Capítulo II
Diosas y féminas en la escuela pitagórica: las Musas, Deméter, Téano, Mía y sus seguidoras (s. VI a. J. C.)



La Aritmética guiando a Pitágoras.
Fragmento de la tabla "Las siete Artes liberales"
de Giovanni dal Ponte (aprox. 1427). Museo del Prado

 

 

En el siglo VI a. J. C. nace Pitágoras en la isla de Samos; en ese mismo período se produce en la China el nacimiento de Lao Tse, metafísico que reactualiza el legado esotérico extremo-oriental dando lugar al taoísmo; además, en la India es alumbrado Buddha Gautama, el noveno avatâra de Vishnu. Entre el pueblo hebreo, tras la destrucción del Templo de Jerusalén y la diáspora judía, aparece el profeta Daniel que interpretará el sueño de Nabucodonosor relacionándolo con la doctrina de los ciclos cósmicos; y en Persia surge Zoroastro, encarnación del Deus Absconditus que en un gesto sacrificial desciende a la tierra para enseñar a los hombres la ruta de retorno a la morada celeste. Todos estos acontecimientos están lejos de ser una casualidad, y constituyen un hito muy importante en la historia sagrada de la presente humanidad. La coincidente aparición de avatâras y grandes iniciado en28 el seno de todas las ramas de la Tradición Primordial esparcidas sobre la faz de la tierra señala una revitalización y readaptación de la doctrina tradicional en el Kali Yuga o Edad de Hierro, que como se sabe es el último período del presente Manvántara29.


Para las tierras de Occidente, Pitágoras es el sintetizador de tradiciones muy arcaicas así como el intérprete de la doctrina cosmogónica universal que expresará de forma renovada utilizando como soporte fundamental el código numérico y el recuerdo de los mitos esenciales de la civilización, vehículos de la armonía universal manifestada también a través de la música a la cual la escuela pitagórica concederá una gran importancia. La síntesis de todos estos saberes alumbrará una enseñanza integral promotora de una nueva manera de plasmar sobre la tierra la utopía eterna de la Ciudad Celeste. Pitágoras es, en el verdadero sentido de la palabra, un revolucionario; el iniciador de un mundo virgen que imprimirá fuerza y vigor en la edad crepuscular de esta humanidad. Su ideal contempla el diseño de una sociedad conforme a las leyes inmutables de la cosmogonía, proyecto que no se queda en la pura concepción o en el soporte de una realización interna, sino que llega también a tomar forma exteriormente y a impulsar y dar cuerpo a formas culturales y sociales.


En este capítulo pretendemos investigar la presencia femenina en la vida y doctrina que legó este gran iniciado, dejarnos fecundar por las diosas protagonistas de los mitos que rescató, así como abundar en el testimonio y misión de algunas mujeres que estuvieron estrechamente vinculadas al sabio y su escuela. Para ello, nos acercaremos primero al insigne personaje y sus hazañas. Se dice que Pitágoras no dejó nada escrito. Todo lo que se conoce de su vida ejemplar y enseñanzas es a través de sus herederos espirituales, algunos alejados de su tiempo pero no de las ideas que proclamó, como por ejemplo Porfirio, Jámblico y Diógenes Laercio, los cuales nos han legado apuntes biográficos del maestro que relataremos sucintamente. El nacimiento de Pitágoras estuvo marcado por lo sobrenatural; la Pitonisa o sacerdotisa de Delfos lo profetizó, anunciando su doble genealogía, la divina30–que lo hacía hijo de Apolo y la Pitaide–, y la humana, que lo reconocía descendiente de Mnesarco y Partenis. Desde muy joven, dotado de unas cualidades excepcionales para el estudio y la vivencia de lo sagrado, efectúa innumerables viajes de conocimiento, que lo llevarán a Egipto, donde según algunas fuentes permanecerá por espacio de 22 años visitando todos los templos y centros espirituales, recibiendo la enseñanza geométrica y astronómica conservada por los sacerdotes y participando de las iniciaciones en los misterios, entre los que destacan los de Osiris. Pasará por Fenicia donde conocerá a Zoroastro y será iniciado en los ritos de esta tradición. También visitará las tierras de los magos caldeos que le transmitirán las artes musicales y aritméticas así como la mancia. Se relata que incluso viajó a la India y allí tuvo contacto con Buddha, y que retornó a Samos después de este fructífero y prodigioso periplo. Allí enseñó en el hemiciclo y vivió en una gruta. Viajó también a Creta, donde descendió al antro de Ida, trasladándose en otro momento a Tracia, la tierra de Orfeo, donde tuvo ocasión de experimentar y conocer los misterios instituidos por el mítico músico y poeta. Asimismo, estuvo en el santuario de Delfos, cuya sacerdotisa Temistoclea o Aristoclea le transmitió las enseñanzas secretas de las que era depositaria y que entroncan directamente con la Tradición Primordial. Finalmente, huyendo de la tiranía de Polícrates, emigra a Italia, y en el sur de la península funda su escuela.


En la importante e insigne ciudad de Crotona con su exhortación consiguió muchos partidarios, según se refiere, en número de seiscientos, movidos a la filosofía que transmitía no sólo por su actuación, sino también por la denominada vida en común, de acuerdo con sus prescripciones. (Jámblico. Vida Pitagórica. pág. 31)


Algunos autores, entre ellos los propios neopitagóricos, usan la palabra "secta" para referirse a la entidad impulsada por el sabio, pero está claro que este vocablo no tiene la acepción invertida y alienante que se le otorga hoy en día, sino que etimológicamente, derivando del término "secreto" (secernere, separar, aislar) hace alusión a la necesidad de distinguir y apartar la organización iniciática depositaria de enseñanzas esotéricas de cualquier otra asociación o actuación de tipo exotérico y/o profano, con el fin de preservar la doctrina y transmitirla sólo a los que reúnen las cualificaciones idóneas. Además, dichos conocimientos y los ritos a través de los cuales se vehiculan tienen un carácter secreto, no por un afán de acaparar poderío ni para manipular información con fines particulares, sino por la propia naturaleza misteriosa, suprahumana y supracósmica del legado, experimentable solamente si se abandonan planteamientos duales e individualistas y si se renace al nuevo punto de vista liberador que promueve la Iniciación.


En una sola lección, según dicen, la primera que dio el hombre tras poner el pie en Italia, más de dos mil personas fueron conquistadas por sus palabras. Ellos fueron captados tan intensamente que ya no regresaron a su casa, sino que junto con sus hijos y esposas establecieron un enorme lugar de reunión y fundaron la universalmente denominada Magna Grecia, recibiendo de él leyes y preceptos como admoniciones divinas, que observaban en su totalidad. (ibid. pág. 31-32)


Hombres y mujeres vivirán conforme a ese modelo ideal, con la posibilidad de acceder a la iniciación en los misterios y de efectivizar su realización espiritual, gracias al soporte de la doctrina fielmente sintetizada por Pitágoras; pero además, éste dotará a la fraternidad de un corpus que la regirá en todos sus ámbitos, desde el más interior al más externo pasando por la familia, la educación, la salud, el reparto de las funciones entre las mujeres, los varones y los ancianos, las normas morales y de comportamiento, los hábitos de nutrición y vestuario, así como una jurisdicción para el gobierno de la ciudad. Sentó las bases para las relaciones con otros pueblos e influyó también en la vida de muchas ciudades, sobre todo en aquéllas en las que sus dirigentes simpatizaron con este ideal, lo cual no quiere decir que todos ellos fueran iniciados en la cofradía pitagórica, sino que se beneficiaron de la irradiación de su cosmovisión.


Con estos sucesos grandemente se acrecentó su fama, y de la misma ciudad aceptó a muchos como discípulos, no solo hombres, sino también mujeres, de las que, de una sola al menos, de Téano, se hizo famoso incluso su nombre. (Porfirio. Vida de Pitágoras. pág. 35)


Téano es, según algunos autores, la esposa de Pitágoras, madre de Telauges y de las tres hembras Damo, Mía y Arignote. Atendiendo a otras fuentes se la presenta como la mujer de Brontinos y fiel discípula de Pitágoras. Sea lo que fuere, lo cierto es que está sobradamente acreditada su vinculación a la escuela de Crotona. Por lo que se sabe dejó bastantes obras escritas, entre las que destacamos: Sobre la Piedad, Alrededor de Pitágoras, Sobre la Virtud, Exhortaciones a las mujeres, Máximas pitagóricas y Comentarios filosóficos31, pero a nosotros sólo nos han llegado algunos aforismos y fragmentos de cartas dirigidas a compañeras, amigas o hermanas de la fraternidad que tratan sobre todo cuestiones exotéricas relacionadas con la conducta ejemplar de la mujer en el seno de la cofradía, y que estudiaremos un poco más adelante. Por ahora nos quedamos con el nombre de esta fémina, Téano, que comparte la raíz de theaomai, cuyo significado es "contemplar" y "ver para aprender". Que sea, pues, ella la que nos conduzca ante la puerta del templo que fue su hogar y la que nos muestre los arcanos que atesora, ayudándonos a interpretarlos.


Las Musas y las Pléyades


Para empezar, veamos qué significaciones se esconden en las dos denominaciones del lugar donde Téano habitaba con el sabio y sus hijos; la casa donde vivieron recibió nada menos que el nombre de "Templo de Deméter" y el callejón en el que estaba ubicada, el de "Santuario de las Musas", designaciones que no son alegórico-poéticas, sino como ahora veremos, expresiones simbólicas de altas enseñanzas esotéricas.


Al acercarnos a ese sagrado habitáculo, imploramos la asistencia de las nueve jóvenes inspiradoras de los aedos e iniciados para que nos guíen en esta nueva investigación:


A las siempre invocadas doncellas del coro del radiante Apolo, encontradizas muchachas cuando son llamadas con ardor y generosas dispensadoras del néctar de la inmortalidad. ¡Abrid con premura la celosía del corazón y restituid el recuerdo del Paraíso que mora virgen en el centro de todo ser! ¡No dejéis de salmodiar cómo lo eterno se revela en el tiempo circular, y aun en el lineal, a través de la armonía y la memoria! Y a aquéllos que todavía os mentan, señaladles con sutiles toques el sendero ascendente del eje diamantino del mundo. Inspirad la doctrina inmutable que al proferirse es siempre novedosa y actual. Que el susurro del Verbo primigenio se torne en vosotras palabra ritmada, melodía o canto, danza, tragedia o comedia, vehículo mágico de revelación de la sublime arquitectura del cosmos. ¡Y velad, hasta la última exhalación, por el linaje de los que os escuchan en silencio y se hacen eco vivo de vuestros versos imperecederos!


Estrella. A las Musas.


Los pitagóricos veneraron a estas energías invisibles del alma tan próximas a lo tangible por ser las cantoras de los secretos de la doctrina y las promotoras del estudio fundamentado en las analogías y correspondencias simbólicas. Dice Porfirio del maestro:


Escuchaba la armonía del universo, porque comprendía la armonía universal de las esferas y de los astros que en ella se mueven, y que no la percibimos por la pequeñez de nuestra naturaleza. (…) Por lo demás, las voces de los siete planetas, la de la esfera de los [astros] fijos y, además de ésta, la de la esfera de encima de nosotros, llamada entre ellos, por otro lado, la "antitierra" había asegurado que eran las nueve Musas. A la mezcla, sinfonía, y por así decirlo, atadura de todas ellas, llamaba Mnemósine, de la que cada una era parte y efluvio como de un eterno increado. (Porfirio. op. cit., pág. 41-43)


Cada Musa se relaciona con una de las energías que recorren el Cosmos –que no son sino facetas o aspectos de la deidad única–, y emite una nota. Según cierta correspondencia32, Calíope,


la de la voz "más bella" o "verdadera", la que reproduce la imagen del sonido primordial que se oye en el centro de todo ser,


promueve la poesía épica y se relaciona con la primera sefirah del Arbol de la Vida Cabalístico, Kether, y con la estrella polar, único punto fijo del universo en torno al cual giran todos los astros, estrellas y galaxias. Urania,


la "celeste", la astronomía, la que incita la contemplación del universo,


se vincula con la esfera segunda, la Sabiduría y la luz del Firmamento y de las estrellas fijas. Le sigue Polimnia,


la que inspira la unión de los "múltiples himnos"


y que guarda relación con la retórica, la elocuencia y la persuasión, así como con la Inteligencia, el planeta Saturno y la sefirah tercera. Terpsícore promueve la música en general y la danza, a la cual se compara el despliegue de la Creación, de ahí su relación con Júpiter y la energía misericordiosa y expansiva de esta esfera cuarta. La quinta es la residencia de Clío,


La que preside la historia, canta la gloria de los hombres y la celebración de los dioses.


Su energía encarna el rigor del planeta y del dios Marte. La Belleza, el Sol, el oro y el seis se relacionan con Melpómene, musa de la tragedia que canta lo que merece ser cantado. Erato inspira la poesía lírica, los cantos sagrados y por eso se acompaña de la lira y el arco. Tiene un nexo íntimo con Venus, diosa del amor y del arte, y con el número siete. La octava musa, Euterpe, es


la que sabe agradar y hace fluir la música de flauta y otros instrumentos de viento;


como Mercurio habita en la esfera ocho y está estrechamente relacionada con el rito que es ritmo. Finalmente Thalía, la que trae flores o la que florece (o hace florecer) vive en la casa de la Luna, guarda ligazón con todo lo cíclico, lo que crece y decrece y por tanto con la simbólica del número nueve33. Sería posible establecer otros lazos y correspondencias, que no se contradirían sino que se complementarían con los que acabamos de ofrecer y que tejen conjuntamente el complejo tapiz del Cosmos. Las Musas, pues, traducen en ritmo lo que del Silencio puede ser revelado, y ya sea a través de la música, del canto, el baile, la poesía o el movimiento de los planetas y estrellas, enseñan los módulos numéricos y las proporciones que componen el Universo.


