad. (Plutarco, op. cit.,  pág. 17)  
     
      Igualmente, nuestra  filósofa recibió el mensaje tradicional y lo legó a viva voz a todo aquél que  se abría con sinceridad de corazón a los efluvios celestes.  
     
          Cuando reinó Osiris, sacó a los egipcios  de su existencia de privaciones y de bestias silvestres, les dio a conocer los  frutos de la tierra, y les dio leyes, enseñándoles a respetar a los dioses. Más  tarde recorrió toda la tierra para civilizarla. Pocas veces se vio obligado a  recurrir a la fuerza de las armas, siendo por medio de la persuasión, el  razonamiento, y alguna vez encantándoles con sus canciones y todos los recursos  de la música, como se atrajo frecuentemente el mayor número de hombres. (ibid.,  pág. 40) 
     
       La misión de los  adeptos alejandrinos, entre los que contamos por supuesto a Hypatia, fue  análoga a la de Osiris, el paredro de Isis, el cual simboliza tanto la función  civilizadora y ordenadora que emana de la Sabiduría divina aplicada con  Inteligencia, como también su estrecha vinculación al ciclo  vida-muerte-regeneración presente en cualquier doctrina tradicional que aborde  el tema de los ciclos cósmicos. Y el mito sigue con su didáctica:  
     
          Durante la ausencia de Osiris, Tifón no se atrevió a introducir innovación alguna, pues Isis ejercía  estrecha vigilancia, conservándolo todo en orden. Pero a la vuelta de dicho  dios, Tifón le preparó emboscadas. (ibid., pág. 41)  
     
      Los ignorantes,  envidiosos y ambiciosos, aferrados siempre a lo mundano y contingente, se ponen  ellos mismos indefinidas trabas que les impiden recibir la fecundación  espiritual. Sumidos en una completa desorientación e incomprensión, persiguen  entonces a todo aquél que encarna un Conocimiento que los excede. Esto sucedió  en la Alejandría del s. V d. J. C. Ciertos grupos de cristianos fanáticos,  dogmáticos y literalistas emprendieron una encarnizada persecución y cacería  sobre los mal llamados paganos, los que no eran sino sabios o filósofos  tendentes a la experiencia metafísica. De igual modo, en el mito se relata:  
     
          Tifón es cegado por el humo de la  ignorancia y el error, siendo enemigo de dicha divinidad [Isis]; no procura más  que destrozar y empeñar la palabra sagrada. (ibid., pág. 17)  
     
      Y el texto de Sócrates Escolástico nos dice respecto a Hypatia:  
     
          Por la magnífica libertad de palabra y acción,  que había adquirido a consecuencia del cultivo de su alma, accedía de manera  respetuosa a los jefes de la ciudad, y para ella no era motivo de vergüenza  estar en medio de una asamblea de hombres. En realidad, a causa de su  extraordinaria sabiduría, todos la respetaban profundamente, y le tenían un  temor reverencial. Por este motivo, al mismo tiempo fue creciendo la envidia  hacia ella. Como a veces coincidía con el prefecto Orestes, la envidia puso en  circulación la calumnia de que ella no permitía su reconciliación con el obispo  Cirilo. Algunos hombres se apresuraron con un celo fiero y la interceptaron  volviendo a casa. La tiraron del carro y la llevaron a la iglesia llamada  Cesárea donde la mataron y la descuartizaron con conchas105.  
     
      Crueldad extrema la de  la ignorancia, que cobra una dimensión mucho más amplia por su circunscripción  al mito: Tifón y sus secuaces encierran a Osiris en un cofre106 y lo tiran al río, siguiendo su viaje  por mar hasta tierras lejanas. Isis sale en su búsqueda y tras una serie de  vicisitudes lo recupera, retorna al dios momentáneamente a la vida para  concebir a Horus y después lo esconde en un lugar apartado. 
     
          Pero Tifón, una noche  que iba de caza a la luz de la luna, lo halló, reconoció el cuerpo, lo cortó en catorce  trozos y los dispersó a todos los vientos.  (Plutarco, op. cit. pág. 50-51)  
     
      El fanatismo, la  ignorancia y la ambición acabaron con la vida de Osiris así como con la de  Hypatia en tanto que ser individual, pero la transmisión de la Sabiduría no se  interrumpió. El mito prosigue:  
     
          Informada Isis de lo que había ocurrido,  partió en su busca en una barca hecha de papiros y recorrió las marismas. (…)  Por ello muchos sepulcros pasan en Egipto por contener a Osiris, pues Isis  levantaba una tumba en todo lugar sobre el que hallaba un trozo de cadáver. (ibid.  pág. 51)  
     
      El saber universal  atesorado en el seno de la vigorosa Tradición Hermética que se expande desde  Alejandría y del que Hypatia es una valiente y entregada representante, fue  llevado por sus discípulos a otras tierras, y en ellas surgieron nuevos centros  espirituales.  
     
