|
Capítulo III
Una estrella en Alejandría:
Hypatia (370-415 d. J. C.)
Retrato atribuido a Hypatia,
filósofa, matemática y astrónoma alejandrina del s. V
Madre, hermana, maestra, benefactora mía en todo, y todo lo que para mí tiene valor en dichos y hechos.
Sinesio de Cirene. Carta dirigida a su maestra Hypatia.
Penetramos ahora un nuevo mito y en un instante nos ubicamos en la Alejandría del siglo IV después de Cristo. Esta ciudad de Egipto acogió durante los siglos II y III de nuestra era a sabios procedentes de las tierras más diversas; hombres y mujeres venidos de Grecia, Roma, Persia, norte de Africa, e incluso de la India y del Lejano Oriente, los cuales, reunidos por un interés común de transmisión de Conocimiento, realizaron una magna labor de síntesis del legado tradicional universal, comunicándose a viva voz las enseñanzas sapienciales, ya fuera en escuelas, academias, museos, o en templos a cubierto de las miradas profanas, a la par que en la vastísima biblioteca que atesoraba dicha ciudad se reunían volúmenes de los textos sagrados de cada una de las culturas que representaban, o bien nuevas glosas inspiradas que aportaban más luces al saber. Período floreciente de la humanidad en el que la Tradición Hermética se nutrió de las enseñanzas universales aportadas por todos estos hombres de Conocimiento, imprimiendo a esta rama de la Tradición Primordial un vigor renovado y una actualización de su mensaje universal y perenne.87
Pero ya se sabe que tras la conquista esplendorosa de cualquier cumbre sigue el declive o descenso; y el brillo que por un tiempo irradió desde este enclave del Mediterráneo se fue apagando poco a poco, si bien no murió, sino que se desplazó o transfirió por vía aérea, a expensas del dios Hermes, hacia otras tierras en las que emergieron nuevos centros espirituales y focos de saber. En el siglo IV y V asistimos ya al inicio del eclipse del faro alejandrino, y es justo en este período cuando resuena el nombre de una sabia mujer, Hypatia, que etimológicamente deriva del griego ypatos, es decir, "lo más alto", "lo más elevado" y también "lo más perfecto y excelso", tendencias a las que aspiró toda su vida.
Repasemos las voces tradicionales y fidedignas que nos hablan de su paso por la Tierra. En primer lugar está la de Teón, su padre, que la menciona en el libro III del Comentario sobre la Sintaxis matemática o Almagesto de Ptolomeo. También se han conservado hasta la actualidad algunas de las cartas que dirigiera el discípulo y amigo Sinesio de Cirene88 a su venerada maestra, así como ciertos fragmentos de la biografía de esta mujer recogidos en la Historia Eclesiástica de Sócrates Escolástico y también en La vida de San Isidoro de Damascio de Damasco. Finalmente aparecen algunas referencias a Hypatia en un léxico del s. X llamado La Suda89. Son pocos los datos, pero tan significativos que hablan por sí solos, configurando una nueva historia ejemplar en la que lo anecdótico adquiere el carácter revelador de realidades míticas y metahistóricas a todo aquél que las encare como soportes de autoconocimiento.
El Magisterio
Se sitúa el nacimiento de Hypatia hacia el 370 d. J. C. en Alejandría. Su padre era matemático y astrónomo en el Museo90 de dicha ciudad. En la Historia Eclesiástica de Sócrates Escolástico se relata:
Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hypatia, hija del filósofo Teón, que logró tales alcances en literatura y ciencia, que sobrepasó de mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción.
Así como en Atenas refulgía el saber de Asclepigenia, Proclo y los demás maestros y alumnos de la Academia, en Alejandría aún brillaban los últimos destellos de los recreadores de Platón y la Ciencia Sagrada, uno de cuyos representantes fue esta sabia fémina. Damascio nos cuenta que Hypatia,
de naturaleza más noble que su padre, no se conformó con el saber que viene de las ciencias matemáticas, en las que había sido introducida por él, sino que se dedicó a las otras ciencias filosóficas con mucha entrega.