Pitágoras dijo en una ocasión que las Pléyades eran la "lira de las Musas"34. En esta sentencia tan escueta y aparentemente simple se alberga una tenue huella de la herencia que el sabio recibiera y posteriormente legara acerca de la doctrina de los ciclos cósmicos, doctrina a la que toda sociedad tradicional ha concedido tanta importancia por ser la reveladora –a través de las revoluciones de los astros y de los módulos numéricos y proporciones en que se traducen– de las leyes invariables de la manifestación universal. No podemos extendernos en amplitud sobre esta disciplina capital de la Ciencia Sagrada, pero sí que quisiéramos comentar algunos aspectos para percatarnos que en la tradición vivificada por Pitágoras continuaba plenamente vigente la ciclología como paradigma del despliegue del Cosmos y como soporte para su intelección.


¿Qué faceta de la Historia Sagrada nos querrán revelar las Musas a través de la identificación de su lira con las Pléyades? De la música que dimana del instrumento de las nueve hijas de Mnemósine fluye un relato que tiene como protagonistas a las siete doncellas hijas del titán Atlas, rey de la mítica isla de la Atlántida, y de la oceánide Pléyone. Sus nombres son Electra, Maya, Táigete, Alcíone, Astérope, Mérope y Celeno. La leyenda cuenta que fueron perseguidas durante cinco años por el gigante Orión, metamorfoseadas luego en palomas por Zeus y finalmente divinizadas como luceros celestes, configurando una constelación que ha tenido una gran importancia no sólo en la tradición griega sino también entre las precolombinas, especialmente en la maya, nombre que no por casualidad es el de uno de esos luceros.


Los datos tradicionales muestran que en un momento determinado del curso descendente del presente Manvántara35:

el nombre de Sapta-Rksha no fue ya aplicado a la Osa Mayor sino a las Pléyades que comprenden igualmente siete estrellas36.


Sapta-Rksha se traduce como Siete Luces37, y siguiendo la investigación de René Guénon, éstas hacen alusión a


la morada simbólica de los siete Rshi, los cuales, aparte de que su nombre se refiere a la visión y por tanto a la luz, son además las siete luces por las cuales se transmitió al ciclo actual la Sabiduría de los ciclos anteriores38.


A través de la transferencia de este nombre de un grupo estelar a otro se está expresando que el núcleo y la esencia de la tradición se conserva incólume desde el origen o edad primordial hasta cada uno de los tiempos que la suceden, pero para ello es necesario que se produzcan ciertas adaptaciones acordes a las condiciones del devenir, las cuales dejan sus señales en el cielo. El metafísico francés añade:


esta transferencia de una constelación polar a una constelación zodiacal corresponde a un paso del simbolismo solsticial al equinoccial, que implica un cambio en el punto de partida del ciclo anual así como en el orden de predominio de los puntos cardinales, los cuales están en relación con las diferentes fases del ciclo. Tal cambio es del norte al oeste, que se refiere al período atlante; y esto se encuentra netamente confirmado por el hecho de que, entre los griegos, las Pléyades eran hijas de Atlas y, como tales, llamadas las Atlántidas. (ibid.)


El paso al predominio del oeste sobre el norte es uno de los símbolos de la caída39 que va aparejada a un período en el que la unidad de la edad primordial se ha roto, produciéndose un alejamiento creciente de la conciencia del Principio, un ocultamiento de la Verdad y un descenso en la materialidad y la solidificación que afecta no sólo al ser humano, sino a la naturaleza y al cosmos en su conjunto. Pero aún y así, ese distanciamiento nunca implica la desaparición de la esencia de la doctrina, sino que ésta se transfiere de un tiempo a otro, ininterrumpidamente, hasta completar el ciclo de manifestación. Desde mediados de la Edad de Plata hasta mediados de la de Bronce, la cultura de la mítica isla situada en las occidentales aguas del Atlántico fue, para esa época de la humanidad, la conservadora y transmisora de la Ciencia Sagrada y el símbolo del centro espiritual primordial.


Además, durante el tiempo de vida de la tradición Atlante40 tiene lugar otro acontecimiento muy importante desde el punto de vista de la ciclología, y es el de la revuelta de la casta de los Kshatriyas contra la de los Brahmanes. Nos dice Francisco Ariza:


Las cuatro castas (sapiencial, guerrera, artesana y campesina) en que siempre se han estructurado las sociedades antiguas (sobre todo las sedentarias) surgen también como consecuencia de la ruptura del equilibrio que regía durante la edad de oro, en la que no se conocía esa división por el hecho mismo de que todos los hombres participaban por igual de la Unidad en la plenitud de su libertad interior. Como nos dice Guénon a este respecto: "La distinción de castas, con la diferenciación de las funciones sociales a la cual corresponde, resulta en suma de una ruptura de la unidad primitiva; es entonces que aparecen también, como separado el uno del otro, el poder espiritual y el poder temporal, que constituyen precisamente, en su diferente ejercicio, las funciones respectivas de las dos primeras castas, la de los Brahmanes y la de los Kshatriyas. Por otra parte, entre estos dos poderes, así como entre todas las funciones sociales atribuidas a los diferentes grupos de individuos, debía existir originariamente una perfecta armonía, por medio de la cual la unidad primera era mantenida en la medida que lo permitían las condiciones de existencia de la humanidad en su nueva fase, porque la armonía no es en suma sino un reflejo o imagen de la verdadera unidad". Según la tradición hindú en el satya-yuga sólo existía una casta –o supra-casta por estar más allá de ellas– llamada hamsa. La palabra casta está en relación con el varna, que significa "color" y también "cualidad", referida a la naturaleza del ser individual, o a sus atributos y tendencias interiores (y por tanto en relación también con los gunas), por medio de los cuales dicho ser está en armonía con el dharma o ley universal. Es obvio que todo esto no tiene nada que ver con las "clases sociales" sobre las que se sustenta la sociedad moderna, las cuales constituyen una parodia de la verdadera institución de las castas41.


Dicho esto, queremos agregar que en la tradición griega esa revuelta quedó reflejada en el mito de Atalanta. Guénon apunta al respecto:


entre los griegos, la rebelión de los kshátriya se figuraba por la caza del jabalí42 de Calidón, la cual representaba manifiestamente, por lo demás, una versión en que los kshátriya mismos expresan su pretensión de atribuirse una victoria definitiva, ya que matan al jabalí; y Ateneo refiere, siguiendo a autores más antiguos, que ese jabalí de Calidón43 era blanco, lo que lo identifica con el Çveta-varâha de la tradición hindú. No menos significativo, desde nuestro punto de vista, es que el primer golpe fue dado por Atalanta, la cual, se dice, había tenido por nodriza una osa44, y este nombre podría indicar que la rebelión se inició, ya en la Atlántida misma, ya entre los herederos de su tradición por lo menos. (Símbolos Fundamentales…, op. cit. pág. 145)


Además,


el que el oso esté tomado simbólicamente en su aspecto femenino – como acabamos de verlo con motivo de Atalanta y como se lo ve también en las denominaciones de las constelaciones de la Osa Mayor y Menor– no carece de significación tampoco en cuanto a su atribución a la casta guerrera, dueña del poder temporal, y ello por diversas razones. En primer lugar, esa casta tiene normalmente un papel "receptivo", es decir, femenino, con respecto a la casta sacerdotal, pues de ésta recibe no sólo la enseñanza de la doctrina tradicional sino también la legitimación de su poder, en la cual consiste estrictamente el "derecho divino". Además, cuando la casta guerrera, invirtiendo las relaciones normales de subordinación, se arroga la supremacía, su predominio se acompaña generalmente del de los elementos femeninos en el simbolismo de la forma tradicional modificada por ella, y a veces inclusive también, como consecuencia de esta modificación, se instituye una forma femenina de sacerdocio, como lo fue el de las sacerdotisas entre los celtas. No hacemos aquí sino dejar indicado este punto, cuyo desarrollo nos llevaría demasiado lejos, sobre todo si quisiéramos indagar elementos concordantes en otros lugares. (ibid. pág. 145-146)


A través de todas estas explicaciones creemos haber ofrecido las claves para entender el origen de la existencia de una forma de sacerdocio femenino en la antigüedad prehelénica e incluso también en el tiempo que vivió Pitágoras45, razones que como vemos están vinculadas con las leyes de la manifestación universal y no con cuestiones de tipo psicológico (preeminencia o dominio de un sexo sobre otro) o de lucha por un poder económico, social o material, que son las que ofrecería cualquier investigador con una mentalidad moderna que ignora o niega la doctrina tradicional y sus aplicaciones espacio-temporales.


Delfos y Dodona son los dos centros espirituales de la antigua Grecia sobre los que se tiene noticia que las sacerdotisas emitían oráculos y actuaban como mediadoras entre el cielo y la tierra, entre los estados ordinarios de la conciencia y los extraordinarios o superiores. Respecto del de Dodona nos interesa destacar una versión que relata Heródoto sobre su origen. Se cuenta que dos palomas salieron desde Tebas de Egipto; una se dirigió a Libia, y la otra se posó sobre un roble de Dodona. Tomando voz humana les dijo a los habitantes de esas comarcas que allí debía establecerse un oráculo a Zeus. En adelante, las palomas fueron las aves a través de las cuales las pitonisas profetizaban o hacían los vaticinios. ¿No es altamente significativo que, como hemos visto antes, Zeus metamorfoseara en palomas a las Pléyades y que justamente una paloma fuera el signo vehicular para establecer el oráculo en Dodona, y que además las pitonisas de allí fueran llamadas las peleiades? ¿No estarán estas concordancias indicando que esas sacerdotisas eran unas de las conservadoras y transmisoras de la Sabiduría eterna para los seres humanos de ese tiempo y esa geografía? Por otra parte el árbol sagrado de aquel centro espiritual, el roble, es drus en griego; su raíz es la misma que la de la palabra sánscrita dharma –la Ley universal que dimana del Principio Supremo revelado por la Inteligencia divina y que se manifiesta en el mundo–, al igual que la del vocablo dhruva, que significa polo; además, dhru expresa la idea de estabilidad, al igual que el roble se asocia a la solidez y la consistencia, todo lo cual hace del roble de Dodona un símbolo del "árbol del mundo", o sea, del eje que conecta el polo celeste con el terrestre y a través del cual se vehicula la Ley o Norma que ha de ordenar y dar estabilidad a un ciclo o período determinado de la humanidad46. En cuanto a Delfos, derivando de delphis = útero, representaba la matriz espiritual de la antigua Grecia y el lugar de culto del dios hiperbóreo Apolo, emisario que mantenía un vínculo directo con la Tradición Primordial. También allí las mujeres eran las vehiculadoras de los mensajes celestes y las que mantenían viva la conexión con la Sabiduría eterna y el Principio Supremo.


Pitágoras reconoció a todas estas mujeres como emisarias celestes y aptas para el desempeño de altas funciones espirituales, y tanto es así que las hembras cualificadas tuvieron desde el primer momento, en el seno de su fraternidad, la oportunidad de acceder a los misterios de la Iniciación y de ser un puntal para el mantenimiento de la armonía en las relaciones familiares. Veamos cómo fue esa vinculación a la escuela pitagórica, las enseñanzas que recibieron y las misiones intelectuales y sociales que desempeñaron.


Para empezar, recordemos este pasaje tan evocativo recogido en la obra Vidas y doctrinas de filósofos ilustres de Diógenes Laercio:


cuando Pitágoras llegó a Italia se hizo excavar una habitación subterránea y pidió a su madre que consignara en una tablilla los sucesos que se iban produciendo y sus fechas con el fin de hacerle llegar estas notas tras su estancia bajo tierra y en el momento de su regreso a la superficie. Su madre así lo hizo. Pasado un tiempo Pitágoras regresó del subterráneo, delgado y esquelético. Presentándose a la Asamblea declaró que volvía del Hades y además explicó a quienes estaban allí lo que había vivido. Impresionados por lo que acababan de oír, estos hombres se fundieron en lágrimas, gimieron y creyeron que Pitágoras era un dios, de manera que le confiaron sus mujeres para que aprendieran estas doctrinas. Estas fueron las pitagóricas. (Diogène Laërce, op. cit., pág. 972-973)


Con este texto creemos que se acredita suficientemente la afiliación de la mujer al corazón o núcleo de la entidad. En cuanto a las enseñanzas que recibieron, nos centraremos en un fragmento del discurso que el sabio dirigió a las féminas nada más llegar a Crotona, que debemos intentar penetrar con perspicacia, pues en él está sintetizada la esencia de su pensamiento universal:


cuando fue consciente de que el sexo femenino es el más proclive a la piedad, dio a cada edad de la mujer el nombre de una diosa. Llamó a la soltera Core, a la dada en matrimonio Ninfa, a la que ha engendrado hijos Mater y a la que ha tenido nietos Maia, en dialecto dorio. Ello está en consonancia con que los oráculos de Delfos y Dodona son revelados por mujeres. (Jámblico, op. cit. pág. 47)


Pitágoras expone a través de esta rueda mítica47 nada más y nada menos que el mapa de ruta de la Cosmogonía y simultáneamente el proceso completo de la Iniciación.