          Ciertos autores no admiten esta leyenda, y, según ellos, Isis modelaba imágenes con todos cuantos trozos  hallaba, dándolas sucesivamente a cada una de las ciudades, como si hubiera  dado el cuerpo entero.  
     
      Allí donde la semilla  de la Tradición Hermética cayó en el interior de una tierra fértil, esto es, en  el corazón receptivo de nuevos adeptos, germinó su mensaje vivificador con más  esplendor si cabe; y si bien muchos seres humanos perecieron en su labor  testimonial y difusora, la doctrina renació en otros ámbitos temporales y  espaciales y bajo nuevos ropajes sin perder ni un ápice de su fulgor.107 Isis, 
     
          también quería que Osiris recibiese  todos los honores posibles, y que Tifón, si llegaba a vencer a Horus, se  equivocase al buscar el verdadero sepulcro de Osiris, engañado por la  diversidad de todo cuanto pudiere decírsele o indicársele. (ibid.)  
     
      La plasticidad,  versatilidad y capacidad de adaptación son cualidades inherentes a la  naturaleza de la Tradición Hermética, la cual, haciendo frente a todos los  embates de la vida, y operando constantes adaptaciones, siguió y continúa  vertebrando lo que resta de la civilización occidental. La estrella alejandrina  murió, pero su luz aún es visible. La esencia de Hypatia pervive a través de  sus descendientes espirituales.  
     
      La vida de acuerdo con  el intelecto es el fin del hombre: en pos de ella vayamos, pidiéndole a Dios  una sabiduría divina y reuniendo nosotros mismos, dentro de lo posible, la  sabiduría de todas partes. (Sinesio de Cirene. Carta a Herculiano) 
     