Se dice que Hypatia aplicó toda su vida a la enseñanza de las matemáticas, la astronomía y la filosofía en el citado Museo y era tal su sabiduría que, como relata su propio discípulo Sinesio en una carta que envía a su buen amigo Herculiano91, muchos seguidores del Conocimiento, entre los que se contaban ellos dos, viajaban hasta Alejandría para recibir directamente de esta mujer iniciada en los misterios la enseñanza esotérica:
Si de verdad el provecho que se obtenía de los errantes viajes de Odiseo era, como afirmó Homero, "ver las ciudades de muchos hombres y conocer su forma de pensar", y eso aún habiendo arribado a las costas no de gente agradable sino de Lestrigones y Cíclopes, de seguro que el poema habría celebrado maravillosamente este viaje tuyo y mío, que nos ha permitido llegar a conocer por experiencia cosas que, aunque la fama las contara, no se creerían. Y es que hemos visto con nuestros propios ojos y escuchado con nuestros propios oídos a la auténtica maestra de los misterios de la filosofía. (Sinesio de Cirene, op. cit., c. 137, 1)
En otra carta añade:
Sin duda, hoy día, en nuestro tiempo, es Egipto el que ha acogido y hace germinar la semilla de Hypatia. (c. 136, 15)
Mencionaremos aún otro fragmento de una carta de Sinesio dirigida a su hermano, en la que le pide:
Saluda cariñosamente a la muy venerable filósofa, la predilecta de la divinidad, y a ese feliz corrillo que disfruta de su divina voz… (c. 5, 263)
Según todos estos testimonios nos encontramos indudablemente frente a una iniciada en los grandes misterios de la antigüedad, una adepta inspirada por las Musas, una maestra92 de la Ciencia Sagrada cuya autoridad venida de lo alto fue reconocida por todos los que participaban del amor al Conocimiento, una heredera de las doctrinas neoplatónicas y neopitagóricas que legó generosamente a su descendencia espiritual. Hypatia fue una voz del
coro del inmortal amor93
que con su sola presencia, gestos y conciencia, contribuyó a sostener el mundo, gracias al repetido rito de actualización del Sí Mismo. En este sentido, nada más evidente que unas palabras que dirigió Sinesio a su maestra:
Me parece que estoy haciendo lo propio del eco. Las voces que he captado las devuelvo. (Sinesio de Cirene, Cartas, op. cit., c. 46)
Hypatia forma parte del círculo de adeptos de la Tradición Hermética, o de los "locos" por la Sabiduría, que es lo que son y han sido siempre los verdaderos filósofos94, unidos entre sí por un
vínculo suprahumano o divino. Religados por los lazos indestructibles del origen espiritual único e idéntico y sabiéndose partícipes de un parentesco celeste, los integrantes conscientes de esta fraternidad, que se remonta desde la actualidad hasta el principio de los tiempos95, se han considerado siempre entre sí como hermanos. Es por eso que Sinesio llama también a su venerada maestra, hermana, y merced a sus escritos la podemos identificar como un eslabón de la cadena de seres humanos vivificadores del Mensaje liberador de la Tradición, sin que ello le suponga ningún mérito especial – sino la sola constatación de su participación consciente en la gran concordia universal y armonía del Todo–, aunque tampoco se mengüe en nada su función. Hypatia: una varilla hueca de cristal por la que sopló el Espíritu, y tras ella un hilo sutil de adeptos y adeptas que han repetido el rito de la vacuidad y la apertura a la realidad del Principio. El discurso de la modernidad va pregonando que todas estas ideas pertenecen a una mentalidad antigua, de sobras superada por el progreso; pero si no claudicamos y seguimos navegando a través de estas vidas simbólicas, descubriremos que la visión sagrada ha perdurado milagrosamente hasta nuestros días.
De la producción literaria de esta mujer no nos ha llegado nada; solamente conocemos los títulos de tres obras que se le atribuyen: un Comentario a la Aritmética de Diofanto, otro Comentario a las Cónicas de Apolonio y el Canon Astronómico, del que no puede asegurarse a ciencia cierta si es obra suya o de su padre Teón, aunque sea lo que fuere, es indudable la estrecha colaboración entre ambos. Estos sucintos datos nos permiten recordar que jamás ningún hombre o mujer de conocimiento ha inventado una sola palabra o Idea. Ya se sabe que el Verbo emana del Principio Supremo, y que el lenguaje es una revelación divina; lo mismo cabe decir de los textos sagrados de todas las tradiciones, los cuales, aunque transcritos por mano humana, son fruto de la Inteligencia y Sabiduría divinas "depositadas" en la intimidad del corazón del sabio, del teúrgo o del hierofante. Las verdades eternas no se inventan, se reconocen en la huella del Ser y su expresión es siempre inagotable y sorprendente. En palabras de Sinesio, el discípulo de Hypatia:
Pitágoras de Samos afirma que el sabio no es sino un espectador de las cosas que son y de las que devienen; que se le hace venir, pues, al universo como a un certamen sagrado, en el que pueda contemplar lo que ocurre96.