Core


El primer cuadrante del círculo mágico se relaciona con la diosa Core, la doncella hija de Zeus y Deméter que es criada por su madre junto con las Ninfas en una gruta; la inocente virgen vive en un vergel permanente, despreocupada y alegre, pues en esa comarca – que es un símbolo del estado de conciencia de Unidad antes de la caída– se está liberado de toda contingencia48. El mito continua relatando que el padre de la Creación, el resonante Zeus, da el consentimiento a su hermano Hades –deidad del mundo subterráneo– para que rapte a la dulce muchacha y la convierta en su esposa, la cual se verá obligada a partir de entonces a someterse a un ciclo perpetuo de vida-muerte-regeneración, permaneciendo en el subsuelo desde bien entrado el otoño hasta finales del invierno y gozando de libertad durante la primavera y el verano, recorriendo en esas estaciones toda la tierra junto a su divina madre, prodigando bienes y haciendo fructificar y madurar a su paso todas las mieses y semillas hasta el momento de su recolección, tras lo cual, la joven deberá retornar de nuevo a su morada subterránea para iniciar un nuevo ciclo49.


La Core que habita el jardín edénico es la que estudiaremos en este primer cuadrante, dejando para el tercero a la joven que al ser secuestrada cambia su nombre por el de Perséfone. Core es una idea, el símbolo de la faceta femenina de la divinidad que nos habla de su vacuidad o receptividad primordial. Este aspecto, en el nivel de lectura más alto del Ser, hace referencia a la matriz cósmica virgen o a la substancia primordial indiferenciada que está presta a acoger en su seno todos los destellos de la infinita luz de la Sabiduría divina. Nos ubica, pues, en un estado anterior o jerárquicamente superior al de la Creación, el de la Ontología o Triunidad de Principios del Ser, el que Platón denominó mundo de las Ideas Arquetípicas y que en la Cábala se conoce como Atsiluth o plano de las Emanaciones. Este ámbito es el descrito al inicio del Himno Homérico dedicado a Deméter como un prado idílico, más allá del tiempo y del espacio, instalado en una eterna primavera. Aquí la joven Core vive en un estado de gracia permanente, recogiendo rosas, azafrán, hermosas violetas, lirios, jacintos y especialmente un narciso,


que había hecho brotar –como añagaza para la joven de tez fresca como un botón de rosa– Gea, con consentimiento de Zeus, complaciendo a Hades, el dios que a muchos recibe. Era un maravilloso narciso, radiante, que causó admiración a todos cuantos lo contemplaron, tanto inmortales dioses como mortales hombres. De su raíz habían brotado cien capullos y, con su gratísima fragancia, todo el amplio cielo, en lo alto, y toda la tierra parecían resplandecer, y lo mismo el salobre oleaje del mar50.


Con la poesía del mito se acaba de evocar ese secreto misterio por el que el Principio del Ser abre un espacio hueco en su regazo y se revela a su propia receptividad (la Inteligencia Universal, Principio femenino), la cual es fecundada por los gérmenes emanados de la Sabiduría (Principio masculino del Cosmos) dándole así la posibilidad de concebir todos los mundos (simbolizados por los cien capullos que brotan del narciso) que serán abocados a la manifestación como reflejos invertidos y cada vez más solidificados de la triunidad del plano principial, pero iluminados siempre por su resplandor sublime. La Inteligencia divina es la que opera esa discriminación, pues es principio de discernimiento, y por ella se verterán todos los seres a la Creación, los cuales, tras cumplir su ciclo completo de manifestación serán reabsorbidos nuevamente por su energía y devueltos a la Unidad. Esa concepción de la Cosmogonía en la mente divina deviene acto a través de la refracción cósmica que opera la Inteligencia, y en el mito que estamos evocando se expresa con el siguiente ademán de Core: la doncella,


maravillada, tendió ambas manos para coger aquel hermoso juguete (se refiere al narciso); en aquel momento, se abrió la tierra de anchos caminos, en la llanura de Nisa y, por allí, emergió, con ímpetu, el soberano que a muchos recibe, con sus caballos inmortales, el hijo de Cronos que tiene muchos nombres. En un momento, apoderándose de la diosa, por la fuerza, sobre su carro de oro, se la llevaba presa de lágrimas. (ibid.)


Este rapto expresa el gesto prototípico por el cual el Ser sale aparentemente de su mismidad y se espeja en la Creación, vertiendo en los mundos inferiores (los que en la Cábala se conocen como Beriyah, Yetsirah y Asiyah) la polaridad de esa faceta receptiva y virginal de lo femenino constantemente abierta a la fecundación de la fuerza masculina y activa. La energía de Core se torna entonces real y presente en cada estado del ser tanto para poner límites como para acoger en su regazo vacuo todas las posibilidades con que la corriente masculina la inseminará en cada uno de esos mundos. Pero además, en el itinerario de retorno desde la realidad más grosera y material hacia la Unidad principial, ese aspecto femenino cumple también la misión de reabsorber y devolver todo al punto original. Así, pues, el rapto tiene una doble significación; al descender hace posible la manifestación, y en el sentido ascendente expresa la aspiración del Principio para que todo retorne al estado primigenio. Es por eso que Fernando Trejos, en su artículo titulado "La vacuidad", nos dice:


en el mundo de la Creación, Din, o Gueburah, llamado el vacío u oscuridad cósmica, es receptáculo de todos los seres creados por la gracia de Hesed y se encarga de poner límite a la existencia devolviendo a todas las criaturas al Uno sin segundo. En el Mundo de las Formaciones es Hod el que cumple esta función receptiva y femenina, reabsorbiendo estos mundos aparentes de las formas en lo informal de los mundos superiores. Así como, en el mundo material, Malkhuth es el receptáculo de todas las fuerzas sefiróticas, la Tierra51,


que tras acoger y alumbrar las indefinidas posibilidades materiales y concretas, las retornará a su estado de indiferenciación.


Desde el punto de vista iniciático, que es el que aquí más nos interesa destacar, ese vacío sin mácula es el que promueve constantemente el iniciado en su alma para que el Espíritu la rapte y la conduzca, ahora en un viaje contracorriente, a las esferas más elevadas hasta conseguir la restitución del estado de eternidad.


Por otra parte no podemos dejar de mencionar que estas ideas, gracias al símbolo, al rito y al mito, han llegado hasta la actualidad, siendo todavía posible despertar su significación interior o esotérica, con suma delicadeza y siempre que se produzca una total afiliación al punto de vista sagrado, esto es, si se recibe la iniciación en los Misterios. Aún hoy en día, a quien en Occidente llama a la puerta de la organización iniciática que se mantiene viva y en la que han quedado depositados los saberes y simbólicas de la escuela pitagórica52, recibe el nombre de candidato, palabra que procede de candere y que significa tanto "ser blanco o sin mácula" como "ponerse incandescente". Lo blanco se relaciona con ese estado virginal del alma del aprendiz que nunca deberá dejar de promover, así como con el ardor de ese fuego mantenido del Espíritu cuya influencia hará que se efectivice y complete la iniciación.


Las Ninfas


Alentando ese candor interno llegamos al segundo cuadrante de la rueda. Aquí encontramos como símbolo para la meditación y la intelección de las más altas realidades espirituales a las ninfas. Nos dice a propósito de estas entidades intermediarias Mª Angeles Díaz:


La mitología las presenta como jóvenes encantadoras y alegres que habitan en grutas abiertas en la roca, en parajes húmedos y frondosos, en bosques umbríos, junto a lagos y manantiales, en los cauces de los ríos y en todas las fuentes muchas de ellas de aguas termales y medicinales. Amables y risueñas aparecen para deleitar a todo aquel que se acerca a ellas. Aman a los niños a los que amamantan con leche y miel. Son amigas de los viajeros y de todo aquel que tiene deseos de aventura y conocimiento. Les atraen los espíritus jóvenes, nobles y valerosos. Aparecen y desaparecen en los prados, entre las flores. Son divertidas, despiden frescor y se parecen a las brisas53.


Se las suele considerar hijas de Zeus y Deméter, aunque también de Atlas y Pléyone o de Océano y Tetis. En la tradición recogida por Homero, actualizada por Pitágoras y vivificada por sus seguidores, se las considera como esa faceta de la corriente femenina del cosmos que se entrega a la unión o matrimonio con su complementario masculino, de ahí la variedad incontable de formas sutiles e incorpóreas que adoptan54, y su continuo ir y venir, ya sea cantando, bailando o tejiendo, y atrayendo con su primor a los dioses, con los que copularán y procrearán hijos, siendo sus sagas y genealogías expresiones de las posibilidades indefinidas de las formaciones sutiles del Cosmos y también de las que concretarán materialmente.


Por doquier se dice que las ninfas viven en cavernas. A través de los viajes de Pitágoras podemos percatarnos de que la bajada o la entrada en la gruta está presente en casi todos los ritos de las tradiciones en las que fue iniciado. Recordemos su contacto con Zoroastro y la vivencia de los misterios de Mitra55, su descenso al antro de Ida en Creta56, la visita a las entrañas de la tierra en los Misterios Orficos de Tracia, la cueva que fue su vivienda cuando regresó a Samos tras su largo periplo de estudios, así como la excavación que se hizo hacer de una habitación subterránea y su permanencia allí durante un tiempo cuando llegó a Italia. A cada descenso, seguía un retorno, pero lo cierto es que él nunca era el mismo de antes, como nunca es el mismo el que se somete a todas las pruebas y purificaciones del proceso interior y espiritual.


¿Qué significado tiene desde el punto de vista iniciático la caverna, su entrada, su salida y todo lo que acontece en su interior? Recordemos el punto en que dejamos a la violentada Core: Hades la rapta y la obliga a seguirlo al reino del "señor que recibe a muchos seres". La joven virgen acaba de desposarse y desciende a un mundo jerárquicamente inferior al paraíso que habitaba, lo que es análogo al gesto de entrar en la caverna, en cuyo seno las dos corrientes cósmicas, la masculina y la femenina, se unirán y separarán constantemente para procrear y alumbrar a las miríadas de seres que pueblan sus indefinidos mundos o planos. Es por ello que la palabra ninfa designa a la doncella que era entregada al matrimonio. Como curiosidad añadiremos que con este mismo vocablo se nombra la segunda fase de metamorfosis de los insectos.


La caverna ha sido vista entre los pitagóricos como una imagen del universo sensible y de las potencias invisibles del Cosmos. Si bien Pitágoras no nos dejó ningún legado escrito de su puño, uno de sus seguidores, Porfirio, buriló una obra titulada La gruta de las Ninfas en la que nos apoyaremos para ir dilucidando todas estas simbólicas. La cueva detallada por el filósofo, basada en la descripción que de ella hace Homero en la Odisea, está ubicada en una zona rocosa de la isla de Itaca, cerca del puerto de Forcis, y tiene un olivo57 en lo alto. Posee dos puertas, una de entrada y una de salida, cuya significación estudiaremos más adelante; por ahora nos interesa destacar que el ámbito entre estas dos aberturas está al abrigo de las tempestades, es cóncavo, acogedor, húmedo, nutricio y protector. En definitiva, es una matriz, un espacio vacío apto para albergar las nupcias sagradas de la energía femenina y masculina de cuya copulación nacerán todos los seres de la creación. La cueva está habitada por las Náyades, y justamente éstas simbolizan a las almas que descienden del mundo principial para unirse a la fuerza viril y encarnarse, adoptando formas sutiles o corpóreas. Este proceso de individualización se expresa a través de las ánforas y cráteras de piedra presentes en el interior de la gruta que a modo de recipientes huecos y sólidos representan los huesos que van recubriéndose de carne, tejida a su vez a partir de la circulación de la sangre; de ahí también la presencia de unos telares de piedra en los que las ninfas "tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual", todo lo cual son formas simbólicas para describir el proceso de materialización que acontece en el interior de la caverna. Éste es comparable a un tejido58 en el que gracias a la constante penetración de la lanzadera a través de la trama y la urdimbre, afloran las formas, los colores, y las texturas que conforman la cara multifacética y visible del Ser invisible que se oculta en el seno de la obra creacional.


El ser humano también nace a su realidad concreta dentro de la gruta que es el universo, pero desde este estado de la manifestación tiene la posibilidad, a través del proceso iniciático, de retornar al origen del que sólo ha salido en apariencia. Ese camino comienza con la repetición del gesto cosmogónico de ingresar en el interior de las entrañas de la tierra, donde el candidato morirá al punto de vista profano, retornará a un estado de indiferenciación, y al ser fecundado por el espíritu, renacerá como un hijo o como una semilla que se dirige hacia la "más que luminosa oscuridad de la esencia". En este viaje vertical y ascendente se producirán nuevamente todos los enlaces de las energías complementarias, desde las más densas a las más sutiles, siendo sus matrimonios el símbolo de la realización de la unidad en los diversos grados o niveles del Ser. En La gruta de las Ninfas dicho sendero de retorno, que no es sino una reminiscencia, se expresa mediante la simbólica de las ánforas de que hemos hablado anteriormente, las cuales están llenas de miel puesto que las abejas construyen en ellas sus panales. Estas abejas se dice que son almas-ninfas que por su vida justa y ordenada habrán de retornar a los dioses. En el antiguo Egipto se explicaba que esos insectos nacían de las lágrimas del dios solar Ra y que por ello su naturaleza es ígnea, lo cual también queda patente en el hecho de que con la cera que producen se elaboran los cirios y velas que emiten la luz material, símbolo de la luz increada del Principio. A las abejas se las considera el prototipo de la construcción, del orden, la disciplina, la laboriosidad, la jerarquía y la realeza, aspectos todos ellos estrechamente relacionados con el proceso iniciático, por lo que todo adepto puede reconocer en este insecto, en sus funciones y en sus producciones los modelos y soportes para su realización espiritual. Además, la miel que elaboran las industriosas abejas es una substancia de unas cualidades excepcionales: purifica, protege, conserva y es altamente nutritiva59, constituyendo el manjar con el que los dioses alimentan a los hombres para convertirlos en inmortales; dicha ambrosía que


no puede más que ser identificada con la Enseñanza iniciática, verdadero alimento espiritual60,


es la que el iniciado debe libar en su interioridad, beber y hacer así efectiva su realización interna. Resulta bien significativo que a las sacerdotisas de Deméter se las conociera como abejas,


y a la propia Core llamaron "meliflua", y a la Luna por ser protectora de la procreación la llamaban "abeja"61,


y también las pitonisas fueron denominadas con este nombre. Y esta simbólica no ha caído en el olvido puesto que la Masonería –organización iniciática de Occidente que como ya hemos dicho ha heredado y conservado en su seno la esencia de la doctrina pitagórica– muestra en algunos de sus grabados un panal con abejas como símbolo del iniciado y de la labor que está llamado a realizar; además, en un antiguo documento se relata que


una Abeja ha sido en todas las Edades y Naciones, el gran Jeroglífico de la Masonería, porque excede a todas las otras Criaturas vivientes en el Diseño y la Comodidad de su Habitación o Nido. (…) No sólo esto, sino que la Masonería o la Construcción, parecería ser la verdadera esencia o Naturaleza de la Abeja, pues su construcción no en la manera ordinaria de todas las otras Criaturas vivientes, es la causa generadora que produce a las jóvenes (usted sabe, Yo supongo, que las Abejas no son de ningún sexo)62.