      Notas 
     
      87 Para tomar conciencia  de la importancia de esta ciudad del Mediterráneo en los primeros siglos de  nuestra era ver los acápites titulados "Alejandría", "El  Hermetismo Alejandrino" y "Cosmovisión Hermética Alejandrina"  del volumen de Federico González y cols. SYMBOLOS Nº 25-26, op. cit. (Retorno al texto) 
          88 Ver: Sinesio de Cirene. Cartas. Ed. Gredos. Madrid, 1995. Las cartas  destinadas a Hypatia son: 10, 15, 16, 46, 81, 124, 154. Las cartas en las que  figura su nombre: (5, 263), (124, 2), (136, 16), (137, 8). (R) 
          89 Estas informaciones  han sido recogidas en varios artículos aparecidos en la revista Alexandria.  The Journal of the Western Cosmological Traditions, Nº 2. Phanes  Press. Grand Rapids, Michigan, 1993. También del libro: Nuria Solsona i Pairó. Mujeres  científicas de todos los tiempos. Ed. Talasa. Madrid, 1997. De éste hemos  rescatado algunas citas interesantes (Sócrates Escolástico, Damascio), aunque  el punto de vista en el que nos situamos en nuestro estudio no tiene nada que  ver con el tono feminista y psico-social-histórico que emplea la autora. (R) 
          90 El Museo es  fundamentalmente el templo de las musas, un centro de enseñanza en el que se  transmiten los saberes inspirados por las nueve diosas, emisarias celestes, las  cuales revelan los secretos inherentes a la cosmogonía a los hombres y mujeres  abiertos a su influjo espiritual. Los actuales museos se han convertido en  grandes almacenes de piezas y objetos antiguos, catalogados según criterios  pretendidamente científicos, cuya acumulación acaba por aburrir al visitante.  ¡Pero cuán distinto significado cobraría la visita a estos recintos si uno los  encarase como la posibilidad de contemplar símbolos vivos de toda cultura,  significantes y vehiculadores de la misteriosa realidad del mundo y del hombre! (R) 
    91 Sinesio de Cirene. Cartas, op. cit., 137, 8.  (R) 
          92 Ya hemos dicho que  Hypatia sobresalió por sus enseñanzas en Astronomía; al respecto traemos a la  memoria unas consideraciones de Sinesio de Cirene dirigidas a Peonio:  "Y es que la astronomía es ella misma una ciencia muy digna y quizá podría  servir de ascenso hacia algo aún más venerable: yo la considero un paso ya  próximo a la inefable teología. Pues la materia se encuentra colocada bajo el  feliz cuerpo del cielo, cuyo movimiento les parece a los más encumbrados  filósofos que es una imitación del intelecto. Ella va avanzando también hasta  sus demostraciones de manera irrebatible, pero utiliza como ayudante a la  geometría y la aritmética, a las que uno podría llamar, sin apartarse de lo  correcto, canon inalterable de la verdad. Te entrego, pues, un regalo, el más  adecuado para dártelo yo y recibirlo tú, obra de mi inteligencia, según todos  esos conocimientos que me facilitó mi veneradísima maestra". Sinesio de  Cirene. "A Peonio". Himnos. Tratados. Ed. Gredos. Madrid,  1993, pág. 243-44. (R) 
    93 Expresión de Plotino referida a la cadena áurea de iniciados desde el  origen de los tiempos hasta ahora. (R) 
    94 Acerca del filósofo  dice también Sinesio: "Este discurso que nos ocupa llama 'especialista' o  'experto' al que corta y separa del resto una cualquiera de las ciencias, según  cada cual sea adepto de una u otra divinidad; 'filósofo', por el contrario, al  que armoniza en sí mismo el concierto de todas ellas y lo múltiple lo hace uno; y ya no sólo  esto, sino que ha de añadirse el hecho de que también el deber propio que él  tiene es más importante que el del coro, tal como se dice que Apolo unas veces  canta al unísono con las Musas, tras entonar el preludio e indicarle el compás  al grupo, y otras canta él solo –éste sería el canto sagrado e inefable. El  filósofo, a nuestro entender, estará en comunión consigo mismo y con Dios por  medio de la filosofía, y lo estará con los hombres por medio del poder  subyacente en la palabra". Sinesio de Cirene. "Dión o sobre su norma  de vida". Himnos. Tratados. op. cit., pág. 363-64. (R) 
    95 Con ello estamos  afirmando que los iniciados de todos los tiempos y lugares han constituido y  constituyen una entidad espiritual, un organismo vivo que participa y actualiza  en cada momento del devenir y en cualquier espacio geográfico la realidad sacra  del Ser Universal como reflejo o revelación de la verdadera posibilidad total y  absoluta del No-Ser, contando para esta labor con el soporte de la Vía  Simbólica, el Rito de la Memoria y la vivencia del Mito. El despertar a este vínculo  sutil y supraindividual y la posterior realización de todas sus posibilidades  –lo que viene a denominarse "realización espiritual"– se opera en la  interioridad del ser, directamente, por la certeza y con el concurso de la  facultad llamada intuición intelectual, aunque dicha transmisión puede  vehicularse a través de diversas vías, a saber, la iniciación de tipo  sapiencial, la guerrera o caballeresca, o bien en el seno de organizaciones  iniciáticas grupales que toman como soporte un oficio; también se da en la  vacuidad del corazón del solitario, pero en el fondo, sea cual sea la forma que  asuma esa vehiculación –que no será más que una adaptación a las circunstancias  relativas para asegurar su continuidad ininterrumpida– el propósito último es  siempre y en todo lugar el mismo: la Iniciación y la Realización Espiritual.  Por lo que respecta a Hypatia y sus coetáneos, no disponemos de escritos (pues  casi nunca los hay) que atestigüen cómo se desarrollaron en ese tiempo  histórico los ritos y las prácticas iniciáticas que perseguían tal fin; lo  cierto es que, ya fuesen unos u otros, no dejaron de operarse, propiciando la  toma de conciencia de la unión suprahumana entre todos los seres afines al  Mensaje Tradicional y asegurando así el fluir de una herencia celeste que se ha  prolongado hasta nuestros días. (R) 