Entonces, los adeptos o iniciados, inspirados siempre por las Musas o por las deidades intermediarias como el propio Hermes, se ciñen a la vivificación del mensaje perenne, inmutable y universal, aportando sólo determinados matices en la manera de decir, lo cual no resta ni un ápice de brillo, de belleza ni espontaneidad u originalidad a la nueva obra. Sus escritos consisten fundamental-mente en comentarios que, partiendo de los Principios universales
o de los arquetipos divinos, admiten indefinidos desarrollos y concreciones materiales. También realizan glosas sobre obras buriladas por otros sabios coetáneos o que les precedieron. Así es como se ha ido tejiendo la literatura sapiencial: haciendo fructificar una herencia espiritual inmutable en esencia, pero que se actualiza y vivifica constantemente, lo cual es análogo a la re-creación siempre novedosa y asombrosa de un gesto original y primigenio97. La mal llamada "creación" literaria es un invento moderno, producto de la desvinculación y del aparente olvido del hombre actual de los Principios Universales, –que son los verdaderos artífices o generadores de toda ulterior manifestación–, lo que la convierte en el terreno de abono más propicio para dar rienda suelta a la siempre inestable y móvil psiqué, la cual, sin la referencia inmutable del Principio o del Espíritu, deja entonces de ser un espejo límpido del mundo de las ideas, para convertirse en la rasante expresión de la individualidad humana atrapada en la multiplicidad, la materialización, el desorden y los indefinidos egos o falsas identidades.
Virginidad y Maternidad
Destacamos ahora dos aspectos más de la existencia de Hypatia que se suman a su ya señalada condición de iniciada, adepta, maestra y hermana y que resultan también altamente significativos en este relato: se trata de su virginidad y maternidad en el plano espiritual. Estos atributos, leídos en clave simbólica y traspasada su interpretación puramente literal o alegórica, ilustran la posibilidad de la permanente encarnación de los arquetipos divinos en el seno del ser humano receptivo y libre de prejuicios. Dice Damascio:
Además de conseguir el grado más alto de la virtud práctica en el
arte de enseñar, era justa y sabia, y se mantuvo toda la vida virgen98.
Y como bien hemos podido leer en el encabezamiento de este capítulo, Sinesio reconoce a Hypatia como su madre o progenitora en la Vía del Conocimiento. La voz de una mujer contemporánea explica sintéticamente la esencia de estas dos ideas estrechamente vinculadas, y presentes unánimemente en todas las tradiciones,
más allá de la simple interpretación fisiológica, psicológica, moral
o religiosa que pueda dársele, la cual sólo puede tener un interés secundario:
… el símbolo de la Virgen, expresa fundamentalmente un aspecto arquetípico: la receptividad o capacidad, la posibilidad que la hace contenedora de la Toda-posibilidad emanada de la Voluntad del Principio. El desarrollo y alumbramiento de este germen que alberga la Virgen, la hace a la vez madre. Y es así que la encontramos representada como deidad femenina en las diferentes culturas, siendo simultáneamente Virgen y Madre que retorna al estado virginal después del alumbramiento, inmaculada e intacta para una nueva concepción. En su estado de virginidad no fecundada la Virgen es la substancia primordial indiferenciada; simboliza lo no manifestado, lo no revelado, la potencia con respecto a la manifestación. En cuanto a principio pasivo representado por lo femenino, la virgen madre constituye uno de los polos de la manifestación, complementario del principio activo y masculino99.
Y añadiremos también, secundando a esta autora, que virginidad y maternidad son dos estados del alma del iniciado (encarnados vivamente por nuestra querida Hypatia). El primero se refiere a la imprescindible necesidad de vaciar el alma del adepto de toda programación e idea preconcebida, de hacer tabula rasa y de borrar cualquier condicionamiento e ilusión. El segundo, a la posibilidad de que la cámara secreta de su corazón devenga un receptáculo apto para recibir el influjo espiritual emanado del Principio, que desarrollado por el fuego del Amor en el seno de la matriz, geste y dé nacimiento al nuevo ser, el iniciado o "dos veces nacido", el que traspasando los misterios de la vida y de la muerte se identifica con su verdadera esencia inmortal.