Lo que equivale a decir que el iniciado se construye a sí mismo con el soporte de la doctrina y de las herramientas que procura el Arte Real, conformándose al orden universal, lo que le permitirá restituir el estado de androginia, preámbulo del estado de Unidad y finalmente de la Suprema Identidad.


Con lo que hemos explicado hasta este punto acerca de la simbólica de las ninfas y las abejas que habitan la caverna y su relación con el matrimonio, podemos intuir que esta palabra se está refiriendo a algo mucho más amplio que el simple contrato jurídico y/o religioso entre un hombre y una mujer. Entre los pitagóricos el matrimonio tenía desde el punto de vista exotérico y social una función ordenadora y estabilizadora muy importante, pero desde la perspectiva interior o esotérica su simbólica era más profunda.


Para los iniciados que optaban por la forma de vida en pareja, el vínculo sagrado entre el hombre y la mujer era expresión de la íntima complementariedad y unión entre las dos corrientes sexuadas que conforman el cosmos, y por tanto podía devenir un soporte para la labor de realización espiritual de ambos cónyuges63. Pero aunque el iniciado o iniciada no escogiera la vida en pareja, o no la compartiera con su paredro, ello no le eximía de la realización de todas las uniones internas que jalonan el proceso iniciático. La transmutación y transformación del alma se produce a través del reconocimiento de todas las dualidades aparentes y de su conjunción esencial, de manera que cada femenino encuentre su masculino y al copular se hagan uno, y así, de enlace en enlace, ir ascendiendo las gradas invisibles de la conciencia. Se trata de experimentar tanto la alegría como la tristeza, el placer y el dolor, el amor y el odio, la ira y la templanza, lo alto y lo bajo, lo interior y lo exterior, lo derecho y lo izquierdo, el rigor y la misericordia, la vida y la muerte. Y una vez realizadas todas las nupcias, poder así trascender la rueda del devenir y acceder a los misterios de la inmortalidad, donde uno toma conciencia que no hay dualidad entre el Espíritu y el Alma, entre el Cielo y la Tierra, el Principio y la Manifestación, o entre el Ser y el No-Ser.


Sabemos que para expresar las realidades espirituales más altas los pitagóricos empleaban como soporte fundamental el código de los números y la ciencia de la geometría. Decían que conociendo las energías contenidas en los diez primeros números se podía penetrar el mapa completo de la Cosmogonía. El cinco era considerado el número nupcial, pues resultaba de la unión del dos, primer número par, receptivo y femenino, y del tres, primer número impar o masculino64. Además, el 5 era el símbolo de la perfecta unión de los complementarios, de ahí su ubicación central y equilibradora en la escala de 1 a 10. Esa posición equidistante entre la unidad y la multiplicidad lo pone en correspondencia con el ser humano, intermediario entre cielo y tierra y armonizador de todas las energías que recorren el Cosmos. De ahí que la estrella pentagramática (una de las formas geométricas en que se expresa el 5) fuera también en la cofradía pitagórica el símbolo del hombre totalmente regenerado, del andrógino, y también el signo de reconocimiento y saludo entre los iniciados. Además, en cada una de las puntas de la estrella se pueden ubicar las letras que conforman la palabra Salud (Ygieia –o Hygieia– en griego, diosa de la salud que en cierto sentido es armonía), que leídas en otro orden también expresan este mensaje:


¡Ánimo hacia la luz!65,


lo cual se entiende si se pone en relación con la marcha ascendente del iniciado hacia la luz increada del Principio. Es bien significativo que en la Masonería, en el segundo grado simbólico o de Compañero, la estrella flamígera sea la que preside y guía esta cámara, y justamente el número cinco es el que aparece de forma recurrente en toda la simbólica del grado para promover en el compañero la investigación y el conocimiento del mundo entero66. El pentagrama revela la inteligencia constructora del Gran Arquitecto del Universo; no es entonces porque sí que muchos seres vivos, incluido el hombre, lo lleven inscrito o lo revelen en su propia constitución. Y en la rueda pitagórica que estamos siguiendo por cuadrantes, el cinco nos anuncia que tras todas las nupcias internas se retorna al punto central, ya sea tanto del círculo como de la cruz que lo divide en cuatro partes, punto de donde todo emana y en el que todo es reabsorbido, símbolo de la quintaesencia alquímica, del Eter en el corazón, del Principio que "habita" en el centro de todo ser.


Sólo nos restaría hacer algunas consideraciones acerca de las dos puertas que tiene la caverna. En La gruta de las Ninfas se dice que por una entran las almas que descienden al universo para encarnarse; la otra es la más divina ya que "nunca por ella penetran los hombres, porque es el camino de los inmortales". Estas aberturas están en correspondencia con los puntos cardinales y con las estaciones del sol en su recorrido anual, lo que da las medidas del tiempo y su plasmación en el espacio. Para toda sociedad tradicional, y los pitagóricos no fueron una excepción, el conocimiento de los ritmos y ciclos señalados por los astros y sus desplazamientos fueron un soporte importantísimo para la intelección del universo y para la delimitación de un espacio-tiempo significativo en el que se hacía posible la vida de los seres humanos. El movimiento de la Tierra sobre sí misma, el desplazamiento de la Luna en torno a la Tierra, el de esta última alrededor del Sol, y la precesión de los equinoccios, marcan el ritmo de los días, de las semanas, los meses, los años y los grandes años, que son las medidas dentro de las cuales se desarrolla todo lo manifestado. En este movimiento continuo existen unos puntos significativos en los que simbólicamente el tiempo se detiene y el ser humano puede acceder a la intelección de las realidades eternas. Estos puntos son los señalados por los dos solsticios. Pues bien, según la cosmogonía pitagórica, cuya orientación es solar, el solsticio de verano señalaba la puerta de Septentrión (habiendo ascendido el Sol hacia el Norte en su movimiento anual) y coincidía con el signo zodiacal de Cáncer; aquí se abría la "puerta de los hombres", o sea, la entrada en el universo significativo y la posibilidad de acceder a su intelección a través de la Iniciación. El solsticio de invierno, relacionado con el signo de Capricornio, se ubicaba al Sur (habiendo descendido el Sol en el cielo) y en este punto se abría la "puerta de los dioses", la cual representaba la salida del Cosmos una vez efectivizados o realizados todos los estados del Ser, es decir, cuando se había alcanzado el estado de Hombre Trascendente y entonces no restaba sino la experiencia del ámbito de lo supracósmico o metafísico.


No debe confundirse ese tránsito por el mundo intermediario del Alma y la fusión con el Espíritu previa a la salida del Cosmos con lo que los modernos nombran como reencarnación. Esta palabra es una traducción errónea del concepto de transmigración67, el cual sólo puede ser entendido desde el punto de vista sagrado por cuanto supone el viaje del alma tras la muerte iniciática y su renacer a la vivencia efectiva de todos los estados de la Conciencia universal. El ser humano moderno, sumido como está en la más burda materialidad y multiplicidad, y al desconocer o negar totalmente la doctrina de los estados múltiples del Ser, inventa una explicación a su medida para aquello que no comprende y que excede su concepción racionalista. Así, al negar la posibilidad de otros mundos o planos invisibles cada vez más tenues del Sí mismo que coexisten con el corporal y el anímico, y al estar atrapado en la prisión de la individualidad, de la visión dual y lineal de la existencia, y aturdido por los innumerables prejuicios emocionales, mentales y morales, sólo es capaz de ubicar ese recorrido del alma en el plano horizontal más rasante, es decir, el material, y además ello no le permite concebir la posibilidad de salir de él. De esta manera, tras la muerte física de un ser particular, no le queda otra explicación para que éste pueda "mejorar" o "expiar" culpas sino el afirmar que se vuelve a encarnar en otra forma individual, y así indefinidamente en un sistema cerrado, dual, oprimente e inquisitorial. En cambio, la Iniciación promueve el despertar a la concepción vertical de la existencia, a la posibilidad de conocer lo que uno es verdaderamente, que es el Ser, con sus mundos jerárquicos y simultáneos, desde los más concretos y materiales hasta los universales y principiales reunidos todos en la Unidad, trascendiendo las barreras del tiempo, del espacio y de la forma e instalándose en el aquí y ahora, el eterno presente. Esta concepción es verdaderamente liberadora, no dual, y despertar a ella es darse la oportunidad de experimentar la Suprema Identidad68, la que simbólicamente se vivencia al salir del Cosmos por la puerta de los dioses.


Mater-Deméter


Las diligentes e inspiradas abejas nos conducen ahora ante su divina reina, la regente de la colmena, cuya simbólica transpuesta al tercer cuadrante de la rueda que Pitágoras revela a las mujeres se refiere a la madre dadora de formas, de vida y también de muerte. Ahora es el tiempo y el espacio de la diosa Mater, la que tras unirse a su complementario, gesta y alumbra hijos e hijas. Esta faceta procreadora de lo femenino se expresa jerárquicamente en la mitología griega a través de Gea69, de la titánide Rea70 y de la diosa Deméter71, entre otras entidades. Decíamos anteriormente que el callejón que se conoció como Santuario de las Musas desembocaba en el Templo de Deméter y que éste no era sino el nombre del hogar de Pitágoras y su familia. Dicho recinto, tomado no tanto literalmente sino en el sentido de la escuela que el maestro fundó en Crotona, se convirtió en un centro aglutinador e irradiador de la doctrina que él sintetizara y adaptara al contexto espacio-temporal en el que vivió, atendiendo especialmente a la naturaleza de los hombres y mujeres de su época; es más, dicha entidad constituyó una imagen de la matriz universal que fecundada verticalmente por el Intelecto Supremo, alumbró a iniciados e iniciadas, vástagos de la luz, sustento del Mundo, así como garantes y transmisores de la doctrina. Esto significa que la Tradición, permanentemente actualizada por los que la encarnan, es la verdadera madre de todo aquél que tras haber nacido a la condición humana, muere a la ilusión, y es gestado entonces por segunda vez en las entrañas del Ser y alumbrado a su verdadera y única Realidad. Además, esta madre reúne todas las condiciones para procurar el crecimiento de sus descendientes, puesto que es nutricia, dúctil y flexible en las formas pero firme y mesurada en la guía, todo lo cual la hace permanecer inalterable en su esencia y adaptarse a las circunstancias particulares (geográficas, históricas, políticas, sociales, etc.) para mantenerse siempre viva y actual.


Pitágoras y su fraternidad conformaron, pues, un Centro iniciático, un lugar de Enseñanza y transmisión de la Ciencia Sagrada y un foco de luz que irradió pautas o reglas para el ordenamiento integral de la sociedad en la que vivieron. Durante más de dos mil años, los Misterios de Eleusis en los que se revivía el drama de la diosa Deméter y su hija ejercieron esas mismas funciones de tipo intelectual y ordenador sobre las tierras helénicas. Pitágoras conoció tales cultos, vigentes aún en su época, y de ahí su referencia a Mater en la rueda simbólica con la que adoctrina a las mujeres. Siguiendo el camino que nos traza esta diosa y sus misterios podremos investigar la doble vertiente de la escuela pitagórica, tanto su núcleo esotérico como su manifestación exotérica.


El artículo titulado "En pos de Deméter" de Mª Angeles Díaz nos servirá de guía en este tramo de la búsqueda. Nos dice respecto a la función de Eleusis:


Concretamente, en Grecia uno de esos Centros sapienciales e influyentes en la historia del pensamiento tradicional de Occidente fue el santuario de Eleusis de época prehelénica, consagrado a la diosa Deméter, deidad que representó durante más de dos mil años el símbolo de la puerta de entrada a los misterios de la iniciación, y cuya energía contribuyó al esplendor de esa civilización. Venerada popularmente como deidad de la vegetación y de la agricultura (especialmente del cultivo del trigo), tanto por griegos como luego por los romanos quienes le dieron el nombre de Ceres, el santuario consagrado a la diosa Deméter fue símbolo del saber acumulado por sabios e iniciados de todas las épocas anteriores, ya que se dice que la cadena de esa enseñanza enraíza con los orígenes del mundo, antes del tiempo. A este Centro, verdadero corazón del mundo mediterráneo, pertenecieron los grandes pilares de nuestra tradición cultural, nos referimos a Pitágoras, Sócrates y Platón, a través de los cuales la ciencia arcana ha podido, aunque cada vez de modo más restringido, seguir alimentando a hombres y mujeres de todas las épocas, incluida la nuestra ya que gracias a esos sabios la influencia espiritual-intelectual de la deidad aún no ha dejado de dar su sustento al Occidente actual. (SYMBOLOS 27-28, op. cit., pág. 126-127)


Rememoremos a grandes pinceladas la leyenda iniciática de la diosa Deméter y su hija Perséfone72. Cuando la joven es raptada por Hades, su madre emprende una desesperada búsqueda que la llevará a atravesar toda la faz de la tierra. Tras nueve días de rastreo infructuoso, Helios le revela su paradero subterráneo, y entonces la desolada Deméter, adoptando una figura sombría y envejecida, abandona el Olimpo e inicia un periplo que le conducirá a Eleusis. Allí entra a trabajar como nodriza del príncipe Demofonte, al cual irá transmitiendo los secretos de la iniciación, pero al no poder completar su instrucción, y tras revelarse en toda su magnificencia a la madre del niño, ordena que le sea erigido un templo


donde poder permanecer y transmitir sus misterios a los hombres. Una vez construido el santuario, Deméter se refugia en él. Se cuenta que su retiro y ocultación hace de la tierra un lugar yermo y baldío. (pág. 134)


Zeus, informado de las penurias que acechan a los hombres, consiente en enviar emisarios celestes, primero a Iris y después a Hermes, para pedir a Hades que libere a su amada esposa. Tras varios intentos, éste finalmente accede, pero antes de dejar ir a Perséfone le hace comer unos granos del fruto jugoso del granado asociado al matrimonio, asegurándose así el regreso de su esposa a su lado durante un determinado período del año. Ya sobre la tierra, la joven se reencuentra con su madre, y entonces ésta recibe de Rea la consigna de hacer crecer de nuevo el fruto que da vida a los hombres.