    96 Sinesio de Cirene. "Relatos  Egipcios". Himnos. Tratados. op. cit., pág. 234. (R) 
    97 La literatura  tradicional hila las ideas divinas con un lenguaje a veces enigmático o  críptico, en parte por la naturaleza inefable del Misterio, en parte como  medida de protección ante las miradas profanas. Por otro lado es indudable la  colaboración entre los filósofos y la edificación conjunta de muchas de sus  producciones. Como ejemplo de estas dos cuestiones que acabamos de comentar  veamos qué le dice Sinesio a su maestra Hypatia en una carta:  "Este año he dado  a luz dos libros: uno movido por Dios y el otro por la crítica de los hombres.  (…) A cualquiera que esté ejercitado en descubrir algo y hasta un divino  semblante oculto bajo una apariencia muy vil (tal como hacían en Atenas los  artistas, al encerrar a Afrodita o a las Gracias o a otras diosas de similar  belleza dentro de estatuas de Silenos o Sátiros), a éste no se le escapará que  mi obra también revela muchas doctrinas sagradas que, sin embargo, sí se les  escaparán a otros bajo la sobrehaz de ser cosas superfluas y por haber sido  introducidas en el discurso de una manera demasiado casual y podría parecer que  incluso tosca. Y es que de los enfriamientos que se producen por causa de la  luna son los enfermos de epilepsia los únicos que se dan cuenta y, por su  parte, el fulgor de los rebatos ordenados por el intelecto únicamente lo  reciben aquéllos para quienes, teniendo como tienen sanos sus ojos  intelectuales, Dios enciende una luz afín a él, que es el motivo de que lo  intelectual piense y lo inteligible sea pensado. (…) Sobre todo esto, pues,  aguardaré a que des tu juicio. Si decides que debe publicarse, la obra saldrá a  la vez dirigida a rétores y filósofos: a unos los deleitará, a los otros les  será provechosa, siempre que no lo hayas tenido que tachar tú que estás  facultada para dar ese juicio. Si te parece que no es digna de que los griegos  le presten oídos y si  también tú, con Aristóteles por cierto, vas a anteponer la verdad a tu amigo,  una densa y profunda obscuridad la cubrirá y sus palabras pasarán inadvertidas  entre los hombres". Sinesio de Cirene. Cartas, op. cit., carta 154. (R) 
    98 Frase de Damascio que  se cita en el libro: Nuria Solsona i Pairó. Mujeres científicas…, op.  cit. pág. 32. (R) 
    99 Para conocer la  totalidad del artículo ver: Ester Llecha. "La Virgen". Revista  SYMBOLOS Nº 6. Guatemala, 1993, pág. 137-140. (R) 
    100 Existen muchas  similitudes entre la tradición hermética y la extremoriental, no tan sólo en  esencia (pues ya sabemos que el núcleo de todas las tradiciones es idéntico)  sino incluso en su revestimiento formal. Sirva sólo a título de ejemplo el que  en ninguna de las dos encontramos un exoterismo de tipo religioso; la práctica  de sus ritos muchas veces no precisa de la existencia de templos, sino que se  realiza a la intemperie, en la soledad e intimidad del corazón del adepto;  además sus simbólicas son muy afines, tal el caso de la importancia concedida  por ambas tradiciones a la Alquimia como ciencia de las transmutaciones del  alma, o también a la identidad entre la simbólica del caduceo hermético y la  del yin-yang oriental, entre muchas otras correspondencias. (R) 
    101 Mª Angeles Díaz. "Notas sobre el Zen". En: SYMBOLOS telemática, http://  www.geocities.com/symbolos/notaszen.htm (R) 
    102 Sería muy extenso  enumerar las paradojas planteadas por la larguísima cadena de estos sabios, ya  que en sus didácticas subyacen indefinidos planteamientos aparentemente  incongruentes y chocantes para acometer la conquista del Conocimiento, lo cual  se halla incluso plasmado en el devenir de sus propias existencias, trufadas de  situaciones extraordinarias, esto es, no explicables por el simple razonamiento  mental-discursivo. Como dice Federico González: "Sus mismas vidas muchas  veces son ejemplos vivientes de un Koan perpetuado. Basta sólo ci-tar  los nombres de ellos en los siglos XV, XVI, y XVII, o sea de los que tenemos  más o menos referencia, comenzando por Giordano Bruno, Cornelio Agripa,  Guillaume Postel, Paracelso, John Dee, Edward Kelly, Robert Fludd, Marsilio  Ficino, Pico de la Mirándola, Campanella, etc., etc. para percatarnos de la  permanente irrupción de lo asombroso y suprahumano". (R) 
    103 SYMBOLOS Nº 11-12: Tradición  Hermética. Guatemala, 1996, pág. 226-230. (R) 
    104 Plutarco. Isis y  Osiris. Los misterios de la iniciación. Ed. Obelisco. Barcelona, 1997, pág.  16 y 31-32. (R) 
    105 Sócrates Escolástico. Historia  Eclesiástica, 7, 13. (R) 
    106 No deja de ser bien  significativo que el cofre con el cuerpo de Osiris, símbolo en muchas  tradiciones del arca que contiene el tesoro tanto material como espiritual,  llega hasta las costas de Biblos (palabra que etimológicamente se  emparenta con Biblia y por tanto con el legado tradicional depositado en éste o  cualquier otro libro sagrado) y allí Isis lo recupera del interior de una  columna de tamarisco que había recubierto al cofre; añadir sólo que el  tamarisco es un arbusto que simboliza la inmortalidad. (R) 
    107 La Ciencia Sagrada  continuó encarnándose en organizaciones iniciáticas de corte caballeresco, en  las de los monjes guerreros, en las cofradías de constructores de las  catedrales góticas y de muchas de las edificaciones posteriores, en magos,  teúrgos, alquimistas, cabalistas cristianos, médicos, mecenas de las Artes  Liberales, juglares, poetas, curanderos, comerciantes, artesanos, titiriteros,  pintores y más, muchos más. (R) 
     
     
       
     
       
      
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