Hay también otro hecho "curioso" en la vida de Hypatia –relacionado igualmente con su condición femenina– evocado por varias de las fuentes tradicionales a las que nos estamos refiriendo y que ha pasado a la historia como una anécdota un tanto incomprensible, si no grotesca y hasta incluso tildada de una cierta ordinariez. En un pasaje de La vida de San Isidoro, Damascio relata que, dada la extrema belleza de Hypatia, muchos de sus discípulos se prendaban de ella. En una ocasión, un alumno se enamoró tan locamente de su maestra, que fue incapaz de controlarse y le mostró abiertamente un signo de su infatuación. Ella, entonces, reunió compresas manchadas durante su período menstrual y se las enseñó diciéndole:
¡Esto es lo que tú amas, hombre joven, y no es bello!
El muchacho, avergonzado y sorprendido, experimentó un cambio de corazón y se marchó como un hombre regenerado. Reconocemos aquí una didáctica al modo de las paradojas empleadas por los maestros de las tradiciones extremorientales, sobre todo los del Budismo Zen100.
Algunas escuelas Zen han desarrollado un método de enseñanza denominado Koan. Los Koans son una especie de problemas psicológicos que le son planteados al alumno para que éste los resuelva. (…) Este ejercicio espiritual, consiste en meditar en un tema concreto y aparentemente paradójico propuesto por el maestro al alumno, y que éste jamás podrá resolver empleando su lógica racional, por lo que se ve obligado a una reflexión exhaustiva para dar respuesta
al "asunto", que al no darle resultados, acaba por provocarle un estado de catarsis que derrumba todos sus pensamientos y sus nociones de las cosas. Equivalente a decir que se ve obligado a interrumpir su diálogo interno, a desprenderse de sus conceptos y prejuicios, de sus adherencias, en definitiva de todo aquello que le impide entender la naturaleza de las enseñanzas. Embargado por la duda y el desconcierto, el aprendiz inevitablemente queda situado en una nueva perspectiva de la realidad. Se encuentra con que nada de lo que él cree que es, satisface como respuesta a su maestro, lográndose dar cuenta que no tiene conocimientos para dar solución a la cuestión101.
El ejemplo que nos ha proporcionado Hypatia da idea de los di-versos recursos empleados por muchos maestros herméticos102 con el fin de provocar rupturas de nivel en la conciencia del aprendiz, favoreciendo así el proceso de purificación del alma para aprehender –con el concurso de la certeza que confiere la intuición intelectual– las más altas realidades del Ser y la apertura a mundos o planos siempre presentidos y mucho más libres, sutiles, etéreos, universales y próximos a la conciencia de Unidad o Eternidad.
Unicamente agregaremos, sin pretender agotar las enseñanzas contenidas en el Koan planteado por Hypatia, que éste invita a meditar en la simbólica del período menstrual femenino, y por extensión, y en virtud de las leyes de correspondencia y analogía, en el de cualquier otro ciclo, ya sea de alcance macro o microcósmico, posibilitando así el descubrimiento de ciertos módulos, proporciones y leyes inexorables que se repiten tanto en el discurrir circular de los astros y estrellas por el cielo, como en el ritmo respiratorio o cardíaco, en el devenir de las estaciones al correr el año, en las fases del día, de la luna, en el movimiento de las mareas, el crecimiento de los vegetales y también en la sucesión de las edades del hombre, de una humanidad o de un universo entero. Hay un estudio de Mª Angeles Díaz titulado "Simbolismo menstrual" cuya lectura recomendamos para profundizar en esta simbólica y del que evocamos:
Todos los ciclos de la naturaleza son análogos entre sí y constituyen el movimiento gracias al cual la vida está en permanente regeneración. El período menstrual femenino, corresponde a esa fase cíclica donde la vida inicia su proceso de purificación. El óvulo que no ha sido fecundado, y que por tanto está negado a la vida, es expulsado de la matriz, creándose así la posibilidad de una nueva fecundación. Es éste pues, un período cargado de una energía verdaderamente misteriosa, ya que en él la muerte y la vida, se hallan entrelazadas, conformando ambas dos fases de una misma realidad103.
Muerte y Regeneración
Llegamos al término de este recorrido simbólico asistiendo a un nuevo entrecruzamiento mágico, en este caso entre la vida-muerte-renacimiento de Hypatia y el mito de las deidades Isis y Osiris tan destacado en la civilización egipcia. Plutarco dice de la diosa Isis:
En efecto, el nombre que lleva parece decirnos que el saber y la ciencia no convienen a nadie más que ella. (…)
"Soy todo cuanto ha sido, todo cuanto es y todo cuanto será, y mi velo no ha sido nunca levantado por mortal alguno"104.
De igual modo, Hypatia no aspiró a otra cosa durante su existencia terrena que no fuese el Conocimiento, consagrándose por entero a la aprehensión de la Sabiduría, o en otros términos, a la búsqueda de la palabra sagrada.