Deméter sin demora obedece y restablecido el orden la tierra vuelve a verdear. (pág. 135)


La leyenda también cuenta que


Deméter comienza por enseñar sus secretos a Triptólemo, personaje que por encargo de la diosa enseñará la agricultura a los griegos. (…) En cuanto a Triptólemo, quien aparece como el receptor de los antiguos misterios de Eleusis, representa el prototipo del iniciado, esto es, del primero que recibe una ciencia arcana renovada al ponerla en relación con la agricultura, ciencia que emerge en la época como símbolo capaz de mostrar los misterios de conjugar los cielos con la tierra, misterios de los que forman parte la astrología, la astronomía y la geometría, entre una larga lista de otras ciencias asociadas igualmente a la agricultura, ya que ésta, como "cultura del agro", no está sólo delimitada a los procesos vegetales de los cultivos, sino que ha formado parte muy importante de la cosmovisión de muchos pueblos. (pág. 135)


En los Misterios de Eleusis, al igual que en la escuela de Pitágoras, había unos ritos iniciáticos reservados a los que poseían las cualificaciones y otros populares en los que participaba toda la comunidad y que actuaban como ordenadores del tiempo y del espacio y de todas las tareas y funciones de los miembros de la sociedad, infundiendo una medida y armonía a todos los niveles. Centrémonos primero en la vertiente más interna de la escuela pitagórica, la que constituyó su corazón o núcleo esotérico, recordando lo que de este ámbito se conoce sobre los Misterios de Eleusis:


Sobre el ritual de las iniciaciones secretas y de la experiencia final (Epopteia) se sabe muy poco, aparte de que para recibirla no se tenía en cuenta ni el sexo, ni ninguna otra condición jurídica, como decíamos, únicamente ir libre, sin coacción y solo, tal cual estaría cualquiera el día de su nacimiento o de su muerte. Eso sí, era cosa imprescindible el que los iniciados estuvieran dispuestos a hacer voto de silencio. Sin embargo algunos historiadores, entre ellos Mircea Eliade, han reunido lo poco que sobre los rituales propiamente dichos ha trascendido, por ejemplo estas dos palabras dichas por Proclo que son una buena síntesis de los misterios. Cuenta Proclo que los iniciados miraban al cielo y decían : "Llueve", luego volvían la mirada a la tierra y decían: "Concibe". Hipólito añade dos noticias más, la de que los participantes a la iniciación se reunían en torno a un gran fuego y el hierofante exclamaba: "La divina Brimo ha engendrado un niño sagrado, Brimos". Y Heracles habla así: "He sido iniciado hace mucho tiempo (o en otro lugar) … he visto el fuego … y he visto a Coré". Es seguro que se estaba refiriendo a esa clase de fuego al que se refiere Federico González cuando dice: "si todos los fuegos son el fuego, el fuego Arquetípico no quema, pues es una Idea –algo invisible–, que la multitud de fuegos simboliza". Se habla, no obstante, de que los postulantes asistían a un drama ritual en el que se representaba la unión de Zeus y Deméter, y cuyos protagonistas eran el hierofante y la sacerdotisa de la diosa. Asimismo se cuenta que al final de la ceremonia, y como colofón de la misma, se les enseñaba a los asistentes una espiga. (…) A pesar de los pocos datos existentes, parece claro que se trataba de rituales muy misteriosos donde se revelaban los verdaderos secretos trascendentes relacionados con la muerte y la resurrección, como aquel alto misterio simbolizado por la espiga, la que habiendo perdido su verdor y también su raíz, es sin embargo generadora de vida, de modo que cada uno de sus granos, aparentemente seco, contiene la vida de un campo y el alimento para un puñado de hombres. (pág. 142-143)


Por lo que respecta a la iniciación en la escuela pitagórica los datos son también pocos, pero muy concordantes con la esencia de los de Eleusis, pues ya sabemos que las vías de iniciación en los Misterios, ya sea aquí o allí, antes o ahora, obedecen y reproducen un mismo diseño universal. Deméter en la antigua Grecia, como Isis en Egipto, es la diosa que instituye las iniciaciones y la que enseña sus ritos. Éstos, tanto en Eleusis como en la cofradía pitagórica, estaban abiertos a los hombres y las mujeres cualificados que se abrían al influjo espiritual y concebían la posibilidad de conocer su verdadero y único Sí Mismo. Por las referencias de Jámblico se sabe que Pitágoras escrutaba con gran detenimiento al candidato. Primero observaba si era capaz de refrenar el habla y mantener el secreto; después si era modesto y contenía las pasiones, los apetitos y los deseos. También examinaba su facilidad para aprender, la memoria y si su actitud hacia la enseñanza estaba acompañada de amor y temperancia, e igualmente si tenía una naturaleza moldeable y dúctil, de tal manera que


a quienes encontraba aptos para los bienes de su sabiduría los admitía e intentaba elevarlos al conocimiento científico. (Jámblico, op.cit., pág. 71)


Todos los adeptos juraban respetar la Ley del silencio y no revelar jamás los secretos a los que no fueran de la fraternidad, primeramente por la propia naturaleza innombrable de la Suprema Identidad, y en segundo lugar para salvaguardar el legado tradicional y asegurar así su transmisión hasta el fin de los tiempos. Además, los aprendices debían guardar cinco años de silencio como período preparatorio y método de aprendizaje para acceder luego a los más altos conocimientos. Sirva el testimonio de Timica para percatarnos de que las mujeres que pertenecían al núcleo más interno de la escuela pitagórica también ponían en práctica este juramento. Dice la historia que el tirano Dionisios, al no haber sido aceptado dentro de la cofradía por no reunir las cualidades requeridas, quiso obtener por la fuerza los secretos de la organización y mandó un destacamento para que apresaran a algunos pitagóricos que se encontraban de traslado de una ciudad a otra según tenían costumbre coincidiendo con los cambios de las estaciones del año. Todos ellos perecieron en manos de los soldados excepto dos, Milias de Crotona y su esposa Timica de Lacedemonia, que estaba encinta. El tirano interrogó al hombre intentando sonsacarle los secretos, pero al no obtener respuesta


mandó que torturaran a Timica, pues pensaba que por ser mujer, estar embarazada y sin marido, hablaría con más facilidad por miedo a los tormentos. La heroína hizo rechinar sus dientes sobre la lengua, se la cortó y se la escupió a la cara del tirano. (ibid. pág. 117118.)


Entre los pitagóricos, la vehiculación de la influencia espiritual y los soportes para la intelección de las verdades eternas se realizaban a través del símbolo y cobraban vida por la práctica del rito. Sobre los ritos nada ha trascendido; en cuanto a los símbolos, encontramos algunas pistas. Nos dice Jámblico:


Si se expone con claridad los significados y pensamientos secretos de los símbolos pitagóricos, ¡cuánta exactitud y verdad contienen si se les desprende de sus envolturas, se les libera de la forma enigmática y se les adapta, mediante tradición simple y sin adornos, a la naturaleza noble de estos filósofos, cuya divinidad excede el pensamiento humano! (…) Además, cuando estos símbolos son hechos inteligibles de una forma apropiada a ellos y llegan a ser claros y patentes para la mayoría en vez de oscuros, se asemejan a las profecías y a los oráculos de Apolo Pitio, manifiestan un pensamiento admirable y llenan de divina inspiración a los estudiosos que los han comprendido. (ibid. pág. 75-76.)


Uno de los símbolos en el que se sintetizó íntegramente la doctrina pitagórica es el de la sagrada Tetraktys sobre la cual juraban todos los iniciados con esta fórmula:


Lo juro por el que ha revelado a nuestra alma la Tetraktys, en la que se encuentra la fuente y la raíz de la eterna naturaleza.


Su expresión aritmética es 1 + 2 + 3 + 4 = 10,


ley según la cual existe una relación de identidad entre la unidad, el cuaternario y el denario.

 


El código numérico73, la aritmética y la geometría eran las ciencias idóneas para transmitir y penetrar las entrañas del universo, puesto que según nos dice Fernando Trejos,


el número contiene una cualidad mágico-teúrgica y es la representación de una deidad o numen.


Continúa explicando el autor:


el número está impreso en la trama misma del cosmos y la numerología es un lenguaje universal que puede servir para desentrañar, para establecer relaciones precisas entre los distintos estados del ser y órdenes de la existencia y para conocernos a nosotros mismos que, en cuanto microcosmos, participamos de esa misma estructura cósmica y hemos sido creados conforme al número. Si el hombre tiene dos ojos, dos orejas, dos orificios nasales, dos brazos y dos piernas; si tiene cinco dedos en cada una de sus extremidades y cinco sentidos con los que se relaciona con la realidad sensible; si el cuerpo humano puede inscribirse de modo armónico en el interior de una estrella de cinco puntas74 conforme a las proporciones del número áureo, etc., etc., es porque posee, en su propio cuerpo, una estructura numérica y geométrica, que es proporcional a la del universo entero y que también es el símbolo de otros cuerpos sutiles que en otros planos participan de los mismos arquetipos. El hombre no inventa al número –como creen los modernos– ni las operaciones numéricas; por el contrario, el ser humano ha sido creado de conformidad con esas proporciones y más bien reconoce el número –que es anterior a él– desentrañando los planos de un dios creador, geómetra y arquitecto que utiliza los números y las figuras geométricas para realizar su obra y revelar a la inteligencia humana las leyes –siempre armónicas– con las que diseña su creación75.


Aunque muy fragmentados, nos han llegado unos textos de dos pitagóricas en los que se pone en evidencia su fusión total con estas ideas. Escribe Téano:


He oído decir que un gran número de griegos pensaban que Pitágoras había dicho que todo nacía del Número. Pero esta aserción nos induce a la confusión; ¿cómo imaginar cosas que no son y que pueden engendrar? Lo que él dijo no es que todo naciera del Número, sino que todo ha sido formado conforme al Número, ya que dentro de él reside el orden esencial, y que no es sino participando en este orden como las cosas que pueden ser nombradas ocupan un lugar primero, segundo y así sucesivamente. (Meunier, op. cit. pág. 39)


Por su parte, Perictione enuncia en un acápite titulado De la Sabiduría:


El hombre ha nacido y ha sido compuesto para contemplar el principio de la naturaleza universal, y la función de la Sabiduría es precisamente la de poseer y contemplar la inteligencia manifestada en las realidades. La geometría, la aritmética y las otras disciplinas especulativas y de orden científico no se ocupan más que de ciertas realidades. La Sabiduría, por el contrario, se ocupa de todas las modalidades de lo real. En efecto ¿no se comporta la Sabiduría en relación a todas las realidades como la vista se comporta respecto de todo lo que es visible y el oído respecto de todo lo que puede ser entendido? Entre los accidentes que afectan a lo real, unos sobrevienen universalmente a todas las realidades; otros, a la mayor parte de ellas, y otros singularmente a cada una. Es propio de la Sabiduría tener conciencia de los accidentes que sobrevienen universalmente a todas las realidades y contemplarlas; a las ciencias naturales corresponde conocer los que afectan a la mayor parte de ellas, y por último, a una ciencia determinada, juzgar aquéllos que son propios de una cosa particular. He aquí por qué la Sabiduría busca los principios de todas las cosas reales y las ciencias naturales aquéllas que son producidas por la naturaleza. La geometría, la aritmética y la música descubren los principios de la cantidad y de la consonancia. Aquél que es capaz de analizar todas las modalidades de lo real en función de un solo y mismo principio, y de nuevo partiendo del mismo principio, recomponerlas y ordenarlas bien, éste parece ser el más sabio y próximo a la verdad. Además parece haber encontrado una buena cumbre de observación, desde donde será capaz de elevar hacia Dios su mirada y abrazar todas las cosas que, en serie y en orden, han sido puestas en su lugar por Él. (ibid., pág. 45-49)


Además, escudriñando textos neopitagóricos también hemos encontrado una serie de preguntas y respuestas en las que se depositó y conservó el corpus doctrinal de la cofradía. Meditar en cada una de las cuestiones puede promover todo un viaje interno de conocimiento de alcance universal. Oigámoslas:


Todas las así llamadas sentencias orales se dividen en tres clases: la primera de ellas responde a la pregunta "qué es", la segunda a "qué es lo más", y la tercera a "qué se debe hacer o no hacer". Ejemplos del primer tipo, "qué es", son: "¿qué son las islas de los bienaventurados? el sol y la luna", "¿qué es el oráculo de Delfos? la Tetraktys, que es también la armonía de las esferas". Ejemplos del segundo tipo, "qué es lo más" son: "¿qué es lo más justo? hacer sacrificios", "¿qué es lo más sabio? el número y en segundo lugar lo que pone nombre a las cosas", "¿qué es lo más sabio de las cosas humanas? la medicina", "¿qué es lo más hermoso? la armonía", "¿qué es lo más poderoso? el pensamiento", "¿qué es lo mejor? la felicidad". (…)


Esta sabiduría es la misma que la denominada de los siete sabios. Pues también aquellos buscaban no qué es el bien, sino "qué es lo más…", no qué es lo difícil, sino qué es lo más difícil (que es conocerse a sí mismo), no qué es fácil, sino qué es lo más fácil (que es seguir la costumbre). Tales sentencias orales parece que siguen la línea de la sabiduría de los siete sabios, ya que éstos son anteriores a Pitágoras. Ejemplos del tercer tipo, "qué se debe hacer o no hacer", son: "se debe tener descendencia (pues hay que dejar en nuestro puesto quienes honren a la divinidad)"76.


Estas cuestiones nos parecen bien significativas pues apelan a la faceta femenina que Deméter nos está revelando en este apartado: la de la procreación o maternidad. Por un lado, nos muestran que el camino iniciático está jalonado por la reiteración de diversos ciclos de vida-muerte-regeneración; además, este método de enseñanza simbólico empleado por los pitagóricos nos hace intuir que la entrada en una vía de conocimiento es siempre fructífera para el iniciado. Si busca, encuentra; si llama, se le abre; si pide, se le da. Se planta una semilla y brota una espiga, como en Eleusis, con los granos multiplicados. El fruto de la iniciación o de los Misterios no es ninguna posesión cuantitativa ni una expansión indefinida de la individualidad, sino la Identidad, el Ser, el Todo que es Uno y el Uno que es Todo. Por otra parte, si la tradición y la doctrina estaban vivas en ese tiempo –y lo continúan estando ahora– era porque había quien las actualizara, de ahí el sentido de alumbrar hijos, naturales o espirituales, para regenerar así la vida de la cultura y su esencia liberadora. De nuevo la mujer tiene una función central en este cometido dentro de la cofradía pitagórica. Ellas fueron el garante de la renovación de la sociedad y algunas también, en lo referente a la doctrina y la enseñanza esotérica, se convirtieron en las depositarias de los arcanos y conocimientos interiores, ya sea porque los custodiaron como heroicas guardianas o porque los revitalizaron con sus escritos o transmisiones orales. Veamos algunos ejemplos documentados. Pitágoras tuvo una hija llamada Damo a la cual, antes de morir, transmitió la memoria doctrinal de la fraternidad, instándola a no comunicar a nadie que no fuera del linaje los sagrados misterios77. En una carta que Lisis escribió a Hipasia le explica que Damo rechazó de plano la posibilidad de vender por una importante suma de dinero los escritos sobre dicha memoria, estimando que la pobreza y las exhortaciones de su padre eran más valiosas que el oro. A Damo, además, se le atribuyen unos escritos sobre las memorias secretas de su padre y unos comentarios a Homero que no se han conservado. Por su parte, la otra hija de Pitágoras, Arignota, escribió versos sobre los misterios de Deméter y la infancia de Dionisio, y de Mía, la tercera de la hijas, se relata en la Vida de Pitágoras de Porfirio que cuando era joven estaba al frente de las doncellas de Crotona y cuando llegó a mujer, al frente de las mujeres. Una vez hubo comenzado la persecución de los pitagóricos, Porfirio relata:


reunieron unas memorias sucintas y recopilaron los escritos de los antiguos y sus recuerdos, y los dejaron donde a cada uno le sorprendió la muerte, conjurando a sus hijos, hijas y esposas a no entregarlos a nadie de fuera de la familia. Este proceder lo conservaron por mucho tiempo las familias, transmitiendo por sucesión la misma recomendación a sus descendientes. (pág. 57-58)


Al final del libro de Jámblico aparece una relación de diecisiete damas pitagóricas que ahora mentamos: Timica, Filtis, Ocelo, Ecelo, Quilónide, Cratesíclea, Téano, Mía, Lastenia, Habrotelia, Equecratia, Tirsenis, Pisírrode, Teadusa, Boio, Babelica, Cleecma y las anónimas cuyo nombre está inscrito en la ciudadela celeste.


En este apartado sólo nos queda referirnos a la misión de la mujer en la faceta más exterior de la fraternidad. Por ello recurrimos de nuevo a los ritos populares de Eleusis para establecer luego las analogías correspondientes con la cofradía pitagórica. Nos dice Mª Angeles Díaz:


Los ritos de Deméter, la diosa dispensadora de las estaciones, eran actos festivos multitudinarios que a pesar de que experimentaron ciertas modificaciones a lo largo del tiempo (20 siglos) siempre conservaron dos fases principales: la desaparición de Perséfone y su retorno. Unas de entre las fiestas que tenían que ver con la fertilidad y en las que sólo participaban las mujeres, eran las denominadas Tesmoforias que se inauguraban en Atenas todos los años en otoño, después de la siembra, con una romería en la que las participantes actuaban en calidad de legisladoras de la ley de Deméter, lo cual está en relación con el propio epíteto de la diosa que justamente es Tesmóphoros, esto es "Legisladora". Estas ceremonias duraban tres días. El último de luna nueva y total oscuramiento se vivía como el duelo que representaba el drama del rapto de Perséfone. (…) Luego, en primavera se celebraba el retorno de la diosa Perséfone del mundo de los muertos. Estos ritos ceremoniales eran conocidos en la época como pequeñas Eleusinas78


y en ellos se realizaba una peregrinación que duraba nueve días desde Atenas a Eleusis con una serie de etapas donde se practicaban purificaciones y ofrendas que culminaban con el arribo al Santuario y la ingesta del ciceon, alimento de propiedades milagrosas que abría la percepción hacia otros espacios de la realidad y de la conciencia. Deméter y su ciclo, encarnado por los miembros de la sociedad, era lo que le daba la medida a ésta, lo que sacralizaba todas sus actividades y les confería un sentido; esa idea ritualizada mantenía el orden, la armonía, y sobre todo posibilitaba la experimentación de otros planos de la realidad, esto es, la vivencia de lo milagroso, o de los estados invisibles pero reales del Ser Universal.


A la luz de esta función legisladora, entendemos por qué la mayoría de los testimonios de tipo exotérico que nos dejaron las mujeres que pertenecieron a la cofradía pitagórica nos refieren cuestiones concordantes con lo que acabamos de explicar. Los fragmentos de escritos y cartas de Téano, Fintis, Mía o Perictione nos descubren esa faceta reguladora a la que ya hemos aludido en varias ocasiones. La mujer casada era el puntal del hogar, el cual debía gobernar con medida y ponderación, velando siempre por la armonía entre todos los que lo habitaban: esposo, hijos y servidumbre. Pero mejor dejemos que sean ellas mismas las que se expliquen. Dice Fintis en una ocasión:


La principal virtud de la mujer es la medida y gracias a ella es capaz de hacerse apreciar y querer por su esposo. (…) Por mi parte, pienso que hay ciertas ocupaciones que son particulares a los hombres, otras lo son a las mujeres y las hay comunes al hombre y a la mujer. Las actividades propias del hombre son las de dirigir los ejércitos, gobernar las ciudades y arengar al pueblo. Las particulares de la mujer son velar por su casa, quedarse en ella y atender y servir a su marido. Pero afirmo que atañen a los dos el coraje, la justicia y la justa medida. Además, añado que conviene tanto al hombre como a la mujer cultivar las virtudes que se refieren al cuerpo, así como también las que se refieren al alma. Y, así como es útil a los dos que el cuerpo esté sano, lo mismo sucede con el alma. (Meunier, op. cit. pág. 64-65)


Perictione, en un discurso titulado De la armonía de la mujer, expone:


Es necesario comprender que la mujer llena de medida y de circunspección es armonía. En efecto, es importante que su alma aspire fuertemente hacia la virtud, con el fin de devenir justa, valerosa, medida, ornada de cualidades conformes a su naturaleza, y en todo hostil a la vanagloria. (…) Así pues, si llega a elevarse por encima del deseo y la pasión, la mujer devendrá armoniosa y divina. (ibid. pág. 52)


Más adelante dice:


Es preciso honrar a los dioses con la esperanza de la felicidad, obedecer sus leyes y las costumbres que han establecido los ancestros. Después de los dioses, digo que se debe honrar o reverenciar a nuestros padres. Ellos están, en efecto, en completa igualdad de derechos con los dioses. (pág. 59)79


A la mujer se le pide fidelidad a su esposo, un rechazo al lujo y a la ostentación en el vestir, austeridad con el cuidado del cuerpo, una constante práctica de la piedad, la justicia, la amistad, el valor y la armonía. Además, debe administrar con sabiduría el hogar y educar con firmeza a los hijos, evitando blanduras y consentimientos, lo que los haría seres extremadamente vulnerables. Veamos esta carta de Téano a Eubula:


He oído decir que educas a tus hijos en la desidia. Es de buena madre no educar a los niños para la voluptuosidad, sino formarlos en la moderación (…) La educación deviene una perversión de la naturaleza cuando ella da a las almas el gusto del placer volviendo a aquéllos indolentes y a éstas embotadas (…) Es necesario que los niños que uno educa sean aguerridos contra la timidez, incluso si hay necesidad de afligirlos y de fatigarlos, con el fin de que no sean esclavos de las aprehensiones, y para que no se inclinen con facilidad hacia el placer, ni se amedrenten cuando tengan que someterse a las fatigas, sino que adopten ante todo las bellas maneras de actuar, absteniéndose de unas y ligándose a las otras. (pág. 79-84)


En otro fragmento Fintis escribe:


el más bello ornamento de una mujer libre y su mayor gloria es el de poder testimoniar, por la manera como son sus hijos, la fidelidad que sabe guardar a su marido si place al cielo que sus hijos lleven la marca de parecido que les une al padre que los engendró. (pág. 71)


Por otra parte, también es cometido de las féminas dirigir todas las tareas con maestría, para lo cual es imprescindible la enseñanza de las mujeres añosas. Tal la exhortación de Téano a la joven desposada Callisto:


A vosotras, las más jóvenes mujeres, desde que os habéis casado os ha sido dado por ley el poder de conducir con maestría el rumbo de vuestro hogar; pero la enseñanza requerida para esta tarea la debéis obtener de mujeres de más edad, consejeras constantes, cuando se trata de regentar una casa. En efecto, es bueno informarse desde el principio de aquello que uno no sabe, y estimar como lo más provechoso la consulta a mujeres mayores, pues para una misión tal conviene que el alma inexperimentada sea educada como una jovencita. (pág. 95)


Hay muchos más testimonios de este carácter ejemplar y virtuoso que se demanda de la hembra, y ello hay que entenderlo, sobre todo, como una aplicación secundaria en el ámbito moral y social de unos principios superiores de los que la escuela pitagórica era depositaria y guardiana. Es decir, que la Ley o dharma –que es el reflejo en el mundo de un principio supracósmico– era manifestada por ese centro espiritual establecido en el mundo terrenal. Del corazón de la organización también emanaron normas sociales y reguladoras del comportamiento que contribuyeron al ordenamiento de pueblos y ciudades. Ahora bien, todos estos códigos, por ser aplicaciones derivadas y no pertenecer al orden de los principios, son variables con el tiempo, y de ahí el absurdo de pretender aplicarlos al pie de la letra en otras circunstancias y coordenadas espacio-temporales. Lo exterior cambia y fluctúa, mientras que lo que constituye la esencia de la doctrina, guardada en los símbolos, ritos y mitos que hemos ido explicando, es eterno e inmutable y tan válido hoy en día como lo fue entonces para acceder al Conocimiento y la Identidad.


Maya


Y así hemos alcanzado el cuarto cuadrante de la rueda. Ahora acabaremos de trazar el sector de la circunferencia que nos falta, aunque sabemos por experiencia que desde cualquier punto de la periferia se tiene la posibilidad de acceder y conquistar su centro. Maya cierra el círculo, y lo abre hacia otra realidad superior. Esta ninfa, hija de Atlas y Pléyone es, recordémoslo, una de las siete Pléyades y el símbolo de una de las Siete Luces que conservan la Sabiduría eterna de un ciclo cósmico a otro. No es entonces casualidad que ella sea la madre, después de unirse a Zeus, del dios que dará nombre a la Tradición Hermética. Hermes es alumbrado en una gruta del monte Cilene y nada más nacer hace gala de todos los atributos que lo convertirán en el mensajero de los dioses, intermediario entre el cielo y la tierra, guardián de las puertas, conductor de las almas en el viaje iniciático y curandero de cuerpos y almas, así como transmisor de la doctrina y de las artes y ciencias sagradas, además de promotor de todos los trueques e intercambios. Según Proclo en su obra ya citada Lecturas del Crátilo de Platón


el investigar se concede a las almas de parte de Maya, la madre de Hermes, y el hallazgo, de parte de la cadena de Hermes. (pág. 76)


Maya ha promovido la investigación, y a través del hilo sutil que ha nacido de su seno –la Tradición Hermética– hemos podido seguir la huella eterna de la Verdad en el tiempo de Pitágoras y su escuela, descubriendo que esa esencia inmutable se expresa con singularidad en ese momento, al igual que puede hacerlo en cualquier tiempo y lugar, y que su presencia se ha prolongado viva hasta esta edad crepuscular que ahora llega a su fin. La posibilidad de la iniciación en los misterios, gracias a la vivificación constante de los integrantes de la cadena de Hermes, ha llegado hasta este siglo XXI, y muchas de las enseñanzas de la escuela pitagórica están vigentes hoy en el seno de la Masonería.