Pero la diosa Isis sabe reunirla [dicha palabra] en su integridad, mantenerla en su orden y transmitirla a los iniciados que se consagran al culto de su divinidad. (Plutarco, op. cit., pág. 17)
Igualmente, nuestra filósofa recibió el mensaje tradicional y lo legó a viva voz a todo aquél que se abría con sinceridad de corazón a los efluvios celestes.
Cuando reinó Osiris, sacó a los egipcios de su existencia de privaciones y de bestias silvestres, les dio a conocer los frutos de la tierra, y les dio leyes, enseñándoles a respetar a los dioses. Más tarde recorrió toda la tierra para civilizarla. Pocas veces se vio obligado a recurrir a la fuerza de las armas, siendo por medio de la persuasión, el razonamiento, y alguna vez encantándoles con sus canciones y todos los recursos de la música, como se atrajo frecuentemente el mayor número de hombres. (ibid., pág. 40)
La misión de los adeptos alejandrinos, entre los que contamos por supuesto a Hypatia, fue análoga a la de Osiris, el paredro de Isis, el cual simboliza tanto la función civilizadora y ordenadora que emana de la Sabiduría divina aplicada con Inteligencia, como también su estrecha vinculación al ciclo vida-muerte-regeneración presente en cualquier doctrina tradicional que aborde el tema de los ciclos cósmicos. Y el mito sigue con su didáctica:
Durante la ausencia de Osiris, Tifón no se atrevió a introducir innovación alguna, pues Isis ejercía estrecha vigilancia, conservándolo todo en orden. Pero a la vuelta de dicho dios, Tifón le preparó emboscadas. (ibid., pág. 41)
Los ignorantes, envidiosos y ambiciosos, aferrados siempre a lo mundano y contingente, se ponen ellos mismos indefinidas trabas que les impiden recibir la fecundación espiritual. Sumidos en una completa desorientación e incomprensión, persiguen entonces a todo aquél que encarna un Conocimiento que los excede. Esto sucedió en la Alejandría del s. V d. J. C. Ciertos grupos de cristianos fanáticos, dogmáticos y literalistas emprendieron una encarnizada persecución y cacería sobre los mal llamados paganos, los que no eran sino sabios o filósofos tendentes a la experiencia metafísica. De igual modo, en el mito se relata:
Tifón es cegado por el humo de la ignorancia y el error, siendo enemigo de dicha divinidad [Isis]; no procura más que destrozar y empeñar la palabra sagrada. (ibid., pág. 17)
Y el texto de Sócrates Escolástico nos dice respecto a Hypatia:
Por la magnífica libertad de palabra y acción, que había adquirido a consecuencia del cultivo de su alma, accedía de manera respetuosa a los jefes de la ciudad, y para ella no era motivo de vergüenza estar en medio de una asamblea de hombres. En realidad, a causa de su extraordinaria sabiduría, todos la respetaban profundamente, y le tenían un temor reverencial. Por este motivo, al mismo tiempo fue creciendo la envidia hacia ella. Como a veces coincidía con el prefecto Orestes, la envidia puso en circulación la calumnia de que ella no permitía su reconciliación con el obispo Cirilo. Algunos hombres se apresuraron con un celo fiero y la interceptaron volviendo a casa. La tiraron del carro y la llevaron a la iglesia llamada Cesárea donde la mataron y la descuartizaron con conchas105.
Crueldad extrema la de la ignorancia, que cobra una dimensión mucho más amplia por su circunscripción al mito: Tifón y sus secuaces encierran a Osiris en un cofre106 y lo tiran al río, siguiendo su viaje por mar hasta tierras lejanas. Isis sale en su búsqueda y tras una serie de vicisitudes lo recupera, retorna al dios momentáneamente a la vida para concebir a Horus y después lo esconde en un lugar apartado.
Pero Tifón, una noche que iba de caza a la luz de la luna, lo halló, reconoció el cuerpo, lo cortó en catorce trozos y los dispersó a todos los vientos. (Plutarco, op. cit. pág. 50-51)
El fanatismo, la ignorancia y la ambición acabaron con la vida de Osiris así como con la de Hypatia en tanto que ser individual, pero la transmisión de la Sabiduría no se interrumpió. El mito prosigue:
Informada Isis de lo que había ocurrido, partió en su busca en una barca hecha de papiros y recorrió las marismas. (…) Por ello muchos sepulcros pasan en Egipto por contener a Osiris, pues Isis levantaba una tumba en todo lugar sobre el que hallaba un trozo de cadáver. (ibid. pág. 51)
El saber universal atesorado en el seno de la vigorosa Tradición Hermética que se expande desde Alejandría y del que Hypatia es una valiente y entregada representante, fue llevado por sus discípulos a otras tierras, y en ellas surgieron nuevos centros espirituales.
Ciertos autores no admiten esta leyenda, y, según ellos, Isis modelaba imágenes con todos cuantos trozos hallaba, dándolas sucesivamente a cada una de las ciudades, como si hubiera dado el cuerpo entero.
Allí donde la semilla de la Tradición Hermética cayó en el interior de una tierra fértil, esto es, en el corazón receptivo de nuevos adeptos, germinó su mensaje vivificador con más esplendor si cabe; y si bien muchos seres humanos perecieron en su labor testimonial y difusora, la doctrina renació en otros ámbitos temporales y espaciales y bajo nuevos ropajes sin perder ni un ápice de su fulgor.107 Isis,
también quería que Osiris recibiese todos los honores posibles, y que Tifón, si llegaba a vencer a Horus, se equivocase al buscar el verdadero sepulcro de Osiris, engañado por la diversidad de todo cuanto pudiere decírsele o indicársele. (ibid.)
La plasticidad, versatilidad y capacidad de adaptación son cualidades inherentes a la naturaleza de la Tradición Hermética, la cual, haciendo frente a todos los embates de la vida, y operando constantes adaptaciones, siguió y continúa vertebrando lo que resta de la civilización occidental. La estrella alejandrina murió, pero su luz aún es visible. La esencia de Hypatia pervive a través de sus descendientes espirituales.
La vida de acuerdo con el intelecto es el fin del hombre: en pos de ella vayamos, pidiéndole a Dios una sabiduría divina y reuniendo nosotros mismos, dentro de lo posible, la sabiduría de todas partes. (Sinesio de Cirene. Carta a Herculiano)
Notas
87 Para tomar conciencia de la importancia de esta ciudad del Mediterráneo en los primeros siglos de nuestra era ver los acápites titulados "Alejandría", "El Hermetismo Alejandrino" y "Cosmovisión Hermética Alejandrina" del volumen de Federico González y cols. SYMBOLOS Nº 25-26, op. cit. (Retorno al texto)
88 Ver: Sinesio de Cirene. Cartas. Ed. Gredos. Madrid, 1995. Las cartas destinadas a Hypatia son: 10, 15, 16, 46, 81, 124, 154. Las cartas en las que figura su nombre: (5, 263), (124, 2), (136, 16), (137, 8). (R)
89 Estas informaciones han sido recogidas en varios artículos aparecidos en la revista Alexandria. The Journal of the Western Cosmological Traditions, Nº 2. Phanes Press. Grand Rapids, Michigan, 1993. También del libro: Nuria Solsona i Pairó. Mujeres científicas de todos los tiempos. Ed. Talasa. Madrid, 1997. De éste hemos rescatado algunas citas interesantes (Sócrates Escolástico, Damascio), aunque el punto de vista en el que nos situamos en nuestro estudio no tiene nada que ver con el tono feminista y psico-social-histórico que emplea la autora. (R)
90 El Museo es fundamentalmente el templo de las musas, un centro de enseñanza en el que se transmiten los saberes inspirados por las nueve diosas, emisarias celestes, las cuales revelan los secretos inherentes a la cosmogonía a los hombres y mujeres abiertos a su influjo espiritual. Los actuales museos se han convertido en grandes almacenes de piezas y objetos antiguos, catalogados según criterios pretendidamente científicos, cuya acumulación acaba por aburrir al visitante. ¡Pero cuán distinto significado cobraría la visita a estos recintos si uno los encarase como la posibilidad de contemplar símbolos vivos de toda cultura, significantes y vehiculadores de la misteriosa realidad del mundo y del hombre! (R)
91 Sinesio de Cirene. Cartas, op. cit., 137, 8. (R)
92 Ya hemos dicho que Hypatia sobresalió por sus enseñanzas en Astronomía; al respecto traemos a la memoria unas consideraciones de Sinesio de Cirene dirigidas a Peonio: "Y es que la astronomía es ella misma una ciencia muy digna y quizá podría servir de ascenso hacia algo aún más venerable: yo la considero un paso ya próximo a la inefable teología. Pues la materia se encuentra colocada bajo el feliz cuerpo del cielo, cuyo movimiento les parece a los más encumbrados filósofos que es una imitación del intelecto. Ella va avanzando también hasta sus demostraciones de manera irrebatible, pero utiliza como ayudante a la geometría y la aritmética, a las que uno podría llamar, sin apartarse de lo correcto, canon inalterable de la verdad. Te entrego, pues, un regalo, el más adecuado para dártelo yo y recibirlo tú, obra de mi inteligencia, según todos esos conocimientos que me facilitó mi veneradísima maestra". Sinesio de Cirene. "A Peonio". Himnos. Tratados. Ed. Gredos. Madrid, 1993, pág. 243-44. (R)