Pitágoras vincula a Maya con la mujer que tiene nietos, la experimentada, es decir, con aquel ser que ha penetrado los misterios de la vida y de la muerte y trascendiéndolos se ha identificado con los de la Inmortalidad. Esto es análogo a decir que tal ser se halla en vías de liberación y que habiendo tomado conciencia de los estados individuales y universales del ser, se ha reintegrado en la triunidad principial y está presto a realizar la última conjunción, a identificarse con la misteriosa Unidad. Ha alcanzado el estado primordial, Kether en la Cábala, esfera que se representa como un anciano de perfil.


La mitad visible de su rostro muestra al Ser y la manifestación. Su cara oculta simboliza lo inmanifestado y el No-Ser. Pero hay en él una unidad indivisible. (Fernando Trejos, "La Vacuidad", op. cit. pág. 235)


En la tradición hindú se habla de Maya como la ilusión. René Guénon nos explica los dos sentidos de este vocablo, el cual está relacionado directamente con la Unidad o Principio del Ser de que hablábamos hace un instante. En él están contenidas sin distinción todas las posibilidades de la Manifestación Universal por lo que podría decirse que


… "es la superficie reverberante del Absoluto en innumerables facetas, lo que magnifica a toda criatura que se mire allí de modo directo". Esta superficie es igualmente Maya tomada en su sentido más elevado, como Shakti de Brahma, es decir la "omnipotencia" del Principio Supremo. De un modo absolutamente similar en la Qabbalah Hebraica, Kether (la primera de las diez sefiroth) es la vestimenta de Ain-Soph (El Infinito o lo Absoluto)80.


Pero esta omnipotencia, considerada como un aspecto del Principio y distinguiéndose de él


"separativamente", no es ya más que la "Gran Ilusión" (Maha-Moha), es decir, Maya en su sentido inferior y exclusivamente cósmico81.


Se trata, pues, de trascender todas las ilusiones, incluso la más alta, y experimentar de algún modo en la conciencia la Suprema Identidad. La liberación total no es sino la vivencia no dual del Ser y el No-Ser, ya que


si bien es cierto que desde la manifestación el Ser podría percibirse como la imagen espejada del No-Ser, sin embargo no puede haber entre ellos espejo ni reflejo pues esa aparente primera polarización Ser - No-Ser, en la esencia inmutable de lo que el cero metafísico y la Unidad simbolizan, no es posible, pues por definición no puede haber ningún rastro de dualidad en el Absoluto en el que Ser y No-Ser son idénticos. Ese Vacío, que contiene la Esencia, descrita en la Alquimia como el Eter, se dice que se halla simultáneamente en todas partes y en ninguna, que penetra todos los seres sin dividirse en modo alguno y constituye el Misterio de misterios que ha atraído el pensamiento de sabios de todos los tiempos. El Ser reside en el No-Ser y el No-Ser reside en el interior del Ser. El iniciado debe crear ese espacio vacío dentro de sí (como tallando una copa en el interior de la piedra), receptivo y femenino, para que la esencia y el espíritu le llene y recupere así su verdadera y eterna identidad. Este es el fin de la meditación, del canto sagrado y de la oración. La Iniciación, bien entendida, a través de los tres mundos debe conducir a él. "Alcanza la total vacuidad para conservar la paz". (Fernando Trejos, op. cit. pág. 238-239)


Hemos repetido en diversas ocasiones que para la entidad pitagórica las verdades cosmogónicas y metafísicas se sintetizan prístinamente a través del código numérico y geométrico, y nos percatamos de que la breve secuencia o rueda que hemos estado desarrollando en estas páginas admite una transposición al lenguaje de los números y al de sus formas geométricas correspondientes. He aquí una hoja de papel en blanco, vacía, cual símbolo de la Nada ilimitada que contiene en sí todas las posibilidades de Ser y No-Ser. El Cero, que es ausencia de número, es lo único que puede simbolizar ese ámbito en el que nada está determinado, ni cualificado, ni nombrado, ni por supuesto cuantificado. Por razones que escapan a toda explicación discursiva o dialéctica, en el seno del Infinito se afirma un punto, invisible, tácito, que en esencia es idéntico a la infinitud que manifiesta de modo afirmativo82. Esta idea se simboliza con el 1, la Unidad aritmética, la realidad única, la esencia pura, el Principio del Ser que contiene indiferenciada toda su revelación. En lo geométrico es un punto, el Motor Inmóvil, la Causa Primera, que es el origen y destino de toda la Manifestación, la cual se representa por la circunferencia de indefinidos puntos


los cuales son un reflejo de la potencialidad del Centro en un plano definido y limitado83.


El misterioso paso de la Unidad a la periferia, o a la multiplicidad, o a la rueda de la vida identificada con el número 984, se realiza a través del cuaternario (el 4 es el número que signa toda la creación; geométricamente se corresponde con la cruz o el cuadrado). Esto también se expresa así: si al centro (1) sumamos el valor de la circunferencia (9) obtenemos el círculo 1 + 9 = 10 (el Uno que es el Todo y el Todo que es el Uno)85, siendo el 4 el vínculo entre la Manifestación universal y su Principio. Al hacer la reducción del cuaternario vemos claramente expresada esta relación: 4 = 1 + 2 + 3+ 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Y lo que se expresa a través de la circularidad es análogo a la enseñanza de la Tetraktys, "fuente y raíz de la naturaleza eterna": 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. El recorrido de la Unidad a la multiplicidad (del 1 al 10) simboliza el establecimiento del orden cosmogónico; el camino de retorno desde cualquier punto de la periferia al centro (del 10 al 1) es una imagen sintética del proceso iniciático que restituye la conciencia de eternidad. Pitágoras transmitió a las mujeres que libremente decidieron penetrar el misterio de la No Dualidad unos soportes simbólicos míticos, numéricos y geométricos como la Tetraktys o la esfera que atesoran secretos profundos y constituyen una ayuda de gran valor para la plena realización o efectivización espiritual.


Bendícenos, número divino, tú que has engendrado a los dioses y a los hombres. Oh santa, santa Tetraktys, tú que contienes la raíz y la fuente del flujo eterno de la creación. Pues el número divino comienza por la unidad pura y profunda y alcanza luego el cuatro sagrado; luego engendra la madre de todo, que todo lo enlaza, el primogénito, el que nunca se desvía, el que nunca se cansa, el diez sagrado, que detenta la clave de todas las cosas.

Recogido por Matila Ghyka. Philosophie du nombre.


Apunte Final


Hay varias versiones en las que se dice que Pitágoras murió en Metaponte (más allá del mar) después que se iniciara una encarnizada persecución de todos los miembros de la cofradía. Cuentan que antes de perecer se refugió en el Santuario de las Musas durante cuarenta días privado de alimento. Apolonio da la versión de que Pitágoras habría desaparecido en un camino estrecho de Metaponte llamado Museion, y que dos de sus discípulos, Damis y Demetrios86, testimonian su ascensión. Pero la Ciencia Sagrada no dejó de transmitirse a través de todos aquellos seguidores y seguidoras que continuaron vivenciando los misterios atesorados en algunas de las simbólicas que ahora hemos rescatado y que sabemos que aún hoy siguen vehiculando toda su energía espiritual.


Notas

28 Según explica René Guénon, un avatâra es un ser que representa la expresión directa de un principio supracósmico que "desciende" a la manifestación. Los grandes iniciados son seres humanos que partiendo de este estado han alcanzado la liberación total o la Suprema Identidad; tanto los primeros como éstos últimos se proyectan en el mundo manifestado deviniendo guías intelectuales y espirituales para la humanidad de un determinado período. (Retorno al texto)

29 En el presente estudio se abordarán algunos aspectos de la importantísima ciencia tradicional denominada Ciclología; en el trabajo sobre Hypatia y en el de Cristina de Pizán también se investigarán otras facetas, pero para ampliar conocimientos remitimos al lector al estudio de los volúmenes 15-16, 17-18, 19-20 y 21-22 que la Revista SYMBOLOS ha dedicado a esta disciplina (más de 1.000 páginas) a la que la Antigüedad otorgó tanto valor y que hoy en día está prácticamente olvidada, si no negada, aunque no ha muerto. Este material ha conformado asimismo una página web: http://www.geocities.com/findeciclo/ (R)

30 Respecto a esta procedencia supranatural hemos de destacar el siguiente hecho harto significativo: se dice que Pitágoras tenía un muslo de oro y que habiéndoselo mostrado a Abaris, sacerdote de Apolo hiperbóreo y representante de la Tradición primordial, éste corroboró su ascendencia divina. Además, la palabra "muslo" en griego es mêros. Notemos la similitud entre este vocablo y la designación de la montaña polar Mêru, símbolo del paraíso terrenal, de la tierra de la inmortalidad y de la residencia del Principio. Esto hace de Pitágoras y de la entidad que tomó vida a su alrededor un centro espiritual, análogo al centro primordial en el que reside el Principio Supremo. (R)

31 Información extraída del libro de Nicole Loraux y colaboradores. La Grèce au féminin. Les Belles Lettres. París, 2003. También de: Mario Meunier. Femmes Pythagoriciennes. Fragments et lettres. Guy Trédaniel. Éditions de la Maisnie. París, 1980. (R)

32 Esta relación con el Arbol Sefirótico de la Cábala aparece en el libro de Cornelio Agrippa titulado Filosofía Oculta. Ed. Kier. Buenos Aires, 1998. (R)

33 Las citas e informaciones de este comentario sobre las Musas se han extraído de Revista SYMBOLOS Nº 25-26: Introducción…, op. cit., pág. 117-118. (R)

34 Porfirio, op. cit. pág. 48. (R)

35 Un Manvántara "representa el ciclo completo de una humanidad, el que a su vez se divide en cuatro yugas o edades de desigual duración cada una de ellas" y que se corresponden con la edad de oro, la edad de plata, la de bronce y la de hierro de los griegos. A su vez un Manvántara está integrado en un ciclo mucho más amplio denominado Kalpa, que expresa la existencia de todo un universo o Mundo. "Nuestro Manvántara es el séptimo de una serie y todavía faltarían otros siete para que finalice el Kalpa actual. Decir, en fin, que la palabra Manvántara significa 'era de Manú', el cual no es otro que el Legislador universal o la Inteligencia cósmica que promulga, de acuerdo a la Sabiduría Eterna, la Ley o Dharma que rige todo el Manvántara desde su principio hasta su fin." Extraído de SYMBOLOS Nº 25-26, op. cit., pág. 419. (R)

36 René Guénon. Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Eudeba. Buenos Aires, 1988, pág. 144. (R)

37 Este simbolismo está todavía vivo dentro de la Masonería, pues se dice que en una Logia "tres la iluminan, cinco la dirigen y siete la hacen justa y perfecta". (R)

38 René Guénon, op. cit. pág. 144. En el apartado dedicado a Deméter podremos comprobar que Pitágoras nombra a los siete sabios atribuyéndoles conocimientos muy importantes que él recogió y sintetizó. (R)

39 Se dice que en la edad de oro el eje de rotación de la tierra estaba totalmente vertical y en el planeta había una sola estación durante todo el año. La inclinación del eje expresa simbólicamente la salida de esa edad paradisíaca y la entrada en un ciclo de manifestación signado por la ley del cuaternario. Esa inclinación promueve la aparición del movimiento de precesión de los equinoccios, estrechamente relacionado con las eras que se suceden, la aparición de las estaciones y otros aspectos del devenir. (R)

40 Como ya hemos advertido esta civilización se desarrolla desde mediados de la edad de plata a mediados de la de bronce; pero para una información completa consultar el artículo "Los ciclos en la historia y la geografía" de Francisco Ariza, publicado en SYMBOLOS Nº 21-22: Ciclología. Fin de Ciclo IV. Barcelona, 2001. (R)

41 Francisco Ariza, op. cit. pág. 76-77. (R)

42 En la tradición hindú varâha, el jabalí, es el representante de la autoridad espiritual o de la casta sacerdotal. Además, en esta misma tradición, "la 'tierra sagrada' polar, sede del centro espiritual primordial de este Manvántara, es denominada también Vârâhî o 'tierra del jabalí'". Anotemos también que a este Kalpa la tradición lo denomina Çveta-varâha-kalpa que significa "ciclo del jabalí blanco". Por otra parte, "el jabalí representaba antiguamente la constelación llamada más tarde la Osa Mayor. En esta sustitución de nombres hay una de las señales de lo que los celtas simbolizaban precisamente por la lucha del jabalí y la osa, es decir, la rebelión de los representantes del poder temporal contra la supremacía de la autoridad espiritual, con las diversas vicisitudes que de ello se siguieron en el curso de las épocas históricas sucesivas". René Guénon. Símbolos Fundamentales…, op. cit., pág. 142 y 143. (R)

43 Notemos que los términos Calidón (bosque donde se da muerte al jabalí), Caledonia (antiguo nombre de Escocia), y el país de los Kaldes o celtas, tiene una raíz idéntica, que según explica Guénon no está originariamente referida a un pueblo particular, sino a una casta sacerdotal que ejercía la autoridad espiritual entre pueblos diferentes. (R)

44 El oso es el animal que simboliza a la casta guerrera. (R)

45 Recordemos que su nacimiento fue profetizado por la pitonisa de Delfos y que durante su tiempo de aprendizaje y realización espiritual recibió la influencia de una sacerdotisa llamada Aristoclea o Temistoclea. (R)

46 Estas correspondencias simbólicas han sido extraídas de: René Guénon. El Rey del Mundo. Ed. Paidós. Barcelona, 2003, pág. 23, nota 17. (R)