93 Expresión de Plotino referida a la cadena áurea de iniciados desde el origen de los tiempos hasta ahora. (R)
94 Acerca del filósofo dice también Sinesio: "Este discurso que nos ocupa llama 'especialista' o 'experto' al que corta y separa del resto una cualquiera de las ciencias, según cada cual sea adepto de una u otra divinidad; 'filósofo', por el contrario, al que armoniza en sí mismo el concierto de todas ellas y lo múltiple lo hace uno; y ya no sólo esto, sino que ha de añadirse el hecho de que también el deber propio que él tiene es más importante que el del coro, tal como se dice que Apolo unas veces canta al unísono con las Musas, tras entonar el preludio e indicarle el compás al grupo, y otras canta él solo –éste sería el canto sagrado e inefable. El filósofo, a nuestro entender, estará en comunión consigo mismo y con Dios por medio de la filosofía, y lo estará con los hombres por medio del poder subyacente en la palabra". Sinesio de Cirene. "Dión o sobre su norma de vida". Himnos. Tratados. op. cit., pág. 363-64. (R)
95 Con ello estamos afirmando que los iniciados de todos los tiempos y lugares han constituido y constituyen una entidad espiritual, un organismo vivo que participa y actualiza en cada momento del devenir y en cualquier espacio geográfico la realidad sacra del Ser Universal como reflejo o revelación de la verdadera posibilidad total y absoluta del No-Ser, contando para esta labor con el soporte de la Vía Simbólica, el Rito de la Memoria y la vivencia del Mito. El despertar a este vínculo sutil y supraindividual y la posterior realización de todas sus posibilidades –lo que viene a denominarse "realización espiritual"– se opera en la interioridad del ser, directamente, por la certeza y con el concurso de la facultad llamada intuición intelectual, aunque dicha transmisión puede vehicularse a través de diversas vías, a saber, la iniciación de tipo sapiencial, la guerrera o caballeresca, o bien en el seno de organizaciones iniciáticas grupales que toman como soporte un oficio; también se da en la vacuidad del corazón del solitario, pero en el fondo, sea cual sea la forma que asuma esa vehiculación –que no será más que una adaptación a las circunstancias relativas para asegurar su continuidad ininterrumpida– el propósito último es siempre y en todo lugar el mismo: la Iniciación y la Realización Espiritual. Por lo que respecta a Hypatia y sus coetáneos, no disponemos de escritos (pues casi nunca los hay) que atestigüen cómo se desarrollaron en ese tiempo histórico los ritos y las prácticas iniciáticas que perseguían tal fin; lo cierto es que, ya fuesen unos u otros, no dejaron de operarse, propiciando la toma de conciencia de la unión suprahumana entre todos los seres afines al Mensaje Tradicional y asegurando así el fluir de una herencia celeste que se ha prolongado hasta nuestros días. (R)
96 Sinesio de Cirene. "Relatos Egipcios". Himnos. Tratados. op. cit., pág. 234. (R)
97 La literatura tradicional hila las ideas divinas con un lenguaje a veces enigmático o críptico, en parte por la naturaleza inefable del Misterio, en parte como medida de protección ante las miradas profanas. Por otro lado es indudable la colaboración entre los filósofos y la edificación conjunta de muchas de sus producciones. Como ejemplo de estas dos cuestiones que acabamos de comentar veamos qué le dice Sinesio a su maestra Hypatia en una carta: "Este año he dado a luz dos libros: uno movido por Dios y el otro por la crítica de los hombres. (…) A cualquiera que esté ejercitado en descubrir algo y hasta un divino semblante oculto bajo una apariencia muy vil (tal como hacían en Atenas los artistas, al encerrar a Afrodita o a las Gracias o a otras diosas de similar belleza dentro de estatuas de Silenos o Sátiros), a éste no se le escapará que mi obra también revela muchas doctrinas sagradas que, sin embargo, sí se les escaparán a otros bajo la sobrehaz de ser cosas superfluas y por haber sido introducidas en el discurso de una manera demasiado casual y podría parecer que incluso tosca. Y es que de los enfriamientos