47 Recordemos, citando a Jámblico, que el fundamento de la enseñanza pitagórica es simbólico: "El modo de enseñanza por medio de símbolos era en su escuela especialmente importante. Esta forma era cultivada por casi todos los griegos con carácter ancestral, pero era especialmente venerada entre los egipcios en sus más variadas formas. Igualmente Pitágoras también le concedía una gran importancia". Ibid. pág. 75. Por eso no es de extrañar que uno de los modelos que empleó para transmitir la esencia de la doctrina fuera el de la rueda –evidente en esta sentencia que dirigió a sus seguidoras–, puesto que se trata de un símbolo universal presente en todas las culturas. El círculo en el plano o la esfera en lo volumétrico son una síntesis perfecta del Principio inmutable y de la Manifestación universal; una imagen simbólica del Cosmos, de su origen indestructible y eterno y simultáneamente del despliegue móvil de sus posibilidades de manifestación. Además la rueda guarda un estrecho vínculo con los otros soportes esenciales de acceso al Conocimiento: el rito y el mito. Remitimos al lector al volumen de Federico González: La Rueda. Una imagen simbólica del Cosmos. Ed. Symbolos. Barcelona, 1986, donde se estudia y transmite de una forma viva y profunda el poder y significado de este símbolo para la intelección del Universo y para el Conocimiento interior o iniciático. (R)

48 En el modelo del Arbol de la Vida Cabalístico este ámbito correspondería al Mundo o plano de Atsiluth, que aún y perteneciendo al Cosmos en su sentido más amplio, por tanto al Ser, podría ser considerado como una Creación Increada. (R)

49 La repetición no implica nunca una identidad, sino que un ciclo con otro guarda relaciones de correspondencia y analogía. (R)

50 Himnos Homéricos. Batracomiomaquia. Ed. Akal Clásica. Madrid, 2000, pág. 41. (R)

51 SYMBOLOS Nº 27-28: Lo Femenino - La Mujer. Barcelona, 2004, pág. 238. (R)

52 Nos referimos a la Masonería, aunque en Francia además de ésta también pervive el Compañerazgo. (R)

53 "En pos de Deméter". SYMBOLOS Nº 27-28, op. cit., pág. 167-168. (R)

54 Las Nereidas son las ninfas del mar; las Náyades, las de los ríos y aguas corrientes; las Hamadríades, las de los árboles; las Dríades, las de los robles, las Oréades, de las montañas, las Napeas, de los valles, las Alseides, de las florestas, las Helíades, de los olmos, y así en una lista indefinida, como indefinidas son las posibilidades de la manifestación. (R)

55 "Zoroastro fue el primero que consagró, en los montes próximos a Persia, en honor de Mitra, autor y padre de todas las cosas, una cueva natural florida y con manantiales, porque ésta representaba para él la imagen del universo, del que Mitra era su demiurgo, mientras que lo que había en su interior representaba, en intervalos simétricos, los símbolos de los elementos y zonas del universo." Porfirio. La gruta de las Ninfas. Carta a Marcela. Ediciones Clásicas. Madrid. 1992, pág. 38. (R)

56 Dice la tradición que Rea deposita a Zeus en el antro de Ida para librarlo del furor de Crono, y allí lo educan las ninfas Adrastea e Ida. (R)

57 Este es el árbol que simboliza la Sabiduría y su ubicación en lo alto y teniendo a la gruta a su lado es signo, tal como explica Porfirio, de que "el universo no debe su existencia al azar ni a la casualidad, sino a una decisión de la sabiduría de la divinidad y de una naturaleza inteligente". Op. cit. pág. 56. Esto es altamente significativo puesto que nos da a entender que en esta descripción no se toma al universo en su sentido más amplio –que lo haría análogo al Ser en su totalidad–, sino al universo en tanto que creado y dejando por tanto el plano de la Ontología en un nivel jerárquicamente superior –como si de una Creación Increada se tratara–, más allá de los planos conocidos en la Cábala como el Mundo de la Creación, el de las Formaciones sutiles y el de la Concreción material. (R)

58 El arte del tejido ha tenido una alta significación en todas las culturas sagradas, ya que ha servido como modelo para expresar el proceso cosmogónico así como también ha devenido un soporte para la realización espiritual. Todo esto se encuentra desarrollado con más amplitud en el capítulo de Cristina de Pizán y en un artículo de Mª Angeles Díaz titulado "La Masonería y el arte del bordado", SYMBOLOS Nº 4. Guatemala, 1992. (R)

59 En los Evangelios se dice que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de su corazón; en este sentido la palabra hebrea abeja es dbure cuya raíz dbr es la misma que la de dabar, o sea, la Palabra o Verbo fecundador, verdadero alimento de la creación. Además, en el proceso iniciático, la doctrina a través de la que se vehicula el Verbo es el soporte para purificar y alimentar el alma; el rito la protege de lo profano y la afianza en su única realidad. Por otra parte, el iniciado, al identificarse con la esencia de la Ciencia Sagrada se convierte en su guardián y protector, asegurando su transmisión y conservación a través de los tiempos y los espacios. (R)

60 "En pos de Deméter", op. cit. pág. 169. (R)

61 Porfirio, La gruta de las Ninfas, op. cit. pág. 47. (R)

62 Jorge Francisco Ferro. "Un curioso documento masónico referido a la mujer. Siglo XVIII", editado en SYMBOLOS Nº 27-28, op. cit., pág. 345. Quisiéramos añadir otro fragmento bien significativo de este manuscrito: "Los Egipcios, siempre excelentes y antiguos Franc-Masones, rendían Culto divino a una Abeja bajo la forma externa de un Toro, para mejor esconder el Misterio, este Toro llamado Apis por ellos, es la Palabra Latina para Abeja; el Enigma de representar a la Abeja por un Toro consistía en esto; que de acuerdo con la Doctrina de la Logia Pitagórica de Franc-Masones, las Almas de toda la Especie de las Vacas transmigra en Abejas, como un tal Virgilio un Poeta, muy a Favor con el Emperador Augusto, a causa de su profunda Habilidad en la Masonería, lo ha descripto (…) Lo que los Masones Modernos llaman una Logia era por las Razones anteriores, por la Antigüedad llamada una COLMENA de Franc-Masones". Ibid. pág. 346. (R)

63 Para abundar en el sentido interior del casamiento consultar un artículo de Margarita Batlle titulado "La sagrada institución del matrimonio" en SYMBOLOS Nº 5. Guatemala, 1993, pág. 83-85. (R)

64 Esto no sólo entre los pitagóricos, sino igualmente en la tradición extremoriental y en otras cosmogonías, ya que el número y su simbólica es universal y el ser humano no hace sino descifrar este lenguaje revelado por la divinidad. El uno no era considerado par ni impar, sino el origen que los contiene potencial e indistintamente a todos. Sobre los números impares se dice que son masculinos porque son generativos; ejemplo 1 + 3 = 4 = 22 ; 1 + 3 + 5 = 9 = 32 …, cosa que no sucede con los femeninos o pares. Un impar genera tanto pares como impares y los pares sólo pares. (R)

65 Felipe José Estébanez. "Pitagorismo y conocimiento sagrado", en SYMBOLOS telemática: http://www.geocities.com/symbolos/enesteb.htm (R)

66 Notemos la correspondencia entre la caverna como mundo, las ninfas que simbolizan el matrimonio y el compañero que está llamado a todos los esponsales divinos y que tiene al mundo entero como laboratorio para el Conocimiento. (R)

67 La reencarnación también puede ser confundida, además de con la transmigración, con la metempsícosis, que es el paso de las energías psíquicas y a menudo espirituales de un ser humano a otro, proceso que aún teniendo unos intereses particulares, se ordena de acuerdo con fines que son universales, y se integran en el arte de la teúrgia y en la permanente vivificación de las energías celestes y telúricas que se vehiculan a través de los seres humanos. (R)

68 A partir de esta explicación se puede comprender que cuando los biógrafos de Pitágoras nos hablan de sus vidas anteriores no se están refiriendo al error que hemos denunciado de la reencarnación, lo que es una imposibilidad metafísica, ya que en un estado de manifestación no pueden haber dos seres iguales, sino que nos están expresando que ciertas energías, fuerzas o principios universales se encarnan en individualidades que las revelan, deviniendo entonces emisarios de las mismas. (R)

69 "Gea engendró en primer lugar al estrellado Urano, igual a sí misma, para que la cubriera por todas partes y fuera sede siempre segura para los dioses felices. También dio a luz a las grandes montañas, placenteras moradas de las diosas, las Ninfas que habitan en las montañas llenas de senderos. Ella engendró también al estéril piélago, agitado por sus hinchadas olas, sin ansiado amor. Luego yació con Urano y dio a luz a Océano de profundos remolinos, a Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemosine, Febe de dorada corona y la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Crono, de mente tortuosa…" y sigue toda la genealogía. Hesíodo. Poemas Hesiódicos. Ed. Akal Clásica. Madrid, 1990, pág. 46. (R)

70 "Rea, subyugada por Crono, dio a luz a ilustres hijos: Hestia, Deméter, Hera de doradas sandalias, el poderoso Hades que tiene su morada bajo tierra y posee un corazón implacable, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, cuyo trueno hace temblar la espaciosa tierra." Hesíodo. Op. cit., pág. 61. (R)

71 "(Zeus) también entró en el lecho de Deméter nutridora de muchos. Y ésta le dio a luz Perséfone de blancos brazos, a la que Edoneo arrebató a su madre, y lo permitió el prudente Zeus". Ibid. pág. 75. (R)

72 Nótese que desde que la doncella es conducida al interior de la tierra cambia el nombre de Core por el de Perséfone. Según dice Proclo en Lecturas sobre el Crátilo de Platón (Ed. Akal, Madrid, 1999) este vocablo significa "contacto con lo que se mueve", y hay que valorarlo en su doble sentido; por un lado indica que todo lo que entra y desciende a la manifestación, sometido como está al movimiento, se divide y separa dando lugar a las indefinidas formas sutiles y corpóreas. Por otra parte, remontando el camino desde la multiplicidad hacia la unidad se refiere a la separación del alma del cuerpo por su conversión hacia lo alto. Por eso el himno órfico a Perséfone canta: "Tú sola, Perséfone, eres vida y muerte para los sufridos mortales, porque constantemente todo lo alimentas y aniquilas". Himnos Orficos. Ed. Gredos. Madrid, 1987, pág. 192. (R)

73 En Diógenes Laercio leemos esta escueta explicación del orden cosmogónico desde la Unidad a la multiplicidad: "Alejandro dice haber encontrado lo siguiente en una Memoria Pitagórica: El principio de todas las cosas es la mónada. La díada indefinida, viniendo de la mónada, se considera como materia y es subyacente a la mónada que es su causa. De la mónada y de la díada indefinida vienen los números, de los números los puntos, de los puntos las líneas, de las líneas las figuras planas, de las figuras planas las figuras sólidas, de los sólidos los cuerpos sensibles, cuyos elementos son cuatro: fuego, agua, tierra, aire". Diogène Laërce. Op. cit. 961-962. (R)

74 Recordemos lo expresado sobre este símbolo en el anterior apartado. (N. a.) (R)

75 Fernando Trejos. "Notas sobre el número y el cuaternario". SYMBOLOS Nº 21-22, op. cit., pág. 262-263. (R)

76 Jámblico. Vida de Pitágoras, op. cit. pág. 62-63. La simbólica de los siete sabios es la que hemos estado explicando en el apartado de "Las Musas y las Pléyades" y por supuesto religa la escuela pitagórica con la cadena áurea de conocimiento que arranca del principio de los tiempos y que habrá de prolongarse hasta su fin. (R)

77 Diogène Laërce. Op. cit. pág. 973. (R)

78 "En pos de Deméter", op. cit. pág. 136-137. (R)

79 Notemos la total adhesión de estas frases a las máximas expresadas en "Los Versos de Oro" atribuidos al sabio, algunos de los cuales recitan: "Honra ante todo a los Dioses Inmortales tal cual lo establece la Ley. Venera el Juramento. Venera asimismo a los nobles héroes. E igualmente a los Iniciados de la Tierra, venéralos, ejecutando lo que dicen las reglas de la Ley. Honra también a tus padres, así como a tus parientes". (Los Versos de Oro. Ed. Troquel. Buenos Aires, 1997.) (R)

80 René Guénon. El hombre y su devenir según el Vedanta. CS Ediciones, Argentina, 1990, pág. 114.81 René Guénon, ibid. pág. 115. (R)

81 René Guénon, ibid. pág. 115. (R)

82 "Si del Cero 'nada sale', tal como refleja la simbólica aritmética, tampoco la Unidad 'sale', y ello es así porque entre el Ser y el No-Ser no hay ninguna dualidad. El Infinito (No-Ser) y el Uno (Ser) no son dos principios metafísicos distintos, sino dos aspectos de una misma Posibilidad Universal. Asimismo, el Ser es inseparable de la manifestación producida en su seno". Marc García: "El Cosmos y su matriz". SYMBOLOS Nº 27-28, op. cit. pág. 252. (R)

83 En la Memoria pitagórica que recoge Diógenes Laercio leemos: "Entre los sólidos, la más bella de las figuras es la esfera y entre las figuras planas, el círculo". Op. cit. pág. 969. (R)

84 Número cíclico, siempre retorna sobre sí mismo y es expresión de la circularidad. (R)

85 "En este sentido la expresión hermética 'Todo es Uno' indica precisamente el vínculo indivisible entre el conjunto de la Manifestación Universal (el Todo) y su Principio o Causa Primera (el Uno); y a la vez la expresión 'Uno es el Todo' sugiere que la Unidad del Ser está presente en todas las cosas, y que es gracias a ello que todo existe…" Francisco Ariza. Masonería. Símbolos y Ritos. Ed. Symbolos, Barcelona, 2002, pág. 96. (R)

86 Nótese la similitud del nombre Damis con el de Damo, hija de Pitágoras, y el de Demetrios con el de la diosa Deméter. (R)