que se producen por causa de la luna son los enfermos de epilepsia los únicos que se dan cuenta y, por su parte, el fulgor de los rebatos ordenados por el intelecto únicamente lo reciben aquéllos para quienes, teniendo como tienen sanos sus ojos intelectuales, Dios enciende una luz afín a él, que es el motivo de que lo intelectual piense y lo inteligible sea pensado. (…) Sobre todo esto, pues, aguardaré a que des tu juicio. Si decides que debe publicarse, la obra saldrá a la vez dirigida a rétores y filósofos: a unos los deleitará, a los otros les será provechosa, siempre que no lo hayas tenido que tachar tú que estás facultada para dar ese juicio. Si te parece que no es digna de que los griegos le presten oídos y si también tú, con Aristóteles por cierto, vas a anteponer la verdad a tu amigo, una densa y profunda obscuridad la cubrirá y sus palabras pasarán inadvertidas entre los hombres". Sinesio de Cirene. Cartas, op. cit., carta 154. (R)
98 Frase de Damascio que se cita en el libro: Nuria Solsona i Pairó. Mujeres científicas…, op. cit. pág. 32. (R)
99 Para conocer la totalidad del artículo ver: Ester Llecha. "La Virgen". Revista SYMBOLOS Nº 6. Guatemala, 1993, pág. 137-140. (R)
100 Existen muchas similitudes entre la tradición hermética y la extremoriental, no tan sólo en esencia (pues ya sabemos que el núcleo de todas las tradiciones es idéntico) sino incluso en su revestimiento formal. Sirva sólo a título de ejemplo el que en ninguna de las dos encontramos un exoterismo de tipo religioso; la práctica de sus ritos muchas veces no precisa de la existencia de templos, sino que se realiza a la intemperie, en la soledad e intimidad del corazón del adepto; además sus simbólicas son muy afines, tal el caso de la importancia concedida por ambas tradiciones a la Alquimia como ciencia de las transmutaciones del alma, o también a la identidad entre la simbólica del caduceo hermético y la del yin-yang oriental, entre muchas otras correspondencias. (R)
101 Mª Angeles Díaz. "Notas sobre el Zen". En: SYMBOLOS telemática, http:// www.geocities.com/symbolos/notaszen.htm (R)
102 Sería muy extenso enumerar las paradojas planteadas por la larguísima cadena de estos sabios, ya que en sus didácticas subyacen indefinidos planteamientos aparentemente incongruentes y chocantes para acometer la conquista del Conocimiento, lo cual se halla incluso plasmado en el devenir de sus propias existencias, trufadas de situaciones extraordinarias, esto es, no explicables por el simple razonamiento mental-discursivo. Como dice Federico González: "Sus mismas vidas muchas veces son ejemplos vivientes de un Koan perpetuado. Basta sólo ci-tar los nombres de ellos en los siglos XV, XVI, y XVII, o sea de los que tenemos más o menos referencia, comenzando por Giordano Bruno, Cornelio Agripa, Guillaume Postel, Paracelso, John Dee, Edward Kelly, Robert Fludd, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Campanella, etc., etc. para percatarnos de la permanente irrupción de lo asombroso y suprahumano". (R)
103 SYMBOLOS Nº 11-12: Tradición Hermética. Guatemala, 1996, pág. 226-230. (R)
104 Plutarco. Isis y Osiris. Los misterios de la iniciación. Ed. Obelisco. Barcelona, 1997, pág. 16 y 31-32. (R)
105 Sócrates Escolástico. Historia Eclesiástica, 7, 13. (R)
106 No deja de ser bien significativo que el cofre con el cuerpo de Osiris, símbolo en muchas tradiciones del arca que contiene el tesoro tanto material como espiritual, llega hasta las costas de Biblos (palabra que etimológicamente se emparenta con Biblia y por tanto con el legado tradicional depositado en éste o cualquier otro libro sagrado) y allí Isis lo recupera del interior de una columna de tamarisco que había recubierto al cofre; añadir sólo que el tamarisco es un arbusto que simboliza la inmortalidad. (R)
107 La Ciencia Sagrada continuó encarnándose en organizaciones iniciáticas de corte caballeresco, en las de los monjes guerreros, en las cofradías de constructores de las catedrales góticas y de muchas de las edificaciones posteriores, en magos, teúrgos, alquimistas, cabalistas cristianos, médicos, mecenas de las Artes Liberales, juglares, poetas, curanderos, comerciantes, artesanos, titiriteros, pintores y más, muchos más. (R)
|
|